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Crónica del miedo en la era de cacería de centroamericanos en México y EEUU

En las primeras semanas desde el anuncio de la Guardia Nacional mexicana para cumplir con las órdenes del presidente estadounidense Donald Trump, siete migrantes —de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua— almuerzan en un comedor en Chiapas. Así viven esta nueva temporada de cacería de centroamericanos. Es una historia cotidiana en una región que en el primer semestre ha expulsado más de medio millón de sus habitantes.

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Huehuetenango es uno de los departamentos que más expulsa migrantes hacia Estados Unidos. En sus calles se percibe la influencia de ese país.

Fotos: Carlos Sebastián

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Es la 1.30 de la tarde en un pueblo en el sur del estado de Chiapas en México. Aquí, a dos horas de la frontera con Guatemala el calor es intenso. Con alivio, Jonathan, de 28 años, recibe un vaso con horchata de la cocinera sonriente y canosa del comedor del albergue para migrantes donde él ya lleva varios días.

Su camiseta y sus lentes llevan el color de su bandera, azul cobalto. En Nicaragua era estudiante, vivía con su mamá y sus hermanos, y repartía periódicos para ganar un poco de dinero. Pero de un día para otro, a partir del 18 de abril de 2018, fue tachado de “delincuente” cuando se unió a las protestas masivas contra el presidente Daniel Ortega.

–Yo estaba bien. Iba a entrar a la universidad y comenzar a estudiar teología. Tengo cartas de referencia de varios sacerdotes y de organizaciones que dan fe de mí, de lo que yo soy. Pero ni modo, me metí en las protestas en contra del gobierno y tuve que salir huyendo. Ahora el gobierno a mí me tiene catalogado como un delincuente.

Este día, alrededor del mantel floreado en la mesa del comedor, se reúnen los acentos de cuatro países: Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala. La charla es cotidiana, pero el contexto pesado se siente; todos comparten la mala suerte de haber sido expulsados de sus países por las realidades de Centroamérica.

Un salvadoreño en sus 60's, con tristeza en su mirada, se sienta en la cabecera de la mesa. Decidió migrar con su hijo adolescente para salvar su vida de la pandilla que controla la colonia donde vivían. Fueron amenazados de muerte y en la cara del joven aún se notan las heridas de las golpizas que recibió por no querer unirse a la clica local.

Una mujer joven huye de la pobreza en Honduras. Junto a otro joven nicaragüense, vende artesanías en las calles de México. Aún no saben si quieren solicitar asilo en México o si seguirán su camino a Estados Unidos.

E Ismael. Un guatemalteco reservado de 36 años que habla poco, pero mantiene una sonrisa humilde en la mesa. Detrás de sus lentes, un parche le cubre su ojo derecho.

–La historia que yo tengo es dura. Me trataron de matar por defender a mi hermano. Se peleó en un salón y yo por meterme, a mí me dieron en la cara con un machete. Me partieron el ojo.

Ismael es papá soltero y trabajaba como agricultor en Zacapa, donde ha vivido toda su vida. Salió hace una semana porque después de la pelea comenzó a recibir amenazas. Asegura que los hombres que lo quieren matar pertenecen al Barrio 18.

Su destino es Estados Unidos. Pero se va a quedar un par de semanas en el albergue, ya que tuvo la suerte de conseguir un trabajo en el pueblo que le permite ahorrar un poco de dinero para el viaje.

 

En un comedor coinciden los centroamericanos y cuentan sus historias de por qué huyen de sus países.

En un comedor coinciden los centroamericanos y cuentan sus historias de por qué huyen de sus países. Foto: Carlos Sebastián

La Guardia Nacional

El albergue es un santuario para los migrantes. Una parada temporal pero segura. Por ahora. El 18 de junio, pocos días antes de este almuerzo, se implementó el proyecto del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador de ubicar 6 mil soldados de la Guardia Nacional en toda el área fronteriza con Guatemala.

La tensión en el albergue aumenta con la noticia de los recién llegados, de que en otros pueblos fronterizos los soldados han comenzado a allanar hostales y hoteles en búsqueda de migrantes y ‘polleros’, el modismo mexicano equivalente a ‘coyotes’. En términos de la ley, traficantes de personas.

La preocupación está pintada en las caras de los migrantes, ¿hasta cuándo comenzarán a allanar los albergues de las iglesias y oenegés?

Los operativos también mantienen preocupados a los encargados en los albergues que visitó Nómada, quienes pidieron que no se revelara su ubicación. Temen que hablar con la prensa llame la atención de manera negativa.

En la orilla de una de las carreteras que divide las montañas verdes y boscosas del sur de Chiapas, un retén de soldados se ha instalado bajo la sombra de un árbol de ceiba enorme. Aquí el calor es húmedo, y a pesar de que aún son solo las 8.30 de la mañana ya se siente dentro de las botas altas de cuero y el uniforme verde. En sus brazos llevan brazaletes negros con ‘GN’ en letras blancas. Son militares que cubrirán los patrullajes y operativos en búsqueda de migrantes y coyotes, hasta que llegue la nueva y controversial Guardia Nacional, uniformada de gris, del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.

El propósito inicial de la nueva Guardia Nacional fue sustituir a la Policía Federal y combatir a la fuerte delincuencia en el país. Pero bajo la presión del presidente Donald Trump de Estados Unidos, López Obrador ordenó que buscara migrantes que se encuentran en México de forma irregular para evitar que Trump implementara un arancel de 5% a todos los productos mexicanos. El arancel, un castigo comercial para obligar a López Obrador frenar el flujo migratorio que pasa por México desde Centroamérica, iba a aumentar gradualmente hasta resolver el problema de la migración ilegal, escribió Trump en su cuenta de Twitter el 30 de mayo de 2019.

Los soldados están fuertemente armados, pero su función es solamente brindar seguridad y acompañamiento a los delegados del Instituto de Migración, asegura uno de los oficiales. Agrega que en este municipio ya llevan diez días realizando operativos.

Dan acompañamiento a dos delegados del Instituto Nacional de Migración encargados de detener e inspeccionar a cada taxi, microbús, camión y carro particular que pasa. Los delegados no hablan con la prensa. Solo afirman que el bus vacío con logotipo del instituto es para llevar a los migrantes que encuentran sin papeles. Así las dos autoridades se complementan. La presencia armada de una, desanima a cualquiera oponerse a la segunda.

El retén está a 20 minutos de la frontera con Guatemala. Nunca se quedan en el mismo lugar más que unos 30 minutos, ya que rápidamente la información sobre su ubicación llega a los ‘coyotes’ en la frontera.

Un taxista mexicano, que prefiere mantener su anonimato, confirma ese dato. Trabaja en La Mesilla, en el lado de México, y dice que esa mañana apenas se había instalado el retén de soldados en la carretera cuando la información comenzó a circular por cadenas de mensajes.

 

La Guardia Nacional de México revisa los autobuses que transitan por la frontera.

La Guardia Nacional de México revisa los autobuses que transitan por la frontera.

La Guardia Nacional, fuertemente armada, patrulla la zona.

La Guardia Nacional, fuertemente armada, patrulla la zona.

Peligro por todos lados

El que mantiene viva la conversación en el almuerzo es ‘Manuel’, un cincuentón y carismático hondureño, que prefiere resguardar su identidad. En voz recia él entretiene al grupo, con anécdotas y análisis de la situación de la región.

–Honduras se está poniendo igual que Nicaragua, dice Jonathan.

–Está horrible. Está más feo que Nicaragua todavía. Estamos controlados por las pandillas ahora. El Salvador igual, responde Manuel mientras señala con su tenedor al señor mayor y su hijo adolescente.

No responden. El papá solo asiente la cabeza. Manuel continúa.

–Las maras y pandillas tienen de los huevos a El Salvador y a Honduras. Y hay mucha corrupción.

–En Nicaragua ya a las 7 de la noche, ya no puede salir uno a la calle, dice Jonathan, aprovechando que Manuel se acaba de llenar la boca con pollo.

–Sí. Lo peligroso es estar en la calle por los pandilleros, comenta Ismael.

–Guatemala está peligrosísimo. ¡Está dura la situación! Hace poco los pandilleros mataron a un hermano mío, interrumpe Manuel.

Al terminar de comer Manuel cuenta que decidió salir de su país hace un par de años por la falta de trabajo, por la pobreza y por la delincuencia. Enseña el retrato de un bebé, su hijo, y una calavera en la piel de sus antebrazos y explica.

–Me andaban levantando la ropa para ver mis tatuajes y siempre hacían preguntas. Yo no traigo tatuajes de pandillas, pero para un trabajo, o los policías, o los carteles, o los mismos pandilleros. Todos te juzgan, o te matan.

 

Manuel muestra sus tatuajes, en un brazo tiene el rostro de su hijo. Es criminalizado en Honduras y no le dan empleo por ello. Foto: Carlos SebastiánManuel muestra sus tatuajes, en un brazo tiene el rostro de su hijo. Es criminalizado en Honduras y no le dan empleo por ello. Foto: Carlos Sebastián

Manuel muestra sus tatuajes, en un brazo tiene el rostro de su hijo. Es criminalizado en Honduras y no le dan empleo por ello. Foto: Carlos Sebastián

Se fue hacia Estados Unidos, pero encontró trabajo en México y luego obtuvo residencia. Ahora quiere traer a su hermana y sobrina que viven amenazadas en Honduras por la misma pandilla que mató a su hermano. Ellas ya cruzaron Guatemala, pero a Manuel le preocupa ahora, que sean retenidas en uno de los retenes de los soldados alrededor de la frontera y finalmente deportadas.

Desde el 17 de mayo y hasta finales de junio 20,000 migrantes fueron detenidos en operativos de la Guardia Nacional, informó Reuters citando al general de brigada Vicente Antonio Hernández quien prefiere decir que se tratan de migrantes “rescatados”.

Pocos días antes, el 20 de junio, el Presidente Trump reconoció los resultados de los operativos de la Guardia Nacional:

–Y también tengo que agradecer al presidente de México porque realmente ha estado haciendo un gran trabajo en la frontera y en México. Han pasado muchas cosas positivas. Y el flujo (migratorio) ha bajado considerablemente. Tienen 6, 000 soldados mexicanos en su frontera sur. Y realmente ha hecho una diferencia enorme.

No obstante, defensores de derechos humanos en México han criticado a las autoridades por no publicar los protocolos que dirigen a la Guardia Nacional cuando detienen migrantes. Nómada habló con un oficial del ejército en un área boscosa cerca de la frontera Gracias a Dios, quien explicó que su batallón no realiza los operativos en acompañamiento del Instituto Nacional de Migración, no obstante asegura que si encuentran migrantes cruzando la frontera de forma indocumentada in fragranti, esa condición les permite actuar. No especifica de qué manera.

Algo decepcionado, el oficial explicó que en diez días realizando operativos, le fue “más o menos”. Detuvieron a 14 migrantes que fueron entregados al Instituto Nacional de Migración. No duda en que los centroamericanos van a seguir llegando.

–Van buscando la vida. Así es. La situación en Guatemala y Honduras está muy dura.

Justo en la línea que separa Guatemala y México en la frontera Gracias a Dios, Álvaro, de 41 años, y sus dos hijos están esperando. El más grande de 19 años solo los vino a dejar. Mientras el más joven, de 17 años, va con su papá porque así tienen posibilidad de quedarse en Estados Unidos, dice Álvaro.

Para ellos migrar a la capital nunca fue una opción. Los tres aseguran que según lo que se ve en los noticieros, es demasiado peligroso. Se nota el miedo en la cara del papá al enterarse de los operativos de los soldados mexicanos en el área fronteriza.

—No sabía. A uno le hace pensar una vez más en el viaje que toca, dice.

Vienen de Huehuetenango, el departamento que más ciudadanos expulsa por la pobreza, la falta de empleo y oportunidades de vida. El plan de Álvaro es quedarse en Estados Unidos durante ocho años, para trabajar y apoyar económicamente a su esposa y a sus otros tres hijos en Huehuetenango, mientras su hijo termina sus estudios allá.

—Así el patojo va a tener mejores oportunidades cuando regresamos acá otra vez, dice el señor que planificó su viaje durante un mes.

Aún así decidió ir a votar para las elecciones del 16 de junio, aunque realmente ya no cree en el cambio en Guatemala.

En Guatemala, la Policía Nacional Civil lanzó la Operación Gobernanza entre el 3 y el 5 julio para localizar migrantes que se encontraban en el país de forma irregular. Después de dos días, 218 personas —la mayoría salvadoreños, hondureños y haitianos— fueron expulsados del país. Según la Dirección de Migración, el procedimiento actual es regresar los migrantes a la frontera de ingreso. Una práctica dudosa, dice el defensor de personas migrantes de la Procuraduría de Derechos Humanos, Carlos Eduardo Woltke.

–El mismo código de migración no plantea la deportación en Guatemala, solo existe la expulsión y orden de abandono, ambas requieren procesos administrativos y la primera también orden judicial. Los estándares internacionales de protección internacional prohíben la deportación sin un análisis de la condición de vulnerabilidad. Entiendo desde nuestro enfoque que la expulsión se debe dar por orden de juez, pero no hay precedente de ninguna orden. Contraviene los estándares. Debería ser ilegal pero no hay quien lo declare.

 

XXXX y sus hijos cruzan la localidad del Carmen Xhan, situado en La Trinitaria, Chiapas. Dejan atrás su aldea, Gracias a Dios, en Nentón.

Álvaro y sus hijos cruzan la localidad del Carmen Xhan, situado en La Trinitaria, Chiapas. Dejan atrás su aldea, Gracias a Dios, en Nentón.

Las amenazas llegan hasta México

Todos ya terminaron de comer. La conversación les dejó en un momento de silencio colectivo hasta que Manuel pega un grito: “¡Provecho!” De repente la mesa está vacía y la señora canosa, de sonrisa grande, comienza a limpiar.

Solo Jonathan sigue sentado en la banca. Mantiene el celular en su mano. Lo revisa a cada rato. Desde que huyó de Nicaragua a Costa Rica en septiembre 2018, este aparatito ha sido el único contacto con su familia, y sus amigos que aún siguen con vida en Nicaragua. También le sirve para recopilar todas las amenazas para documentarlas en su solicitud de asilo en Estados Unidos.

 

Jonathan revisa su celular en el albergue de Chiapas.

“Me metí en las protestas en contra del gobierno y tuve que salir huyendo. Ahora el gobierno me tiene catalogado como un delincuente”, dice Jonathan, de Nicaragua. Aún sigue recibiendo amenazas de muerte.

—Ya prácticamente perdimos la esperanza. Ese gobierno nunca va a salir. Si no es por la fuerza, no va a salir. Igual que Maduro, cuántas sanciones no le han puesto y no se va. Pero Estados Unidos no va a intervenir en Nicaragua. ¿Qué tiene que ofrecer Nicaragua a cambio? Nada.

Las protestas de 2018 fueron reprimidas con violencia por las fuerzas especiales, la policía, los grupos de choque y la Juventud Sandinista. Jonathan perdió a seis amigos cercanos que murieron por arma de fuego en las protestas. También perdió a muchas amistades que decidieron unirse a la Juventud Sandinista y los grupos de choque. Eran amigos de su juventud, algunos de la infancia, que hoy lo amenazan de muerte.

“Te lo dije. Te lo dije, compadre, varias veces, pero te valió. ¿Vos creés que no te vamos a agarrar? Si ya te fuimos a buscar cinco veces”, la voz baja y seria de un hombre suena desde un audio que Jonathan recibió en su celular.

El hombre era un amigo de la adolescencia que se unió a los paramilitares del gobierno. Una noche, Jonathan se estaba escondiendo en una casa con otros estudiantes, cuando llegó la Policía. Los agentes rodearon la casa y la iban a prender fuego. Jonathan llamó al amigo del audio, pidiendo que lo ayudara. Le salvó la vida pero con una advertencia.

–‘Si te volves a meter otra vez en las protestas en contra de nosotros o te agarramos o te matamos’, me dijo. Pero yo no hice caso porque era una injusticia lo que estaban haciendo en contra del pueblo. Si no, todos vamos a vivir siempre amarrados. Prácticamente presos en nuestro país. Entonces volví a salir. Ahora soy enemigo de muerte de ellos, que si me ven, me matan, cuenta Jonathan.

Reconoce que hablar de lo que vivió en Nicaragua le pone nervioso, pero no deja de contarlo. Sus manos tiemblan. En la pantalla muestra las fotos de dos jóvenes que fueron disparados en una de las protestas. Sus cuerpos, ya sin vida, están en el piso de una iglesia católica, el único lugar donde los manifestantes heridos podían buscar apoyo.

—Él era amigo mío, le decíamos el Mariachi, dice Jonathan.

Las amenazas le siguen llegando a Jonathan, que también fue baleado en una protesta. Cuando se escondió en Costa Rica, le amenazaron de muerte a él y la señora que lo que acogió durante meses allá. Hace pocos días Jonathan recibió otra amenaza por mensaje. Saben que está en México y él ya no se siente seguro en el pueblo.

Mensaje con las amenazas que recibió Jonathan.

Mensaje con las amenazas que recibió Jonathan.

Un camino riesgoso y sin garantías

El 24 de junio el presidente López Obrador mandó otros 15,000 soldados de la Guardia Nacional y el ejército a la frontera que divide México de Estados Unidos para frenar a los migrantes. Jonathan e Ismael tuvieron suerte. Lograron escapar de Nicaragua y Guatemala con vida, y entrar a México antes de que comenzaran los operativos de los soldados para buscar migrantes. Ahora les espera otro muro de contención, después de un camino largo donde el peligro domina.

El pasado 6 de julio, Cristian de 10 años fue encontrado junto al cuerpo asesinado de su papá en el Estado de Morelos, México. Cristian tenía una lesión por arma blanca en el cuello. Junto a su papá, originario del departamento de Jalapa, su tío y su primo, salieron de Guatemala el 28 de mayo. Pero según información del medio estadounidense Univision, fueron secuestrados por miembros del cartel Los Zetas quienes exigieron 12,000 dólares a los familiares de los guatemaltecos para dejarlos ir. Lograron juntar US$8 mil, pero después del último depósito el viernes 5 de julio, la familia ya no supo más hasta recibir la notificación de un hospital de Morelos que el niño estaba allí.

Este es el comunicado sobre el migrante guatemalteco asesinado por los Zetas:

 

Jonathan se encuentra en un limbo. Por la nueva amenaza ya no se puede quedar en México. No tiene otra opción que llegar a Estados Unidos y solicitar asilo, dice, pero la noticia de que el Gobierno de Trump casi deporta a un periodista que sufrió meses de detención ilegal por su trabajo en Nicaragua, le arranca la esperanza de Jonathan. Si lo deportan a Nicaragua está seguro que los afiliados al gobierno de Ortega lo matarán.

–Vi en las noticias que no tenemos garantías con Donald Trump. Pero no hago nada aquí en México. En pocas palabras si me quedo, me muero. Y así mejor regreso a luchar, pase lo que pase. O me entrego de una vez a las autoridades de Nicaragua y que hagan lo que quieran.

Jonathan al final decidió intentar llegar a Estados Unidos. Espera que las organizaciones allá que apoyan a los refugiados políticos de Nicaragua lo pueden ayudar.


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