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La vida en la cárcel cuando no eres Baldetti

Sí, la exvicepresidente Roxana Baldetti se ganó, por méritos propios y odios fabricados, el título de la más odiada del país. En las calles y tras las rejas. Pero ¿por qué las reclusas del centro de detención para mujeres Santa Teresa no la quieren? Nómada entrevistó durante tres semanas a decenas de exreclusas, familiares y amigas de internas para reconstruir el ambiente dentro de la prisión y de dónde proviene el descontento con la celda mínima, pero exclusiva, de Baldetti.

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Bienvenida Baldetti, se lee abajo a la izquierda de la pared de entrada.

Foto: Carlos Sebastián

Las presas de Santa Teresa se molestaron tanto con la llegada de Roxana Baldetti que incluso se organizaron para definir acciones contra el Sistema Penitenciario. Su molestia no era personal. El caos lo despertó la habilitación de un espacio aislado, mínimo y exclusivo para los estándares de Santa Teresa, en un preventivo diseñado para albergar a 250 mujeres y donde conviven 978. Casi cuatro veces su capacidad. Adentro, dormir en una cama con edredones es un lujo comparado a una plancha de concreto, una delgada esponja, decenas de cuerpos apilados y respirando una al lado de la otra.

El pasado 2 de septiembre, cientos de miles de guatemaltecos estaban frente al televisor o en sus pantallas de celular para escuchar como el juez Miguel Ángel Gálvez ordenaba el traslado de Baldetti de la prisión militar de Matamoros hacia la prisión normal de Santa Teresa. La otrora mujer más poderosa del Estado, Roxana Baldetti, llevaba tres días enfrentando la justicia por el caso de corrupción más grande de la historia. Ese día, en el centro preventivo Santa Teresa, ubicado en la popular zona 18 de Ciudad de Guatemala, las reclusas también se amontonaban para escuchar la noticia en TN23, el canal del grupo monopólico Albavisión que transmite noticias todo el día.

Desde las televisiones ubicadas en cada sector de la cárcel escucharon atentas. El reportero repitió lo que acababa de ordenar el juez Gálvez: la ex vicepresidenta sería investigada por su participación dentro de la estructura de defraudación La Línea y mientras eso pasaba guardaría prisión en la prisión de Santa Teresa. Como una ciudadana común. “La traen para acá, muchá”, se repitió en los sectores.

Se enteraron que habilitarían un espacio especial para Baldetti. Y la noticia, en un centro hacinado, en condiciones infrahumanas, no cayó bien.

Los abogados de Baldetti temen que las presas le hagan daño, e incluso atenten contra su vida. No lo mencionaron, pero es un hecho que Baldetti desata odios en la sociedad como ningún personaje político desde la transición a la democracia. Ni siquiera las últimas dos reclusas poderosas que estuvieron en privadas de libertad en Santa Teresa.

Una fue Marlene Blanco Lapola, exviceministra de Gobernación y exdirectora de la Policía, acusada de haber participado en prácticas de limpieza social –asesinato de sospechosos de cometer crímenes–. Y Beatriz Ofelia de León, la expresidenta de la Corte Suprema de Justicia acusada de colaborar con su hijo Roberto Barreda para encubrir el asesinato y la desaparición de Cristina Siekavizza.

Los abogados de Baldetti pidieron que continuara en la cárcel militar de Matamoros –en donde guardan prisión capos del narcotráfico, el capitán Byron Lima (condenado por el asesinato de monseñor Gerardi), exministros o el expresidente Pérez Molina– y ahí las autoridades del Sistema Penitenciario también habían habilitado un lugar especial para ella. El problema era que cuando la trasladaron no estaba dentro de la ley que una mujer fuera recluída en ese centro para hombres. Pero el juez Gálvez fue enfático y sostuvo su decisión de mantenerla en Santa Teresa y ordenó a Presidios habilitar un espacio diferenciado para la exvicepresidente.

Inmediatamente empezaron los movimientos en Santa Teresa para buscarle un espacio distinto al resto de internas. Desocuparon el área donde se ubicaba el departamento jurídico y metieron allí una cama y otros enseres domésticos.

Ese espacio está ubicado a más de 50 metros de donde empieza el camino para bajar a los sectores donde conviven las 978 mujeres privadas de libertad por cometer todo tipo de delitos. Ese camino de gradas hacía abajo lleva al lugar donde se dividen los ochos sectores del preventivo para mujeres Santa Teresa. Guardias penitenciarios cuidan la entrada. Del otro lado de las puertas y mallas de metal, donde guardan prisión las ciudadanas guatemaltecas comunes, dormir en un colchón es un privilegio que casi nadie se puede ganar con al menos tres años de buena conducta; la regla es una plancha de concreto compartida con otra interna y una esponja de respaldo.

Las condiciones son, se ha dicho, infrahumanas.

 

Esta es una imagen dentro del centro a la que tuvo acceso Nómada.

Ésta es una imagen dentro del centro, a la que tuvo acceso Nómada.

Lo que escuchan y hablan las reclusas sobre Baldetti

“El tiempo de afuera se detiene cuando una entra aquí. Aquí adentro sigue, pero solo que en este tiempo no pasa nada”. Así describe los días una mujer que está presa en Santa Teresa desde hace tres años.

La aburrida (desesperante) y hacinada cotidianidad de Santa Teresa se agitó cuando Baldetti llegó a la cárcel, la noche de ese 2 de septiembre. La ex vicepresidenta entró acompañada de su abogado, Mario Cano, y se instaló. Un día después las prisioneras sabían del trato diferente y de los privilegios. Sabían de la cama y el edredón, del baño y de las toallas, de los cuidados de la enfermera y la comida, de las visitas de sus dos hijos y su esposo.

E incluso se creó el mito de una línea telefónica y una televisión plasma. Todo indica, según el relato de periodistas de otros medios que entraron a la mini-habitación de Baldetti, que es un mito.

Las guardias del Sistema Penitenciario fueron las primeras en quejarse de la llegada de Baldetti. Algunas alegaron de haber tenido que entrar a su habitación y hacerle la limpieza. Al final de cuentas, es una presa más y no está entre sus obligaciones, mencionaron. La situación también sirvió para que denunciaran las malas condiciones en las que laboran: salarios bajos, promesas de bonos incumplidas y mala alimentación.

“Su familia entró en caravana, con teléfonos y en pantalón”, se escuchó entre las reclusas. El ingreso de aparatos telefónicos a una cárcel es un delito y puede terminar en mínimo 6 años de cárcel. Además, por medidas de seguridad, las mujeres que visiten a las prisioneras deben utilizar falda o vestido, para que puedan ser revisadas. Hasta donde las reclusas supieron, ninguna de las visitas de Baldetti cumplió con llevar la vestimenta adecuada. Afuera de Santa Teresa hay personas que incluso alquilan faldas para que dejen entrar a las visitas al penal.

La historia de los familiares de las internas es diferente. Cuando llegan a verlas abordan microbuses y mototaxis que cobran entre Q1 y Q3 entre la colonia Atlántida hasta las faldas de una colina donde está el ingreso a la prisión. Para entrar a Santa Teresa hay que hacer al menos 40 minutos de cola. Si llueve o hay sol, sólo hay una pequeña pestaña de concreto bajo la cual refugiarse, justo en la pared donde se forma una de las tres colas para entrar.

La entrada a ese submundo es un cuarto que no mide más de dos metros y donde desde la ventana se observa la fotografía de la cantante mexicana Ninel Conde, la misma que cerró la campaña del Partido Patriota en Mixco hace un mes. Los agentes de presidios reciben el DPI, sellan el brazo de la persona y luego preguntan: ¿qué es usted de ella?

Luego del ingreso, otro guardia coloca un segundo sello. Pasos más adelante los agentes revisan las pertenencias de la visita y dos más inspeccionan su cuerpo para asegurarse que no llevan escondido algún ilícito. “A mi hija le gusta la ensalada pero aquí no dejan entrar pepino”, dice una señora con vestido y delantal antes de ser registrada.

 

Familiares y amistades visitan a las privadas de libertad.

Familiares y amistades visitan a las privadas de libertad. Foto: Nómada

Aparte de teléfonos, cuchillos, armas de fuego, licor y drogas, a la cárcel está prohibido ingresar piñas y arroz, porque con esos alimentos las prisioneras pueden elaborar cusha, una bebida fermentada tradicional en el Altiplano maya. Tampoco se permite el ingreso de pasta dental Colgate porque descubrieron que algunas prisioneras la calentaban en un sartén para hacer algo que tenía los efectos de la cocaína. Tampoco latas y botellas de vidrio, rasuradoras y espejos. Nada punzocortante. Casi ninguno de los utencilios de la vida normal fuera de la prisión.

Hay ocho sectores en Santa Teresa: un área de encamamiento, un área de aislamiento para pandilleras del Barrio 18 y un espacio de encamamiento para el mismo grupo. Una de las situaciones más denunciadas por las internas es la falta de espacios suficientes para cocinar sus propios alimentos. Hay muchas quejas de la comida que reciben. Prisioneras y guardias de Presidios denunciaron la baja calidad de los alimentos, llamados “el rancho”.

Cuando estuvo ingresada, las reclusas supieron que Baldetti recibía otro tipo de alimentos. Esto también molestó a las internas. En efecto, Baldetti recibía comida difrente para el desayuno y el almuerzo; para la cena, “el rancho”, que según las guardias, casi nunca se comía. Si no quieren comer “el rancho”, su opción es prepararse sus propios alimentos. Pero no es tan fácil.

En la mayoría de sectores hay 15 estufas. Estás son utilizadas en promedio por 120 personas, si es que todas funcionan. Por ejemplo, en el sector 8, de 15 de estos electrodomésticos hay 6 averiados. Para cocinar en las estufas, las internas hacen grupos hasta de diez personas y turnos.

La semana en que Baldetti estuvo en Santa Teresa, una interna tuvo un problema de vesícula. La atención no fue inmediata. Previo a trasladar a una persona hacia un hospital, las autoridades de presidios la llevan al centro para hombres en Pavoncito, donde se obtiene la autorización. Con Baldetti no fue así. Eso generó más molestias, ya que desde que llegó captó toda la atención de la enfermera de la prisión. Cuando enfermó fue llevada al Centro Médico Militar, lugar que ya rechazó albergarla. Como han rechazado albergarla hospitales privados y el de la Policía. Sus abogados se resisten a que la trasladen al hospital nacional San Juan de Dios, en condiciones también lamentables, en parte por la falta de presupuesto y en parte por la corrupción durante el gobierno de Pérez Molina y Baldetti. El juez ha ordenado más de tres informes médicos al Inacif para decidir dónde recuperará su salud.

Lea: Una paciente pasa 44 días en emergencias porque una máquina estaba averiada

Las privadas de libertad también se quejan de que la clínica médica dejó de serlo para convertirse en una veterinaria. Una clínica para 978 mujeres hacinadas, obviamente, no se da abasto.

Por otro lado, cada sector tiene un día para lavar ropa. El 1 y 2, el miércoles, el 3 el sábado, el 4 el viernes, el 5 el lunes, el 6 el jueves, el 7 el martes, y el 8 el domingo. En el mismo callejón donde las internas cuelgan la ropa es en donde algunas suelen fumar mariguana. Lo hacen allí porque la ropa disimula el fuerte olor a hierba. En esa área no son extrañas las riñas, ya que el espacio para lavar y poner a secar la ropa es reducido y no alcanza para todas. Encontrar un espacio es una proeza.

El hacinamiento

La serie de fotografías a las que Nómada tuvo acceso son el resumen de la molestia de las prisioneras ante los privilegios de la exvicemandataria. Privilegios que en un país con un sistema penitenciario funcional serían condiciones más o menos normales de una reclusa. En Guatemala no.

En Guatemala las prisiones no están diseñadas para las mujeres poderosas. Como con las prisiones masculinas. Como con la sociedad afuera de la prisión: el país no está diseñado para que los débiles tengan condiciones de vida dignas.

En Santa Teresa, todas las privadas de libertad duermen en planchas de concreto, acostadas de lado, porque acostadas boca arriba no cabrían. Sus pertenencias son colgadas en la pared para dejar espacio para las demás. No hay edredones, ni camas, ni baño propio, ni privacidad. Es lo que la sociedad guatemalteca está dispuesta a ofrecer para sus ciudadanas acusadas de cometer delitos. Porque en Santa Teresa están las acusadas de cometer delitos, no las sentenciadas.

Un solo baño puede llegar a ser utilizado hasta por 80 personas, según la información recabada para este reportaje. Si se dividen las 16 horas del día despiertas entre 80, esto equivaldría a que cada una tiene derecho a usar el baño 12 minutos al día, en rotación permanente.

 

Uno de los baños compartidos en Santa Teresa.

Uno de los baños compartidos en Santa Teresa.

La semana en que Baldetti llegó a prisión, Alex Maldonado, director del Penal se presentó con las voceras de los sectores y autorizó varias sus peticiones. Eso fue recibido de manera extraña, ya que algunas pensaron que una compensación por los privilegios para la exfuncionaria pública.

“Lo que pedimos es igualdad de trato. No queremos que nadie tenga privilegios”, dijo una interna. Beatriz Ofelia de León no tuvo privilegios, solo una cama de hospital. Marlene Blanco Lapola tampoco. Eran las penúltimas poderosas en Santa Teresa.

Cuando Claudia Méndez, exintendente de aduanas acusada de ser parte de La Línea, ingresó a Santa Teresa, ella bajó su propio colchón. Caminó rumbo al área de encamamiento y saludó a las internas que encontró en el camino. Ese acto hizo la diferencia en cuanto al trato que podría recibir en la prisión. Pero por el momento, está en un área aislada.

El día del reo en Santa Teresa

La semana pasada, el 24 de septiembre, en Guatemala se celebra el día del reo. En Guatemala hay más de 19 mil privados de libertad. Para esa fecha, el Sistema Penitenciario dedica una semana para realizan actos lúdicos. Cada sector hace una presentación, que puede ser bailar una coreografía y cantar o interpretar una obra de teatro. Los sectores de las cárceles compiten entre sí y el grupo que resulte ganador recibe un diploma de buena conducta, cooperación, convivencia y participación. Pero ¿qué significa para una persona celebrar el día del reo? “Lo que nos dan a entender es que la lucha sigue y tenemos que seguir, todos los días”, dice una interna.

Semanalmente ingresan, en promedio, 25 mujeres por diversos delitos. La cifra es elevada si se compara con la cantidad de egresos o traslados de centro, 6 semanales.

Uno de los problemas de todo el sistema de justicia es que los Juzgados de Ejecución no son suficientes para conocer todos los casos. Son esas instancias las que deben llevar la cuenta de cuántos años lleva una persona en prisión y si ya cumplió su pena. Pero el retraso es tan grande que la anterior Corte Suprema de Justicia encontró en esos juzgados casi 300 mil expedientes pendientes de ser resueltos.

Uno de los últimos incidentes violentos reportados dentro de Santa Teresa, fue un montín el año pasado para pedir que sacaran de la cárcel a Sebastiana Hortencia Cottón Vásquez, alias Doña Tana, extraditada a Estados Unidos el 21 de diciembre de 2014 acusada de estar vinculada a la estructura de narcotráfico de Juan Ortíz Chamalé.

Doña Tana era acusada por las reclusas de insultar a un niño que estaba dentro de la guardería de la cárcel: “muerto de hambre”, le dijo. Las presas querían atacarla, pero optaron por reunir firmas para sacarla. Doña Tana fue trasladada a un centro asistencial.

A un mes de que Baldetti ingresara a Santa Teresa, en la fachada del preventivo alguien escribió un mensaje con tinta y algo, una llave, una piedra, un lapicero, o una uña: Bienvenida Baldetti.

Ante el rechazo de hospitales militar, policial y privados de recibirla en sus instalaciones, una orden del juez podría ponerla de vuelta en el lugar donde tampoco la quieren, pero más que por funcionaria, aseguran que es por la distancia que quiere mantener respecto de las demás mujeres acusadas de haber violado la ley.

Nómada
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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Byron Avila /

    02/07/2016 5:33 AM

    Excelente reportaje..me parece que le hace falta un poco mas de publicidad a esta pagina..por que de verdad es adictiva a la hora de leer..Felicidades..

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Daniela Quintero /

    15/10/2015 8:01 PM

    Buen trabajo, aunque me hubiese gustado saber más sobre las condiciones de higiene que tienen. He leído que en muchas cárceles de mujeres, una de las cosas por las que más sufren es por la poca atención que se les da para mantener su higiene personal (incluso testimonios de una toalla sanitaria para su periodo completo).

    Por lo demás, me pareció muy bueno e importante de saber. ¡Saludos!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Walter Moreno /

    15/10/2015 12:38 PM

    Interesante reportaje, lo único que escribieron utensilio con c y es con s, ya lo verifiqué; si lo pudieran cambiar o que un corrector de ortografía revise lo que publican, ya que he visto un par de errores ortográficos más en otras publicaciones. Saludos Nómada!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    mireya jimenez /

    01/10/2015 10:26 PM

    Cuando las chicas lanzaron harina a Roxana B. Ella no tuvo compasión y las mandó a esa carcel. Ahora se le devuelve. Cuando visitó el Fedrico Mora dijo que estaba "rebonito" hoy se le devuelve. Que se revuelque en su arrepentimiento pues ella misma está sufriendo en carne propia lo que otros denunciaban y ella arrogante y cínica negaba. NO MAS PRIVILEGIOS A BALDETI!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Carlos E. Hernandez S. /

    30/09/2015 5:22 PM

    Se me paro el pelo. Que horrible lugar. JESUS!

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Nelly de Cantoral /

    30/09/2015 12:38 PM

    Estoy de acuerdo en que la Sra. Baldetti afronte la justicia; si la encuentran culpable, que sea sentenciada y cumpla su condena. No estoy de acuerdo con el odio hacia las personas, menos si se trata de misogonia. A quienes hicieron este artículo deberían saber que en la entrada a estos centros preventivos, hay casetas y personas particulares que alquilan faldas, chancletas, y "cuidan" celulares. Me gustó el artículo, de lectura fácil e información interesante. Saludos.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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