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Y tú, ¿en qué bando estás?

“¡Pero si precisamente el horror que define la guerra es que la violencia obliga a elegir un bando, que se acabaron los matices, que tertium non datur!” Javier Cercas

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Esta es una opinión

Foto: Pexels

Desde que tengo memoria, recuerdo a mi papá repitiendo la importancia de poder controlar las pasiones por medio del ejercicio y la práctica de la razón. Para ilustrar la importante lección, durante mi infancia relataba la historia sobre una bestia que habita en nuestro interior, la cual era necesario dominar para evitar perder el control de uno mismo. Y así, cada vez que me enfurecía y gritaba lleno de rabia él me recordaba, con la voz muy baja y con afán de no malgastar las palabras, muy característico suyo, “la bestia Mate, la bestia”.

La primera vez que lo escuché sentí miedo. Me asustaba pensar que dentro de mí se libraba una batalla constante entre mi razón y mis deseos. Los años pasaron y me enseñaron que en realidad todo era mucho más complejo de lo que me habían explicado durante mi infancia. Con el tiempo me percaté de que muchas de las decisiones eran al mismo tiempo razonadas e irracionales; que obedecían a mis apetitos más profundos habiendo aprobado el riguroso examen de mi racionalidad y fue entonces cuando decidí abandonar todas las divisiones simplificadoras que mutilan la realidad en lugar de explicarla. 

En nuestro país existe una preocupante tendencia a dividir y simplificar la realidad social. Ante cualquier eventualidad (léase CICIG, banda de música, legalización de aborto, genocidio) parece que la sociedad se divide en dos por mera costumbre. En ciertas circunstancias, como lo puede ser un partido de fútbol es lógico y legítimo que la afición se divida en dos (nunca falta el que, por raro que parezca, parece solo apoyar al árbitro) pero en circunstancias que atañen al bien común, esa división puede entrañar graves consecuencias sociales.

Dentro del panorama nacional reconozco a aquellos que promueven la polarización a toda costa. Alimentan la polémica y probablemente, ellos a su vez sean alimentados –con plato en mesa– por el mérito del conflicto generado. También está una gran mayoría que simplemente no se molesta, que prefiere la sensación de vivir en un mundo que comprende y no lo altera. No se complican y aceptan la reducción de un problema complejo a un mero conflicto entre dos bandos. Esto minimiza, para ellos, la incertidumbre y el caos inherente a los asuntos humanos, porque si nosotros individualmente somos complejos, imagínense nuestras sociedades. Y por último están otros que –rompiendo con las dualidades– forman un grupo que no se alista en ningún bando, intenta ver la “otra cara de la moneda”, no se queda indiferente y pueden reconocer la pluralidad de jugadores en la mesa.

Los bandos preparan la pólvora, marchan, salen a las calles, cogen sus armas y comienzan los tiros: calumnias, insultos y todo tipo de violencia verbal. Cuando veo el supuesto “diálogo” en las redes sociales observo que ambos bandos no escatiman a la hora de señalar y minusvalorar al otro. "Chairo", "ladrón" y todo tipo de insulto es válido: “corrupto”, “blasfemo”, “asesino”, etc. No deja de causarme gracia, que además hay una gran proliferación de hashtags para marcar a los distintos bandos: #IvanSeQueda #NoHuboGenocidio, etc.

El fenómeno parece empeorar conforme pasan los días. Poco a poco, a su vez se van creando otras dos macro etiquetas capaces de hacer las más peligrosas y absurdas reducciones: ‘los buenos’ y ‘los malos’. Lo que a mí me resulta divertido es que dentro del fenómeno maniqueísta, casualmente siempre nos encontramos en el lado de los buenos y los otros convenientemente en el de los malos.

Me propongo a señalar brevemente alguna de las preocupantes consecuencias que tiene aceptar la simplificación de dos bandos divididos. Primero que, a causa de su escasa creatividad, son capaces solamente de apreciar la existencia de dos alternativas eliminando así la posibilidad de que surjan otras soluciones todavía sin considerar. Además, lo más grave es que los bandos crean que están en constante en contraposición, son antagónicos e irreconciliables. Segundo es que esto les obliga a radicalizarse cada vez más dentro de su ya cerrada posición. Buscar razones que justifiquen su ceguera e intransigencia, les vuelve irracionales e intolerantes. Por último, y la más grave de todas, es que al simplificar la lucha a un pseudo-debate moral entre ‘buenos’ y ‘malos’, se degenera toda posibilidad de entablar un diálogo real y que busque el bien común.

Solamente si somos capaces de eliminar los bandos podremos hablar desde una posición no enfrentada e inclusiva para empezar a construir el camino al consenso que necesitamos con desesperación.

Por último, dejo una frase de la hermosa novela de Hector Abad Faciolince, El Olvido que seremos, que da para pensarla en estos días: “Aquéllos a quienes los güelfos acusan de gibelinos, y los gibelinos acusan de güelfos, esos tienen la razón».

Mateo Echeverría
/

Graduado en Humanidades por la Universidad de Navarra.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Víctor López /

    13/10/2018 9:40 AM

    A cómo se manejan las cosas aquí ? Ni con uno ni con otro... Lo único que queda es darle vuelta sistema ... Pero no se puede, DIONISIO Y SUS SECUACES NO DEJAN... Los gringos tampoco ... O LE DAMOS VUELTA AL SISTEMA O SIGAMOS COMO ESTAMOS. Guatemala ya no tiene remedio

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Pedro Cifuentes /

    12/10/2018 11:45 AM

    Yo estoy del bando de Guatemala. El único que deberìa existir. Del lado de apoyar al empresario para generar empleo, del lado de una Guatemala sin injerencias extranjeras de izquierda, sin odios ni resentimientos. Una Guatemala soberana. Sin corrupciòn.
    Acaso hay alguien que apoye una Guatemala dominada por extranjeros con ideologìas extremistas , que pretenden robarse las elecciones y retroceder muchos años.
    Es este el otro bando? No , relamente no creo que exista alguien ilustrado que estè en este bando.
    No lo creo!

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!

    Mauricio Nájera /

    11/10/2018 8:06 PM

    Amigo, qué bueno que tuvo un papá que le invitara a pensar bien las cosas. Uno platica con la gente en la calle, y la mayoría ni enterada que hay una "crisis institucional" y cosas así. Pero en algo todos están de acuerdo: en que los que llegan al gobierno, sean quien sean entran a robar. En la calle los malos siempre son los mismos: los que roban poco o mucho. Desde el común carterista hasta el funcionario mas alto.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Cesar A. /

    11/10/2018 3:35 PM

    Su opinión de diálogo sin bandos es excelente, sin embargo ¿Cómo puede tomarse en serio si viene de este blog de opinión disfrazada de noticia? Dónde se predica estar en un bando o de lo contrario se es corrupto.
    Completamente contradictorio.

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!



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