“Quiero diez mil para mañana o nos quebramos a tus hijos. Esperá mi llamada”. Colgó. La voz era la de un joven cualquiera, con el mismo timbre de voz que pudo haber tenido el vecino de enfrente o el novio de su sobrina. No había nada extraño ni siquiera en la entonación, no parecía drogado. Eso sí, la amenaza sonaba bastante real.
Chelo ya pagaba Q250 semanales a la mara para que la dejara trabajar su pequeña venta de insumos escolares. Hace años, cuando se separó del padre de sus hijos, decidió abrir una pequeñísima librería en la habitación de la esquina para ayudarse con los gastos. Su madre podría atenderla por las mañanas y ella o alguno de los niños al regresar del trabajo o la escuela. Instaló un timbre y barrotes. Pintó la habitación y le puso estanterías. La hizo atractiva a la vista, se esmeró durante semanas hasta que finalmente inauguró en silencio con un pequeño rótulo que colgado hacia el entonces callejón rezaba: “Librería Regalo Divino le vende todo lo que le piden en la escuela”, un Mickey Mouse sonriente remataba la cartulina verde.
El cuarto de esquina que inauguró los negocios de la cuadra terminó convirtiéndose en la librería de Doña Chelo, en la que además de insumos escolares se podían conseguir frijoles, arroz, huevos y salsitas Natura, a veces salchichas y queso fresco y toda clase de gaseosas, cuquitos, gelatinas y demás chucherías. Un negocio pujante en una cuadra pauperizada. Y por eso es que le cayeron desde la cárcel. O pagaba el impuesto por cuidado y vigilancia o aquella entradita se perdería con el primer retraso. Chelo no lo dudó, pagó puntual a los muchachitos a quienes mandaban semanalmente y que solo debían poner la gorra sobre el mostrador para que cualquiera que atendiese esa mañana depositara el pago.
Lo de los diez mil era distinto. No lo comprendía y ni siquiera había llegado en buen momento, su madre estaba grave. Hacía dos meses le confirmaron que era lupus. Los dolores eran tremendos y por más que las vecinas le habían ofrecido ayuda y amor eterno, al par de semanas la situación era la real: solo ella haciéndose cargo de su madre, de sus hijos, de la librería y de su trabajo de asalariada. Consuelo comenzó la romería de pedir dinero prestado, primero en su trabajo y luego con la familia y vecinos. Para las 7 de la noche de ese mismo día ya llevaba 5 mil. Al sentir el primer rayo de luz salió de su casa como poseída, esperó a que abriera Don Tomás, el del taller mecánico. Don Tomás tenía fama de prestamista, daba el dinero allí mismo, pero eso sí cobrara unos intereses altísimos. Chelo atinó a pedirle solo dos mil al caer en la cuenta que a la quincena le debería un 25% más si no había pagado. Salió de allí con la certeza de que con los 7 mil lograría negociar y esperó la llamada.
Una, dos, cinco horas. Finalmente el muchacho llamó, quería el dinero esa noche en una bolsa de jabón en polvo en la esquina del teléfono. Consuelo negoció, él la insultó y accedió, le daría el resto tres días más tarde. Al volver por el callejón entró una llamada, tenían el dinero. Como no había pagado completo debería acceder a que al día siguiente y hasta que completase la cantidad, se estacionaran dentro de su casa un carro y dos motocicletas, las llevarían la tarde siguiente. La sangre se le calentó tanto a Consuelo con esa última llamada que, fuera de sí, decidió marcar inmediatamente al preventivo. Del otro lado del teléfono estaba su extorsionista de cabecera. Él escuchó atento. Colgó y minutos más tarde volvió a llamarla asegurándole que nadie iría a estacionar ningún vehículo a su casa y que además no debía terminar el pago de los diez mil, es más, que nunca debía haberlo hecho y que para recuperarlos ahora tenía que entregarle la mitad. Ella accedió y al día siguiente, en la misma bolsa de jabón en polvo, encontró Q3,500, unas gotas de sangre y un papelito en el que se señalaba que ya estaban a mano.
Esa misma tarde los policías encontraron el cadáver de un joven en el predio baldío. No era marero decían las vecinas, pero sí novio de una que al parecer lo había chillado con la mara.
De acuerdo a las cifras de la Policía Nacional Civil, el promedio de extorsiones reportadas en el país, oscila los casi seis mil casos anuales Por supuesto, este es el conteo de las denuncias que se efectúan, no del grueso de los casos que podría duplicar este número. Chelo, como suelen ser el resto de personas extorsionadas, busca ganarse la vida honradamente. Es una ciudadana que paga sus impuestos, sigue las normas e incluso da aún más de sí procurando el bienestar de otros. Como ella está el resto de la colonia, y la mitad de la siguiente y las tres cuartas partes de la que le colinda. La ciudad está así, los municipios aledaños también. Centroamérica entera. ¿Y nosotros seguimos dudando que hay que atacar de frente la corrupción?
"Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad". Fragmento del discurso de aceptación al Premio Nobel de Literatura, 1982. Gabriel García Márquez.
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Juan Ramos /
Excelente articulo. Narración que se convierte en imágenes cerebrales instantáneas haciendo fluir muy bien la historia que aunque lamentable plasma la realidad de nuestro país.