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Dos encuentros sexuales que no terminaron como parecía cuando empezaron

Abogado de causas perdidas, cronista de acontecimientos irrelevantes y terrorista cultural, Andrés Zepeda, regresa al blog #BulevarLiberación con dos relatos de encuentros sexuales que no terminaron como parecían al principio. Vamos allá.

P258

La meditadora también hacía yoga, como la chava de esta foto.

Foto: flickr.com/photos/matthewragan/

1. Decir que no

Una noche, hace ya varios años, las dos mujeres más feas del bar en el que me encontraba de copas me propusieron sin rodeos que las acompañara a una fiesta privada en casa de una de ellas.

“Te queremos solito para nosotras dos”, me dijo guiñándome el ojo la más aventada, con una sonrisa en los labios que hablaba por mil palabras. Acto seguido tomó una servilleta, apuntó la dirección y el teléfono y me la entregó: “¿Te venís o qué?”

Qué honor, pensé por un momento. Que estén feas es lo de menos: la piel es la piel. Además, es primavera, y ya se sabe el influjo que Natura ejerce en las hormonas por estas épocas que lo ponen a uno como presidiario en día de visita conyugal.

Pero el sexo crudo y raso, sin otros condimentos aparte de los que se derivan de la carne, es algo que me interesa cada vez menos, así que decidí cortar por lo sano y excusarme con la mentira más amable y convincente que fui capaz de inventar. Lo difícil vino después, con el escarnio del grupo de amigos que presenció la escena.

Intenté explicarles que el sexo es un derecho, no una obligación, y que en un mundo tan marcado por el sexismo, un hombre sabe que ha crecido cuando aprende a decir que no, del mismo modo como una mujer sabe que ha crecido cuando aprende a decir que sí.

“Hay que follarse a las mentes”, le oí decir a alguien una vez. Eso es: no sólo a los cuerpos, sino también a las mentes. De lo contrario, el coito queda limitado a un mero acto de autocomplacencia, una especie de masturbación asistida, disociada por completo de cualquier emoción. Y para eso, mejor volver sin amagos a las fruiciones onanistas, siempre más prácticas, más económicas y, sobre todo, más seguras.

De regreso a casa me acosté, leí un rato, apagué la luz y a mano limpia desfogué la energía acumulada imaginando lo que no pasó.

2. Encuentro con el insustancial no-yo de una budista

“¿Quién sos? ¿Qué hacés? Me llegás pero casi no te conozco”, le decía a una chava el día que me topé con ella la segunda vez, ya un poco menos a la carrera que cuando la conocí. “Practico meditación y hago el sexo maravillosamente”, fue su respuesta.

“Me interesa más lo segundo que lo primero”, admití. Hablamos y reímos un rato, sus ideas eran tan apasionadas y necias como las mías (y mucho más tentadoras). El encontronazo, sin embargo, era inminente: hay enfoques irreconciliables entre sí.

“Pero aguas, porque mi reino sí es de este mundo”, solté para dejar clara mi filiación con el suelo y sus derivados. “Tu mente es dios, no hay nada que no podás lograr con ella. Todo es percepción”, mariposeó etéreamente.

¿Y qué hay del otro, de la otra? Sin ellos no soy yo mismo, me esforcé en hacerle ver, como decía Octavio Paz. La existencia, en tales condiciones, es una caja boba. Una isla. Un iglú. En vano intenté explicarle que lo único en común entre ella y yo era ése ahí y ése ahora que se abría, infinito, ante nosotros. En vano intenté convencerla de llevarla conmigo a chapotear en los lodazales mundanos de tan valiosa oportunidad.

Desistí al comprender que, desde la estratosfera de su insustancial no-yo, en realidad daba lo mismo con quién –o con qué maniobra– hiciera ella el sexo tan maravillosamente, así que terminé sugiriéndole una tienda donde venden buena variedad de dildos, según referencias de una exnovia.

Amor sin dolor y paz sin guerra, dejando intacta la realidad, cambiando nada más su imagen. Resignación, egoísmo, incomunicación, el budismo no resuelve los problemas, sólo los disuelve. O, más bien, los diluye.

No los atraviesa, no los trasciende, no se hace cargo de ellos. Los desdibuja nomás, evadiendo lo concreto y endosándole la estafeta –que se joda– al otro.

Piadosa doctrina.

Andrés Zepeda
/

Abogado de causas perdidas, cronista de acontecimientos irrelevantes, terrorista cultural, músico frustrado, comunicador en ciernes, polemista, videasta y ciudadano ejemplar, entre otras cosas peores.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    WSS /

    03/04/2018 8:12 PM

    y en los dos casos, libero presion en la tuberia de forma manual... feas? hay que dar beneficio de la duda, hay talentos donde no se imagina... lo unico que mata libido, que les apeste la cuca... y con la otra, pues falto un canutito bien enrollado, y/o seguir sacando info para luego saber donde aplicar el punto de presion, el schwerpunkt. lol

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Espe /

    31/03/2018 3:52 PM

    Los hombres son tan ridiculos, feas dice y tu un brad pitt si como no

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    Marco Asturias /

    04/12/2015 12:03 PM

    A todo ese relato único solo falta que Arjona le ponga música. Saludos

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Guillermo Maldonado C. /

    02/12/2015 9:24 AM

    Alguna otra “budista” antes de conocerte ese venturoso día, al salir de su morada, diría su plegaria matinal: “Dios lo es todo y todo lo soy yo”. Luego con ardorosa piedad hubiese compartido con vuestra merced, en el encuentro casual, algo de feromonas y quizás hasta el olor de sus fluidos vaginales. Ha… exquisitez

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Pablo /

    01/12/2015 4:04 PM

    Excelente forma de escribir, muy buen articulo.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Lucía Escobar /

    30/11/2015 8:11 PM

    Hace falta la versión de ellas.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    José /

    22/11/2015 5:24 PM

    Más bien se me hace que está presumiendo y al final esas historias solo fueron sueños.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Héctor López /

    21/11/2015 10:04 AM

    Estimado y respetado Andres, deseo reconocer tu capacidad de narración y relación de hechos; también debo hacer pública mi admiración a tu persona por abordar de manera muy genuina y coloquial temas tabú en nuestra sociedad. Hago detuconocimiento que soy practicante de la religión budista desde 1985 (existen varias sectas por su origen en India, China, Japón, etc.); como practicante de esta religión te puedo informar que sus principios son muy sólidos y profundos, te invito a profundizar en ellos para plasmar con un nivel objetivo los comentarios que tan amablemente compartes de manera pública. Con mis mejores muestras de reconocimiento y respeto.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    RA /

    21/11/2015 8:49 AM

    Muy bueno tu artículo, me llega tu técnica para escribir. Eso de que ya no te esté gustando el sexo si esta pizado, lo bueno es que lo que te está intrigando según entiendo es que te cueste un cacho más el cachondeo o sea que haya cortejo, o sea, intensificar la casaca para fornicar esas mentes femeninas previo a fornicar sus cuerpos, aunque en teoría si es mental la cosa no debe ser estrictamente femenina esa mente, aguas que así te estas volviendo medio budista... No sé si será una gran casualidad pero a mi me sucedió algo similar en ambos casos. Hace años me agarré a dos bisexualas en el mismo rato, los tres pegados puros chuchos y tengo una amiga medio budista que como se aguanta las ganas... Muchas veces no se trata de ser o no ser guapo sino es cuestión de suerte y de calenturas fortuitas que coinciden ahh y esencial un par de tragos que te hubieran hecho ver a esas feas unas doncellas.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Hoyporhoy /

    21/11/2015 1:13 AM

    En ambos casos, triste tu caso.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    EE /

    21/11/2015 12:19 AM

    "...las dos mujeres más feas del bar en el que me encontraba de copas me propusieron sin rodeos que las acompañara a una fiesta privada..."

    Perdóname amor, por ser tan guapo... JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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