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11 Pasos

Aquel salvadoreño al que Maradona consideró como “el mejor jugador del mundo”

Los periodistas le preguntaron a Maradona si era el mejor del mundo. Por una sola vez desinfló el pecho y respondió que había otro mejor que él. Era salvadoreño, se llamaba Jorge González y jugaba en el Cádiz. Le apodaban “El Mágico” y no salió de ese pueblo chico porque no quiso. No fue estrella porque prefirió la fiesta, y la siesta y la felicidad que rara vez encaja con la disciplina.

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Jorge "El Mágico" González. El salvadoreño al que no se le dio la gana ser el mejor del mundo. Ilustración: Diego Orellana

mágico

Los españoles se enamoraron de él en aquella trágica noche en que Hungría le metió diez goles a los salvadoreños. En medio del naufragio de ‘La Selecta’, el muchacho melenudo y flaco guardaba las formas y bajaba el balón con gracia. Luego lanzaba un pase acariciado que nadie aprovechaba. Se gambeteaba a uno, dos o tres húngaros y en una de esas, después de tantas jugadas fallidas, tiró a la portería.

Casi fue gol suyo. Lo merecía porque fue él quien hilvanó toda la jugada, pero el balón terminó de rebote en los pies del delantero Luis Ramírez. Éste la empujó y de paso grabó su nombre como el primer y único salvadoreño en anotar un gol en un Mundial.

La fiesta se salía de la cancha

Después del torneo, Jorge “El Mágico” González regresó a El Salvador sólo para despedirse de un país en guerra y del barrio pobre en que aprendió a jugar y donde conoció la marihuana cuando no pasaba los doce años. Se fue en 1982 a jugar a Cádiz, en España.

Cádiz nunca ha sido un equipo grande. En sus mejores tiempos se mantuvo a media tabla. En sus peores, llegó a jugar en tercera división. El Mágico no les dio ningún título importante, pero le dio al equipo chico y al pueblo entero, la alegría de ver sus jugadas de fantasía. Genialidades con las que incluso una vez se llevó desde el medio campo a cuatro jugadores del Barcelona para marcar uno de sus goles más hermosos.

Aceleraba como un tren bala y luego paraba con freno de mano mientras los defensas se quedaban en el suelo. Su jugada, bautizada con el pintoresco nombre de “culebrita macheteada”, era un acto de magia en que movía el balón para un lado, pero terminaba escabulléndose por el contrario. Una jugada que veinte años después rescató Ronaldinho.

En el Paris Saint Germain pensaron que Mágico era mucho jugador para un pueblo tan chico. Quisieron llevárselo a Paris, pero el salvadoreño no quiso. Dijo que no sabía qué haría en una ciudad tan grande y a propósito, cuando los delegados del PSG llegaron para verlo jugar un domingo, jugó horrible.

Otros domingos tampoco le salían muy bien las cosas. A Jorge Gonzáles se le recuerda por su magia, por la fiesta y por la siesta. Se fugaba de las concentraciones para irse toda la noche de bar en bar. Un documental de ESPN es el mejor relato de aquella vida de rumba y flamenco. Terminaba sus fiestas a las 5 de la mañana, dormía hasta las 3 de la tarde y de paso se le olvidaba ir a los entrenamientos. Una vez llegó a sumar 18 días sin dar noticias sobre su paradero.

Aquí, siempre Cádiz

Los directivos, cansados de su indisciplina, lo cedieron al Valladolid en 1985 pero la afición del Cádiz abucheó los partidos hasta conseguir que Mágico regresara. Los directivos también lo perdonaron, pero a cambio de un nuevo y más estricto contrato. Creyeron que el dinero serviría para domarlo y lo amenazaron con multas millonarias para que le pusiera freno a la rumba.

No fue así. Prefería dejar su salario en multas que vivir una vida tranquila. “El dinero, ¿qué es el dinero?”, respondió cuando un día le preguntaron por qué no había cobrado lo poco que le quedaba de su salario. El otro dinero restante regresaba al pueblo de Cádiz. Si un niño le pedía dinero le soltaba 500 pesetas. Si alguien no tenía zapatos se los daba y llegaba caminando descalzo al estadio. Si se iba de fiesta, invitaba a todos.

También, con esa filosofía poderosa de la gente sencilla sentenció alguna vez: “La felicidad no está en el futuro”.  Nunca se cuidó para ser el mejor, nunca ambicionó más que un buen bar y una almohada cómoda. Su plan para el retiro, su sueño, decía que era terminar siendo taxista.

Su segunda temporada fue mejor y el Atalanta de Italia entró en contacto con los directivos de Cádiz para ficharlo. Dijo que no, muchas gracias, porque en Atalanta no se comía pescado frito. Era una excusa, lo que no quería era abandonar aquel pueblo. Mucho menos abandonar su estilo de vida.

También el Barcelona se interesó en El Mágico quien, aunque no quería cambiar de equipo, aceptó jugar con los blaugranas durante una gira que hicieron en Estados Unidos. Hizo dupla con Diego Maradona. Eran dinamita pura, una dupla maravillosa. Todo estaba listo para el contrato. En el hotel donde se hospedaban los azulgranas un día sonó la alarma de incendios, salieron todos menos Mágico que estaba enganchado con una mujer en su habitación. Suficiente prueba de su indisciplina para los directivos del Barcelona que mejor dieron marcha atrás con la contratación.

Su carrera en Cádiz terminó en 1991, luego de un año en que apenas jugó y tuvo que pagar una indemnización para dejar atrás una acusación por intento de violación. Terminó su carrera jugando en El Salvador hasta su retiro en 1999. Se retiró si nada, con los bolsillos vacíos y el gobierno salvadoreño le regaló una casa para asegurarle un mínimo de futuro.

Felicidad vs cortisona

Jugadores como El Mágico son aves extintas. El fútbol ya no es tan benevolente con el estilo de vida de los jugadores. Ya no hay espacio para figuras como Di Stéfano o Johan Cruyff que al medio tiempo aprovechaban para darle un jalón al cigarro. Luego igual corrían como adolescentes.

Con el salvadoreño terminaba esa época y empezaba otra dónde más que jugadores, el fútbol empezó a exigir atletas. Máquinas de alto rendimiento. Mientras El Mágico anteponía fama a gloria, a Maradona le inyectaban cortisona para que aguantara las extenuantes giras.

Esa es la nueva era del fútbol. Donde los clubes se convirtieron en máquinas de producir jugadores. Donde se les infiltra para que aguanten un partido más y se les engorda como reses para que resistan las patadas de los rivales. Donde los jugadores deben ceder al club el control sobre lo que comen, sobre sus horarios, sus rutinas de entrenamiento y las marcas de ropa con las que visten.

Hoy en día difícilmente alguien diría que no a un contrato multimillonario. Cuando entrevistan al Mágico, nunca falta que le pregunten si se arrepiente de la vida que llevó. Ya respondió una vez y difícilmente cambie de opinión:

“Reconozco que no soy un santo, que me gusta la noche y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en el coco, no me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no sería yo. Solo juego por divertirme”.

Nómada
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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    César Estrada /

    29/06/2018 3:41 PM

    Muy buen reportaje. Gran jugador el Mágico. Recuerdo que le metió cuatro goles al Aurora en un campeonato centroamericano. Que no siguió las normas de comportamiento esperadas de un futbolista profesional es asunto de él, y no creo que haya hecho daño con eso. Acaso lo importante sea elegir uno mismo el género de vida que considere lo llevará a la autenticidad y, por qué no decirlo, a su felicidad y plena realización.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Eduardo Peletieri /

    29/06/2018 1:30 PM

    Efectivamente tuve la oportunidad de llevar especial seguimiento del desempeño futbolístico de este brillante futbolista. En Cadiz lo recuerdan con cariño y hasta devoción. He visto vídeos de partidos donde él realmente demostraba todo el talento bárbaro que poseía. Lástima eso sí su vida licencionsa que le apartó inevitablemente de las luces de la fama y la gloria. Sin embargo no tengo empacho en reconcoer que Jorge "El Mágico" González ha sido el mejor jugador que ha dado Centroamérica al mundo.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Rodrigo Polo /

    29/06/2018 11:00 AM

    Si pues, y ahora viviendo de la limosna, aunque sea de netcentero debería de trabajar...

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Call me Ishmael /

    29/06/2018 7:29 AM

    Muy buena historia, aunque no soy tan fanático del futbol, de las buenos relatos sí, y este me gustó mucho, me atrapó de cabo a rabo. Felicitaciones Gabriel Woltke, gran narración.

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!



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