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Cambio social en tiempos de calamidad: coronavirus y la anomia social

A riesgo de parecer desentendido de la grave crisis que vive la humanidad y en medio de algunas opiniones expertas –otras no tanto–, que llegan como aluviones proponiendo soluciones a la pandemia y a sus efectos colaterales, he preferido referirme a uno solo de los elementos que subyace a la tragedia: el impacto en la organización social y su efecto inmovilizador.

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Esta es una opinión

Poblacion con mascarilla 4-min

El papel de la organización social es vital para detener lo que puede ser el inicio de una profundización de las desigualdades, en un país que ya presume mundialmente su escasa cohesión social. Por ejemplo, el mundo conoce –en voz de los productores– que somos el cuarto exportador de azúcar a nivel mundial; este ‘éxito’ se da en un vecindario famélico, integrado por trabajadores del campo, con problemas renales y cuyos ingresos, según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos 2019, llegan a Q1,197 mensuales en promedio.

Así que mi comentario pretende ‘adelantarse’ a los hechos y pretende sugerir, o quizá solo soñar, como los hemos venido haciendo los guatemaltecos el último medio siglo, soñar y trabajar por cambios, en los cuales nos hemos quedado en el ‘casi’. Y cito: la apertura democrática de 1985, los Acuerdos de Paz de 1996 y los movimientos sociales del 2015.

Esos procesos nos han causado una enorme ilusión por cambios sustantivos en nuestra calidad de vida, en la gestión pública y en el sistema político en su conjunto. En síntesis, obtener democracia, cultural, social, política y económica. En las tres intentonas hemos fracasado. Quizá faltó unidad, arrojo, valentía, capacidad estratégica o el núcleo opositor oligárquico, ciego y poderoso, con alta capacidad de infiltración, represión y cooptación, frustró los devaneos entre población y democracia. Lo cierto y concreto es que seguimos rodeados de pobreza, miseria y en permanente: malaya.

Es a eso a lo que me quiero referir. Tomo como parámetro el efecto que tuvo en la organización del pueblo en el terremoto de 1976. Obviamente las distancias son enormes con aquel suceso y aquel tiempo. Las condiciones político sociales del movimiento social y popular eran particularmente diferentes. Así, por ejemplo, el ambiente preinsurreccional que vivía Centro América en la década de los años setenta, es ahora solo una referencia histórica.

El terremoto dejó evidencias claras. “Heridos, pero no de muerte”, repetía el general de turno en el poder. Sintetizaba la situación de las élites y la constatación popular de que este fue el terremoto de los pobres. Ese suceso develó las carencias de este pueblo: los muertos fueron de adobe o teja, la mortandad ocurrió en casas de barro. Fue en los caminos de los pueblos indígenas y barrios populares donde hubo más víctimas: el barrio El Gallito, San Juan Sacatepéquez, Chimaltenango, San Juan Comalapa y El Progreso fueron de los lugares más azolados por la tragedia.

Así que, sin pretender hacer parangones simplistas, menos aún comparaciones sobre bases especulativas, o irreales, traigo a cuenta, el hecho político que significó la organización popular alrededor del proceso de reconstrucción nacional en 1976 y su inserción en el proceso político nacional.

Este pueblo aprovechó sus propios afanes de reconstrucción, como resquicio político al muro represivo que mantenía la dictadura militar sobre la organización social y desbordó los límites impuestos. Reconstruir hogares, medios de sustento y vida social requería movilización y organización, que se politizó, en los años subsiguientes.

No hay que olvidar que la milicia en este país siempre ha sido temerosa y desconfiada de la organización social, a la cual tenía –y tiene– especial ojeriza. En palabras de Luis Lujan Muñoz, refiriéndose a la organización del pueblo durante y después del terremoto 1976:

— En poco tiempo, el espacio social se llenó con nuevos y beligerantes actores que planteaban luchas económicas y políticas contra el autoritarismo.

Es decir, el pueblo fue del dolor de la tragedia a la organización, que alcanzó altos niveles de movilización y acción social.

Dos elementos estructurales permanecen intactos entre el hoy y el ayer, y parecen haberse congelado en el tiempo: pobreza y desigualdad. El informe de la Comisión Inter Americana de Derechos Humanos, de 1980, cita un informe del Banco Mundial sobre la pobreza en Guatemala:

— El resultado de esa situación es que la mayoría de la población vive en estado de absoluta pobreza. La extrema pobreza, producto de la distribución desigual de la riqueza nacional, ha sido definida como "una condición de vida tan limitada por la desnutrición, enfermedades, analfabetismo, índice bajo de longevidad y alto índice de mortalidad infantil, que se halla por debajo de cualquier definición racional de decencia humana.

A aquella radiografía del Banco mundial sobre el país poco tendremos que enmendarle en estos tiempos.

Más bien la pobreza multidimensional, como se le denomina ahora, y la desigualdad se han profundizado a tal grado que nuestras necesidades de asistencia alimentaria siguen vergonzosamente, vigentes, al punto que el Estado demanda donativos anuales en raciones alimentarias al Programa Mundial de Alimentos.

En estas condiciones nos encuentra el coronavirus. Su efecto económico aún no se dimensiona totalmente, pero todos coinciden que su impacto será desastroso, sobre todo para los bolsillos más frágiles. Desde los pobladores urbanos vinculados al comercio del día a día, a los —ahora no mencionados por las autoridades— trabajadores del campo que combinan producción a pequeña escala con jornal o pequeño comercio. La crisis económica, terminara arrastrándolos. Estos últimos, insisto, son hasta ahora el sector invisible. Nadie los ellos. Por otro lado, preocupan al discurso oficial los exportadores de siempre.

El factor clave: crisis — oportunidad de cambio. Sin embargo, como la cuestión no es mágica, habrá que revisar las condiciones de la organización social y sus fuentes inspiradoras y cómo están los ánimos socio-políticos más allá del activismo en las redes sociales. ¿Se activarán de nuevo los resortes de la organización social? No tenemos la respuesta.

Debemos partir de la organización que ya existe. Sin embargo, es momento para la irrupción de nuevas propuestas y especialmente de nuevos liderazgos. Poner mucha cabeza en el paradigma, ese que mueve socialmente a los guatemaltecos, particularmente a sus polos populares.

El mejor aporte de la dirección social y popular de hoy es pelear por los espacios o crear los propios, en lo que empieza a denominarse lo que se llamará la reconstrucción y que para nosotros debe circunscribirse a un estricto proceso de transformación social, cultural, política y económica.

No se trata de esperar la convocatoria del Estado, pues esta quizá nunca llegue. No interesa. Ya están cabales. El movimiento social no puede ni debe depender solamente de las convocatorias y los mecanismos formales de participación, tipo Sistema de Consejos de Desarrollo Urbano y Rural.

Esta es una oportunidad para trascender el desencanto con las medidas de Estado, o de rechazo a las pretensiones de la ¡gran’ empresa nacional, esa que históricamente ha decidido en nombre del Estado hacia una estrategia que catalice la conciencia colectiva. Esta oportunidad debe superar los ‘casi’. No es esto un llamado a una ilusa insurrección. No.

Es nada más el llamado por la recuperación del Estado. Ese Estado que configura la Constitución Política de la República de Guatemala. Para este país eso ya sería un avance. Necesitamos un Estado para el bien común, un sistema de gobierno democrático, republicano, representativo, basado en principios de justicia social, donde es prohibido el monopolio y la concentración desmedida de los recursos. Es el Estado participativo perfilado en 1985.

Así, el poderoso el coronavirus y sus efectos pueden ser una oportunidad para una nueva dirigencia social y popular, para una renovación generacional bajo cuya dirección superaremos el ‘casi’ y llegaremos al Estado democrático. Ese, en el cual en lugar de donaciones y somatadas de pecho con el tradicional “por mi culpa”, se genere una cultura empresarial ecuánime, cumplidora con impuestos, derechos laborales y ajena a la concentración de recursos. Esa empresa comprometida con los Derechos Humanos.

De nuevo, la organización social y popular será la plataforma del cambio: del coronavirus a la movilización y de esta al acuerdo político democrático. La historia inmediata nos narrara lo que ahora son dubitaciones.

Helmer Velásquez
/

Es Abogado y Notario de Profesión. Promotor social de vocación. Con un largo recorrido en trabajos del desarrollo y la defensa de los derechos humanos y la construcción democrática de Guatemala.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Víctor lopez /

    30/03/2020 7:51 AM

    Un grupo de científicos está en contra del tratamiento que da el Dr. Dieder Raoult , por que será? Será que se les está cayendo el negocio? Quien esta de tras ? De repente vamos a ver al Dr. Raoult: TRAS LAS REJAS ACUSADO DE VIOLADOR EN SERIE ....

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Víctor lopez /

    30/03/2020 7:11 AM

    Al gobierno le cayó de perlas el tema del virus ... tienen como justificar el ROBO A GRAN ESCALA QUE TIENEN EN MENTE REALIZAR... que giammatei no crea, que se la vamos a dejar pasar , ¡no! El y toda la élite económica están de tras de este mega-robo

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Víctor lopez /

    30/03/2020 7:05 AM

    Ese toque de queda deberían quitarlo, quienes están felices son los empleados del gobierno. Pero nosotros ? Los que tenemos una mini empresa , estamos sufriendo la mala decisión DE ESTE GOBIERNO , deberían de quitar el toque de queda, el pueblo ya no aguanta .... giammatei por qué tiene su comida al suave... le pela lo que nos esté pasando. No más toque de queda...

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Víctor lopez /

    28/03/2020 1:36 PM

    LA CLOROQUINA , es el medicamento que el infectologo francés Dieder Raoult está utilizando con mucho éxito , para tratar el virus... con el RESPALDO TOTAL DEL GOBUERNO . será que giammatei estará dispuesto a utilizar ese fármaco, o mejor va a repartir los 200 milloncitos entre los monopolistas de siempre ... que piensa usted? estimado abogado.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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