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Aquellos años en Cobán: así perdí el miedo a ser LGBTIQ y Visible

Cuando tenía 15 años vivía en Cobán, una ciudad conservadora, militarizada y en crecimiento, en una familia de clase media con mis padres y hermanos. Estudiaba en un colegio privado también conservador y católico. Y de mis 30 compañeros, yo era quien se caracterizaba por ser tímido e introvertido pero buen estudiante.

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Esta es una opinión

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Contar mi historia es hablar de un cuerpo que cambiaba, pero también de sentimientos que no podía explicar y que yo no había elegido. Empecé a sentir un tipo de atracción por un compañero con hermosa sonrisa que era muy amable conmigo; sabía que él lo había despertado, pero no sabía lo que era.

Mi intuición me decía que había consecuencias por dejarse sentir ese tipo de cosas. Y sobre todo por el riesgo de que mis compañeros, familia y amigos se enteraran. En el colegio usábamos términos despectivos, como “maricón” y “hueco”, para referirnos a aquel maestro que mostraba gestos femeninos. Burlarnos de él era tan normal, algo que incluso aprendimos en casa con la familia, con los amigos, en la calle y en el patio de recreo. 

Yo sabía que ser “hueco” me convertía en un blanco fácil y me condenaba ante los demás.

Fue por eso que hice todo lo que estuvo en mis manos para ocultar mi verdad a los demás. Construí una especie de cruz que cargaba en silencio.

Hacerte visible es un proceso que te transforma. Para mí todo empezó cuando asistí a un diplomado de liderazgo fuera de la ciudad y me encontré con compañeros abiertamente gays que vivían una vida normal. Ellos se convirtieron en mi primeros referentes para tomar la decisión de dejar de vivir una mentira.

Yo no sabía ni por dónde empezar. Tenía miedo al rechazo y a perder los privilegios que la sociedad te asigna al ser “normal”. Con el pasar del tiempo encontré nuevos referentes en los libros y en internet que me permitieron darme cuenta que ser homosexual era completamente normal y que podía vivir una vida plena y feliz.

Un 28 de junio de 2017 le declaré a mi madre que era gay.

En ese mismo año la crisis del proceso de hacerse visible me llevó a buscar ayuda profesional. La ansiedad y la depresión se habían hecho presentes. No podía cargar solo con esta cruz. Asistí a terapia en una clínica amigable y segura para hombres homosexuales, la cual me empoderó y llenó de valor para seguir viviendo mi vida de una forma plena.

Hoy la cruz aún pesa, pero es más liviana y es visible, me tomó tiempo aceptarme tal como soy, confrontar a la familia, amigos y personas más cercanas y decirles: “Este es quien soy”.

Mi experiencia es parecida a la de muchas personas que temen identificarse como una persona LGBTIQ porque con mucha razón tienen temor al rechazo y la violencia que pueden encontrar al hacerlo. En muchas partes del país, se encuentra violencia en la propia familia y el círculo de amistades más íntimas cuando uno comete la audacia de aceptar su orientación sexual, de vivir como realmente uno es.

El sentimiento de culpa marca a muchos de nosotros. Tememos al rechazo de la familia, de gran parte de nuestros amigos, y de la iglesia. Tememos decepcionarles, aunque no tengamos culpa de nada.

En este camino he conocido muchas más historias similares a la mía. La de aquellos que se escondían para “evitar el rechazo, las palabras peyorativas y las burlas”. La de aquellas otras que vivieron agobiadas “porque la gente empezó a sospechar: ha levantar calumnias, a discriminarlas”. La de aquel que lucha porque se ha sentido “no normal, devastado, triste, solo, desolado y todo lo que conlleva una vida mierda”. 

Conocí varios testimonios que iban en la misma línea. La discriminación la sufrí en Cobán pero esa realidad no es muy distinta a otras partes del país. Mi historia no pretende ser ilustrativa, pero como contaba, creo que es posible demostrar que se puede superar el miedo. Las cosas pueden mejorar. Empezá por aceptarte, porque como dice el psicólogo Gabriel J. Martín, “para tomar las riendas de su propio destino uno necesita saber quién es. Porque solo conociendo quién eres podrás saber cuál es tu propio camino y recorrerlo”.

El viaje de cada quien es distinto pero más de diez años después puedo decir que hay una comunidad pequeña, pero creciente, que te sostiene, te acepta y te abraza.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Boris Tení /

    23/10/2019 1:57 AM

    Christian, yo te conocí en el grupo de apostolado del hospital, en Cobán.
    Me alegra mucho conocer tu historia, que escribas en Nómada y que descubras quien eres en realidad, muy pocos logran hacerlo de verdad. Espero te sientas apoyado y que ser homosexual no sea una más una cruz para ti. La sociedad en que vivimos castiga mucho a lo que no consideran normal, en todos sus ámbitos, eso literal no ayuda en ningún sentido a nadie. Los prejuicios son un cáncer en la sociedad y personas como tu logran hacer que este cáncer desaparezca.
    Conozco a alguien con quien podrías hablar de este tema, sufre algo parecido a lo que tu viviste.

    Yo era un niño en la época en que te conocí y si notaba que eras muy tímido, dudo mucho que recuerdes algo de mi.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Lucia Varona /

    15/08/2019 12:45 PM

    Estimado Christian, gracias por compartir su vida con el público. Es usted una valiente y gran persona. Ser homosexual, no equivale a ser mala persona. Yo soy de Cobán y no soy homosexual pero, sufrí por mucho tiempo del peor mal, que es juzgar a los homosexuales y reírme de ellos, como lo hace la mayoría de la gente. No fue hasta que tuve alumnos homosexuales (hombres y mujeres) que no entendí que no era una opción sino que son hechos así. Como católica, creo firmemente que las personas son imagen de Dios y entonces, yo no puedo ver de menos a nadie por su orientación sexual, su color, su origen, etc, etc. Siga viviendo una vida recta, haga de la regla NO HACER A OTROS LO QUE NO QUIERO QUE ME HAGAN A MÍ, lo que dirija su camino y verá cómo usted seguirá triunfando. Ya lleva muchos triunfos, siga adelante.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Víctor López /

    14/08/2019 3:16 PM

    Cristian Rosell: eso que usted siente por los hombres no es normal, viera que linda son las mujeres, no le veo gracia que un hombre "toquetee " a otro hombre... Nada como acariciar a una mujer , ( si ella se deja) si no pues no ... Salen otras que sí se dejan .., por que uno les gusta . Haga la prueba y vera , son hermosas ...

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!

    Luis Paraiso /

    14/08/2019 5:27 AM

    Los ritos iniciáticos del paso a la edad adulta hueco o no es el mismo camino.
    Desde que se nace hasta la muerte, el ser humano atraviesa múltiples etapas y conoce diferentes estados. El ciclo normal es que el bebé se convierte en un niño, el niño en un adolescente, el adolescente en un adulto y el adulto en un adulto mayor. Y al final, el ser humano llega al cielo o al infierno o a la nada según sus convicciones, pero en cualquier caso, cruza el corredor de la muerte.
    Aunque es una evolución natural, no es algo fácil experimentar las transformaciones del cuerpo. Las dificultades comienzan en la pubertad; la niña ve crecer los senos, sus caderas se ensanchan y cada mes se someterá a este torrente sanguíneo que anuncia su condición de mujer.
    El niño le sale bigote, tiene barros, espinillas, lo que llaman acné, su voz cambia y descubre sus primeras erecciones que lo hacen acceder al estado de hombre.
    Todo esto en una sociedad protectora donde estas pequeñas mujeres y hombres jóvenes en lugar de abandonar el hogar vivirán durante años como niños bajo el techo familiar. Lejos estamos de Tom Sawyer de Mark Twain, de Oliver Twist, de El Lazarillo de Tormes. Una gran Desarmonía entre el cuerpo adulto y la mente de un niño retrasado.
    En las sociedades tradicionales, para garantizar la cohesión del grupo social amenazado por la explosión desordenado de la juventud, los ritos iniciáticos deben acompañar el paso del adolescente al estado adulto. Estas pruebas físicas y psicológicas que conducen al adolecente a superarse a si mismo en el sufrimiento para conquistar con orgullo sus galardones de adulto responsable. Y esto en todos las sociedades o etnias Por Guatemala los ritos iniciáticos de Junapu e Ixbalanque. Todo esto indispensable para establecer un orden necesario a la armonía de la vida social. Era necesario masculinizar al adolescente, canalizar sus fuerzas e iniciarlo en la vida adulta. De una civilización a otra, las pruebas diferían pero todas involucraban tres etapas: la separación del grupo, las pruebas y el regreso al grupo social.
    Todas estas etapas iniciáticas son comunes AL SER HUMANO hueco o no y es el mismo sufrimiento desgarrador al saltar de una infancia a la edad adulta.
    Traducido a las nuevas formas de organización social seria; Guardería, párvulos, sexto primaria, educación media bachillerato, (servicio militar) profesional, universidad. La epica de Junapu e Ixbalanque es la trama exacta del camino iniciatico que conduce los adolescentes a la edad adulta. Nada que ver con el chingo de mentiras construidas a espaldas de los indios.
    En Guatemala todos tenemos sangre indigena a unos nos corre en las venas a otros les corre en las manos.

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!

    Flor /

    12/08/2019 7:18 PM

    Escrito con honestidad ubdesde el corazón. Se sintió inspirado por otros valientes y hoy el inspira a vivir la autenticidad. Excelente Christian Rossell

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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