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Salvar el mundo con empatía y amor

La semana pasada tuve la oportunidad de participar en un encuentro de mujeres que trabajan en conservación en distintos países de nuestra región. Este encuentro fue parte del III Congreso de Áreas Protegidas de Latinoamérica y el Caribe y se realizó en Lima, Perú. El objetivo del encuentro fue generar una declaración por parte de mujeres de distintos países y perspectivas, pero con algo en común: su trabajo por la conservación de los recursos naturales. Aquí una breve reseña del resultado.

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Esta es una opinión

Encuentro de Mujeres durante el Congreso de Áreas Protegidas.

Foto: Bárbara I. Escobar

Esta fue mi primera vez en el hemisferio sur y no pude quedar más cautivada. El encuentro duró un fin de semana pero no sólo trabajamos, sino que también aprovechamos a compartir en el lugar hermoso en el que estábamos (Casa Atinchik, en Pachacamac). 

Pudimos compartir sobre los retos que enfrentamos como mujeres en nuestros países y desde nuestros contextos particulares. Hubo risas, lágrimas, abrazos, historias de violencia que se compartieron en un ambiente de confianza alrededor una fogata en la que hicimos un “despachito” (un regalo que se da a la Pachamama).

En esta actividad participamos 60 mujeres de 15 países (Alemania, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Perú y Uruguay), las cuales de una u otra forma estamos involucradas en temas de conservación.

En este diverso grupo hubo participación de académicas, lideresas comunitarias, investigadoras, mujeres trabajando en gobierno, organizaciones locales, internacionales, comunitarias y un largo etc. Después de dos días de trabajo y de integrar nuestras distintas perspectivas como mujeres en el campo de conservación, generamos un documento: La Declaración Conjunta de Mujeres en Conservación

En la declaración nos comprometimos a trabajar por alcanzar la equidad de género a través de cuatro propuestas:

Cambiar la mirada: Trabajar la conservación de una forma integral, reconociendo distintas perspectivas, narrativas y los rostros de las personas involucradas. Considerar las bases históricas para contextualizarnos mejor sobre las relaciones de poder existentes y así poder transformar la forma de hacer conservación.

Asegurar los derechos. Contribuir a que los derechos para niñas y mujeres no estén reconocidos sólo en papel, sino a través de acciones y políticas efectivas. Reconocer los distintos sistemas de gobernanza y fortalecer los derechos colectivos e individuales, especialmente los de agua, alimento y tenencia de tierras.

Materializar la equidad. Que exista una implementación real del discurso de inclusión en prácticas y políticas públicas. Desde empezar por cambiar nuestro lenguaje (detractores del lenguaje inclusivo: lean la declaración antes de espantarse imaginando inofensivas x y e en lugar de muchas o) y promoviendo la presencia de mujeres en posiciones de liderazgo. 

Reconocer la contribución. Debemos reconocer que el conocimiento muchas veces se genera y maneja de una forma elitista, sin involucrar a personas fuera del ámbito académico o involucrándolas sin reconocer el valor de sus saberes. Aquí reconocemos que es importante dialogar, reconocer y difundir las distintas formas de conocimiento, así como generar espacios para una mayor participación y formación de niñas y mujeres en la conservación. 

Alguna vez escribí que, aunque la sociedad nos ha hecho creer que las mujeres somos rivales y que difícilmente nos llevamos bien, en mi vida he tenido la oportunidad de tener experiencias que me han demostrado lo contrario: que cuando las mujeres nos reunimos con el propósito de construir y apoyarnos, hacemos magia. Lo vivido durante estos días en Perú, así como el documento que generamos me hace reafirmar que podemos hacer magia. 

De muchos valiosos intercambios y aprendizajes que me dejó experiencia, ¿con qué quiero cerrar? Con que este grupo de mujeres coincidió con que la imposición de un sistema construido con base en el odio, el autoritarismo y la obligatoriedad no es lo que mejor nos ha funcionado. Coincidimos con que lo que necesita esta sociedad es construir y trabajar involucrando también el corazón. Que transformar el mundo a través del amor y la empatía no debería verse como una utopía, sino más bien como una necesidad.

¿Quieres sumarte a la declaración? Puedes hacerlo en este enlace.

Bárbara I. Escobar Anleu
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Bióloga guatemalteca de sueños locos, que se rehúsa a despertar. Enamorada de la vida, la música, la cerveza, la naturaleza y el amor (no en orden de prioridad). Soy un bicho raro y se siente genial.


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