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Fake news: la ciencia no escapa a la manipulación

La influencia política en temas científicos, nos desvía de los hechos reales, generando la percepción de que un montón de charadas son ciencia. El daño al avance de la ciencia no es cosa mínima.

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Esta es una opinión

Foto: Pexels

Hace un tiempo, compartí en este medio un texto en donde planteaba la dificultad de comunicar ciencia. Más aún, a grupos con poco o ningún conocimiento sobre temas científicos.

También mencionaba lo complicado de saber cuál información es verídica, cuando nos encontramos frente a ella. En estos tiempos en donde la información se dispersa en cuestión de segundos, no es sorpresa toparnos con “charadas” que confunden a quien se las topa.

Es común que mucha información sea manipulada por individuos, grupos y organizaciones políticas con el fin de alcanzar objetivos personales. Cuando esta manipulación de información tiene relación con temas científicos, el fenómeno se conoce como politización de la ciencia.

Como definición básica, la influencia política sobre la ciencia es la falsificación de datos científicos con el fin de obtener un beneficio. Usualmente, se hace a través de hacer creer a la población hechos sin fundamento pero que pueden parecer bastante razonables. Ejemplos de estos sobran alrededor del mundo, y afectan a países de primer mundo tanto como a países en desarrollo.

Hay muchas formas en que personas envueltas en política influencian la diseminación de conocimiento científico. Sin embargo, hay ciertas maneras que dominan estas actividades.

Una de ellas es poner en duda la validez de investigaciones científicas, utilizando cualquier teoría sin fundamento. Esto afecta la percepción de la población.

Otra es por medio del financiamiento de investigaciones que, antes de empezar, ya tienen resultados favorables a la intención del financista.

Un tercer ejemplo es el uso incorrecto de datos científicos maquillados de buenas intenciones. Este último abunda en Guatemala.

Amatitlán: el daño de normalizar un meme

Decidí escribir este texto después de haber leído sobre el incremento de cianobacterias en el lago de Atitlán. Sobre todo por los comentarios que muchas personas hacían sobre el tema. Es triste que en vez de informarse sobre la situación, la mayoría hacían referencia a la ya famosa “agüita mágica”.

Esta es la herencia que nos queda de las autoridades pasadas. Tomaron ventaja de uno de los problemas más graves en Guatemala y lo tornaron en un chiste.

Puede sonar graciosa la forma en la que se utilizó el lago de Amatitlán para que los políticos se llenaran los bolsillos. Desafortunadamente, seguir dándole vueltas al agua mágica no nos trae ninguna solución. Lo que es peor, la mayoría nos reímos sin tener ni idea de que son las cianobacterias o sus consecuencias en nuestros lagos. Además, perdimos toda confianza en las actividades y personas que se espera puedan colaborar en mitigar el problema.

La revista española Investigación y Ciencia, la cual es una versión en español semejante a “Scientific American”, publicó un artículo en donde hacía referencia a la crisis que se vive en torno a la desconfianza en la ciencia, y lo que la población puede hacer para evitar caer en equivocaciones. Nuestra capacidad de razonamiento es el arma más eficaz en contra de la información falsa. Es necesario pensar detenidamente. Corroborar si la fuente de información es confiable. Si se realizaron estudios avalados por instituciones académicas u organizaciones internacionalmente reconocidas. Y lo más importante, si existe lógica en lo que se está comunicando.

A medida que la tecnología avanza y la comunicación se facilita, somos más propensos a caer en mentiras que suenan a verdad, y que eventualmente nos hacen dudar de la certeza de las noticias que nos encontramos. Es por esto que la percepción de la ciencia se torna cada vez más hacia ideas falsas.

Es importante poner de nuestra parte para no caer en engaños que dañan el cómo adoptamos la ciencia para dar pasos hacia delante. Recordemos que la ciencia pura y bien fundamentada es la que nos permite estilos de vida que 100 años atrás nadie imaginaba.

Marco E. Franco
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Científico. Especializado en toxicología ambiental y molecular. Utilizando la ciencia para entender el daño que le hacemos al mundo. Afortunado por tener la curiosidad de un niño y motivado por las ganas de aprender. Fanático de pensamientos lógico-analíticos, y de experimentar en el laboratorio y la cocina.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Hugo /

    13/11/2018 8:14 AM

    Hace mas daño el conocimiento parcial, que la ignorancia total.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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