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11 Pasos

Así fue ser sandinista hace 39 años

La primera vez que asistí a un evento popular masivo fue el 19 de julio de 1980. Tenía 13 años y vivía en Nicaragua.

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Esta es una opinión

Juventud Sandinista

Foto: La Prensa / Gonzalo Carrión

Ese día, cuando se celebrara el primer aniversario de la última revolución armada victoriosa de América Latina hasta la fecha, fui una banderita rojinegra más dentro de una multitud de miles de personas que abarrotaban la “Plaza de la Revolución” en Managua. Tenía un mes de vivir en “Nicaragua Libre”, luego de ser junto a mi familia expulsada hacia el exilio desde Guatemala. Pudimos haber ido a casi cualquier parte, pero mis padres no quisieron perder la oportunidad de acompañar la construcción de lo que se suponía sería un modelo de sociedad más justa para la región. Nos quedamos cinco años. Ahí cursé completa mi sui generis secundaria.

De esos primeros meses recuerdo el omnipresente calor de Managua, del que no había forma de escapar. La ciudad carecía de centro, pues no había sido reconstruido desde el terremoto de 1974, y en sus calles de adoquín y polvo no se veía gente joven, lo que hacía aún más áridos los primeros meses de mi experiencia adolescente allí.

Eso cambiaría pronto. Alguien nos contó que ya volverían, que se habían ido a cumplir con la “Cruzada Nacional de Alfabetización”, la primera gran tarea que la Revolución Sandinista les había encomendado. Se estima que 60,000 personas participaron entre maestros, cooperantes internacionales y sobre todo muchachos y muchachas de diferentes edades y clases sociales.

Un mes más tarde volví a la Plaza para verlos regresar. Era un contingente de miles de brigadistas, transportados la mayoría en camiones “Ifa”, originarios de la desaparecida Alemania socialista. Venían vestidos de pantalón de lona y camiseta blanca con logotipo de la Juventud Sandinista 19 de Julio. En el cuello o muñecas, pañoletas rojinegras. Otros lucían uniforme verde-olivo, botas y sombreros militares. No infundían miedo; había alegría, cantos, risas, orgullo, pertenencia y esperanza. La Patria y la Revolución agradecían su esfuerzo y los recibían con los brazos abiertos. Muchos se habían separado por primera vez de sus familias, dejaron sus comodidades para vivir por seis meses en hogares pobres principalmente del interior del país. Los más chicos tendrían 13-14 años, pero cumplieron. El analfabetismo se redujo del 50 al 13 por ciento y la iniciativa, aplaudida nacional e internacionalmente, fue distinguida incluso por la Unesco con el reconocimiento “Memorias de la Historia”. ¡Cosas de revoluciones!

Aunque no participé en esa primera tarea, durante los siguientes cinco años me sumé a todas las que pude. Corté café, algodón y cavé trincheras. Respondí al llamado de diversas labores sociales como rescatar familias de barrios marginales durante inundaciones causadas por copiosas lluvias, o enseñarles cómo prevenir una plaga de dengue. La Juventud Sandinista 19 de Julio era querida y respetada.

Nuestra formación y modo de organización era militar. Aprendí a ser parte de una escuadra, un pelotón y un batallón. A formarme, marchar, a armar y desarmar fusiles. También a estar lejos de casa por días, semanas y hasta meses. Pasamos cumpleaños, navidades y años nuevos en las montañas comiendo arroz, frijol y tortilla, durmiendo sobre camas de tabla o simplemente en un piso de tierra. Recuerdo que uno de nuestros temas de conversación favoritos era que compraríamos al regresar a Managua: un helado de chocolate, una hamburguesa, una pizza, un agua gaseosa. Ahí también conocí el miedo, haciendo guardia sola por las noches en medio de la nada, debajo de la lluvía con hambre y frío, sosteniendo un fusil VZ-52 semidestartalado y escuchando tiros a lo lejos disparados por grupos contrarrevolucionarios bastante mejor armados que nosotros.

Ustedes probablemente no lo entiendan, pero esa generación estuvo dispuesta a dar hasta la vida por ese proyecto. Morir de verdad, como lo demuestran las decenas de fotos de estudiantes caídos en combate, hoy colgadas en el instituto donde cursé mi secundaria y en otros centros de estudio. Muchos fueron mis amigos cercanos. La guerra fue verdadera y defender la revolución costó 50,000 vidas.

¿Habrá valido la pena?

Paro de escribir con los ojos llenos de lágrimas. Revisó mi celular. Es 19 de julio y en las redes sociales encuentro publicaciones de amigos “nicas” denunciando sin parar los crímenes cometidos por el gobierno de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo. Para ellos, hoy no hay Plaza. Este año la consigna fue “Puertas cerradas al Orteguismo”, en un llamado a no acudir a la celebración.

Para esos jóvenes, hoy en sus 40 y 50, es difícil hablar ya de “sandinismo”. Recordemos que ese movimiento revolucionario tuvo como primer objetivo acabar con la dictadura de los Somoza, y estuvo conformado por fuerzas de todo el espectro ideológico, no únicamente por socialistas marxista-leninistas. Fue una revolución no tan roja, que permitió muchas más libertades que la cubana, como la formación de otros partidos políticos, la libertad de culto y las elecciones. Confiscó las propiedades de los Somoza, pero no implantó una economía de corte socialista. Los sandinistas querían propiciar espacios políticos más incluyentes y el desarrollo de políticas públicas centradas en mejorar las condiciones de vida de los más pobres, dentro de un marco de respeto a los Derechos Humanos, ética y valores revolucionarios. Pero los líderes actuales sufrieron un proceso de descomposición difícil de entender y para mí no representan ya esa ideología.

Se suponía que le entregaríamos a las futuras generaciones un mejor país. Entendíamos la necesidad de liderazgos fuertes y aceptábamos, aunque rebeldes, que nos dijeran que hacer, porque en nuestra inmensa ingenuidad creíamos ser partícipes de la construcción de una sociedad justa. De los fusiles algún día saldrían flores, ¿verdad?

Pero no salen rosas de las armas sostenidas por paramilitares fieles a Ortega. Hoy Nicaragua se encuentra inmersa en una crisis política y social provocada por la sed de poder de la pareja. Si bien el FSLN ganó las últimas elecciones con más del 70 por ciento de los votos, la ciudadanía descontenta con la corrupción y sus constantes abusos de poder tomó las calles para protestar, encontrando como respuesta a sus peticiones una lluvia de balas que causó ya más de 350 muertos.

Es como si en Guatemala, cuando salimos a protestar en contra de la corrupción del gobierno de Otto Pérez Molina y Roxanna Baldetti, un grupo de paramilitares escondidos nos hubiera disparado y volado la tapa de los sesos. Así de grotesco. Y si de cualquier mandatario esto es una absoluta aberración criminal, un abuso de poder por el que debería pagar no sólo con despedirse de su futuro político para siempre, sino tambien purgando dentro de una cárcel cadena perpetua, ¿imagínese de un líder revolucionario que se vendía como ejemplo del “hombre nuevo”, y cuya figura creció gracias al apoyo de una población que deseaba un país libre de tiranos? Ortega lideró la lucha contra un monstruo, tomó su lugar, y poco a poco se convirtió en otro.

Aún más triste y desalentador es que, como lo demuestran las declaraciones hechas recientemente durante el Foro de Sao Paulo, la izquierda latinoamericana apoye a este régimen y por lo tanto, sus acciones criminales. Al parecer, siempre y cuando su postura y discurso venga marcado con un fuerte sello anti imperialista, (por supuesto, EE.UU. tienen la culpa de todo), unos cuantos “muertitos” son aceptables. Si el dictador o gobierno es de derecha, entonces si llueven las críticas por violaciones a los Derechos Humanos. Es impresionante su incapacidad de tomar distancia, actuando con irresponsabilidad e incoherencia ante una situación que exige condenas contundentes.

Y por supuesto que conozco lo que el gobierno estadounidense hizo para acabar con los sandinistas, pero ¿qué tiene que ver eso con el comportamiento actual de Daniel Ortega?

Tampoco importan los delirios de la pareja, que llenan los espacios de comunicación estatales con mensajes de tinte evangélico. Ortega parece ahora el pastor de cualquier iglesia, llamándose elegidos de Dios y culpando al Diablo y hasta a sectas satánicas de estar detrás de los opositores a su gobierno. Parece una broma de mal gusto. Ni siquiera es posible contestar con argumentos serios como “exigimos un Estado Laico”. Esto simplemente raya en la demencia.

Haber transado con los enemigos históricos del FSLN tampoco parece debilitar su figura de líder revolucionario, amén de secuestrar todos los poderes del Estado con la descarada intención de quedarse ahí todo el tiempo que le sea posible. Ha nacido un nuevo dictador y habrá que cuidarse de no apoyar políticamente en Guatemala a quienes no le condenen. Si nuestros últimos gobiernos no reprimieron brutalmente nuestro descontento, de llegar al poder la URNG y otros partidos políticos que apoyan a Ortega quizá sí lo hagan. Aunque las otras opciones políticas nicaragüenses no sean las mejores, meterle el hombro a esta es injustificable. Así no se vale.

Reflexiono sobre cómo la confianza ciudadana en los políticos se ve una vez más minada hasta los cimientos. Es claro que nuestras elecciones cada día tendrán menos que ver con la ideología a la que se representa, y más con la ética, los valores y la calidad humana del futuro funcionario público. Provengo de la izquierda y muchísimas de las personas más congruentes, solidarias, honestas y sensatas que conozco se identifican con esta ideología. Lamento por nosotros las revoluciones robadas, y quitarnos un lugar político donde “ser” con orgullo.

“El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”, dijo el político inglés John Acton. Uno nunca podrá saber a que tirano está ayudando a ascender. Nuestra revolución no era el autócrata gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Nadie nos lo contó, lo sabemos porque estuvimos ahí. Nosotros fuimos esa revolución.

Ana Carpio
/

Periodista y productora audiovisual, con 25 años de experiencia en el campo de la comunicación. Observadora, curiosa y terriblemente empática. Creo que la verdad es gris, no negra ni blanca. Me intriga la naturaleza humana y amo escribir.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Juan Manuel /

    28/07/2018 9:54 PM

    Buen artículo. Quizá hizo falta un poco de historia electoral que resumiera cómo Ortega gana en el 2006 con el 38% de los votos y... la Cooptación del Estado inició.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Juan Manuel /

    28/07/2018 9:50 PM

    Buen artículo. Quizá hizo falta un poco de historia electoral que requiera cómo Ortega gana en el 2006 con el 38% de los votos y la Cooptación del Estado inició.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Rolando Barrientos /

    25/07/2018 10:43 PM

    Ana Carpio

    Eres un orgullo para la humanidad. El mundo necesita más gente como tú. Gracias por darnos una perspectiva amplia de lo que pasó y está pasando en Nicaragua, me transportaste.

    Por favor sigue escribiendo y espero un día cercano podrás ayudarme a redactar mi experiencia de Panzós en el 78.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

      Ana Carpio /

      27/07/2018 1:31 AM

      Gracias por tus palabras... y manos a la obra!

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!

    Raul de la Horra /

    25/07/2018 10:36 PM

    Belleza de semblanza. Dura y llena de sinceridad y de ternura. Me conmovió, Ana. Gracias por escribirla. Directo al corazón y a la memoria. Una luz de bengala.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

      Ana Carpio /

      27/07/2018 1:32 AM

      Querido Raul, me encanta que te guste! Un gran sbrazo!

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!

    Olga Villalta /

    25/07/2018 8:59 PM

    Me hiciste llorar también, porque mi generación también creyó en el sueño nicaragüense. Y duele saber que estos dizque dirigentes de "izqueirda" (que para mi no tienen nada de izquierda) le han puesto en bandeja al imperialismo la posibilidad de intervenir.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Carla Verónica Cáceres /

    25/07/2018 8:02 PM

    Lo he dicho, si en esta revolución que estamos haciendo en Nicaragua la derecha "sale victoriosa" será por completa culpa de la izquierda que decidió darle la espalda al pueblo y apoyar la tiranía.

    Para el récord: En Nicaragua no hay elecciones libres ni transparentes desde 2008. Los datos "oficiales" del 70% de votos son tan falsos como el discurso mismo del dictador.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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