Canciones dedicadas a los niños que se llevó la guerra

“Todos los acusados, a excepción de Edilberto Letona Linares, son responsables de violación y delitos contra los deberes de la humanidad” dictaminó el Tribunal C de Mayor Riesgo el miércoles 23 de mayo 2018, en el juicio contra cinco militares retirados por la desaparición forzada de Marco Antonio Molina (14 años), en 1981. Era un niño, pero el Ejército de Guatemala se ensañó con él. Oficiales llegaron a su casa y como no encontraron a su hermana Emma, de la rabia, la vergüenza y en venganza de que pocos días antes; ella, una mujer, se había fugado de sus dominios, se lo llevaron para ya nunca permitirle volver. En los 36 años de guerra civil, se calcula que 5 mil niños sufrieron desaparición forzada: muertos o entregados a otras familias,  según lo anota el informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), Guatemala, memoria del silencio.

A todos esos niños, muchos sin haber sido alcanzados por la justicia reparadora, es a quienes el trovador Fernando López les grabó el disco Niño de noviembre, título inspirado en Marco que nació un 30 de noviembre de 1966. Influido por flamantes trovadores como Ismael Serrano o Javier Ruibal, López se adentra a una temática poco explorada a lo largo de sus ocho álbumes, acompañado acá de su Banda Jazz Fusión.

Es importante aclarar que no son canciones para niños. Son canciones dedicadas a niños. Como ya mencioné, tuvieron como eje la historia de Marco Antonio. Pero por supuesto, también hay referencias al niño de la calle, Nahamán Cardona atacado por agentes policíacos y a las 56 niñas que murieron quemadas en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción el año pasado. El cantautor fue acucioso en buscar textos que le dieran la forma al proyecto, de ahí que se detuvo en la obra del poeta Luis de Lión (Poema a una niña); en una canción de hace más de treinta años de Silvio Rodríguez (El reparador de sueños); así también en el cancionero folclórico suramericano (Duerme negrito) y en temas cubanos como el de Vanito Caballero (Aixa) o del profesor y poeta Raúl Ferrer (Romance de la niña mala). Algunos escritos no tenían música y López se la puso. Los cinco temas restantes pertenecen al cantautor.

Así construyó el repertorio de esta placa arropado de bossa, flamenco, trova, nuevo canto y jazz, con el apoyo de músicos de primera línea como el pianista, compositor y director musical Carlos Duarte; el saxofonista Luis Teba ; el bajista Hendel Rivas; y el batería Alejandro Soto. Se sumaron el guitarrista German Giordano, la flautista Gabriela Corleto, el percusionista Mynor García y el trombonista Melvin Velásquez.

De la decena de canciones destacan: Niño de noviembre, dedicada a Marco Antonio, que arranca con aire flamenco y luego se convierte en una fresca tonada brasileña; Oda a la infancia trunca, en donde el saxofón de Luis Teba ornamenta una canción sentida que habla de un mundo ideal para los niños. Poema a una niña, que en clave de jazz cubano abre espacio para la improvisación del bajo, el piano y el saxofón, y para que el cantante con alegría describa los ojos y la inocencia de una niña de aldea. Otra canción que atrae mucho por su letra es Niña Luna, que relata el trabajo infantil, de cómo la pobreza le arrebata la infancia a los niños y de la cruel vida de Luna. El arreglo que Duarte hace de Duerme negrito, la conserva latina y recupera la ternura, que se completa con tramos jazzísticos y en donde Soto se expresa consistente en los tambores con un solo sorpresivo. En Aixa, continúa ese toque jazzístico que Duarte aporta a las canciones: esta sobre una niña del campo tratada con prejuicio y desconfianza. Por último, Alas y mapas, dedicado a una niña artista y que pinta el fuerte deseo de ofrecerle un mundo ausente de violencia y de esclavitud. Su hechura es sencilla, es una voz acompañada únicamente de coro, guitarra y el curioso sonido de un Iris tin whistle.

Portada disco "Niño de noviembre", de Fernando López y la Banda Jazz Fusión

López es dueño de una voz viva, de tono flexible con un timbre cálido y una expresividad auténtica que evoca imágenes y emoción. Mientras que Duarte, un aventajado pianista, tiene el don de construir arreglos modernos, con armonías más sofisticadas, además de ser un excelente piano de acompañamiento. Resaltan con facilidad la elegancia, el gusto y el mood que aporta al disco.

Ojalá este material circule mucho,  para descubrir este primer trabajo sonoro dedicado a la niñez desaparecida de Guatemala. Pero sobre todo, ojalá estas canciones logren despertar mayor amor, protección y respeto a los niños. Nadie tiene derecho a hacerle pedazos la vida a nadie.