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Un viaje a las cuevas de Lascaux

En el sur de Francia, cerca de la encantadora población de Montignac, en un área de pequeñas montañas y bosques frondosos, un perro llamado Robot descubrió, en 1940, la entrada a una gruta llena de impresionantes pinturas prehistóricas.

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Cuevas de Lascaux

Foto: Libre de derechos

Las pinturas y grabados de esta gruta, llamada Lascaux, fueron realizados unos 18 mil años atrás, o sea hacia el año 16000 a. C. Para esa época ya  había desaparecido el río subterráneo que corría dentro de estas estrechas cuevas y oscuros pasadizos. Según los geólogos, esa corriente de agua se secó aproximadamente un millón de años antes de que la cueva fuera ocupada por los humanos.

Ahora bien, parece que Lascaux nunca fue habitada, sino solo utilizada como centro ritual.

Lascaux Cave Paintings - Virtual Tour from Vimeo Videos on Vimeo

 

Cuando el ser humano empezó a utilizar Lascaux, el último período glacial llegaba a su fin, por lo tanto la vegetación y los animales de esta parte de Europa eran bastante similares a los actuales. La gruta, luego de ser abandonada, se conservó protegida de la humedad y los elementos gracias a sus paredes de piedra y a su techumbre formada, entre otras, por una gruesa capa de arcilla impermeable. La entrada de la cueva permaneció clausurada por derrumbes naturales durante milenios. 

Fuera de lo anterior, es una extraña ironía que un perro descubriera Lascaux, pero que no aparezca ninguno en sus murales. El lobo, probablemente, no estaba aún domesticado. Faltaban algún tiempo para tal cosa. Tampoco la agricultura se había desarrollado todavía.

En la actualidad, a unos pocos kilómetros de Lascaux corre el río Vézère entre laderas de montañas y pequeños valles. La palabra Lascaux significa "lugar rocoso". Y, en verdad, abundan los riscos y suelos pedregosos en esta parte de Francia. 

Después de que Lascaux fuera redescubierta y habilitada al público, surgió un problema con el pasar del tiempo. Las pinturas se estaban deteriorando rápidamente y se debía a la presencia  de cientos de visitantes diarios. El anhídrido carbónico de la respiración humana, la contaminación del ambiente subterráneo por bacterias y hongos e, incluso, la iluminación artificial necesaria para poder apreciar las obras que aquellos muros naturales albergan, estaban afectando los pigmentos. El famoso techo decorado con pinturas se estropeaba cada día más. Era necesario hacer algo. En 1963, entonces, el ministro de Asuntos Culturales de la época, André Malraux, tomó una decisión drástica. Fue así como la gruta se cerró a los turistas y visitantes. Más tarde, se tomó también la decisión –salomónica a nuestro juicio– de hacer una copia de la cueva en el mismo sector donde está ubicada la auténtica, a fin de que los que deseen apreciar Lascaux tengan un sustituto digno del original. 

Actualmente, existe en el sector un museo lleno de copias realizadas con esmero y rigor. También una instalación llamada Lascaux II la cual es, como dijimos, una copia al milímetro de las salas más importantes de la gruta original.  Es tan exacta que, aparte de ser también subterránea, su margen de error llega a 0,3 milímetros. Una obra admirable de la ingeniería y tecnología modernas. Un ejemplo de lo que se puede hacer para proteger un patrimonio cultural cuando hay responsabilidad, conocimiento y voluntad. 

Cuando, en su momento, Pablo Picasso contempló las pinturas rupestres de Altamira, España, quedó deslumbrado. «Después de Altamira todo es decadencia», dijo el creador español. Lo mismo se puede decir de Lascaux. Penetrar en sus salones es adentrarse en un mundo de maestría artística donde solo podemos recurrir a la imaginación, a la intuición y al instinto para intentar aproximarnos al mundo espiritual y subjetivo que acompañaba a aquellos pintores, hombres o mujeres, que elaboraron los frescos prehistóricos. 

 

Lascaux Cave Paintings - Virtual Tour from Vimeo Videos on Vimeo.

 

 

Lascaux, por dentro, es una verdadera «Capilla Sixtina del arte paleolítico». Es una sucesión de galerías en las cuales presentimos que estamos en un templo, en un santuario o, al menos, en un espacio de asambleas donde se plasmaron los primeros intentos del hombre por imitar y hasta reproducir la naturaleza que, desde siempre, nos intimida y fascina. Los animales están dibujados con delicado y recio talento. Hay pinturas tridimensionales valiéndose de los recovecos de las rocas mismas. Los colores conservan intensidad. Es un bestiario real y mitológico a la vez. Llama la atención que apenas exista representación humana. Abundan los caballos, los toros, los bisontes, renos y ciervos. Pero no hay floresta, solo animalística, una zoología elemental y potente. ¿Por qué los bosques y las flores no fueron pintados? ¿Qué pensaban aquellos hombres, qué veneraban o temían?, ¿qué fantaseaban al observar el esplendor de pinturas de animales que para ellos significaban alimento y peligro a un tiempo? Eso será siempre un enigma, un misterio que solo podemos intuir porque la ciencia misma queda atajada entre los dibujos y petroglifos escarbados en los muros. La ciencia sin documentos escritos no puede penetrar el misterio, revelar lo que aquellos grupos humanos creían o pensaban. Eso es la prehistoria: una noche oscura, ágrafa e iluminada. La infancia del hombre.

A veces, a lo largo de las paredes de la gruta, pequeñas figuras geométricas acompañan las pinturas: rectángulos, cuadrados, puntos, líneas que se cruzan. Nadie sabe su significado. Esa incipiente geometría, simbología o germen de escritura no nos dice nada. Por aparte, todos los pigmentos que usaban eran de origen mineral o vegetal. Utilizaban pinceles y canutos para soplar los tintes y colorear el dibujo.

En Lascaux se encontraron 131 lámparas portables de grasa animal que, sin duda alguna, servían para alumbrar la caverna y sus imágenes. También se encontraron paletas de piedra usadas por los pintores. 

En los frisos de la gruta se aprecian admirables intentos, atisbos de perspectiva entre las aglomeraciones de figuras de animales. Algún Uccello prematuro trabajó en esta cueva. Sin embargo, la falta de perspectiva y ese eterno perfil de las figuras les otorgan un encanto muy actual. El arte más primitivo resulta de una modernidad apabullante. Se piensa, inevitablemente, en Matisse, en Chagall, en cualquiera de quienes se han negado, con mayor o menor fuerza, al influjo de la perspectiva. 

Asimismo, es inevitable pensar en el recorrido de la especie, desde nuestros primeros pasos vacilantes a lo largo y ancho de África o Eurasia hasta la vertiginosa época actual, luchando siempre por sobrevivir, por darle un sentido a nuestra presencia sobre el planeta,. Observando Lascaux es imposible no reflexionar sobre nuestro constante deambular de continente en continente. Siempre fuimos una especie nómada e inmigrante. Se piensa entonces en la historia, en ese camino de crímenes y noblezas, de inenarrables miserias y proezas intelectuales. Estas pinturas rupestres, en fin, nos obligan a entender que todo lo avanzado, todo lo aprendido puede que no sirva para nada, solo para terminar como una especie en peligro de desaparecer por nuestra propia polución, por las armas nucleares, por nuestro egoísmo ancestral, por nuestra violencia y soberbia sin límites.

En Lascaux, sin embargo, hay una fascinación y temblor primigenios ante el mundo zoológico, un homenaje a los animales, quizá reconociendo así nuestra propia animalidad incuestionable. De ser esto cierto, representa también un pensamiento, una cosmovisión. 

En la gruta de Lascaux, en sus interiores, todo invita a ver y especular. Es una catedral paleolítica que nos exige admiración, respeto y silencio… ¡Gracias, Robot!

José Barrera
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Es Maestro de Educación Primaria. Abandonó Guatemala en 1982. En Berlín obtuvo por certamen las becas literarias del Stiftung Preussische Seehandlung y, del Senatsverwaltung für Kulturelle Angelegenheiten. En 2017 participó en la "Antología de poesía española contemporánea" editada en España. Actualmente reside en Francia.


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