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El pecado de ser mujer, madre y lesbiana

La sociedad se encarga de anular a quienes se salen del esquema, pero pocos golpes se comparan con la brutalidad de negarle el derecho a la maternidad a una mujer simplemente por no cumplir con el ideal “familiar.”

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Esta es una opinión

Foto: Pexels

En mi ejercicio como abogada, he tenido la oportunidad de conocer una variedad de casos que me han marcado de una forma u otra. Dentro de las historias que más me han impresionado están las de aquellas mujeres que afrontan procesos legales por supuesta “negligencia” hacia sus hijas o hijos, pero que en el fondo han sido denunciadas por vivir abiertamente como lesbianas. En su mayoría, los denunciantes son personas de su mismo círculo familiar que las consideran incapaces de cumplir con sus funciones maternales, según los esquemas preestablecidos en la sociedad.

Las mujeres de la Guatemala del siglo XXI debemos cumplir con ciertos lineamientos para ser consideradas dignas: ser femeninas, virginales, sumisas, heterosexuales, aprender todo lo necesario para mantener un hogar, ser capaces de ejercer una profesión u oficio para contribuir a los ingresos familiares  y como un plus ultra: ser madre. Eso sí, no podemos conformarnos con ser simples madres, se nos exige también que se seamos madres abnegadas, sacrificadas y que estemos  comprometidas en un 110% a nuestra descendencia.

La mayor parte de nosotras hace hasta lo imposible por cumplir con los lineamientos que nuestra sociedad ha impuesto, principalmente porque nunca se nos han planteado otras opciones de vida.

Aprendemos a valorar y perseguir los elogios que reciben aquellas mujeres que parecen lograrlo todo, y al mismo tiempo aprendemos a temer el escarnio que reciben aquellas mujeres que no encajan o no cumplen con los lineamientos sociales. Inconscientemente se nos adoctrina sobre la severidad de las consecuencias que trae cuestionar el statu quo. Pero esto no es nada nuevo, es lo que el feminismo ha cuestionado y ha buscado cambiar por décadas.

La sociedad se encarga de anular a quienes se salen del esquema, pero pocos golpes se comparan con la brutalidad de negarle el derecho a la maternidad a una mujer simplemente por no cumplir con el ideal “familiar.” Un imaginario que es cada vez más abstracto y difícil de lograr, sobre todo en una sociedad monoparental como la nuestra. Desde mi experiencia en el acompañamiento legal, puedo asegurar con franqueza que las mujeres que han sido acusadas de ser madres incapaces por no ser heterosexuales jamás han dejado de cumplir con sus responsabilidades afectivas, económicas, mentoras, protectoras, etc. Estas denuncias no solo están basadas en una lesbofobia disfrazada con discursos moralistas, son una forma de discriminación que solo conduce a consecuencias graves para  para las hijas o hijos que la sociedad intenta “proteger.”

Actualmente, existe una sentencia a nivel internacional que condena este tipo de acciones: Atala Riffo vrs. Chile, de fecha 24 de septiembre de 2012, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la cual se establece que la orientación sexual no es impedimento para ejercer la maternidad y que, además, plantea que cualquier acción que se ve encaminada a impedir la maternidad de cualquier mujer por su orientación sexual es discriminación. Asimismo, está la Opinión Consultiva 27/17, del 24 de noviembre del año 2017, también de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la cual se reitera lo plasmado en la sentencia anteriormente mencionada, además reafirma que no se puede definir qué es una familia, puesto que se trata de un término que ha evolucionado y va cambiando de acuerdo a cada lugar y cultura. Los elementos más comunes que configuran una familia son: compromiso, tiempo y la convivencia. Sin limitar el número ni el género de quienes la conforman.

Para verdaderamente proteger a la familia en su pluralidad, debemos visibilizar realidades como las que viven estas madres. Las formas de crueldad y deformación social que estas familias sobrellevan deben dejar de excusarse en pro de un ideal que desacredita lo que realmente importa, la capacidad de una madre o de un padre para amar, proveer y proteger a su hija o hijo.

Marisa Batres
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Abogada, milénial –pero por un pelito-, feminista desde que tengo memoria, humanista hasta los huesos, aprendiz de salsa, aficionada a la astronomía, mascotera, defensora de derechos humanos, especialmente de en temas de Estado laico, derecho de las mujeres y de la comunidad LGTBI. Me gusta hacer planes y cumplirlos, e intento ser ordenada, pero sin mayor éxito.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Olga Villalta /

    16/03/2019 1:00 PM

    Pero también tendríamos que profundizar sobre las motivaciones que nos llevan a "querer ser madres" recuerdo que en una clase la maestra Marcela Lagarde, nos explicaba como nos enseñan a "querer, querer" es decir nos meten hasta la médula el "instinto maternal" Yo creo que más que un derecho a tener hijos, lo que deberíamos hacer como sociedad es darle un marco de gobernabilidad (idea de Lily Caravantes) Esto implicaría pasar por un filtro para ver que habilidades, capacidades y competencias (para hablar en argot moderno) hemos desarrollado para optar a la maternidad... se que es utópico, pero eso permitiría que las/os hijas/os venideros lleguen a un entorno favorable. En las sociedades modernas, si quieres ejercer la medicina, tienes que estudiar y obtener una licencia, si quieres manejar un auto, tienes que aprender y pasar un examen .

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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