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El Punto G y las langostas

En general, nuestra sexualidad sigue un modelo coito-céntrico, basado en una coreografía del mete-y-saca, instaurada en cierta medida por nuestra genética y avalada por la mayoría del porno. En gran medida, si la relación sexual no involucra una penetración que termine en un orgasmo (en una eyaculación masculina, más bien) no hay satisfacción; sin embargo, una relación sexual no es sólo el coito, hay muchísimas prácticas mal llamadas “preliminares”, o cualquier tipo de masturbación, e incluso el sexo oral, que se quedan marginadas.

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Esta es una opinión

Una toma de la serie de "vídeos del arte de la fruta" de Stephanie Sarley

Los “preliminares” no sólo están a la sombra del coito. Comúnmente se les considera punto de partida para estimular la lubricación femenina porque existe la creencia de que tardamos más en excitarnos que los hombres, lo que no siempre es cierto, se cree también que un orgasmo femenino es lo mismo que “correrse”, cuando la eyaculación femenina (que es diferente al squirt) puede ir o no acompañada de un orgasmo.

Recuerdo cómo surgió el tema del squirting entre mis amigas y yo, fue una especie de leyenda sobre mujeres capaces de producir ríos de placer durante el coito. A la leyenda le siguió la evidencia de vídeos pornográficos que comprobaban la verosimilitud de lo que habíamos escuchado, creíamos que era el culmen del placer sexual, teníamos los vídeos y algunos testimonios vox populi como evidencia, pero no sabíamos cuál era el proceso para llegar ahí. Lo que nos quedaba era estar expectantes, a la espera de que la virgen de los ríos nos concediera el milagro.

El siquirt (también identificado como eyaculación femenina) es un líquido alcalino segregado por las glándulas de Skene y producido durante la excitación. Aún hay bastante controversia en torno a qué zona es la estimulada para provocar la eyaculación y si el líquido contiene o no orina, uno de los involucrados en la polémica es el punto G (que recibió ese nombre 1981​ en honor al alemán Ernst Gräfenberg que lo había descubierto en los años 40 por casualidad mientras estudiaba la uretra femenina). 

El punto G. teóricamente se halla dentro de la vagina, en la pared frontal, a una distancia de entre 3 y 5 cm desde su abertura en la vulva y digo “teóricamente” porque al parecer no todas las mujeres lo tienen.

La historia del punto G. se parece a la historia de las langostas, que sólo por un acertado slogan de publicidad: “prueba el pollo del mar” empezó a incrementar su popularidad poco a poco. Pasaron de ser consideradas temibles enormes monstruos marinos hasta convertirse en el sinónimo de la delicia y sofisticación que son hoy en día. 

De la misma forma, durante la década de los 80’s el punto G. vivió un boom de popularidad mediático que no ha decrecido, pasó de ser una mera reacción fisiológica a ser un súper orgasmo líquido (más parecido al masculino). Esta misma publicidad ha dado paso a la especulación sobre la existencia de otros puntos y zonas: la zona A, K y U, todos conformando una constelación de placer por descubrir en el interior de nuestra misteriosa y poco explorada vagina.

El problema con la intervención mediática en este tema es que presenta el punto G. y sus amigos como si fuera el último y mejor descubrimiento respecto al placer sexual, creando falsas expectativas entre las mujeres. En cierta forma nos hace pensar que si no tenemos un orgasmo vaginal o una eyaculación es porque no estamos tocando bien esos puntos (y nuestra pareja tampoco) con lo que también se preserva un modelo copulativo.

 

via GIPHY

Lo que importa no es si existe o no,  sino las confusiones que se han desprendido a partir de la creencia de que el placer femenino responde correctamente sólo si se aprietan los botones indicados, obviando que todo orgasmo va más allá de lo genital. Y creo que en este sentido no está de más recordar que el squirt no es sinónimo de un orgasmo, es una respuesta a la estimulación de una zona que, según estudios recientes, forma parte del clítoris.

Nuestra zona genital tiene cerca de 8 mil terminaciones nerviosas (el doble que los hombres) recientemente se descubrió que el clítoris es más grande de lo que se consideraba en el pasado, posee dos “brazos” que no se habían detectado y que se extienden aproximadamente nueve centímetros hacia el interior del cuerpo y hacia la parte superior de la ingle. 

Este descubrimiento destrona el modelo copulativo como el único capaz de brindar un orgasmo glorioso, y acaba de una vez con el mito de los dos tipos de orgasmos: vaginales o clitorianos (la publicidad se olvidó de los anales). Si una penetración vaginal provoca un orgasmo es porque el pene (o lo que se esté introduciendo) puede encontrarse a su paso con alguna partecita del clítoris que hasta hace poco no se había identificado.

La historia del punto G. y del squirting prueban cómo la sexualidad femenina aún se encuentra sometida a un modelo falocéntrico guiado muchas veces por modelos ajenos a nosotras, como el publicitario, que es el mismo que dicen que las langostas son afrodisiacas. En nosotros está el conocimiento a través de la exploración y degustación, la constelación es todo el cuerpo, nos queda descubrir las figuras que nos conforman.

 


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    frank lopez hurtarte /

    31/08/2019 3:58 PM

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    LOS MITOS DEL PREÁMBULO

    Desapruebo la idea de que las mujeres necesitan más tiempo para excitarse que los hombres.

    Hay algunas mujeres que se excitan en cuestión de segundos, al punto de tener orgasmos sin tener ningún contacto físico. Una experiencia muy agradable para nosotros, más cuando son desconocidas y no sabemos ni su nombre. (Vida para ser eterna..!). Buen artículo...
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    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

      Karina Solórzano /

      25/10/2019 11:59 AM

      Totalmente de acuerdo!

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!

    Elke greiser /

    30/08/2019 9:52 AM

    Excelente artículo! El punto G es un mito, inventado por los hombres para tapar sus deficiencias.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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