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La casa de tortura en la zona 13 puede reformarse gracias a diez mamás

El correccional para adolescentes Gaviotas era una casa donde ocurrían torturas en el medio de la Ciudad de Guatemala. La batalla de diez madres ha empezado a cambiar las cosas.

Somos todas cambios Gaviotas mamás P147 torturas

Una foto de sus hijos.

Fotos: Carlos Sebastián

1. Cuatro mamás que tienen que desnudarse.

– Cuando uno entra a visita le revisan todo. Te revisan la lengua, los oídos, el pelo, la boca, los genitales tanto adelante y atrás. Te desnudan.

Incómoda, Carla cuenta el procedimiento que tiene que pasar para visitar su hijo. Ya se acostumbró, las visitas son semanales, pero no le quita lo desagradable de la experiencia. María ahonda:

– Sí, toda la ropa. El brasiér, el calzón. Nos meten a un cuarto, cinco o seis mamás, y unas dos o tres monitoras. Enfrente de ellas nos tenemos que desnudar y hacer diez sentadillas. Así literal. Cinco de frente y cinco dando la espalda. Para mí, cuando empecé a llegar, fue tan vergonzoso, tan denigrante y tan humillante… pero ni modo, teníamos que hacerlo.

María encoge los hombros y mira a las tres mujeres a su alrededor. Hace un año, ni se conocían. Pero hacer sentadillas completamente desnudas frente a dos empleadas uniformadas cada semana generó sororidad inmediatamente.

 

María, en su casa.

María, en su casa.

Ana, Josefina, María y Carla son de cuatro zonas distintas de la Ciudad Guatemala. Ana es trabajadora de una maquila en Villa Nueva. Josefina es recicladora en el basurero de la zona 3. María vive en la zona 10 y cuenta con el apoyo de su ex esposo. Carla vive en San José Pinula.

Sus caminos se cruzaron en un cuarto de registro ubicado en la zona 13 capitalina, en el Centro Juvenil de Detención Provisional, CEJUDEP, o ‘Gaviotas’.

Existen cuatro centros correccionales para los 855 adolescentes en conflicto con la ley en Guatemala. Desde hace años Gaviotas tiene un problema de hacinamiento. Más de 350% en relación a la capacidad que tiene el centro. Es decir, por cada dos camas, duermen siete adolescentes. Genera un ambiente tenso que se ha manejado con maltrato verbal y físico contra los adolescentes por parte del personal, no capacitado y bajo presión, para tenerlos controlados. Era una bomba esperando explotar.

Durante 2017 hubo una ola constante de problemas y riñas en los centros correccionales, donde los jóvenes, los más marginados de la sociedad, denunciaban estos malos tratos. Las mujeres se conocieron el 3 de julio 2017 cuando hubo un motín que pasó a la historia por la súplica de una de las madres a su hijo cuando estaba en el techo del correccional: ‘Bajate de ahí, bebé’. Nómada las ha seguido para documentar la situación de estas mamás gaviotas. ¿Quiénes son? ¿Por qué están ahí?

 

Carla, una de las cuatro mamás.

2. Temer lo peor para su hijo

Josefina es una señora tímida, de unos 40 años. Tiene el pelo rojizo y colocho, es mamá soltera de cinco hijos y mamá sustituta de cuatro sobrinos huérfanos. Obviamente, no le alcanza para mantenerlos. Desde que eran pequeños, ellos se han ganado la vida buscando objetos reciclables en el basurero de la Ciudad de Guatemala en la zona 3.

A uno de sus hijos, Hamilton, una pandilla lo integró a la fuerza cuando tenía 11 años. Años después logró abandonar la pandilla y como cábala, se tatuó un ave fénix para resurgir entre las cenizas. Josefina nunca se imaginó que por abandonar la pandilla su hijo también tendría que cuidarse de los monitores en Gaviotas.

Josefina muestra su labio inferior para enseñar dónde Hamilton se hizo un segundo tatuaje, sus tres iniciales. Ya no era cábala, sino una prevención para que su mamá reconociera su cadáver si la pandilla lo descuartizaba por abandonarlos.

– Los monitores estaban pegándole a un grupo, y lo separaron a él y a otro joven. Les pegaron extra y les dijeron que era por ser ratas, porque ellos dicen ratearse cuando dejan la pandilla. Para mí no es justo que un joven que quiera cambiar, que de verdad quiera la oportunidad de ser diferente, lo traten así. Hay que perdonar.

Josefina está nerviosa al hablar de Hamilton, que ahora tiene 19 años. Busca el apoyo de Carla, Ana y María con su mirada. Aun no está totalmente cómoda rompiendo el voto de silencio involuntario que aguantaron juntas. De no quejarse públicamente ni llorar, sobre lo que pasaba en Gaviotas durante 2017 porque podría resultar peor para sus hijos. Podía resultar en torturas por parte de los monitores.

 

Ana muestra a su familia.

3. Las torturas por denunciar malos tratos

Ana tiene 38 años, vive en el municipio de Villa Nueva y trabaja en una maquila. La mirada de sus ojos negros es seria, expresan una rudeza tierna. Esta mamá soltera de cuatro hijos relata sus penas. Dice que está bien que disciplinen a Edwin, su hijo de 19 años, pero no acepta que lo maltratan.

– Como los trataban era como si fueran prisioneros de guerra. Siempre los tenían en la mira, buscaban pretextos para golpearlos. A mi hijo lo agarraron y le empezaron a dar, le sacaron el aire. Él solo se podía quejar, nada más. Edwin casi no me cuenta, porque no le gusta que yo me ponga mal.

Los castigos por ‘chismosos’ eran espeluznantes. La tubería de unos baños llevaba una semana de estar tapada y los internos tenían que limpiar sus propias heces. Uno de los internos le contó a su papá, que juntó dinero con los demás familiares para comprar destapadores y entregarlos a la dirección de Gaviotas.

El director era Héctor Leonel Pu Cordero. Enfurecía cada vez que se filtraba al exterior las condiciones en la que estaban los internos y los amenazaba con desaparecerlos.

– ¡Si no me creen capaz, averigüen qué fue lo que pasó con los muchachos en el motín del 2012 y en 2015 en el Anexo!, les gritó en una ocasión.

Los golpes y las amenazas no eran lo único que usaban los monitores para controlar y castigar a los internos en Gaviotas. Entre las denuncias que fueron presentadas durante 2017 en la Procuraduría de Derechos Humanos contra Gaviotas aparece una paleta diversa de métodos. Brincos, macanazos, baños de cloro, descargas eléctricas y uso de gas pimienta.

– Es una mente militarizada. Nos han dicho que esas prácticas las utilizan los militares israelitas, dice María indignada.

Nómada está intentando contactar a Pu Cordero.

4. La clasemediera que contrató un abogado privado

María tiene 41 años, es delgada, de tez blanca con los labios pintados de rojo. Vive en la zona 10 con cuatro de sus hijos y sus dos sobrinos. Su sobrino Kevin, de 20 años, está en Gaviotas. María cuenta con el apoyo económico de su ex esposo. Hacía diseños e imprentas, pero hace un año dejó de trabajar para dedicar más tiempo a sus hijos más pequeños y volver a estudiar. Es la única que, con el apoyo de sus padres, pudo pagar un abogado particular durante el proceso legal de su sobrino.

 

Los regalos de los adolescentes para sus madres.

– Todo esto de mi sobrino me ha tocado mucho el corazón. No es mi hijo; a mi hermano lo mataron y me quedaron los dos de él. Cuando empecé a llegar a las visitas, hace poco más que un año y medio, yo empecé a llorar, pero las mamás me dijeron: No llore, porque si a usted la miran llorar, después a ellos les pegan. Entonces uno con el nudote en la garganta se sale de allí.

Josefina, la primera mamá, que trabaja en el basurero, confiesa.

– Si yo salgo así como que riéndome, y ya en la esquina solo llego al poste y ya no puedo poner ni un pie más. Siento que las piernas se me aflojan, que no miro. Allí me desahogo.

5. “Bajate bebe”

Al antiguo director Pú no le gustaba que nadie le contara las costillas. El 23 de noviembre 2017 la PDH recibió una denuncia contra el director por haber advertido a los internos que, “por cada exhibición personal que se realice en el lugar (revisiones de jueces o de la PDH), quejas de las madres de los internos, o denuncias interpuestas en contra de las autoridades del CEJUDEP, les van a dar a todos tres horas de castigos (golpearlos y aplicarles gas pimienta)”.

Estas amenazas podrían explicar por qué en 2017 hubo más motines adentro de los muros de Gaviotas, que denuncias afuera.

El último motín grande en Gaviotas fue hace un año y un mes, el 3 de julio 2017. Aquella mañana soleada, con gritos desde el techo del centro los internos atemorizaron a la Ciudad con sus cabezas rapadas y tatuajes, y casi nadie escuchaba cuando reclamaban por mejores condiciones de vida. La comida, las torturas, el trato que recibían sus madres o los castigos físicos y arbitrarios.

 

El motin de 2017.

El motin de 2017.

En la memoria colectiva, lo único que quedó de aquel evento fue la burla y los memes sobre las mamás que gritaban desesperas: “bajate de allí bebé”.

Durante la tarde la Policía Nacional Civil tomó el control del centro y durante la noche más de 120 adolescentes fueron trasladados a otros centros. Eran demasiados y no había espacio en ningún lado para recibir a todos. Fueron divididos y temporalmente enviados a Etapa II y el Centro Preventivo para Hombres en la zona 18.

6. “La Bienvenida”

La mayoría de los reclusos regresó a Gaviotas el 2 de noviembre 2017. A las manos del mismo director y grupo de monitores que ya desde antes los maltrataban, y que querían venganza después de ‘la humillación’ del motín del ‘bajate bebé’.

Esa noche que regresaron, los monitores sacaron a un grupo al patio de Gaviotas. Entre ellos los hijos de Josefina, Carla y Ana. Allí los esperaba el director y el subdirector. Desnudaron a algunos y a otros los dejaron en ropa interior. Los engrilletaron con las manos hacía atrás. Los empezaron a golpear en el pecho hasta sacarles el aire. Los tiraron al suelo.

Los monitores y los entonces director y subdirector de Gaviotas, que se hacían llamar Génova y Granada, comenzaron a marchar sobre los cuerpos. En sus espaldas, brazos, hombros y piernas. En sus cabezas. Los gritos de dolor fueron respondidos con los insultos durante casi dos horas. El personal se retiró y dejó el grupo de piel raspada afuera durante la noche. Sin ropa, sin agua y sin posibilidad de ir al baño.

Carla, la mujer de San José Pinula, tiembla al recordar cómo encontró a su hijo.

– Cuando fue el primer sábado de visita, el 16 de noviembre, ví que mi hijo no estaba bien. Tenía raspado todo, desde la barbilla, el cuello, las mejillas. Cuando le logré levantar la playera, tenía un morete de color azul del lado derecho desde la cintura hasta el hombro. Raspones de las patadas. Me dijo: ‘No me sigás revisando porque me van a volver a pegar’. Le contó de la bienvenida y cómo uno de los reclusos paró en el hospital con dos costillas fracturadas; una le había perforado el pulmón.

Las cuatro mujeres decidieron unirse y denunciar públicamente por primera vez. El lunes 27 de noviembre 2017 organizaron una manifestación afuera de Gaviotas junto a otras mamás de los internos. Iban a ser más de 60 en la manifestación pero el miedo las espantó. Ese día llegaron menos de 10. Carla cuenta cómo fue:

– Hicimos un grupo de mamás porque los patojos estaban siendo torturados en Gaviotas por parte de del director, el subdirector y de los monitores de Gaviotas. Decidimos manifestarnos para que la gente se enterara que tenemos un sistema que no funciona. Que no da el apoyo para que los jóvenes se rehabiliten. Que en lugar de ser una corrección, es una tortura. Es un pecado compartido.

– ¿No les da miedo manifestarse públicamente?, les pregunta esta periodista.
– Hablamos de eso, del riesgo y si deberíamos tener miedo. Pero si no hay alguien que sea la voz de los jóvenes, nadie lo va a ser, dice María.

Durante la manifestación, la dirección del correccional les pidió que entraran en una mesa de diálogo. María, Ana, Carla y Josefina aceptaron con la condición que el defensor de la juventud de la Procuraduría de Derechos Humanos, Abner Paredes, estuviera presente.

Al final de la reunión trajeron a los hijos y el sobrino de las cuatro mujeres para verificar sus testimonios. La PDH confirma que encontró indicios evidentes de agresiones en los internos y procedió a interponer una denuncia en el Ministerio Público.

7. El miedo antes de la luz al final del túnel

Carla tiene 40 años y es mamá soltera de tres hijos. Los dos más grandes tienen licenciaturas y trabajos de gerente y supervisor. Ella trabaja en una cafetería y cada sábado pide permiso para ir a estudiar. En realidad va a Gaviotas a visitar a Oscar, su hijo más pequeño, pero por la vergüenza y miedo de perder su trabajo, miente a su jefe.

El primer testimonio para la denuncia de la PDH vino de Óscar, el hijo de Carla. Cuando vio a su mamá se congeló. Carla lloraba. Jamás había visto a su hijo así.

– ¿Qué hiciste mama? ¿Qué hiciste? Mama, te van a matar y a mi, por favor no digas nada.

El día anterior, el director ‘Génova’ y el subdirector ‘Granada’ sacaron a Oscar de su sector.

– Me dijeron que les diera tu nombre, tus apellidos, tu numero de teléfono, tu dirección. Se los tuve que dar. No sé qué es lo que estás haciendo.

Antes de regresarlo a su sector lo amenazaron. Si no se quedaba callado lo iban a desaparecer a él y a su mamá.

Carla fue quien llevó la carta al Ministerio de Gobernación para notificar sobre la manifestación pacífica que tenían para el 27 de noviembre. Aterrada, Carla se fue directo de la manifestación al Ministerio Público a presentar una denuncia. Le otorgaron medidas de protección y recibió el número de teléfono de la estación más cerca de su casa. Las medidas nunca se cumplieron. Hasta la fecha no ha visto una sola patrulla por su casa.

8. Los niños robados por la pandilla

En mujeres como Josefina, de la zona 3, se instaló el terror con lo que ocurrió el 8 de marzo de 2017 en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, cuando 56 niñas fueron encerradas y la policía no abrió la puerta cuando se empezaron a quemar.

Su hijo y su sobrino tenían 11 años cuando fueron reclutados a la fuerza a una clica del Barrio 18. Como cada mañana, Josefina los dejó en la escuela. Pero en la tarde ya no regresaron.

– Se me desaparecieron. Me dijeron que un carro negro se los llevó. Créame, es un pánico tremendo. Da las 9, da las 10, da la 11, es horrible. Y yo sentí que me moría, que ya no iba a encontrar a mi hijo. Cuando de repente a eso de las 11 de la noche alguien me vino a tocar la puerta. Una señora que me dijo que estaban tirados afuera en la calle, desnudos y golpeados. Los habían agarrado para la pandilla, ese día fue como su iniciación. Tenían 11 años. Me cambié de casa y me fui para otro lado, pero era demasiado tarde.

Kevin, el sobrino de Josefina, ingresó a Gaviotas unos meses antes que Samuel, su hijo. La última vez que Josefina lo vio con vida tenía lesiones en todo el cuerpo. Ocho días después, en diciembre 2016 fue asesinado en el sector C del centro correccional. El mismo sector donde ahora están los hijos de las cuatro.

 

– Me dijeron los monitores que fue por una riña entre ellos mismos. Pero los otros muchachos me dijeron que el día que murió los monitores lo sacaron por sus tatuajes. Entonces, imagínense el terror cuando me entero ahora que los están golpeando. Mi hijo no va a salir vivo de ahí. Mi hijo me decía: no te angustiés, no te expongás, no te metás, no digás. Yo le dije que si para que no lo golpeen más, yo hago lo que sea. Lo que sea.

9. Las mamás pueden ganar esta historia

La insistencia de Josefina, Ana, María y Carla funcionó. En la mesa de dialogo que surgió durante la manifestación de las madres se convocó a Carlos Francisco Molina, subsecretario de la Secretaría de Bienestar Social. Para evitar que la manifestación de las mamás provocara cualquier tipo de castigo contra de los adolescentes por la manifestación de sus mamás, reemplazó al director de Gaviotas.

 

Carlos Molina, subsecretario de Bienestar.

Las mamás pusieron una denuncia en contra del director Pu Cordero en la PDH y el MP. El subsecretario Molina, también puso una denuncia para que el MP investigara las acusaciones, y se inició un proceso interno contra el funcionario. Fue destituido como director y ubicado como personal administrativo en la sede central de la SBS. Ante cualquier otra falta o si la investigación del MP concluye que fue culpable de las torturas, será despedido.

El subsecretario Molina, quien en septiembre cumple un año en el puesto de subsecretario, es psicólogo clínico y representa una perspectiva distinta en la subsecretaría, enfocada en el diálogo, no la represión. Es un personaje eléctrico. Habla rápido y tiene mucho que decir. Ha logrado reducir notablemente la cantidad de motines en los centros correccionales.

– Mi visión es humanista. Es poderle dar a estos adolescentes una verdadera oportunidad de reinserción. Yo le apuesto a aprender por estímulos positivos, creo que una persona no aprende castigándolo. Aprende más cuando le das estímulos positivos. Antes de que yo entrara, venía motín tras motín que costaron millones de quetzales en daños. Ahora ya no. Eso significa que algo bueno estamos haciendo.

Cuando asumió el puesto de subsecretario, encontró que los principales detonantes de motines eran el maltrato de parte del personal, la infraestructura y el hacinamiento, y casos donde un empleado tenía algún tipo de relación personal con un familiar de un interno.

En diciembre, la Secretaría empezó a cambiar al personal de los correccionales en colaboración con la Sección de Asuntos Antinarcóticos de la Embajada de los Estados Unidos. Pasaron a los 500 empleados, desde monitores hasta directores de centro, por una prueba de polígrafo. 58 no aprobaron y fueron destituidos. Entre ellos el director de Gaviotas y otros dos directores de centros.

– ¿Qué podría generar que un director no pase una prueba de polígrafo de una manera que sea necesario destituirlo?, pregunta la periodista.

– Que falle las preguntas que si ha recibido ilícitos o dinero, o si ha estado involucrado en crimen organizado. Si esas dos no las pasó, es destitución inmediatamente. No me puedo arriesgar a dejar personal dentro de los centros de privación de libertad que puedan generar algún tipo de inestabilidad.

Las denuncias de las mamás y las pruebas de polígrafo confirmaron que no solo los adolescentes habían cometido delitos; muchos monitores y directores también.

Los que pasaron la prueba ahora reciben un mejor salario (subió de Q4,250 a Q6,750, que son US$900) y tienen que recibir una capacitación en la nueva academia de monitores, que incluye cursos en derechos humanos, rescate de rehenes, situaciones de riesgo y cómo reaccionar ante un motín.

En abril de 2018, la Secretaría de Bienestar Social censó a las jóvenes y los jóvenes en los cuatro centros correccionales en Guatemala. Es la primera vez que la Secretaría les pregunta quiénes son y de qué condiciones vienen.

Más de un tercio de los encuestados en los cuatro centros crecieron en casas de lámina, madera y block, en del departamento metropolitano de Guatemala. Igual que los hijos de Josefina, Carla, María y Ana, la mayoría son de los municipios periféricos de la Ciudad de Guatemala.

Menos de la mitad de los adolescentes en conflicto con la ley (39%) tiene alguna afiliación a una pandilla. El 95% aprovecha la oportunidad de estudiar en el centro correccional, algo que no tuvieron oportunidad de hacer antes de ser encerrados. El nivel educativo de la población, que incluye personas de 13 a 24 años, no pasa de primaria o básicos (86%). Esa cantidad coincide con los 82% que reporta haber trabajado anteriormente. Es decir, en vez de estudiar, como se supone que deberían los niños y adolescentes, tuvieron que trabajar y asumir un papel de adultos.

Los datos de la encuesta sirven para que la Secretaría de Bienestar pueda crear oportunidades de estudio, de talleres y así, al finalizar su sanción, tener oportunidades de conseguir trabajo. Un elemento clave de la reinserción, dice el subsecretario Molina.

– Tenemos que sensibilizar a la sociedad. Tenemos que apostarle a reinserción si queremos rescatar a este país del crimen organizado. Tarde o temprano estos adolescentes terminan su sanción y salen. Nosotros como guatemaltecos tenemos dos opciones: o los mantenemos encerrados y oprimidos, como anteriormente lo hacían, que genera más enojo dentro de ellos y cuando regresan a la calle van a ser los futuros lideres criminales de este país. O podemos darles una verdadera reinserción.

Las cuatro mamás confirman que las condiciones en Gaviotas han tenido un cambio positivo. Lo confirma también Abner Paredes, el defensor de la juventud de la PDH. Afuera de los muros la realidad sigue igual. En los 10 meses que Nómada siguió a estas cuatro mujeres, tres personas cercanas a ellas han sido asesinadas a balazos. La hija de Josefina, de 16 años. El sobrino de Ana, de 19 años, a diez días de nacer su primer hijo. Y a Alejandro, uno de los adolescentes que las mamás trataron de apoyar cuando salió de Gaviotas. En abril, dos días antes de una entrevista planificada con Nómada, Alejandro fue ejecutado por miembros de la pandilla que abandonó cuando entró a Gaviotas. Tenía 19 años.

 

Los nombres de los internos de Gaviotas y sus familiares han sido cambiados para proteger su identidad.

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5

COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Mirna rodriguez /

    14/08/2018 10:28 AM

    Terrible relato..... nada que envidiarle a las torturas de los años 80s, en guatemala y a los relatos de torturas de otras tiranías del mundo..... ahora nuestra tiranía es la corrupción y la indiferencia de nuestro pueblo. Imposible pensar en que por no robar, por no participar en una mara o clica se evitará el sufrir estos vejámenes..... el delito es ser pobre hasta la extrema pobreza, y haber nacido en este país, sin oportunidades y hasta el cuello en el excremento de la corrupción de sus gobernantes.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Gamy /

    09/08/2018 11:37 AM

    El artículo te da otra óptica... Nosotros decimos que siempre se puede elegir.. pero ¿y cuándo una pandilla te recluta a la fuerza? ¿cuándo te obligan? ¿cuándo naciste en una familia de escasos recursos y tu mejor opción es el deficiente e inútil sistema de educación pública? La Guatemala de los contrastes nos dicen... y tienen toda la razón. Usted y yo que comentamos este artículo somos privilegiados porque muy probablemente tuvimos educación universitaria, a puras penas pagamos nuestra casa, y mes con mes llevamos un salario digno a nuestros hogares. Estas cosas son sueños inalcanzables para gran parte de la población guatemalteca.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Juan Solorzano /

    07/08/2018 3:32 PM

    Realmente lamentable.

    Pero hay una solución simple, no robar ni matar para no parar en la correccional :)

    ¡Ay no!

    8

    ¡Nítido!

      César A. /

      09/08/2018 7:11 AM

      Y ser padre responsable para que tus hijos no terminen allí, no ahora llorando después que sus hijos se convierten en criminales.
      ¿Ahora son mártires? ¡Por favor!

      ¡Ay no!

      4

      ¡Nítido!

      Ricardo Fernández /

      07/08/2018 8:27 PM

      Que comentario más estúpido e ignorante el suyo.

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!



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