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¿Quién es Karen?

Las “amas de casa suburbanas” votarán por mí. Ellas desean seguridad y están felices de que he terminado con un programa en el que viviendas de bajos ingresos invadían sus vecindarios. Donald Trump, tuit publicado en agosto 2020

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Esta es una opinión

Foto: Washington Post

Karen es un nombre popular en Estados Unidos para una generación específica—de unos 45 a 65 años más o menos, clase media y, lo que es más importante, blancas. Aunque también hay “Karens” más jóvenes y las hay mayores, estamos hablando de patrones, y ese es el perfil “típico” de Karen. O más bien, el estereotipo pues toda reducción es, de alguna manera, un estereotipo. Karen es un arquetipo negativo, representa a una mujer que se comporta de manera insufrible e inapropiada. Lo de Karen se popularizó en Estados Unidos cuando proliferó en las redes a partir de la trágica muerte de George Floyd, hombre afroamericano, causada por maltrato policíaco durante un arresto injustificado. 

Generalmente, el video, meme, o hashtag presenta a una mujer blanca mirando hacia la cámara con vilipendio o con su rostro distorsionado por la ira. La imagen se hace viral por haber hecho ellas algo como llamar a la policía para que arresten a una pacífica familia de afroamericanos haciendo un churrasco en un parque público porque “se sienten amenazadas” por la presencia de estas personas (que en nada son un riesgo a su seguridad). A menudo, amenazan agresivamente a niños y adultos afroamericanos con llamar a la policía, por jugar tranquilos en su propiedad o caminar por las calles del barrio en que viven. El mensaje es claro: “Ustedes, por negros, no son bienvenidos en mi espacio”. 

De hecho, la frase se usa a menudo: “¡Usted no pertenece aquí!”, gritan en los videos. Y, está claro que es por negros, pues los vecinos blancos no les hacen sentirse amenazados de esa manera ni se sienten compelidos a acosarlos para que se vayan. 

En uno de los casos más terribles, un profesor universitario negro estudia aves en un parque público. Una mujer blanca aparece paseando a su perro, y él le pide favor, con calma, que le ponga la correa por seguridad, pues está prohibido dejar sueltos los perros en esa área. La mujer, ofendida por la osadía de este, lo insulta y luego, lo amenaza, con una sonrisa malvada en el rostro, con llamar a la policía y decirles que “un hombre negro las está amenazando” a sabiendas de que dicho encuentro policial terminaría, casi inevitablemente, en el arresto o incluso la muerte del hombre. Y de no ir tan trágicamente, mínimo lo hace pasar un mal rato con la policía pues los hombres de color—negros e hispanos—reciben un trato notoriamente más irrespetuoso y brutal de las autoridades. Al final, en este caso en particular, el escándalo por la arrogancia de la mujer llevó a que esta perdiera su trabajo e, incluso, al perro, que le fue confiscado.

Todo esto tiene su contexto, claro. En la larga y terrible historia de los linchamientos de hombres afroamericanos—algunos eran niños--, estos se daban siempre con la excusa de que las victimas “amenazaron la pureza de una mujer blanca” (o sea las quisieron violar o solicitaron sexo de ellas). Las mujeres blancas eran consideradas “castas por naturaleza”—y este absurdo está documentado en cantidad de documentos legales e históricos. La idea de que las mujeres blancas pudieran desear una relación con el hombre negro era aterrorizante para el patriarcado blanco. Pero acá hay mucha tela que cortar, pues abundan las investigaciones históricas que demuestran que, más que amenazar “sexualmente” a una mujer blanca, la mayoría de estos hombres negros fueron linchados por motivos económicos, no morales: llegaron a ser más prósperos que los blancos locales, o los blancos les debían dinero que no les querían pagar, y, en otros casos, se rehusaban a trabajar para blancos. En fin, estos hombres negros “se salían de su lugar” (la sumisión), por ende, había que matarlos de una forma espectacular y salvaje que sirviera de escarmiento para los demás. Y siguió sucediendo por más de 100 años después de terminada la guerra civil norteamericana que liberó a los negros de la esclavitud. 

Ahora, a manera de resistencia y defensa, los afroamericanos graban en sus celulares las instancias de abuso policial y otros casos de violencia, como a las Karen agrediendo de maneras racistas. Estos actos son a menudo absolutamente ilegales—no es permitido llamar a la policía por motivos falsos, por ejemplo, y atacar a otros por racismo es penado por la ley. Por eso, que los filmen enfurece a los (y las) perpetradores y los lleva, paradójicamente, a empeorar su conducta. Últimamente, hasta hubo casos en los que tanto policías como mujeres y hombres blancos han sacado armas para amenazar a jóvenes y niños negros y latinos. Claro, todo tiene que ver con el sentimiento de impunidad, de saber o creer que no pagaran las consecuencias.  Y así es como han salido a luz tantos casos de brutalidad policial que detonaron las masivas protestas de Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan). 

Vuelvo, en lo particular, a como ese movimiento de filmar y divulgar los videos de mujeres acosando por racismo a otros ha iluminado que, en la mayoría de casos, el acoso se efectúa para sacar a personas negras de “sus” espacios (vecindarios, parques, calles, piscinas) a los que, según ellas, estos no tienen derecho. Y es por eso que Donald Trump, astuto y malicioso en todo lo relacionado a fomentar el racismo, publica mensajes como el mencionado en el epígrafe. Es un claro llamado a las mujeres blancas a “defender sus espacios”, en este caso, los suburbios de clase media y media alta, de “la invasión” de los pobres que se entiende, son en su mayoría negros y latinos. Y que lo defiendan votando por Trump.

A pesar de que las consecuencias en los últimos dos años han sido serias para las personas filmadas—al hacerse viral el video son reconocidas, vilipendiadas por el público, despedidas de sus trabajos, a veces incluso multadas por las autoridades y repudiadas por amistades—esto sigue sucediendo. El impulso de desplegar su privilegio racial es incontrolable para muchos hombres y mujeres blancos, pero es la prevalencia de las mujeres la que resalta en las redes, es a ellas a las que nombran—Karen—por misoginia, sí, pero también porque va contra ideales (¡míticos!) de la inherente dulzura y compasión femeninas. Si una googlea “Karen”, salen cientos de videos de mujeres blancas insultando a personas de otras etnias y “razas,” por cualquier número de (sin)razones posibles, y así queda desmentido el mito. 

Pero ¿es esto sorprendente? Los sondeos muestran que más del 50% de mujeres blancas votaron por el abiertamente racista Donald Trump. Aunque ellas no se vean como racistas, el hecho de que no les importe que él lo sea dice mucho. Además, a las mujeres históricamente se les ha indoctrinado para ser “las guardianas de la moral” y de la familia, la cultura, la religión, del patriarcado mismo. Nos condicionan, de nacimiento, a propagar nuestra propia opresión. Y he ahí la razón de la existencia de tanta mujer “machista”, que oprime a otras mujeres, aunque ellas mismas sean mujeres. Si a esto aunamos una idea del privilegio racial blanco como intrínsecamente atado a “cultura”, “moral” y “civilización”, pues ya ahí hay tremendo caldo de cultivo para este tipo de acción violenta.

Estoy segura de que a nadie que lea estas líneas le será ajena semejante conducta, siendo que se replica tan perfectamente en Guatemala, solo que, en lugar de afroamericanos, se efectúa contra personas indígenas, o más morenas, de “de clase baja” o como se les llama peyorativamente, “shumos,” “mucos” y demás linduras. En serio que impresiona ver a tantas personas que se prestan rápido a señalar a las Karen en otros países, pero son ciegos a las formas en que ellos mismos perpetúan sistemas de opresión, pecando de discriminación y exclusión, como dicen en los catecismos, por medio de pensamiento, palabra, obra y omisión. A ver, ¿cómo llamaríamos a las Karen de nuestra cultura? Y más allá, ¿es justo que identifiquemos a las Karen, pero queden invisibles aquellos que las han condicionado a ser las que ejerzan con tanto ímpetu la guardianía del privilegio a través del racismo y opresión? 

Fuentes: “How the ‘Karen Meme’ Confronts the Violent History of White Womanhood” (C. Lang, Time Magazine, julio 6, 2020), “What does it mean to be a ‘Karen’?” (E. Hunt, The Guardian, mayo 13, 2020), “What exactly is a ‘Karen’ and where did the meme come from?” (A. Nagesh, BBC News, julio 31, 2020). 

Trudy Mercadal
/

Investigadora y escritora en ciencias sociales. Mi religión son los libros. Curiosa insaciable, amante de la música, artes contemporáneas, el buen comer y viajar. Tras una larga trayectoria de estudios y enseñanza en el extranjero, hice nido en Guatemala.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Trudy Mercadal /

    18/08/2020 5:57 PM

    Muchas gracias a todos/as por leer y comentar, especialmente a quienes me leen seguido. Estoy con buena salud, gracias por la preocupación :-). De suerte tengo libre albedrío para escoger mis temas de interés y entiendo que no todos los comparten. Yo seguiré publicando los temas socio-culturales que me inspiren curiosidad. El tema de hoy yo lo veo bastante relacionado a nuestra realidad en Guatemala y creí que eso quedaba claro en la conclusión, pero ahí cada quien como lo interpreta. Finalmente, estoy muy lejos de tener interés en teorías conspiranoicas contra el presidente Trump o de ningun otro tipo pero de nuevo, ahí cada quien como interpreta las cosas. Saludos!

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

      Víctor Monterroso /

      19/08/2020 8:38 AM

      Por su puesto que tiene derecho a escribir lo que piensa el problema es que sus premisas son falsas ... en cuanto al racismo y discriminación TODOS tenemos un poco, le apuesto que usted preferiría a un hombre blanco y de buen parecer que fijarse en un 'indito' , y como dijo chespirito : prefiero una mujer Rica joven , y Bonita, que una fea ,vieja y amargada ...

      ¡Ay no!

      3

      ¡Nítido!

    Rafael Cuevas Molina /

    18/08/2020 3:10 PM

    Tan interesantes como el artículo son los comentarios. Desde el señor que considera que el racismo no tiene que ver con Guate, hasta el que considera enferma a la autora.

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    Olga Villalta /

    18/08/2020 2:48 PM

    Como aprendo con tus artículos estimada Trudy. Vi los comentarios anteriores y como columnista me solidarizo contigo. Tu sigue escribiendo que habemos muchas/os que aprendemos de tus escritos.

    ¡Ay no!

    3

    ¡Nítido!

      Fede /

      18/08/2020 9:43 PM

      Si esta basura es su medio de aprendizaje, ¿Qué puedo decirle?
      Cuba está a paso de balsa.
      Deje de robar oxigeno para los que amamos la libertad.

      ¡Ay no!

      4

      ¡Nítido!

    Marco Antonio Barahona /

    18/08/2020 12:04 PM

    Me parece que con todo lo que ocurre en Guatemala en los diversos ámbitos políticos, sociales, económicos, culturales de nuestra sociedad hay más que suficiente para analizar e interpretar, y sobre todo decir lo que otros no dicen, callan o cubren. Por lo tanto, sugiero no distraer la atención de los lectores de Nómada, por lo menos la mía, con otros temas que pueden ser "muy interesantes", pero que con todo lo que uno tiene para leer en este mundo hiperinformado gracias a la dinámica de lasredes sociales, es inconveniente que Nómada "rellene" su espacio con cosas ajenas a nuestra realidad.

    ¡Ay no!

    2

    ¡Nítido!

    Fede /

    20/08/2020 9:20 PM

    Netcenter? Respuesta de tu ignorancia y falta de materia gris, nada a lo que puede esperarse de la pink left, si tanto detestas vivir acá, la puerta es inmensa, en Venezuela podes ir a vivir feliz y dejar de robar oxígeno.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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