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Helados a la venta junto al río Satán

Satán pasa por La Taña. Así, Satán, se llama el río que cruza esta aldea de la alejadísima Zona Reina de Quiché y que nadie sabe decir por qué le pusieron así. Pero su bravo carácter ha roto varios puentes. Un poco más arriba está el río Camarón de agua, afluente de Satán, y ese es el lugar que desde 2016 da energía hidroeléctrica a esta comunidad que se opuso a los megaproyectos y que maniobra para las relaciones entre exparamilitares y excomunidades de población en resistencia.

Cotidianidad Guatemala rural P147

Niños celebran la llegada de la energía eléctrica gracias a la hidro comunitaria.

Fotos: Carlos Sebastián

‘La luz ya va a venir, pongamos un negocio’, pensó Jorge Coojop a principios de año. Y este agricultor de 49 años y escasa sonrisa habló con sus tres hijos –dos viven en Pensilvania, Estados Unidos–. Con el dinero de las remesas calcularon que sería posible poner el primer negocio de internet de su pueblo. Eso y construir dos casas, una frente a la otra, en la entrada de su aldea. El negocio se llama Virgen de Guadalupe y los arcos de las casas tienen el diseño de las viviendas que los migrantes ven como un sueño en EEUU.

La Taña es una aldea a la que Google Maps no sabe cómo llegar. Está a 300 kilómetros y 13 horas de Ciudad de Guatemala, incluídas 4 en camino de piedra con impracticables cuestas.

A La Taña llegó la energía cuando la iglesia noruega y la asociación ambientalista Madreselva, con el trabajo de los vecinos, instalaron una microcentral comunitaria: un proyecto que busca ser sostenible con el ambiente por su bajo consumo de agua, cuya factura eléctrica cuesta Q30 por casa. El dinero de las facturas sirve para mantenimiento del pequeño sistema eléctrico y para pago de salarios de cuatro electricistas. Eso sí, sólo las 300 familias tienen luz. Los 91 jóvenes solteros quedan en lista de espera.

 

Más de 200 de las 300 familias que viven en La Taña prendieron por primera vez la luz, el pasado 11 de septiembre. En el pueblo llaman al proyecto la turbina comunitaria. La turbina es la que genera electricidad. La turbina agarra 125 litros por segundo de un nacimiento de un río, el Satán, que lleva mil litros por segundo.

La turbina provoca una fiesta de cuatro días, del 8 al 11 de septiembre, día de la inauguración. Es la fiesta de la luz por un generador que produce 90 KW por hora, que devuelve el agua que capta a los 250 metros de tomarlos y que va a dar luz a otras dos comunidades. Por ejemplo, 0.2 KW por hora sirve para dar energía para una refrigeradora grande para hacer helados.

 

hidroelectrica-comunitaria-en-la-zona-reina-de-la-aldea-la-tana-uspantan-quiche-pobladores-realizan-actividades-para-festejar-la-inauguracion-de-contar-con-energia-propia-43-min

A mediodía del 9 de septiembre, en la casa en obras de Coojop –el futuro dueño del negocio de internet– trabajaba Oseas Cal, un técnico en computación de Cobán que nunca había visto algo así. Y lo repite con sus grandes ojos de sorpresa: “Nunca había visto algo así”. En un oscuro cuartito de la parte inferior de la casa, ha instalado cuatro computadoras desde que llegó un par de días antes. Son las primeras compus del pueblo que queda a 100 distantes kilómetros de Cobán.

 

El nuevo café internet.

El nuevo café internet.

(Geografía visualizada de Guatemala)

La Taña es una de las 86 aldeas de la Zona Reina, fundada en tiempos de Justo Rufino Barrios (1873-1885), en el municipio de Uspantán. Cuentan los vecinos que se fundó con la llegada de los primeros finqueros alemanes que plantaron café y cardamomo a costa de condiciones de esclavitud de sus trabajadores. Una zona abandonada por el Estado.

Es la zona rural más aislada de Quiché, el segundo departamento con más pobreza extrema del país (41.7%), sólo detrás de Alta Verapaz, según datos de la última Encuesta de Condiciones de Vida. Quiché tiene 41.7% de extrema pobreza y 78% de pobreza en general.

Una microcentral es una hidroeléctrica que tiene menos de 5 mega watios (MW) de potencia, según la legislación de Guatemala. Una central grande, como Palo Viejo, también en Quiché, (copropiedad de la familia Brol y de la empresa italiana Enel y que ha llevado las disputas entre comunitarios y empresarios hasta un tribunal de Roma) genera 85 MW, desde 2012. Y aunque en Quiché, 87% de las comunidades tiene electricidad, al hacer zoom en los datos, resulta que en el municipio de Uspantán, al que pertenece La Taña, sólo 4,975 usuarios tienen luz, la mitad de la población, según datos de 2015 del Ministerio de Energía.

 

El camino está adornado por torres eléctricas que no daban energía a las comunidades.

El camino está adornado por torres eléctricas que no daban energía a las comunidades.

A diferencia de una central grande, que busca generar energía para vender lejos de la aldea porque la Ley no obliga a que dé luz en el entorno en el que está ubicada, una micro central comunitaria está hecha por y para la gente de una comunidad. Frente a la gran cantidad de conflictos que generan los mega proyectos de energía en Guatemala, entre rechazo y división social, denuncias de desvío de ríos, de reducción del caudal, de contaminación, éste existe por consenso de los comunitarios y no existe el lucro: es luz para la gente, no para los bolsillos.

La historia sin luz de La Taña no es una excepción en el área, es la norma. Y llegaron a la idea de construir una micro-hidroeléctrica sólo después de oponerse a megaproyectos como Palo Viejo. En 2010 les dijeron que no en una consulta comunitaria.

Fiesta de la luz non stop

Quince quintales de pollo, un toro, dos chompipes y dos gallinas es la cantidad de comida que, con ayuda de la municipalidad de Uspantán, los pobladores han comprado para el día de la inauguración, el domingo 11. La alegría provocó tres días de marimba y reggaetón a tope en la entrada de un comedor del comerciante Álvaro Hernández, donde básicamente se sirve frijoles y cantidades industriales de tortillas. Frente a su negocio, a las dos de la tarde, los hombres juegan vólibol en una cancha de tierra. Hace mucho calor y todo mundo está en la calle.

La fiesta está enfocada en deporte y comida. El viernes toca fut femenino entre equipos de la Zona Reina. Gana el equipo de La Taña. Y ese día, desde las cinco de la mañana, centenares de mujeres se ufanan en cocinar la comida en grandes cazos sobre el fuego en el comedor comunitario de piso de tierra. El comerciante Hernández y otro centenar de hombres las ayudan. Hace un mes, este espigado hombre de amable mirada, de 45 años, fue a comprar a Uspantán el primer congelador de su vida.

 

La Taña parece una playa de la humedad que hace. Ubicada en un extenso valle, tiene dos puentes, uno de hormigón (que sustituyó a otro que se derrumbó) y uno de tablones de madera, que genera bastantes dudas sobre su capacidad de soportar el paso de carros. Pero los soporta. En la panorámica del pueblo hay una novedad visible: decenas de niños comen helados caseros de bolsa transparente. Es la primera vez que los niños comen helados en La Taña.

“Beneficios de la corriente eléctrica”, dice Ariel Pardo, un médico cubano que trabaja desde junio, quince días al mes, en el pueblo. Lo dice señalando la máquina de ultrasonidos y el nebulizador. Afuera del centro de salud, en la oscuridad del sábado noche llueve satánicamente, pero este médico que trabaja para la Brigada Médica Cubana –una institución de cooperación que presta servicios de salud en Guatemala desde 1998- dice que podía trabajar bien antes de la luz hídrica por medio de los páneles solares, que el problema acá son las enfermedades respiratorias agudas y los embarazos adolescentes. Y una pirámide poblacional, bajo sus abiertísimos ojos, alerta desde la pared: la mayor parte de la población, 298 personas, tienen entre 15 y 19 años.

El gran cambio en el pueblo es la noche.

 

La larguísima melena negra ligeramente ondulada de Caterina Guzmán brilla bajo el foco de su modesta cocina. Frente a su casa, un pequeño grupo de patojos juega bajo una luz incandescente al futío cubierto que han colocado para los días de fiesta. Y al lado de su cocina, queda en la oscuridad la tienda de velas que regenta junto a su esposo Cirilo, uno de los principales líderes de la comunidad. Caterina Guzmán habla tan bajito que parece que no quiere alterar el silencio. Cada cirio cuesta un quetzal y dura no más de tres horas. Algunos vecinos tienen páneles solares, pero la mayoría compra en la tienda de Guzmán.

Ella, originaria de una aldea de Nebaj, vivió en Cabá, una Comunidad de Población en Resistencia (CPR) y hace 18 años se mudó con su esposo desde la CPR 31 de mayo, a la casa donde vive ahora, que queda a 40 minutos de la CPR. No hay vecino de La Taña que no admita la importancia de la vecina aldea 31 de mayo en la llegada de la luz. Por eso, están invitados a la fiesta.

 

La aldea de La Taña fue históricamente un pueblo de patrulleros durante la guerra y la aldea 31 de mayo fue una CPR, poblaciones de civiles desplazados a la montaña. Los patrulleros de autodefensa civil eran grupos armados por el ejército para combatir a la guerrilla; la mayoría de veces armados a la fuerza y según todas las evidencias fueron responsables de masacrar a civiles. Las CPR eran lo opuesto, civiles que huían. El ejército los consideró guerrilleros y los persiguió durante casi toda la década de los ochenta. Como no los alcanzaba para masacrarlos, los intentó matar de hambre con persecuciones aéreas y quema de cosechas; y a quienes agarraban los torturaban y las violaban, como relata en sus libros el sacerdote jesuita Ricardo Falla y la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH).

Aquí, un testimonio horrendo del CEH: “En esa época, soldados y patrulleros procedentes de San Miguel Uspantán y la Zona Reina atacaban de forma constante a las familias desplazadas en la montaña. El 13 de junio de 1982, Jesús —de 17 años— “iba a buscar alimentación. Primero, le pegaron un tiro en una pierna: se corrió en otro bordo y se chocó con más patrulla. También había soldados. Le dieron dos tiros en la espalda, le agarraron vivo y todavía le torturaron. Hasta el tercer día no lo pudimos enterrar, hasta que se retiraron las patrullas. Cortaron su lengua, sus oídos ... estaba todavía patojo”.

Caterina Guzmán, la de larguísima melena negra y madre de tres hijos, lo tiene claro: “Como sufrimos nosotros, los patojos no van a sufrir. Si nos morimos, los patojos pueden usar la luz”.

La convivencia entre CPR y ex PAC

A finales de 2012, tras una década de intentonas fallidas, la aldea 31 de Mayo inauguró su central comunitaria. Enfrentamientos abiertos con Víctor Hugo Figueroa, alcalde de Uspantán durante cuatro legislaturas, imposibilitaron que el proyecto se afianzara, aunque la obra comenzó. La comunidad lo acusó de rechazar la microcentral para ir de la mano con la mega-hidro de Palo Viejo. Pero el proyecto avanzó y luego le siguieron dos comunidades de expatrulleros llamadas Lirio Putul y La Taña. La próxima, en 2017, será la aldea La Gloria.

El repentino desarrollo de los proyectos hidroeléctricos comunitarios tiene que ver, aparte de la subvención noruega, con la disposición municipal. El nuevo alcalde, Pedro Rolando, apoya las microcentrales en la Zona Reina desde su elección este año. Aunque trabajó un tiempo en la anterior municipalidad, su discurso público es procomunitario y por eso llega a la competición de baile el sábado en la noche. No despega la cara de su celular, no ve los intentos de los más jóvenes por bailar bachata, pero sí se muestra comprometido cuando le toca su discurso ante un auditorio lleno en La Taña: “La energía eléctrica es un derecho de los pueblos. Este es un megaproyecto en beneficio de las comunidades y tenemos diferentes ideologías, pero somos capaces de dialogar”.

Dos aldeas de ex PAC siguiendo los pasos de una aldea de ex CPR. Uno de los sueños de la firma de los acuerdos de paz, hace 20 años.

 

Y es que si se trata de entender la actual convivencia pacífica entre expatrulleros, exguerrilleros y civiles ixiles de las etnias q'eq’chí, poqomchí, uspanteko, kiché y mestizos, hay que ir a la época del reparto de tierras.

Fue en la época del expresidente Ramiro de León (1993-1996) que el Estado compró tierras tras la guerra para fomentar el desarrollo rural como parte de las negociaciones de la paz. Ese fue el caso de La Taña, que originalmente fue una finca. “Mi papá era el vaquero de la finca y al señor le decía ‘El Barón”, cuenta Rómulo Rodríguez, de 67 años, en las escaleras de la iglesia católica, que junto con su hermano, negoció la entrega de tierras en su aldea.

“Cuando la guerra”, dice este hombre pequeño, de nariz ancha y parpados caídos, “cuando la guerra toda la gente se fue de las aldeas, sólo la gente de La Taña nos paramos”. Él, que fue alcalde auxiliar de su aldea en 1981, decidió apoyar al ejército y al año siguiente el pueblo se llenó de patrulleros como él que informaban al destacamento militar: “La guerrilla venía y les tirábamos agua caliente y después vino el ejército a tirar a todas las casas, no les importaba si había buenos o malos”.

– Pero, entonces ¿por qué apoyaban al ejército?
– La guerra fue bien porque alejó a los ricos, gracias a Dios los finqueros se fueron.

­­– Pero, entonces ¿quiénes fueron los buenos?
– Mi hermano y yo.

La explotación en la finca La Taña llevó a los pobladores a buscar la forma de expulsar a los dueños, aun aliándose con el ejército en muchos casos. En otros, como cuenta Petronila Cortés, de 60 años, mientras cocina agotada los 15 quintales de pollo del domingo, la opción ideológica fue desechada hasta en apariencia:

“Mi papá dijo: estamos de los dos bandos, que Dios les bendiga”, rememora esta risueña mujer de gran nariz y ojos chicos que no ha dormido en 24 horas. “En una parte la guerrilla nos hizo bien porque los finqueros abandonaron las fincas”, dice confiada a las cinco de la mañana del domingo inaugural.

Hoy es día de fiesta. Para casi todos. La junta directiva de la asociación Amaluna, que administra el colectivo de la luz hídrica, determinó que sólo tendrían luz eléctrica los vecinos que trabajaran en la construcción del proyecto. Diez personas no lo hicieron. En la junta no saben si es que no resultaron convincentes con que iba a llegar la luz.

Varios comunitarios son de arriba de un cerro junto al comedor comunitario, muy enlodado después de una noche de tormenta. A las nueve de la mañana del día inaugural, la mayoría de vecinos camina feliz hacia la casa de máquinas de la microcentral. Casi sólo Delfina San José, de 38, está en su casa. Se quedó sin luz porque tiene que cuidar a sus hijos y su marido se ahogó hace unos años dice bajo la ropa colgante de su techo de lámina.

Unas casas más arriba del lodo, Reinaldo Román, de 57, tampoco fue a la fiesta. Tiene problemas de próstata y tapándose la cara por el malestar, agrega que tiene diabetes: “Sí, quiero luz, pero no tengo billete”.

 

Nómada
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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Sonia Roche /

    29/03/2018 3:02 PM

    LO TENGO QUE ESCRIBIR EN MAYUSCULA PARA REFLEJAR LA ALEGRIA Y LO SATISFACTORIO QUE ES LEER UN BUEN REPORTAGE UNO QUE VALE LA PENA UNO QUE NO NECESITO POLITICOS AMAÑADOS A QUE SE LES SIRVA SOLO A ELLOS COMO ELITES UN PROYECTO QUE VALE EL ADEMAN DE BAJAR MI CABEZA EN COMPLACENCIA DE QUE EL SER HUMANO BIEN DIRIGIDO Y CON LA SABIDURIA E INTELIGENCIA HACE DE SU MUNDO ALGO FANTASTICO FELICITACIONES A LA TIERRA DE LA TAÑA QUICHE TIERRA DE MI GUATEMALA Y A NOMADA POR ESTE REPORTAGE QUE VALE LA PENA SOCIALIZAR COMPARTANLO POR FAVOR EN LAS COMUNIDADES QUE COMO LA TAÑA SI SUEÑAN CON PROGRESAR DIOS ES MARAVILLOSO Y SE QUE HARA DE ESTO UN EJEMPLO COPIADO POR MUCHOS

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Elibeth de León /

    13/10/2016 2:53 PM

    Muchas gracias por la investigación, por una historia tan bien contada que leyendo hasta parece que es un bonito cuento, que triste ver la realidad de nuestro país sin embargo, un país donde muchos ganas miles y otros comercian con todo lo que pueden de Guatemala. Aún así es bonito ver cómo la gente no pierde la capacidad de ser feliz con tan poco, de luchar por lo que merecen y de no darle gusto a la gente que quiere comerciar con algo tan básico.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    César A. /

    08/10/2016 8:03 AM

    Felicidades, debieran aprender otras comunidades, el desarrollo llega con este tipo de proyectos, no con capuchas y delinquiendo. Bien por ellos.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

      P. Choy /

      08/10/2016 10:24 AM

      Ahora ellos ya saben que producir luz les cuesta Q30 y tienen que pagarle a los patojos que le dan mantenimiento y limpieza a las turbinas, y ya se toparon con los que no quieren pagar y quieren robar luz, la comunidad organizada ya sabe el beneficio de su proyecto y ahora son emprendedores y empresarios comunitarios en hora buena, y las ongs que se oponen a todo esta ves salieron goleadas, así mismo los ambientalistas mentirosos.

      ¡Ay no!

      2

      ¡Nítido!

    ADA DOLORES /

    07/10/2016 1:07 PM

    SERIA INTERESANTE HACER UN REPORTAJE UNO O DOS AÑOS DESPUÉS DE LLEGA LA ELECTRICIDAD, PARA CONOCER LOS CAMBIOS POSITIVOS Y NEGATIVOS EN EL TEJIDO SOCIAL DE ESTA COMUNIDAD. lAS FOTOGRAFIAS EXCELENTES DE CARLOS SEBASTIAN Y EL ESCRITO DE ESLA CABRA DE PRINER MUNDO.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Helios Gomez. /

    07/10/2016 12:32 PM

    Me traen viejos recuerdos esos lugares, por allá hice trabajo comunitario son lugares lo mas parecido al paraíso, ojala no se arruine el ambiente, porque donde dizque llega la modernidad lo hace con todo y basura, ojala haya control.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    P. Choy /

    06/10/2016 10:01 PM

    Qué bueno y que esas comunidades mantengan esa auto sostenibilidad eso será lo importante, y lo más importante que ellos mantengan sus proyectos sostenibles en el tiempo, gran ejemplo de emprendimiento y organización social bien llevada en hora buena y que sigan adelante, puesto es un éxito de ellos por su esfuerzo.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    D. Mazariegos. /

    06/10/2016 6:10 PM

    Me parece excelente, una forma de crear energía sin la necesidad de las empresas dueñas del mercado, que viendo la necesidad únicamente usan la tierra para colocar líneas de transmisión.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Andrea Rivera /

    06/10/2016 11:16 AM

    Una gran experiencia trabajar en estos proyectos un gran golpe con la realidad y es gratificante sentir ese aporte a estas comunidades realmente aisladas haciendo ingeniería de la buena!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Walter Ordóñez /

    06/10/2016 8:06 AM

    Qué delicia y gusto leer esta excepcional historia de esfuerzo y trabajo duro comunitario. Sin duda, Elsa Cabria, aparte de ser periodista también tiene madera para ser guionista de cine. Exitos!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Crispín Solomeo Paredes /

    06/10/2016 7:40 AM

    Qué agradable historia, una buena notica entre miles malas. Ese es la clase de desarrollo adecuado para estas comunidades. Es hermoso el lugar como todo el resto del Quiché. Ahora solo les falta más educación y planificación familiar. Ojalá y otras comunidades sigan el ejemplo y comprendan que la electricidad ecologica (no megaproyectos) permite cosas buenas.
    Elsa "Cabra" siempre con buenas notas y reportajes, felicitaciones.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

      Zoila Soranti /

      07/10/2016 10:03 PM

      Excelentes fotografías, como siempre, las de Carlos Sebastián.

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!



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