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La abuela loca que propone una búsqueda de los desaparecidos con alegría

Estela de Carlotto es una abuela como muchas y al mismo tiempo es una abuela excepcional. Lleva el cabello esponjoso y canado, usa un bastón para andar y sube gradas con lentitud. Y sobre todas las cosas, adora a su familia. Tanto así que dedicó 36 años de su vida para buscar al nieto que le arrebató la dictadura cívico-militar argentina. Con esa experiencia trajo una recomendación para las familias separadas por el conflicto armado interno en Guatemala.

De dónde venimos P258

Estela de Carlotto compartió con guatemaltecas y guatemaltecos en la Liga de Higiene Mental.

Fotos: Carlos Sebastián

– Dejen a esas abuelas locas, que se van a cansar y van a ir a llorar a sus casas.

Las locas eran las mujeres que salían a caminar todos los jueves desde abril de 1976 en la Plaza de Mayo, en Buenos Aires. Buscaban pistas para encontrar a sus hijas e hijos desaparecidos por militares y policías, por ser considerados enemigos del Estado.

Así fueron los comienzos de la dictadura cívico-militar que se instaló en Argentina que entre marzo de 1976 y 1982 dejó al menos 30 mil personas desaparecidas –incluyendo 300 niñas y niños–.

Para los militares en el poder y sus cómplices civiles, las doce señoras, de entre 50 y 60 años, no parecían una amenaza. No eran hombres, no eran jóvenes, no eran fuertes. Eran abuelas que se distinguían por llevar un pañuelo en la cabeza y las fotos de sus familiares en las manos.

Pero mientras el tiempo pasaba y los regímenes terroristas desaparecían a más personas, también había más abuelas locas. Así empezó la historia de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo.

Estela de Carlotto se unió a ellas cuando su hija mayor, Laura, fue secuestrada por militares el 26 de noviembre de 1977. Después supo que en un centro clandestino de detención fue torturada y ejecutada.

Ya pasaron 42 años. Ahora Estela recuerda el pasado con dolor y tristeza, pero piensa en el futuro con optimismo y alegría. Y eso es lo que quiere transmitir a las víctimas del conflicto armado interno guatemalteco (1960-1996) en su visita a Guatemala coordinada por el Comité Internacional de la Cruz Roja.

– Vivimos los regímenes del terror con miedo, pero eso ya pasó. Ahora nos toca celebrar que estamos vivas, celebrar que estamos construyendo una mejor sociedad para nuestros nietos, le dice Estela de Carlotto a un grupo de hombres y mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos en Guatemala.

En Guatemala, un país con un tercio de la población de Argentina, la cifra de desaparecidos por fuerzas estatales fue de 45,000 personas.

La búsqueda alegre de los desaparecidos implica, según Estela de Carlotto, aprender a vivir sin odio ni resentimiento contra quienes cometieron los crímenes del pasado. Eso no significa olvidar el pasado o aceptar la impunidad. Todo lo contrario.

Según la Abuela de la Plaza de Mayo, también hay que trabajar en la construcción de la memoria, en buscar la verdad y la justicia para las víctimas.

 

Cuando el fin es el principio

Durante los 36 años de conflicto armado interno en Guatemala, el Estado funcionó una maquinaria de desaparición forzada. Los objetivos eran las personas que incomodaban y se oponían al poder, o cualquier persona que pensara diferente a los regímenes militares.

El ejército, la Policía Nacional y las PAC desaparecieron a 45 mil personas –incluyendo unos 5 mil menores–. Como los militares de casi todo el planeta, los guatemaltecos dejaron sistematizado todo el horror, y documentos oficiales ahora son evidencias en procesos judiciales y al mismo tiempo son pistas que buscan sobrevivientes del conflicto para buscar a sus desaparecidos.

Guatemala, después de Argentina, es el país del continente con más sentencias por crímenes de lesa humanidad.

Dos casos paradigmáticos de desapariciones son el del sindicalista Fernando García, esposo de la diputada Nineth Montenegro, desaparecido en 1984. Los policías Héctor Roderico Ramírez Ríos y Abraham Lancerio Gómez fueron declarados culpables de la desaparición forzada y condenados a 40 años de prisión en 2010.

Y la del niño Fernando Molina Theissen, desaparecido en 1981. En 2018, Manuel Benedicto Lucas García, exjefe del Estado Mayor del Ejército; Manuel Antonio Callejas, General de División; y Hugo Zaldaña, oficial del Estado Mayor del Ejército; fueron condenados a 58 años de prisión por los delitos de deberes contra la humanidad, violación con agravación de la pena y desaparición forzada.

Pero hay también casos de reencuentros.

María Eugenia Col Choc buscó por muchos años a su hermana Matilde, una maestra de Cobán, Alta Verapaz, que fue secuestrada por el ejército en 1983. A los educadores se les podía considerar enemigos del Estado porque compartían conocimientos y difundían el pensamiento crítico.

La búsqueda de Matilde Col terminó después de las excavaciones en el antiguo destacamento militar de Creompaz. A partir del 2012, antropólogos y fiscales encontraron 565 osamentas en 84 fosas clandestinas. Con pruebas de ADN e informes, consiguieron identificar a 152 víctimas, una de ellas era Matilde.

A Matilde Col la enterraron el 19 de julio de 2014, 31 años después de su desaparición. Cientos de personas acompañaron en la iglesia y el cementerio a la familia Col Choc. Para María Eugenia fue el fin de la búsqueda de su hermana. Y también el comienzo de la búsqueda de su sobrino.

Matilde Col estaba embarazada cuando fue desaparecida, pero entre los esqueletos de las víctimas de Creompaz no encontraron los restos de su hijo. Por eso, María Eugenia Col cree que dio a luz y piensa que su sobrino puede estar vivo.

Eso fue lo mismo que pensó Estela de Carlotto cuando supo que su hija Laura dio a luz a un bebé en un hospital militar el 26 de junio de 1978, dos meses antes de ser ejecutada. Así que dedicó a buscar a su nieto durante décadas hasta que lo encontró en 2014.

María Eugenia Col dice que la historia de Estela de Carlotto le da esperanzas de poder ubicar a su sobrino y devolverle la identidad que le fue arrebata en el conflicto armado interno. En un encuentro, las dos mujeres se abrazaron y conversaron sobre su lucha compartida.

– Recordar lo que pasó y buscar a nuestros familiares es una forma de decir que estos crímenes ya no se pueden repetir, dice María Eugenia Col.

El valor de la sangre de las abuelas

Unos 300 bebés nacieron en cautiverio en los centros clandestinos de detención durante la dictadura argentina. La mayoría fueron apropiados por los mismos captores de su padres o entregados en el millonario negocio de adopciones irregulares.

En ese proceso, las identidades de los nietos fueron alteradas. Y por eso muchos no saben que sus padres fueron torturados y asesinados en el contexto de la dictadura.

Estela de Carlotto dice que la clave está en la sangre de las abuelas:

– Es lo que nos mantiene vivas y también tiene la información genética para identificar a los nietos.

Las abuelas locas, junto con científicos, han desarrollado un complejo banco de información genética. Ahí están los registros de las abuelas y abuelos que perdieron a sus hijas embarazadas, que se contrastan con el ADN de hombres y mujeres que dudan sobre su identidad. Así recuperaron 130 nietos.

En Guatemala, el ADN y la perseverancia también ha ayudado a encontrar a familiares vivos.

Sebastián Huber –conocido como Chalo Tiño–, de Chichicastenango, Quiché, fue capturado y desaparecido por el ejército en 1981, cuando era un niño. En esa ocasión también fue capturado su tío. El niño fue dado en adopción en 1987 y llevado a Estados Unidos.

El Programa Todos por el Reencuentro, de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, investigó el caso y consiguió información sobre su familia. El 29 de diciembre de 2006, Sebastián Huber se reencontró con su familia, con su prima Catarina Tiño, quien inició el proceso de búsqueda y en la actualidad exige información al ejército para poder dar con el paradero de su padre.

En Guatemala, el Grupo de Apoyo Mutuo, la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, Famdegua y la Fundación de Antropología Forense trabajan para lograr estos reencuentros. La Liga Guatemalteca de Higiene Mental ha conseguido 497 encuentros de personas que fueron separadas de su familia en el marco del conflicto armado.

Marco Antonio Garavito dirige la Liga, que ayuda a sobrevivientes del conflicto armado interno a buscar a sus familiares desaparecidos y que recibió a Estela de Carlotto en su visita a Guatemala.

– Así como las Abuelas trabajan en Argentina, en este país hay muchas mujeres y hombres que entregan su vida a la búsqueda de desaparecidos. No son conocidos, pero también son parte de la historia de Guatemala.

Javier Estrada Tobar
/

Periodista y estratega de comunicaciones con una carrera de más de 13 años, que incluye tanto el ejercicio del periodismo de investigación como el manejo de una sala de redacción.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Miriam /

    15/08/2019 8:48 AM

    Todo el respeto para estas mujeres valientes que no se resignan y siguen buscando a sus seres queridos. Son un ejemplo de lucha y perseverancia.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Víctor López /

    14/08/2019 1:17 PM

    El plan cóndor , operación colombo , eso se aplicó en sur América , aquí tuvimos FRIJOLES y FUSILES , QUITARLE AGUA AL PEZ , TIERRA ARRASADA... Pero eso no es lo terrible, lo terrible es que al pueblo lo siguen engañando... Nos impusieron a giammatei en parte , en parte por que la muchedumbre votó por él, ya lo verán este señor viene con sed de venganza, lo único que queda es hacerle frente al don, títere de la oligarquía

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!

    José Molina /

    14/08/2019 11:52 AM

    Excelente artículo y mi reconocimiento y admiración a la señora Corletto. Vivan las abuelas de la plaza de mayo.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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