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Oferta: se vende identidad sadomasoquista para la ocasión

La prevalencia de imágenes cada vez más espectaculares en el mercado ha trastocado la práctica e ideario “sado”, de una ideología o forma de entender el mundo, a simplemente un estilo de vida que se puede tomar o dejar, y se “asume” mediante adquirir el vestuario relacionado a este imaginario sin tener que, necesariamente, participar de la misma.

Blogs Blogs P369 Trudy Mercadal
Esta es una opinión

Escena del show "Bonding", de Netflix.

Existe un gran debate alrededor del sadomasoquismo. Por ejemplo, en ámbitos académicos se discute si es políticamente correcto o no. Y con políticamente correcto, me refiero al significado original del término, no como se ha tergiversado en Guatemala. O sea, aquello que puede ofender a grupos minoritarios o vulnerables—en el caso del sadomasoquismo, por ejemplo, las mujeres son con frecuencia quienes son posicionadas como “sumisas”. 

Según personas expertas, el sadomasoquismo (o “s/m”) es una ideología que tiene elementos feministas, mientras que, para otras, es denigrante a la mujer. En los debates acerca de si es moral o sano, sea que se esté a favor o en contra del s/m, el eje es el tema del consentimiento, lo que diferencia la relación s/m de una relación de abuso. 

Para el Marqués de Sade, promotor del “sadismo”, esta práctica trata en esencia de la libertad absoluta, en la cual el ser humano es la única persona capaz de juzgar entre lo que está bien y mal. En otras palabras, la relación s/m involucra liberarse de la tiranía de superego, la parte mental hipercrítica. 

 

Rhiana, con estética sado, posa para Another Magazine en un homenaje al diseñador Alexander MacQueen.

En las vitrinas del mercado

Aparte de la filosofía e ideología del sadomasoquismo, el hecho es que este se ha hecho cada vez más común y prevalente en la cultura popular, y (en países menos conservadores que Guatemala), sale en todo tipo de medios y de publicidad, incluyendo revistas de moda, iconografía de conciertos musicales, series televisadas, películas, y demás. La estética s/m abunda no solo en los salones de alta costura de la moda internacional o en las tiendas de disfraces de “Halloween”, sino en todo aspecto de cultura popular (ver el show “Bonding” en Netflix, sobre la vida de una “dominatrix” profesional).

No existe una representación única del s/m. Hay positivas y negativas, algunas lo normalizan y otras lo presentan como una “patología” o enfermedad, algunas lo representan con burla y otras lo toman muy en serio. Sea como sea, el imaginario se ha hecho muy común. Esto obedece, más que a una gradual tolerancia y democracia, a que los mercaderes han encontrado en ellos una manera adicional de promover el consumismo “identitario”. 

En otras palabras, es un espectáculo netamente posmoderno: todo es imagen y sin sustancia real, en particular siendo que mucho del s/m no tiene nada que ver con un vestuario específico. Los mercaderes de “estilos de vida” ahora usan la imaginería sadomasoquista para vender desde bebidas hasta ropa, así como novelitas rosa populares como 50 Sombras de Gray (2011) que no son más que sentimentalismo barato disfrazado de audacia sexual. De hecho, expertos/as en la materia argumentan que el tipo de sadomasoquismo superficial presentado en 50 Sombras de Grey perpetua nociones de abuso misógino, en contraposición a formas de s/m empoderadoras que abundan en la vida real (como las mencionadas “dominatrixes”). 

En el 2002 la película Secretaria (Maggie Gyllenhaal y James Spader), hizo mucho por “normalizar” este tipo de relación en el imaginario romántico popular, siempre dentro de la trama de novelita rosa en la cual la protagonista es una masoquista en busca, no de liberación, sino el “final feliz” del amor heteronormativo convencional. Así pues, el capitalismo tardío (o salvaje) labora incesante para empaquetar, regular y controlar la sexualidad, imaginada dentro de parámetros consumistas y de alienación en contraposición a su razón de ser original.

 

 

¿Qué es el sadomasoquismo en realidad? 

Algunas encuestas indican que el público general lo asocia, además de con una moda “rebelde”, con actos sexuales brutales, dolorosos, fríos y distantes. La realidad es que la relación s/m se presta a aspectos de gran intimidad emocional, que incluye relaciones tanto heteronormativas como diversas, y se da con frecuencia entre parejas felizmente emparejadas. Ojo, que esto no significa que lo s/m no sea un reto a lo “normalizante” y las convenciones heteronormativas; tampoco es una “enfermedad”. 

Existe, más bien, como forma auténtica de subjetividad, afuera del mercado consumista, más allá de la moda “fetichista”, de tiendas de juguetes sexuales y demás banalidades capitalistas. Es popular y común, pero también es “underground” y oculto; es una práctica disciplinada, así como un “algo” indisciplinado y transgresivo; es un vacío “performance” hiperreal y, también, una experiencia trascendental. 

De hecho, el s/m es una práctica muy antigua, representada en la antigüedad grecorromana, en la tradición de ataduras Shibari y Kinbaku del Japón, en los flagelantes de diversas religiones (incluyendo cristianas), en algunas obras clásicas (Ej.: Shakespeare) y muchas otras formas culturales. El s/m en todas estas representaciones conlleva la potencialidad de retar normativas de poder y privilegio. Tiene que ver, al final de cuentas, con el amplio abanico de posibilidades que es el panorama del deseo con sus niveles de intensidad y actuación.

La moda “sado” entonces, es una forma de apropiación. Más no por eso hay que rechazarla. La moda es consumista y banal, sí, pero es también una forma de representación tanto auténtica como artificiosa, en la cual los usuarios experimentan con diferentes “personas” o fachadas que presentan al mundo. Es espectáculo y también ofrece posibilidades de protesta y transgresión contra las estructuras convencionales. Es, en fin, una producción humana –sea o no cooptado por el capitalismo—y como todo lo humano, es profundamente complejo. 

Fuentes: Sadomasochism: Powerful Pleasures (P. Keinplatz & C. Moser); Coming to Power: Writing and Graphics on Lesbian S/M (Samois); A Lover’s Pinch: A Cultural History of Sadomasochism (P. Tupper); Fetish: Fashion, Sex & Power (V. Steele).

Trudy Mercadal
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Investigadora y escritora en ciencias sociales. Mi religión son los libros. Curiosa insaciable, amante de la música, artes contemporáneas, el buen comer y viajar. Tras una larga trayectoria de estudios y enseñanza en el extranjero, hice nido en Guatemala.


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