Viernes 15 de enero. 10:26 am. Banderas militares con insignias de aire, mar y tierra ondean a un costado de la tribuna militar. Entre el monumento que recuerda la primera visita del Papa Juan Pablo II y la pirámide erigida en honor de los soldados caídos en combate, el piso del Campo Marte ha sido cubierto con pino, como si fuera una fiesta. Una escuadra militar que porta los estandartes de cada batallón del Ejército entra marchando al ritmo que le toca la banda Sinfónica Marcial.
Los cadetes de la Escuela Politécnica ocupan su lugar de honor y hacen valla por donde pasará su nuevo Comandante General. Alrededor de 20 unidades militares –que representan la diversidad de las fuerzas armadas guatemaltecas– se ubican en estricto orden para saludar a Jimmy Morales, un día después de su toma de posesión. Detrás de ellas, se ven tanquetas, helicópteros, buses y maquinaria del Cuerpo de Ingenieros. Todo integra la escenografía en donde se representará el solemne ritual del poder.
Poco antes de las 11, empiezan a llegar algunos invitados de honor. Larga fila de lujosas y monótonas camionetas negras. De ellas desciende el vicepresidente Jafeth Cabrera –acompañado por varios oficiales del Ejército–, algunos embajadores, ministros recién nombrados, magistrados y familiares de las nuevas autoridades. Sammy, el hermano del presidente, habla de una nueva película que estrenarán en mayo. Dice que será «una bonita premier». Los periodistas le preguntan sobre la “carrera artística” de Jimmy, sobre la continuidad de Moralejas y sobre su nuevo papel en la vida política nacional.
Con una hora de retraso, bajo un sol que no cede, se anuncia el ingreso del alto mando del Ejército. En la parte trasera de un jeep, escoltado por varios oficiales, aparece el nuevo presidente. La banda toca La Granadera.
A sus órdenes, mi comandante
En esencia, este tipo de representaciones no son más que una puesta en escena. Un espectáculo. En este caso particular se hace tangible una serie de relaciones abstractas de poder, mediante el uso de lenguajes simbólicos relativamente complejos. Los gestos, la vestimenta, las insignias, los saludos, etcétera., están pensados para materializar los rangos y las jerarquías propias de un sistema de poder y subordinación, donde superiores y subalternos se articulan en una estructura piramidal.
Al llegar a la tribuna, los oficiales presentes rodean al presidente y “se le cuadran”, con el clásico taconazo y llevando su mano a la altura de la frente. El nuevo comandante está en el palco, y el ritual solemne puede comenzar. La Granadera suena nuevamente, mientras los cadetes ingresan la bandera nacional, que presidirá la ceremonia.
El sacerdote Oscar Gracias, capellán de la Guardia de Honor y oficial asimilado del Ejército de Guatemala, inicia el programa con una invocación a Dios. (Su vestimenta, así como la negra sotana del Nuncio Apostólico recuerdan inevitablemente el desafortunado vínculo entre cúpulas religiosas y militares a lo largo de la historia guatemalteca).
En el imaginario militar, después de Dios viene la Patria. Por eso, se entona el himno nacional. La voz de los soldados opaca el volumen de la banda marcial. Es impresionante. ¿Qué piensa un soldado cuando canta la estrofa aquella de los «tiranos que escupan tu faz»? ¿Cómo imagina el futuro oficial del ejército ese «trono de amor»?
De forma rápida se cumple con las formalidades: el Ministro de la Defensa pone en manos de Jimmy el bastón de mando. El estruendo de 21 salvas de artillería resuena por todos lados. El humo y el olor a pólvora envuelven la tribuna militar, en donde el solemne ritual de los saludos se repite una y otra vez.
No saludamos a Jimmy
No pueden faltar los discursos, la retórica. El primero en tomar la palabra es el General de División Williams Mansilla, Ministro de la Defensa Nacional. Explica que lo primero que se hace en los cuarteles es aprender a saludar, así como se saluda en casa a «la cabeza de la familia». Con tono enérgico pero fingido, como de quien regaña, el general afirma que este acto de presentación y saludo del ejército al nuevo presidente materializa un precepto de orden constitucional que hace patente la disciplina y la obediencia hacia las nuevas autoridades electas. Así se hace palpable, según él, el papel de las fuerzas armadas en el marco de una sociedad democrática. Resume: «No saludamos a una persona, estamos saludando a un proceso institucional».
Entre constantes referencias a la letra del himno del Ejército y del himno de Guatemala, dice que los soldados quieren ser utilizados en la mejor forma en la defensa de la integridad de la patria, que están prestos para la guerra y que Jimmy Morales es «el primer soldado con que cuenta Guatemala», pues el comandante general debe ponerse al frente de la tropa para cumplir con su deber. Finaliza su discurso, y la banda marcial interpreta una graciosa ‘diana’.
Bendiciones. Bendiciones para todos
Jimmy toma el micrófono. Los soldados se cuecen dentro de sus uniformes, pero el mensaje de su nuevo comandante no puede faltar. Categorías abstractas, lugares comunes, refranes y citas parafraseadas de textos bíblicos, todo combinado en una retórica que recuerda demasiado a los libros de autoayuda y a las teleseries. Empieza diciendo que el mayor acto de amor es dar la vida por otro. Que el soldado, el bombero y el policía están dispuestos a hacer eso –amar al extremo de morir por desconocidos– y que tenemos que valorarlos más.
Dice lo que todos: que está destinado a mantener la soberanía, la integridad y la independencia de esta gloriosa patria. Agradece el papel de la mujer, ese «sexo que de débil no tiene nada», dentro de las fuerzas armadas.
Su reseña del papel del Ejército en la historia reciente de este país es, cuando menos, superficial: los únicos acontecimientos que resalta son las catástrofes naturales en las que el Ejército se ha volcado en tareas de rescate. El terremoto del 76, el huracán Mitch, la tormenta Stan y, desde luego, la reciente tragedia en El Cambray II. No escatima en reconocer el esfuerzo de los militares en operaciones de rescate y en misiones de “mantenimiento de paz” de la ONU en Haití y algunos países africanos. Desde luego, nada dice del terror como política de Estado, ni de la feroz contrainsurgencia que fue la plataforma que hizo posible las graves violaciones a los derechos humanos durante los años en que la cúpula militar tuvo un poder ilimitado. Nada dice de la corrupción, el contrabando y los negocios turbios que mantuvieron a una élite capaz de mantenerse en la impunidad durante décadas.
No pierde tiempo para dictar las primeras órdenes a sus nuevos subalternos:
1. Seguir cumpliendo con la defensa del territorio y la integridad nacional, y garantizar la seguridad del Estado en el marco del cumplimiento de la ley; y
2. «Reconstruir la Guatemala profunda».
Guatemala profunda. Sí, el mismo término utilizado por Otto Pérez Molina durante sus últimos intentos por aferrarse al poder. ¿Se refiere a esa Guatemala de las áreas rurales y las barriadas urbanas que fue desgarrada por la violencia? No. Se refiere a reparar y construir caminos, puentes y carreteras. Ocho mil kilómetros para este año, haciendo uso del personal y de la maquinaria del ejército, pero sin dejar claro de dónde saldrán y cómo se administrarán los fondos para un proyecto tan ambicioso. ¿Estamos frente al surgimiento de un nuevo negocio para los militares? Puede ser. Y, aunque hagamos de caso que no habrá negocios turbios y que el manejo de un proyecto de tal envergadura se hará con total honradez, ¿no existen otras entidades del Estado que deberían cumplir directamente esas funciones? Parece no importar. Sonrisas del presidente, sonrisas de su ministro, sonrisas de sus oficiales más cercanos.
El discurso de Jimmy termina con las bendiciones de rigor: bendiciones para Guatemala, bendiciones para el Ejército, para las familias, para todo el mundo.
Metáfora de país militarizado
Después de los discursos, continúa el rito. La corneta de órdenes gira a los cuatro puntos cardinales para hacer un toque de silencio en memoria del personal fallecido en el cumplimiento del deber. Cada soldado caído es una víctima. Sus vidas no debieron terminar con una ráfaga de ametralladora, una mina anti-personal o una emboscada. Sin embargo, es imposible no pensar en los miles de víctimas que murieron mientras el ejército de Guatemala “cumplía con su deber”.
Después del emotivo sonido de la corneta, la banda toca el himno del Ejército. De nuevo, las gargantas de la tropa formada ahí, frente a la tribuna que preside el nuevo gobernante, opacan el sonido de las tubas, los clarinetes, las trompetas.
Jimmy, su ministro, sus generales, abordan el jeep y pasan revista a las unidades militares desplegadas en el Campo Marte. Todos saludan a sus superiores con las formalidades de rigor. Sin embargo, el presidente parece más interesado en saludar con amplia sonrisa a los camarógrafos que se agolpan al paso de su jeep que en los batallones que exhiben frente a él sus formaciones, sus estandartes, sus insignias.
El breve recorrido termina y se organiza el desfile en honor del Presidente Constitucional de la República. Mientras algunos helicópteros sobrevuelan la escena, la estructura que adopta el desfile se convierte en una cruda y poderosa metáfora de país militarizado. Al frente se colocan las banderas –la Patria, ese concepto abstracto, ese ideal. Inmediatamente después marchan los cadetes de la Escuela Politécnica, quienes serán los futuros oficiales del ejército, los encargados de dar las órdenes, «los hijos predilectos del Honor, el Deber y la Gloria». Detrás de ellos se van sucediendo las diversas escuadras: fuerza aérea, marina, kaibiles, policía militar, paracaidistas, ingenieros. Incluso la sección canina pasa frente a las nuevas autoridades. Cierran el desfile los dos bloques más interesantes: el Batallón Histórico Palencia y el Batallón Histórico Chichicastenango. El primero está conformado por hombres bastante mayores, mujeres y algunos jóvenes, todos vestidos con playera blanca, jeans azules y sombrero estilo vaquero. Su única arma es un machete. Imposible no pensar en el campesinado rural que conforma buena parte de la población guatemalteca. Imposible no pensar en los Patrulleros de Autodefensa Civil. El segundo, que cierra el desfile, está integrado por hombres indígenas que portan el traje característico de Chichicastenango –explosión de color sobre fondo negro– y que marchan siguiendo el paso militar. Sobre el hombro llevan un morral blanco. ¿Cuáles pueden ser sus armas?
En esa pequeña formación que voltea la vista para saludar al presidente está condensada la estructura clasista, racista y excluyente que se ha construido a lo largo de la historia del país: a la cabeza, un puñado de hombres ladinos, relativamente acomodados, destinados para mandar. Al centro un bloque mestizo que sirve de base para que los dirigentes ejerzan el poder. Atrás, en la retaguardia, el campesino y el indígena. Desde luego, muy pocas mujeres marcharon.
De nuevo al cuartel, ese templo, ese hogar
La banda marcial no deja de tocar durante todo el desfile. Hace las delicias de chicos y de grandes cuando interpreta el famoso tema en que se canta «Sacaremos a ese buey de la barranca». Las unidades militares regresan a sus puestos en perfecto orden, y con la salida de la bandera (a cargo, desde luego, de los cadetes de la Escuela Politécnica) termina el protocolo. Jimmy, el sonriente, se dirige al fondo de la escena, acompañado de su Estado Mayor.
Abre un pequeño espacio para dialogar con los periodistas. Un par de preguntas lo incomodan más de la cuenta –en particular las relacionadas con los inconvenientes tributarios y el conflicto de intereses de su recién nombrada Ministra de Comunicaciones. Por eso, luego de sus típicas gesticulaciones complacientes, deja varias preguntas en el tintero. Hubiese sido interesante saber, por ejemplo, que hará el presidente –ahora que tiene ya el mando supremo de las fuerzas armadas– en relación con el Jefe del Estado Mayor de la Defensa que tuvo la iniciativa de plantear un recurso de inconstitucionalidad para frenar los procesos penales abiertos en contra de militares por delitos cometidos durante la guerra en el país, rompiendo la estructura jerárquica del ejército y su principio como institución apolítica y no deliberante.
Luego de retomar de forma simbólica una misión –¿el nuevo negocio?– de los militares, la tropa se retira marchando hacia los camiones que le trasladarán de nuevo al cuartel –ese hogar, ese templo donde se absorben conceptos abstractos como el Honor y la Gloria, donde se reproduce un sistema de valores y una visión del mundo– mientras los oficiales cercanos a la cúpula militar, los nuevos funcionarios y sus invitados especiales se retiran a la parte trasera de la tribuna del Campo Marte, donde circularán las bebidas y los canapés mientras suenan las teclas de una marimba.
Pablo /
En realidad respeto su derecho a escribir opinión sobre lo acontecido, sin embargo déjeme decirle que deja mucho que desear y queda entredicho su ética profesional al momento de utilizar ese molesto sarcasmo, el uso continuado de """". Déjeme decirle una cosa: ¿qué institución cree usted más adecuada para llevar a cabo el "negocio" del que usted habla? (hago uso de su molesto sarcasmo) ¿¿qué institución a ver, el MICIVI? No cabe duda que en serio es más fácil criticar y burlarse de todo lo que acontece que ponerse a trabajar en bien de su país. Si de críticas surgiera el desarrollo usted sería uno de los mayores gestores del mismo en la historia. Por último déjeme decirle algo más: Si no entiende usted de el orden y la precedencia militar no emita opinión porque se ve mal queriendo adaptar categorías como el racismo, clasismo y demás a una situación que no tiene nada que ver con eso. Mejor pregúntese o investigue de que etnia son las personas que engrosan las filas del Ejército en TODOS los niveles. Investigue muy bien y después diga que es racismo y demás. Y aparte de todo si se precia de ser antropólogo investigue más historia porque si no sabe cual es el Batallón Palencia, Canales y demás está frito en conocer la historia de su país y las hazañas de dichas unidades desde inicios de la República.
Luis E. Ruiz /
Me gustó mucho, sobre todo el análisis del símbolo, el exponer como existen esos signos que configuran la realidad del país, el verdadero concepto del ejercito y su finalidad es expuesto a través de los símbolos que utilizan.
ANONIMO /
[…] de la República, Morales fue a reconocer a la tropa y al alto mando del ejército nacional. Les dio su primera orden: “La misión de reconstruir la Guatemala profunda. El Cuerpo de Ingenieros y, todas las unidades […]
Sergio /
Mr Horny, jajaja más servilismo que el alias imposible. El presidente sigue siendo Tod Robinson iluso, si no crees por qué hay 11 chafas en el bote?
Sapito Tun Tun /
Excelente nota
Mr. Horny /
No cabe duda que les ARDE el trasero a los de Nómada porque el "pueblo" eligió a un partido de Derecha. Quizás es porque todos saben que los de la izquierda solo son buenos para hablar (y huevear).