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Ser trans: Los cuerpos en que vivimos y los límites de lo expresable

Hay cosas más sencillas de comunicar que otras. Decir, por ejemplo, que lavo mi ropa los domingos y que es lo único productivo que me puedo obligar a hacer el último día de la semana. O cómo empezar una dieta vegana sin morir en el intento. Esto porque es más complicado exteriorizar nuestras vivencias, recuerdos y emociones más profundas y ponerlas en nuestros cuerpos, nuestras palabras. ¿Cómo expresamos nuestra ternura en un gesto que otra persona comprenda y reconozca? ¿Cómo hacemos que un abrazo sea más que un contacto de piel con piel?

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Esta es una opinión

Diálogos.

Foto: Flickr / The dear Zé

Transmitir una profunda vivencia subjetiva y expresarla en nuestros cuerpos se puede volver complicado, sobre todo si esa vivencia interna contradice las normas de lo expresable. Hace ratos que tengo la inquietud de dónde están y quién define esas normas y límites de lo que podemos expresar con nuestros cuerpos, en particular, si estos cuerpos son trans.

Es por eso que me resulta un tanto complicado explicar lo que para mí significa habitar un cuerpo trans. Y con esto me refiero no sólo a las particularidades de mi cuerpo –uno que tiene una identidad de género diferente a la asociada y asignada a su sexo–, sino mi experiencia vital de habitar este mundo “como un hombre” —como yo mismo—, a pesar que mi cuerpo fue designado como femenino al nacer porque tiene una vulva.

A las personas trans se nos suele juzgar desde una especie de misterio, de la incertidumbre que genera romper la norma dada como “natural”. Mientras que a los cuerpos cisgénero no se les cuestiona, simplemente se habitan con normalidad, los cuerpos trans son entendidos desde un esfuerzo constante por intentar pasar como cisgénero. Las miradas nos interpelan todo el tiempo. Preguntan si somos hombre o mujer, si hemos pasado por terapia de reemplazo hormonal y por cuánto tiempo, o si nos hemos sometido a cirugías y cuáles.

La duda, que puede ser sincero desconocimiento, parte, sin embargo, de una concepción que intenta reducir la identidad de las personas a su corporalidad genital, cuando ni la identidad ni la sexualidad —ni cualquier ámbito del ser humano— puede reducirse únicamente al hecho de haber nacido con pene o vulva. Pero desde ahí se intenta determinar subjetividades y maneras en las que estas pueden expresarse.

Las personas trans habitamos esa tensión entre lo expresable y lo sentido. Y desde ese cuestionamiento se intuye otra cosa que quiero comunicarles y es la necesidad vital que algunas personas trans tenemos para alterar nuestros cuerpos.

Algunos de nosotros buscamos alterar nuestros cuerpos porque queremos que los demás nos entiendan como queremos ser entendidos. Porque, según esta norma, no expresan esa profunda vivencia que sentimos en todos los ámbitos de la vida. Y lo hacemos con el objetivo de expresar ese algo interno, plasmarlo en nuestros cuerpos y en nuestras interacciones diarias con el mundo.

Intentar traducir nuestra vivencia interna al cuerpo no siempre significa que odiemos nuestros cuerpos y que no estemos cómodos con ellos. La posibilidad de odiar el cuerpo existe, independientemente seás cisgénero o trans, a pesar que la creencia de odio hacia los cuerpos trans está reforzada porque han sido patologizados.

En particular, me siento muy a gusto cuando me veo en el espejo, pero el reto que tenemos —y hablo desde un “nosotros” amplio— es saber negociar con las normas que imponen formas estrechas de corporeidad, y también con nuestra propia mirada, que a veces interioriza varias de estas ideas y formas de entender y organizar el mundo.

Limitar las formas posibles de corporeidad es limitar las expresiones internas de mundo, la singularidad de cada persona. Desde ahí se les carga a los cuerpos trans: se nos juzga porque rompimos la norma y a veces se nos juzga porque no lo hicimos —porque asumimos los roles de género, por ejemplo—. Pero los cuerpos trans son cuerpos humanos, que como todos los demás necesitan expresar la realidad interna vivida y que merecen ser comprendidos más allá de las normas simplistas y dicotomías falsas.

Mi gran apuesta aquí es inaugurar esa conversación donde reconocemos que el cuerpo es como un lienzo que sirve para expresar nuestra subjetividad interna, y compartirla con otros. Y que podemos ver nuestros cuerpos como un espacio de expresión válido de nuestras identidades. Así empezaremos a valorarnos y comprendernos mejor como seres únicos y dignos de afecto.

 

* Tristán López es integrante de Visibles, un movimiento guatemalteco que trabaja para conseguir la plena inclusión de población de la diversidad sexual en la sociedad y que persigue posicionar la diversidad como un valor. 

 

Tristán López
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Filósofo, feminista y activista trans. Vegano, músico y cuidador de gatos. A veces se siente en situaciones que solo pasarían en una novela de Roberto Bolaño. Otras veces se siente platónico al participar de la esperanza para una mejor sociedad.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Alguien /

    13/04/2018 7:39 PM

    La construcción social, el imaginario colectivo. Ese paradigma heteromachistablancohumano, que hace daño por operar en un sistema humano. Antianimalista por elección, pro-SerHumano de nacimiento. Tiene que ir cambiando, y lo está haciendo, porque el evidenciarlo es tema de Valentía y la construcción de cuerpos diversos, si quiero ser vaca puedo serlo, gracías por ser ejemplo de que ser lo que queramos :D

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Fernanda Mariposa /

    12/04/2018 11:33 PM

    La construcción social, el imaginario colectivo. Ese paradigma heteronormativo, que hace daño por operar en un sistema patriarcal. Misógino por elección, machista de nacimiento. Tiene que ir cambiando, y lo está haciendo, porque el evidenciarlo es tema de Valentía y la construcción de cuerpos diversos.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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