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Marat/Sade, y una revisión al marqués misógino

La película Marat/Sade (1967) recrea la vida y el homicidio del revolucionario francés Jean-Paul Marat, pero también permite hacer una revisión sobre la vida del Marqués de Sade. Un texto de Trudy Mercadal.

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Esta es una opinión

Fotograma de la película Marat/Sade (1967).

Foto: Youtube

La película

Rara vez veo televisión. Y aunque el cine me gusta, mis gustos son poco tradicionales. Por ejemplo, sé que Woody Allen es adorado por la crítica, pero de joven vi su Purple Rose of Cairo y me pareció tan cursi que ya no vi otra. Recientemente, sin embargo, un amigo cuyo juicio respeto me recomendó el filme Marat/Sade (1967), sobre el Marqués de Sade, un fascinante personaje histórico.

Se puede ver gratis en youtube en francés con subtítulos en inglés, español o portugués. La película, hoy un filme de culto como lo son las de Pier Paolo Pasolini y Woody Allen, se basa en una exitosa obra teatral del mismo nombre producida en 1963.

Marat/Sade, dirigida por Peter Brooke, recuenta un episodio de la vida de Sade, quien encerrado en el asilo para enfermos mentales de Charenton, organiza una obra de teatro a ser actuada por los internos en el sanatorio-prisión, en el que recrean la vida y el homicidio del revolucionario Jean-Paul Marat.

La película, que básicamente es la obra de teatro actuada por los internos, es alucinante. Los enajenados se van exacerbando a través de la obra convirtiendo todo el asunto, al final, en un caos absolutamente irreal, con momentos muy divertidos (si bien obscuros).

La obra, aunque basada en la vida real, es una historia dentro de otra, una obra de teatro sobre una obra de teatro. Muy entretenida, pero aún mejor si se ha leído algo del Marqués de Sade antes de verla.

 

Leer a Sade

Leer a Sade es visualizar las diversas maneras en las que los aristócratas explotaban sexualmente (y de mil otras formas) a los pobres y desempoderados. Y sí, algunas cosas nunca cambian. Los pensadores de la Escuela de Frankfurt, tales como Adorno y Horkheimer, consideraban a Sade un precursor del fascismo. Para ellos, Sade representa la vida sin metas significantes, un ámbito que se organiza de tal manera que se convierte en totalitario, absoluto, absorbe todo en la vida, pero sin metas reales más allá del poder por el poder. Un ámbito así resulta fructífero para producir y reproducir a depredadores, incluyendo depredadores sexuales.

Comúnmente, se cree que Sade escribía solo pornografía, lo cual no es verdad. Su novela Aline et Valcour, por ejemplo, es una especie de narración o cuento dentro de otro cuento, historias que suceden en distintos lugares del mundo. En esta, Sade presenta nuevas ideas, algunas bastante contradictorias a su filosofía usual. La intención de Sade era reproducir una multiplicidad de voces que reflejaran las diferentes ideas que se barajaban en la Era del Iluminismo o como le han llamado, la República de las Ideas. No era importante para Sade si él estaba de acuerdo con estas ideas, simplemente le pareció importante presentarlas todas. Por ejemplo, en la mayoría de sus obras Sade se burla de los sentimientos nobles, pero en Aline et Valcour, alaba sentimientos religiosos, maternales y el amor por la naturaleza, cosas que en general, despreciaba.

Su obra Los 120 días de Sodoma es lo opuesto, y tan escandaloso que, aunque fue escrito en 1789, no se publicó sino hasta 1904. En 1975, fue hecho un célebre filme por Pasolini, quien le dio un viso muy político. En esta novela, Sade presenta algunos de los actos más brutales de pornografía, así como sus ideas filosóficas más descarnadas, cuajada de furia demente. Hoy día su filosofía sería más cercana a una mezcla de libertarismo, ateísmo, materialismo y un relativismo cultural extremo, nada muy novedoso ni controversial hoy día.

Lo que le hace repugnante es una profunda carencia de empatía y su misoginia. Sin embargo, su renovada popularidad entre muchos escritores del siglo XX se debió a que estos lo replantearon como una especie de proto-Nietzsche, alguien que propone las formas más puras de libertad individual, libertad que incluye la defenestración de todas las cadenas morales.

Para Sade, la libertad es individual pero una libertad para los que dominan. Sus novelas se fundamentan en privar de su libertad otra gente, a someter y torturar. Muestran un alto grado de misoginia: “Lo mejor que le puede suceder a una mujer, es morir joven”, dice en una.

 

Afiche de la película Marat/Sade (1967).

Afiche de la película Marat/Sade (1967).

En lo que se refiere al Estado, Sade propone que “el gobierno debe de controlar a la población y, en el caso de que la población le inspire temor, debe de poseer los medios para exterminar al pueblo.” De eso a dictaduras genocidas ¡solo hay medio paso! Con todo, lo que hay que reconocerle a Sade es el valor de buscar un nuevo modo de existir en su opresiva sociedad, una forma de vivir que rompía toda frontera, en una época en que expresar esas ideas le conllevaron largos años de prisión.

Aún hoy horroriza, sin embargo, la facilidad con que reduce a otros seres humanos a meros cuerpos que utilizar para su placer personal. Aun así, intelectuales del calibre de Simone de Beauvoir se preguntaban si era necesario eliminar por completo a Sade, o si acaso se podía considerar que su obra, odiosa como era, nos podía llevar a reconsiderar a fondo la relación verdadera entre seres humanos.

Para otros, sin embargo, Sade llevaba a lo opuesto, pues su obra presenta la óptica de un hombre para quien los demás simplemente no existen como seres humanos.  De hecho, uno de los crímenes por los que se le llevó a prisión (¡brevemente!), fue el secuestro y tortura de una indigente. Y similar suerte sufrieron a sus manos otras mujeres pobres. Su poderosa familia logró que estos crímenes quedaran impunes, pero luego apoyaron y hasta causaron que le ingresaran al asilo por publicar ideas incendiarias.

Aunque Sade fue liberado durante la Revolución Francesa, fue encerrado de nuevo durante el reino de Napoleón, en el asilo de Charenton; es ahí donde organizó la obra inmortalizada en Marat/Sade. En esa prisión, ya de 74 años, se sabe que Sade violaba —con el consentimiento de su madre, a quien le pagaba por eso— a una joven adolescente, evento que anotaba en su diario.

Para Sade, desde un punto de vista filosófico, solo había un camino posible de autoexpresión: rebelión. Desafortunadamente, no llegó a ser ni revolucionario ni transformador, pues su forma de rebelión nunca pudo desencadenarse de formas brutales de agresión y explotación.

Trudy Mercadal
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Investigadora y escritora en ciencias sociales. Mi religión son los libros. Curiosa insaciable, amante de la música, artes contemporáneas, el buen comer y viajar. Tras una larga trayectoria de estudios y enseñanza en el extranjero, hice nido en Guatemala.


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