El cambio vendrá de los olvidados

Caminando por uno de los cientos de centros comerciales que tiene esta ciudad, encuentro un letrero en el parqueo que dice: “No nos hacemos responsables por los daños a su vehículo, ni por objetos robados” y pensé que el evadir y no asumir responsabilidad, ha sido la norma de este país y eso nos tiene en el punto en el que nos encontramos.

Guatemala el país del mundo al revés, donde la pobreza en lugar de disminuir aumenta, donde los funcionarios que hacen bien su trabajo son perseguidos y asediados, donde las niñas son obligadas a ser mamás, donde las leyes protegen a los criminales que cuello blanco que viven en el Congreso, donde buscar la justicia y la verdad  es “romper el orden constitucional”.

Y resulta que la pobreza extrema es culpa de los pobres que quieren ser pobres, que las niñas embarazadas son una bendición de Dios, que los diputados son los "padres de la patria" y que la justicia es "ciega y cumplida".

Con el cuerpo he encarnado estas realidades tan dolorosas siempre que he ido a los hospitales y nos hay medicinas, cuando mamá tuvo que pagar colegio privado, porque la escuela pública era muy mala. La impunidad y la corrupción nos atraviesan desde distintos lugares y son parte de nuestra cotidianidad.

Vivo en el país de la eterna tiranía: he visto a muchos gobiernos pasar, que parecen parte del mismo libreto, de la misma obra de tragicomedia que vivimos a diario. Guatemala está huérfana, desnutrida, masacrada, violada, dominada y desaparecida.  Está normalizado que nadie sea el responsable de lo que pasa o quizás es que sea la voluntad de DIOS.

Este pedazo de tierra en donde nos tocó nacer tiene un historia de dolor, sangre y despojo, aquí los actores principales siguen siendo los responsables de esta realidad de terror que vivimos a diario con altos niveles de impunidad y que sólo ha comenzado a ser combatida desde hace cuatro años, con los esfuerzos combinados del MP y la CICIG que ahora el gobierno de Morales lucha por desmantelar.

Ante esta permanente realidad tan dolorosa, existen luchas históricas que a pesar de ser desnutridas, criminalizadas, desaparecidas y masacradas, renacen de la tierra como nuestros ancestros y ancestras y hacen un llamado a la organización para los cambios que necesita este país. Hemos caminado descalzos y ciegos, pero libres: con la esperanza y la dignidad como nuestra comida.

Los cambios no vendrán de los de arriba, vendrán de nosotros los pueblos y de las mujeres.