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Un grupo de jóvenes fue a Izabal a una tierra en disputa y esto fue lo que aprendieron

Siete horas en bus, tres en lancha y dos caminando entre el barro son necesarias para llegar a Chaab'il Ch'och', una tierra profundamente verde, húmeda, de lluvias constantes y suelos fértiles. Un paraíso donde vivieron 82 familias q’eqchíes sin acceso a nada, desconectadas de eso que llamamos Estado, olvidadas por eso que llamamos país.

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Esta es una opinión

El sol, entre los árboles de hule sembrados sobre el otrora cementerio.

Foto: JusticiaYa

Hace unos cuantos meses, ahí por octubre de 2017, 1,800 agentes armados de la Policía Nacional Civil (PNC) cercaron la comunidad con una orden de desalojo en mano. ¡Veinte minutos para que pongan todas sus cosas en el campo de futbol! –dijeron los señores del orden. Luego, les quemaron las casas, les quemaron la iglesia, les quemaron las cosechas. De esta forma, el Estado de Derecho se impuso sobre los presuntos usurpadores. 

Se hacía la noche, así que las autoridades ofrecieron apoyarlos a cargar sus cosas. Detrás marcharon los niños, los abuelos, las madres, los chuchos a lo largo de tres kilómetros, descubriendo en el camino que sus posesiones, su ropa, sus tiliches, iban siendo dejados entre el fango y la lluvia que nunca cesó. La solidaridad de los policías había resultado un timo, uno más.

Todo esto nos contaba don Antonio, un señor arrugado y sereno, de sombrero y ojos profundos, mientras nos enseñaba un tronco cortado donde está enterrado alguno de sus ancestros. Y es que los q’echís, al menos los que nunca se mezclaron con los modos de la urbanidad, no entierran a sus queridos en cajas, sino que los envuelven en un petate y los entierran solo así, con una semilla de Madre Cacao, para que sobre ellos crezca el árbol, para que los muertos sean bosque.

Un bosque que fue talado hace varios años, cuando Otto Pérez Molina, según cuentan los comunitarios, mandó a sembrar plantaciones de hule en esa montaña. Para hacerla productiva, dicen. También mandó a rellenar para hacer una carretera desde el muelle hasta el camposanto, para luego salir a la carretera que entronca kilometros más al oeste con la que conduce a Petén. 

¿Y qué hacíamos ahí siete jóvenes de la ciudad?

 Todo inició en el gran salón del Paraninfo, donde se celebran las reuniones de la Asamblea Ciudadana. Eran los días previos al paro nacional de septiembre de 2017. Las organizaciones campesinas insistían en agregar a las demandas de las renuncias y las reformas, una para detener los desalojos.

Enfoquémonos en lo urgente, decían unos; enfoquémonos en lo importante, decían otros. Y como lo apremiante era sumar a todos –para que nadie se quedara atrás–, decidimos apoyar la causa, conscientes de que entendíamos poco de esa realidad más allá de las viscerales fotografías de los niños llorando y las casas quemándose.

Eso sí, decidimos investigar al respecto, para sobrevivir a la sección de comentarios que surgirían cuando se publicaran las demandas.

Según dicen los papeles del Estado, la primera venta de este paraíso la hizo el gobierno de Manuel Estrada Cabrera, de ahí sucedieron otras cuatro hasta que llegó a manos de una empresa de la esposa de Rodrigo Lainfiesta, quien recobró su libertad el 2010 luego de pagar Q4millones de fianza, acusado de haber sobrevalorado la remodelación de una cárcel. Encontramos también que fue en su helicóptero en el que se hizo la campaña electoral del PP, que fue financista de la UNE y que, además, estuvo presuntamente involucrado en un desfalco al Crédito Hipotecario Nacional. Se trata de un empresario vinculado a un entretejido de empresas que han sido contratistas del Estado, devengando por ello más de Q450 millones de quetzales.

El caso resulta aún más complejo si consideramos que estas familias no son de aquí. No es la primera vez que migran. Sus abuelos eran de las Verapaces, pero con las políticas liberales de finales del siglo XIX fueron desplazadas para que los alemanes cultivaran café e hicieran crecer la economía, dicen. 

No todos quisieron someterse a los alemanes y ser mozos, algunos emigraron al este y vivieron décadas en paz. Pero en los años 70, los militares en el poder comenzaron a planificar la construcción de la Franja Transversal del Norte, y por arte de la oportunista cooptación, muchos de estos militares terminaron como propietarios de tierras cercanas al prometido megaproyecto.

Queríamos entender la relación entre corrupción y despojo así que paramos ahí, entre “usurpadores”, comiendo los mejores frijoles que hemos probado en nuestras vidas, al resguardo de una champa ubicada en un pequeño monte de “la tierra buena” (que es el significado de Ch’abil Choch). Es el hogar de las familias que regresaron al territorio después del desalojo, a insistir en recuperar las tierras que alguna vez habitaron. Es la tierra que aparece como natal en la cédula de doña Hilaria, la señora fuerte y risueña que lideraba la cocina.

Regresaron los que no tienen nada, para recuperar al menos algo.

En un punto de la jornada hicimos un círculo y tratamos de explicar qué hacíamos ahí. Fue entonces que llegamos a un entendimiento fatal: no teníamos nada que decir, nuestros planteamientos no son respuestas a sus problemas. Eran ellos quienes, a pesar de tener tan poco, tenían muchísima fuerza y claridad sencilla que aportarnos a nosotros.

Debe ser duro vivir bajo el miedo permanente a ser desalojado, como desalojaron alguna vez a tus abuelos. Que tuvieron que migrar, como ahora podría ser tu caso. Migrar buscando tierra. Tierra donde poder ser q’echí.

¿Quiénes son los verdaderos usurpadores?¿Cuánto estamos dispuestos a jalar la larga pita de la impunidad? ¿Qué tan amplia sería la presentación en prezi –como las que hace el MP– para contar el caso de la impunidad en estas tierras? ¿Para quiénes funciona el Estado de Derecho que buscamos recuperar de las mafias? ¿Por qué la brutalidad con que fueron desalojadas estas familias? ¿Por qué apresaron rápidamente a la traductora que los acompañaba en sus gestiones con el Estado munilingüe de Guatemala? ¿Por qué tantos recursos públicos en defender el derecho a propiedad de un corrupto y tan pocos para asegurar el derecho a la vida digna de 82 familias?

Quizás nunca vayan a presentar el caso “Despojo y corrupción”, quizás no es urgente dirán los expertos de la coyuntura. Pero sí lo es para estas familias, que al llegar después de nueve horas de camino nos recibieron con cocos fríos, nos sirvieron primero de su comida, esperaron a que termináramos para comer ellos y nos dejaron dormir en las tierras donde están enterrados sus abuelos.

Regresamos a la ciudad enlodados y cansados. Agradecidos con la comunidad. Con más preguntas que respuestas. Conscientes de nuestra impotencia. Ansiosos de justicia.

JusticiaYa
/

Somos un colectivo de voluntarios que nos incomoda la realidad actual y eso nos mueve a una transformación social y política.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Hansel Mo Ay /

    02/03/2018 9:42 PM

    Es muy difícil unirse en defensa de los indefensos. Siempre nos hacemos los desentendidos, nos importa poco el sufrimiento de los más vulnerables. Será necesario contar con una ong sin intereses particulares?

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Lisbeth Paiz /

    02/03/2018 1:06 PM

    También en estos casos me parece coherente practicar la Extinción de Dominio y brindarle la propiedad a quienes la cuidan, la respetan y la aman...

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Chomito /

    01/03/2018 2:45 AM

    Triste y lamentable trato que reciben los pueblos originarios mientras los gobiernos corruptos siguen despojando tierras que a muchos familias le sirven para sembrar sus alimentos para sobrevivir.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Gunter /

    28/02/2018 9:52 PM

    Aplicación del convenio 169 de la OIT, ya hay casos ganados en Latinoamérica en donde se reivindica el derecho de los pueblos indígenas

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Antonio De León /

    28/02/2018 9:37 PM

    La triste realidad de los pueblos originarios.
    Esta historia se repite y nunca va cambiar. Profundamente agradecido con nómada por publicar una de tantas injusticias.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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