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Yo también sufrí abuso sexual

El entorno en el que fuimos educados, por más seguro que parezca, no es garantía de nada. El riesgo de abuso sexual es real y muy frecuente.

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Esta es una opinión

Imagen: Giphy

Crecí creyendo que mi cuerpo era delicado y frágil. Crecí con miedo, mi mamá nunca me dejó ayudar en la cocina o lavar ropa, me decía que podía quemarme o salir lastimada. En el colegio nunca jugué tenta ni electrizados: tenía pánico de caer sobre el piedrín y las veredas de cemento, todas en bajada, que habían en el colegio evangélico en que me eduqué. En resumen, no fui una niña trepa-árboles.

Crecí y conmigo creció la fe en que fui formada. Lo más cercano que tenía al mundo real era escuchar The Beatles, aunque cuando llegue al primer grupo de jóvenes de un típico sábado de iglesia, la primera lección fue enterarme que “son del diablo”. Disfrutaba leer la Biblia, me gustaba creer en algo mejor y supremo a lo terrenal, una presencia que me era tangible. Confiaba ciegamente en quienes me rodeaban. Habían sido mi único círculo de amigos, en casa o el colegio, eran como mi familia. 

Cuando me gradué del colegio, conseguí el trabajo de mis sueños, en una agencia de publicidad. Ahí, viví mi primer fiesta con alcohol y gente adulta, la mayoría ajena a mi círculo cercano. Uno de mis más cercanos amigos del grupo de jóvenes, también trabajaba en la agencia. La fiesta era el famoso Festival de Antigua (no voy a ampliar más sobre este festival,  porque más adelante quiero también escribir más de lo que sucede en el mundo de la publicidad)

El FDA, dura dos días y se lleva a cabo en la ciudad de Antigua Guatemala, por lo que dormir allá es la opción más cómoda y que asegura no perderse nada en la agenda. Mi amigo me dijo que podía hospedarme con él y otros compañeros de la agencia, que en su habitación había espacio. Pensé “qué alivio, estaré con mi Hermano en Cristo, mi mamá podrá estar tranquila y no estaré sola en mi primer gran fiesta de dos días afuera de casa”.

Aquí ustedes probablemente ya se están imaginando el resto de la historia y quizás ya asignaron los famosos roles de culpable, víctima y tonta, pero como mencioné antes, crecí en una burbuja de seguridad que no me activó ninguna alarma que me hiciera anticipar lo que iba a suceder.

Al terminar la fiesta, en donde mi Hermano en Cristo y yo nos resistimos a bailar, pero bebimos todas las gaseosa gratis que nos ofrecieron; nos fuimos a dormir. En la habitación no habían espacios privados, sino varias camas individuales, una para cada uno. Me metí a la cama que me habían asignado y me quedé dormida. Desperté al sentir una mano entre el calzón y quedé paralizada. Escuché su voz diciendo mi nombre y sentí su cuerpo metido en mi cama. Pasaron unos segundos de estupor y reaccioné: me levanté rápidamente y corrí a refugiarme en el baño. Me di cuenta que no tenía salida: si volvía a mi cama, el abusador seguía ahí, así que huí de la habitación de madrugada. Sin dinero, sin whatsapp (que no existía en esa época) y aterrada, me acurruqué en un sillón del corredor . Tenía veinte años, pero me sentía indefensa como si tuviera catorce. No sabía a quien llamar para contar algo tan vergonzoso, tan increíble.

Al día siguiente, mi Hermano en Cristo salió y me pregunto si estaba bien.  Llorando, le pregunté por qué hizo algo así. Tartamudeando, me dijo que seguro le habían puesto algo en la bebida, que no había sido él mismo. Claramente no era quien yo creía que era: un amigo cercano, en quien confiaba. Un cristiano que hablaba con la sabiduría de la Biblia y que inspiraba a otros jóvenes en nuestra comunidad.

He esperado siete años para hablar de esta historia. Siete años en donde comencé a vivir en la vida tal como esta es. Aprendí que en el mundo real podemos ser lastimadas y descubrí que, gracias a ese episodio dentro de otras incongruencias de la religión, mi fe se fue muriendo. Pasé a formar parte de la lista de mujeres que en Guatemala sufren abusos sexuales de todo tipo.

Cuento con detalle mi infancia en una burbuja de cuidado materno y religión, para contextualizar y evidenciar que toda problemática social tiene raíces más profundas de las que percibimos a simple vista. En las noticias leemos “mujer violada y asesinada, viajaba sola de noche" y la culpamos a ella, sin conocer su historia, sus anhelos y metas, sus logros y luchas; mientras un tipo que la encuentra deseable y cree que su poder es infinito y de una vía, se le abalanza sin preguntarle. Y termina con su vida, sin que ella o sus hábitos tengan nada que ver.

Es tiempo de evidenciar el miedo. Es tiempo de recuperar la calma de caminar por nuestras calles sin temer por nuestra integridad.

María Canahuí
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Life is what happens while you're busy making other plans. Actriz de teatro / Gestión Cultural


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Ismael Aj /

    26/10/2019 5:21 PM

    Me parece que es muy valiente lo que haces, en un contexto donde hablar acerca de una experiencia tan traumatica puede costarte el ser cuestionada e incluso acosada, es inspirador leer como pudiste encontrar el sentido de enfrentar todo eso y alzar la voz por todas aquellas personas que han vivido episodios similares y desde entonces, guardan un tormentoso silencio a cambio de un poco de "paz".
    ¡Muchas Gracias!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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