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Sí, que todos leamos es algo peligroso

Mao Zedong tenía razón cuando afirmó que ‘leer demasiados libros es peligroso’. Tenía razón porque leer da ideas. Muestra mundos. Abre puertas y ventanas. Y lo que es peor: libera.

Blogs Opinión P369
Esta es una opinión

Foto: Pixabat / Free-Photos

Que las personas somos vulnerables a las ideas y que es necesario protegernos de la ingenuidad de creer que nosotros mismos, solos y sin guías, podemos discernir entre lo que nos conviene y lo que no, no fue invento de Mao, por supuesto. Ha sido reflexión constante de quienes, viviendo con la certeza de tener la verdad entre sus manos, no quieren arriesgarse a que un deambular desordenado por páginas reales o virtuales nos distraiga de algo que ellos ya descubrieron para nosotros y que es lo único que, en su opinión, necesitamos para ser felices: el dogma, la doctrina, la verdad revelada que ellos generosamente quieren compartir con el mundo.

Por eso, la Santa Madre Iglesia durante siglos prohibió la lectura de la Biblia por los fieles, encargándole la tarea de predicar la santa palabra a los curas. No fuera a ser que almas atribuladas y espíritus torvos malinterpretaran las andanzas de patriarcas, reyes y profetas en el Antiguo Testamento, o las contradicciones y contrastes entre los distintos testimonios de la vida del nazareno en el Nuevo. Suficiente tenían ya con las heterodoxias religiosas de herejes que terminaban quemados en las brasas de hogueras levantadas en las plazas para escarnio público. ¡Imagínense la veleidad de cuestionar los dogmas en manos del pueblo llano!

Y por eso, a medida que la lectura dejó de ser una habilidad exclusivísima en manos de muy pocos, se hizo necesario comenzar a pensar en nuevos mecanismos para continuar protegiendo a los ingenuos de los nocivos efectos de la lectura no supervisada: la publicación por la Iglesia de los índices de libros prohibidos cuya lectura conllevaba el pecado y la oferta de un espacio en el infierno; las hogueras purificadoras con las que los nazis limpiaban las bibliotecas alemanas –desde las universitarias hasta las de las casas particulares– de lecturas degenerantes; la criminalización de autores y lectores de obras declaradas insidiosas, subversivas, burguesas o corruptas por regímenes que, no importa cuál fuera su orientación política o religiosa, no soportan el disenso.

Desde esta perspectiva, nada más peligroso que un populacho –por favor, poner atención a la palabra– que porque lee, cree que sabe. O aún más: de un populacho –no un pueblo, no una sociedad, no una ciudadanía: un populacho– expuesto a la propaganda insidiosa y malintencionada de quienes quieren confundirlo y distraerlo. La Asociación General de Agricultores lo sabía cuándo en 1944 se manifestó en contra de los planes de alfabetización del gobierno revolucionario guatemalteco. ¿Qué sentido tenía darle la posibilidad al campesino de leer y enterarse? Y por eso Mao, en el contexto de discusiones concernientes al estado de la educación en la República Popular de China en 1964, pontifica sobre los peligros sociales de la lectura excesiva, indiscriminada, descontrolada, y no supervisada. Llevando esta sabiduría a sus últimas expresiones, el Khmer Rojo decidió a mediados de los años setenta vaciar las ciudades camboyanas y masacrar a profesionales y universitarios, no fuera que su contaminación intelectual corrompiera la pureza del proyecto revolucionario que estaban construyendo.

Y hoy, en la época de internet y de las redes sociales, la tarea se complica, pero no desaparece: la desinformación dirigida; el intento de comprar o corromper los medios de comunicación masiva; la deslegitimación del crítico y del adversario; la mentira repetida goebbelsianamente para que la duda sobre toda la palabra escrita termine por forzar a la gente a refugiarse en el dogma y renunciar a la lectura.

Tienen razón, Mao y los demás iluminados. Que la lectura es peligrosa lo sé yo por experiencia propia. Claro, en mi caso, habrá que considerar que existen condiciones mitigantes: la irresponsabilidad de un padre bibliófilo que me llevaba de paseo a librerías y que me inculcó el amor por la palabra escrita, o la de una hermana imprudente que balanceaba las lecturas clásicas sugeridas por mi padre con una buena dosis de literatura contemporánea, irreverente y contestataria.

Los libros me rodearon desde mi infancia: al principio, los que me regalaba mi padre; los que iba agarrando de su biblioteca; los que tomaba de los anaqueles de mis hermanas y hermanos. Con el tiempo, yo mismo comencé a conseguir otros que ya eran más míos: comprados o prestados, de parientes o amigos, de literatura, de historia, de filosofía, de lo que fuera. La palabra escrita y empastada se volvió en elemento central de mi cotidianeidad. Libros leídos porque yo quería y no porque alguien me los ordenaba; libros y lecturas que llenaban mis tardes de ocio y mis fines de semana para salvarme del aburrimiento. Libros que se iban acumulando en escuálidos anaqueles que, desde la perspectiva de quienes creen que la lectura es peligrosa, servían de testimonio a la desorientación de mis andares.

Y el efecto nocivo no se hizo esperar: la duda ante el dogma, el cuestionamiento de lo establecido, la arrogante ingenuidad del adolescente que creía que iba encontrando en los libros respuestas a las preguntas existenciales que lo inquietaban, y que no se daba cuenta de que mientras más leía, más preguntas acumulaba.

Tal vez, mi vida hubiera transcurrido más tranquila si en vez de divagar de libro en libro me hubiera conformado con uno sólo: de pasta roja, en papel de biblia, sobre economía política, de auto-ayuda... que sé yo. Uno, que podría haber satisfecho mis dudas existenciales con las verdades pre-digeridas y regurgitadas que a diestra y a siniestra le ofrecen a uno profetas, caudillos y gurúes que lo único que piden a cambio de la verdad es la obediencia, la aquiescencia, la docilidad intelectual necesaria para recibir lo que ellos ya conocen y que, en su infinita bondad, están dispuestos a compartir con nosotros.

En su lugar, he seguido persiguiendo la palabra escrita por los corredores interminables de bibliotecas universitarias, por los pasillos deslumbrantes de las librerías de novedades y de viejo, por los recovecos insospechados de internet, en cada uno hojeando páginas físicas o virtuales para tratar de satisfacer mis dudas, buscando respuesta para mis preguntas. He perdido el tiempo leyendo poesías, cuentos y novelas sobre realidades que no existen; tratados de historia sobre personajes ya muertos, interpretaciones sesudas del presente en el que nos movemos los vivos, y especulaciones entre deprimentes y esperanzadoras sobre la vida que le espera a los que no han nacido.

No sólo eso: incapaz de aceptar la iniquidad de mis actos, intento inducir a otros en el vicio de la lectura. Le he regalado libros a mis hijas cuando seguramente hubieran preferido una muñeca. Acoso a mis amigos con recomendaciones de lecturas que algunos toleran sólo porque realmente me estiman. De vez en cuando, tomo la pluma –mejor dicho, agarro el teclado– para tratar de pergeñar en el blanco del papel o de la pantalla algunas ideas que, debo confesar, no tienen otra intención que inducir a algún otro desatinado a la lectura. Y –pecado capital–espero con impaciencia la llegada cada año de la Feria del Libro, sitio de encuentro para otros descarriados que, como yo, no se logran liberar del encantamiento que producen los libros y que insisten en seguir explorando mundos, abrir ventanas, y atravesar las puertas al conocimiento que cada uno ellos encierra.

Neruda confesó que había vivido; yo, confieso que he leído. Es más, confieso que si hay algo que lamento es no poder contar con más tiempo para la lectura. Como decía uno de los más grandes lectores de la historia, Jorge Luis Borges, ‘que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído’.

Bernardo Arévalo
/

Estudió sociología, y don Max marcó la forma como ve el mundo. Alguna vez fue diplomático, y le quedaron algunas mañas. Tal vez por eso sigue trabajando en temas que conjugan ambas perspectivas, como consolidación de la paz y transformación de conflictos. Algo nómada, ha vivido fuera del país por temporadas largas pero al final, siempre regresa. Secretario General Adjunto II de Movimiento Semilla, a partir de 2019.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Luis Lewis /

    26/06/2018 2:45 PM

    "la Santa Madre Iglesia durante siglos prohibió la lectura de la Biblia por los fieles, encargándole la tarea de predicar la santa palabra a los curas"

    Si esto fuera verdad, la Catedral de Chartres, en Francia, nunca se hubiera construido, unos siglos antes que Gutemberg inventara la imprenta, ya que las grandes mayorias de esas epocas no sabian leer.

    Con ese fin La Biblia era plasmada, literalmente, en la arquitectura de esas magnificas estructuras que, aun hoy dia, continuan moviendo a los creyente y no creyentes por igual.

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

      Bernardo Arévalo /

      26/06/2018 7:52 PM

      Estimado Luis,

      me sorprende su comentario:.."Si esto fuera verdad".

      Para que no se crea que lo de la prohibición de leer la biblia por la iglesia es una mentira tendenciosa, a continuación algunas de las principales prohibiciones concernientes a la lectura, posesión, traducción, reproducción e impresión de la Biblia emitidas por la iglesia, en orden cronológico: Papa Gregorio VII, 880; Concilio de Tolosa, 1229; Concilio de Tarragona, 1234 y 1317; Concilio de Oxford, 1408; Berthold, Arzobispo de Maguncia, 1485. La traducción al inglés de John Wycliff fue declarada herejía y sus restos quemados postumamente; le fue mejor que a William Tyndale, también inglés, que murió en la hoguera en 1536 por el mismo pecado. el Concilio de Trento de 1546 se inventa el 'Indice de Libros Prohibidos', y el Papa Paulo IV saca en 1559 la primera lista de libros prohibidos para la lectura de los fieles católicos -el famoso 'Indice'- que incluía a la Biblia. No es sino hasta Pio IV que la prohibición comienza a relajarse; en 1584 publica el nuevo índice de libros prohibidos, siempre incluyendo la Biblia, pero acompañada de diez reglas, la cuarta estableciendo que bajo la adecuada supervisión de un cura, la lectura de la Biblia podía ser permitida. De allí en adelante fue un tema del alcance de las prohibiciones y las supervisiones, y de la decisión de qué libro quedaba dentro de la lista de libros prohibidos. La última edición del Indice, publicada en 1948, contenía cuatro mil títulos. La última obra 'prohibida' fue La Vida de Jesús, del Abad Jean Steinhammer en 1961, por el Papa Juan XXIII. No fue sino hasta 1964 que Paulo VI lo elimina definitivamente.
      La Catedral de Chartres y todas las demás obras arquitectónicas religiosas del medioevo fueron construidas por gente que no sabía leer ni escribir (ningún idioma), bajo las órdenes de los sacerdotes, quienes si sabían leer el latín, que durante mucho tiempo fue el único idioma en el que se podía consultar la Biblia, además del arameo y el hebreo del antiguo testamento y el griego del nuevo. Que sean portentosas obras humanas y que nos emocionemos espiritual o estéticamente al verlas, no tiene nada que ver con las prohibiciones de la época.

      ¡Ay no!

      1

      ¡Nítido!

        Luis Lewis /

        27/06/2018 12:59 AM

        Hace un poco mas de 100 a~nos, Georg Cantor resulto con una idea "loca" - propuso que existian multiples infinidades: unas eran contables y otras no lo eran; unas crecian mucho mas rapido que otras... Toda una locura porque "el infinito" ese eso, infinito y nada mas!

        En fin, casi toda la comunidad matematica lo ignoro. Si los matematicos lo ignoraron, la gente promedio mucho mas lo haria si apenas saben aritmetica y odian el algebra y temas mas avanzados...

        Mas sin embargo, ahora sus ideas son ampliamente aceptadas y validas (para entender mejor estos conceptos buscar "problema del hotel infinito")

        Algo asi pasa con La Biblia. Es una biblioteca con muchos autores que mezcla, presta y agrega a narraciones y pueblos donde se desarrollaron y vivieron los judios. Los textos del Antiguo Testamento cubren periodos de miles de a~nos! Fue escrito en lenguajes antiquisimos cuando no habian/existian 'estandares' formales de redaccion, documentacion, etc.

        Mi punto es este: no creo que haya sido una prohibicion por querer prohibir. La Biblia es una coleccion de textos extremadamente complejos, que nos ha llegado a nosotros con traducciones y alguien "de a pie" no facilmente lo va a poder entender/interpretar hoy dia y mucho menos hace 500+ a~nos sin anter conocer acerca de las lenguas y tiempos y pueblos en los que originalmente fue escrito.

        Es lo mismo hoy dia con un doctor: es mas facil recetarte pastillas para bajarte el colesterol que educarte (o financiarte!) para que mejores tu dieta y estilo de vida para que te baje automaticamente.

        Pienso que para la iglesia "prohibir" o "limitar" surtia el mismo efecto que recetarte una pastilla ya que era mucho mas facil en lo administrativo.

        Que hubieron abusos, claro que los hubo y muchos. Hasta la misma Biblia esta repleta de estos abusos. Y es que La Biblia nos ense~na como es que en realidad somos (y hasta de que barbaridades somos capaces) los humanos y nos da lecciones inmemoriales para ser mejor y/o entendernos... (no quiero expandir en teologia moral)

        Para terminar - cuando yo aprendi acerca de las multiples infinidades de Cantor, para entonces ya tenia monton de cursos de matematica 'avanzada' cursados y fue un tema que pude entender y apreciar (casi una experiencia religiosa!).

        Pero, hoy dia, aun no puedo decir lo mismo de la Biblia - a pesar de que soy una persona bastante educada academicamente, que le encanta leer, viajar y aprender. Pero aun no puedo entender todo lo que leo en la Biblia como para poder apreciarla al 100%.

        Es ahi donde entra la iglesia y la teologia sistematica - herramientas para poder discernir y apreciar la gran riqueza e influencia que la Biblia ha tenido en la historia occidental.

        Si yo, hoy, aun no puedo 'entender' La Biblia, menos 'chepe el del mercado' que ha vivido en los ultimos 4,000+ a~nos que ha existido lo que hoy conocemos como La Biblia o algunos de sus textos.

        ~~~~~~

        Con respecto a la bibliografia que pusiste arriba - no se te olvide la historia y en contexto de todo esto. Cuando el Imperio Romano decayo y se vivieron los a~nos oscuros (dark ages), durante todos esos siglos, que incluyeron las barbaridades que fueron las cruzadas (que tambien sirvieron para llevar conocimiento desarrollado en oriente a Europa), fue la iglesia y los monjes en los monasterios los que mantuvieron y copiaron/tradujeron los textos de cultura/conocimiento que serian la base para el renacimiento...

        Si la iglesia fuera, en su mayoria, una entidad retrograda y represiva, hoy no existiera ni tampoco perduraria su esencia - que, tristemente, el creyente promedio no alcanza apreciar dado el nivel de estudio que se necesita (y que los sacerdotes si reciben en los seminarios).

        ¡Ay no!

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        ¡Nítido!

        Juan Carlos /

        27/06/2018 2:49 PM

        De todo, lo qué si tiene solidez histórica (qué me parece es el punto) es que si hubieron prohibiciones, lo de la intención específica de cada prohibición es tema aparte. Pero de que hubo prohibición, hubo, sin ningún género de duda.

        ¡Ay no!

        ¡Nítido!

        Luis Lewis /

        27/06/2018 4:15 PM

        El punto historico que se debe tomar en cuenta tambien es que antes de Gutemberg, hace 500+ a~nos, los libros eran extremadamente raros y costosos copiar ya que eran copiados a mano.

        Si la parroquia promedio unicamente tenia una biblia para 1,000+ fieles analfabetas a sus alrededores, obviamente no se podia prestar para llevar y leer en casa.

        El otro punto es que cuando la imprenta se invento, habia que generar 'producto impreso' para vender y hacer la nueva tecnologia rentable. La cantidad de basura impresa en esos dias -chismes y amarillismo- era cuantiosa tambien entonces por ahi lo de las prohibiciones.

        Martin Lutero cuando clavo sus 95 puntos en la puerta de su parroquia no fue para que se imprimiera - fue para discutirlo abiertamente en esos dias con otros creyentes. Pero los impresores de esos dias andaban buscando 'lo novedoso' del dia para imprimir y lo que Lutero tenia que decir tuvo resonancia y tambien se vendia...

        Todo tiene su contexto y es necesario transportarse a el para que tenga sentido.

        ~~~~~

        Los que critican a la iglesia por esas 'prohibiciones' del pasado, que tienen que decir de la carta enciclica "DIVINO AFFLANTE SPIRITU" donde se exhorta el estudio de la biblia? (fue emitida en 1943).

        ¡Ay no!

        1

        ¡Nítido!

        Bernardo Arévalo /

        27/06/2018 9:38 PM

        Estimado Luis,

        La verdad, es que el artículo no era sobre la iglesia sino sobre las prohibiciones de lectura de libros. Y como lo dice Juan Carlos: de que las hubo, las hubo. Si tiene duda de su intencionalidad, revise el texto de alguna de las prohibiciones citadas: explícitamente señalan que no puede confiarse en que el pueblo entienda las escrituras, que su ignorancia puede conducir al descarrío, etc. Pero es lo que Usted señala al hablar de Chepe, a quien por lo visto, Usted considera no debería tener acceso a la Biblia porque su baja escolaridad no le permite entenderla.....Esos son argumentos, Luis, de cualquier ortodoxia, religiosa o política. En eso Mao actuaba como pontífice medieval: había que proteger al pueblo de su ignorancia, y dejar que los 'educados' les expliquen las cosas. Tal vez la intencionalidad sea benévola........

        Pero ya que caímos en lo de las intencionalidades, vale la pena tal vez recordar las que permitían el uso de la tortura por la inquisición. En efecto, la iglesia permitió no sólo la muerte en tormento (en la hoguera, etc.) sino la tortura de aquellos sospechosos de herejía, a veces aplicada durante días, hasta que el torturado se arrepintiera o muriera (lo que pasara primero). Pero no era por una intención innoble de castigo, simple revancha o sevicia: la tortura estaba permitida porque con tal de salvar el alma del individuo en cuestión para la vida eterna, ¿que importaba martirizar un cuerpo que de todas maneras era perecedero y temporal? La tortura era el medio para alcanzar la confesión y el arrepentimiento del hereje, y de esa manera, garantizarle la salvación y permitirle acceder a una vida eterna que sus actos impíos le estaban negando. Se trataba, evidentemente, de salvarlo de sí mismo. ¿Qué mejores intención puede pedirse? Ante la posibilidad de una eternidad en estado de gracia ¿Cómo no justificar algunos días de sufrimiento físico?
        Habrá que preguntarle a los torturados......

        Lo que me sorprende es que la crítica a prácticas de la Iglesia en el pasado-ampliamente registradas por la historia y sujeto de autocrítica dentro de la misma iglesia- se interpreten como una crítica a la iglesia de hoy, como una indicación de su carácter retrógrado. ¿Dónde está eso en el artículo? Salvo, por supuesto, que se considere que la iglesia es una institución perfecta que no puede cometer errores.

        La iglesia católica, como todas las instituciones, es moldeada por su tiempo porque está constituida de personas que son producto -espiritual y mental- de su tiempo. Hace rato que la iglesia dejó de torturar, y varias décadas que tiró por la borda el Index. Como el resto de la sociedad y sus instituciones, la iglesia -sus doctrinas y su prácticas- evoluciona. Basta leer algunas de las encíclicas recientes del Papa Francisco para entender este proceso de 'aggiornamiento' continuo e inevitable. Si no, seguiríamos quemando herejes en la hoguera.

        Pero tratar de excusar lo inexcusable e históricamente evidente porque pudiera hacer sombra sobre la naturaleza de la institución hoy en día, no le hace favor a la iglesia ni justicia a su compleja trayectoria.

        ¡Ay no!

        ¡Nítido!

        Luis Lewis /

        27/06/2018 10:26 PM

        El mero asunto es que los homo sapiens aun estamos en proceso de evolucion.

        Aun operamos con el cerebro primitivo que nos hace percibir/responder en el entorno en blanco y negro (vivir o morir; o sea la existencia misma es un asunto e sobrevivencia).

        Por otro lado, por un accidente de la naturaleza empezamos a desarrollar una corteza que nos permitio una infinidad de abstraccion y, consecuentemente, tecnologias que nos han permitido estar donde estamos hoy.

        Todas la prohibiciones han sido necesarias por percibir en entorno en blanco y negro muchas veces mientras la intencionalidad, etc., ya son funciones de la corteza.

        Ambos cerebros aun no conviven en armonia y, ESO, es lo que hace que aun no podamos regresar al jardin del eden - donde todo es amor, harmonia y paz.
        ~~~~~
        Saludos desde NYC!

        ¡Ay no!

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        ¡Nítido!



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