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La Media Cancha: llegar de nuevo por primera vez

Dejé de ir a La Media Cancha hacia finales de los noventa. Hasta ese entonces había sido cliente regular –aunque no frecuente–, atraído como muchos otros por sus famosos ‘pyrex’ de carne de muy buena calidad a precio razonable. El local de aquel entonces era sencillo: las mesas estaban repartidas en las distintas habitaciones y los patios de una casa de familia de los años cuarenta o cincuenta, dispuestas sin mucha atención a la decoración. Tal vez eso hizo que migrara sin darme cuenta a otros establecimientos, en donde además de buena comida podía disfrutar de un ambiente acogedor. Pero el recuerdo de que era un lugar donde se comía buena carne perduraba en mi memoria.

Gastro Opinión P369
Esta es una opinión

La excelente comida de siempre, en un lugar renovado.

Foto: Marco Gavio Apicio

Por eso acepté la sugerencia de mi hermana, cuando un poco atacada de nostalgia sugirió hace algunos días almorzar en La Media Cancha. Me preparé para, en el mejor de los casos, un festín de buena carne en un lugar un poco ‘desangelado’. El restaurante no se ha movido de lugar, y cada vez que el tráfico me hace pasar enfrente, me da la impresión de que adentro del caserón de la zona 9 no ha cambiado nada.

Estaba equivocado.

Efectivamente, por fuera todo sigue igual: el mismo rótulo, la misma entrada, los mismos setos sobre la quinta avenida... pero en cuanto puse pie adentro del establecimiento, me llevé una agradable sorpresa: hace un año –según me informaron– le dieron al establecimiento una remodelación completa. La estructura original de la casa –el recoveco de habitaciones y patios– desapareció para dar lugar a grandes espacios abiertos, esta vez decorados con esmero y buen gusto: mucha madera en las paredes, detalles de hierro forjado, fotos en blanco y negro y una iluminación muy bien pensada. Trabajo de profesionales. Un estilo que seguramente es rioplatense, ya que de alguna manera me recordó parrilladas memorables a las orillas del Plata.

Lo que no cambió nada es la calidad de la comida. La carne sigue siendo suculenta: sabrosa y jugosa, nos la sirvieron perfectamente asada, en el punto preciso como la habíamos ordenado –rojo yo, medio mi hermana– a pesar de que eran parte de un mismo ‘pyrex’. Nosotros lo acompañamos con una ensalada mixta servida generosamente y que uno adereza a su gusto, pero en otras mesas se estaban dando gusto con las papas. La comida nos dejó más que satisfechos.

La atención fue muy buena: un mesero afable y amable. Cuando ordenamos por separado nuestra carne en razón del término de cocción diferente, nos informó que era más conveniente ordenar un solo pyrex, y que no había problema con el término. A la agradable impresión de un mesero que no trata de clavarle al cliente el plato más caro –el pyrex es más barato que pedir por separado dos órdenes– se sumó la impresión de que cuando le expresamos que nuestra carne estaba perfecta, su sonrisa era más expresión de agrado personal genuino que de afectación profesional forzada.

Vaya Usted a saber si era solo producto de nuestro entusiasmo... el hecho es que comimos bien y comimos bonito. Muy buena carne, muy buena atención y un entorno muy agradable. Y de precio, razonable: el pyrex de puyaso –que cominos entre dos pero daba para tres sin problemas–, dos copas de vino y dos cafés salió alrededor de 300 quetzales. No es barato, pero en términos de relación calidad/precio, vale la pena. No en vano el restaurante pareciera mantener una clientela asidua: bastante más de la mitad de las mesas estaban ocupadas, varias con grupos familiares o de amigos numerosos, lo que para un medio día entre semana me pareció buen indicio.

Y si se anima a visitarlo, un consejo: el restaurante tiene su propio parqueo, pero no es el de al lado. Nosotros nos estacionamos en este pensando que era del establecimiento pero nos equivocamos. El de ellos, que es gratuito, queda a una o dos cuadras pero tienen un busito que lleva y trae a los clientes.

Marco Gavio Apicio
/

Creció en esa época prehistórica en que la comida casera no venía congelada y los micro-ondas solo existían en Los Supersónicos. Esta difícil infancia lo marcó para siempre y se resiste a aceptar cualquier forma de industrialización culinaria. Amante de la buena mesa y del buen vino, los busca donde las haya y cuando no los encuentra, los sirve en su casa.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    marco fischbein /

    11/03/2016 1:33 PM

    Un dia recordando lo que era hace muchos años fui a comer con un mio amiga de Xela a la media Cancha
    Nos trajeron la carta y vi que una entrada de chorizo con pan costaba 130 quetzales
    Nos fuimos a comer a un Coreano en la zona 7

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    José /

    03/03/2016 8:06 PM

    mejor pagar en la Media Cancha que ir a hacer cola a Joselito ni que fuera regalado

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Lana Porres /

    28/02/2016 7:41 PM

    La media cancha ya quedó en el pasado por sus altisimos precios...lo de hoy es "Donde Joselito" buena carne, buena atencion y excelentes precios...muy accesibles para gente decente no chetos...

    ¡Ay no!

    2

    ¡Nítido!

    Mima /

    18/02/2016 2:30 PM

    Le doy toda la razón lo único es que no todos podemos pagar esos precios mi familia y yo solo vamos una vez al año

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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