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Ocho mujeres denuncian acoso por parte de Juan Castro. Estos son los testimonios y la respuesta del abogado

Juan Castro, abogado de derechos humanos, está en el centro de relatos de acoso contra mujeres jóvenes que buscaron a Nómada para relatar sus testimonios de forma anónima. El señalado dice que está en un proceso de reflexión para cambiar sus conductas. Este es un caso que ocurrió dentro de organizaciones civiles, sociales, culturales y artísticas.

Somos todas acoso sexual denuncias

Juan Castro es un abogado y defensor de derechos humanos. Es director del Bufete para Pueblos Indígenas. Él y el bufete han defendido a decenas de casos líderes y comunidades en conflictos con grandes empresas, con hidroeléctricas, mineras y monocultivos.

Entre los casos en los que ha participado se encuentra el juicio en contra de Abelino Chub, un maestro y promotor cultural de Alta Verapaz que fue declarado inocente por un Tribunal de una acusación de instigar a la población para invadir una finca. Castro también representa a la familia de Domingo Choc, guía espiritual maya asesinado en Petén por una acusación de brujería. 

El pasado 8 de marzo el nombre del abogado apareció vinculado a algo más que procesos judiciales. En la marcha del Día Internacional de la Mujer, en medio del Parque Central fue colocada una manta con rostros y nombres de hombres señalados de acoso sexual, sin más detalles, entre casi una docena de hombres, allí estaba su nombre. 

En redes sociales el señalamiento no era nuevo. La página de Facebook Acosadores GT publicó el pasado 28 de enero: 

“Hemos recibido una denuncia exponiendo al reconocido defensor de los pueblos originarios, Juan Castro, como un acosador. Tiene conductas inapropiadas cerca de sus colegas y conocidas. Si bien respetamos el trabajo de los defensores de DDHH, no significa que estos no sean agresores hacia las mujeres. Hacer que una compañera de trabajo o conocida se sienta incómoda con insinuaciones sexuales no está bien”, dice el post de FB, que ha la fecha ha sido compartido en 47 ocasiones. 

Nómada habló con ocho mujeres jóvenes, la mayoría indígena. Por temor a la influencia del abogado en su comunidad y círculo social decidieron permanecer en el anonimato, pero adjuntan capturas de pantalla de la comunicación de Juan Castro. 

En la mayoría de casos, la insistencia del abogado de tener un acercamiento más allá de lo profesional, cultural y/o social con las mujeres, provocó que ellas se salieran de los espacios en común porque por su posición de poder y respeto en la comunidad, tuvieron miedo de las consecuencias que tendría confrontarlo.

En los espacios públicos Castro mantenía una actitud formal, coinciden todas. Sin embargo, a través de chats privados, insistía en llevar las cosas a otro punto. 

Primer relato: “Todo lo que construímos se acabó”

Esta es el relato de una mujer indígena que coincidió con Castro en un movimiento social que tuvo que dejar por la presión que implicó tenerlo cerca. También abandonó un trabajo donde él era asesor legal.

Lo conocí en el 2015. Yo pertenecía a un grupo de mujeres que estábamos trabajando en la propiedad intelectual de los tejidos. Él llegó a este espacio acompañando a un grupo de compañeras que se estaba planteando las mismas reflexiones. Cuando lo conocí intercambiamos contactos. Desde ese momento empezó a escribirme. Empezó a saludarme y yo no lo vi como algo malo o extraño. 

Empezó a hablarme más y a tratar de tener una conversación más personal (...) en persona era muy diferente. En la organización también estaba su pareja. Dejé de hablarle porque me quedó clara cuál era su intención. 

Pero él empezó a insistir. Me escribía para hablarme de cosas personales, que había visto una fotografía mía y que me veía muy bien pero que no dijera nada porque se le podían hacer problemas. 

Sentí que no podía decirle claramente lo que sentía, sentía como una presión porque sabía que la forma en la que se comportaba conmigo no estaba bien, pero como estaba tan cercano a los espacios que yo compartía, no tenía la capacidad de decirle que me dejara de estar escribiendo.

En los espacios que coincidimos él mantenía su forma profesional pero cuando ya no estábamos allí se comportaba de una forma diferente. 

Empecé a verlo todo diferente en viaje a Colombia. Recuerdo que fuimos en grupo, iba él y su pareja. Estuvimos juntas, nos fuimos a comer, al hotel y yo me fui a mi habitación y ella a la suya. En la noche yo estaba en mi habitación y él llegó a tocar. 

Yo vi que era él y pero como ya había sentido que las cosas no estaban bien y que él no dejaba de insistir por más que yo no le respondiera sus mensajes, yo trataba siempre de mantener mi distancia porque lo sentía invasivo e insistente. Yo no me sentía con la confianza de enfrentarlo porque temía que lo que pudiera decirle a él afectaría al grupo de donde yo y su pareja éramos parte. Él siempre terminaba amarrándome de una manera en que yo no podía decir las cosas. 

Yo recuerdo que al verlo en la puerta dudé en abrirle, pero abrí porque pensé que tal vez era algo importante. Me preguntó qué estábamos haciendo y si podía pasar. Dijo que había escuchado la voz de su pareja y que pensó que estaba allí, que de repente estábamos bebiendo y si podía estar con nosotras. Yo le dije que no, que ya era tarde y que estaba sola en mi cuarto. 

Desde ese momento incrementó mi desconfianza. Preferí ya no contestar sus mensajes, ya no hablar más con él porque sentí muy mal intencionado que llegara a mi habitación, no éramos amigos ni nos conocíamos de antes. Yo lo conocí en un ámbito de organización política, porque era eso lo que estábamos haciendo. Así fue como intercambiamos nuestros datos. 

Más adelante yo llegué a trabajar en una consultoría donde él era asesor legal. Él no respondía cuando le preguntaba cosas laborales, luego en reuniones decía que yo no me comunicaba con él y yo era la que quedaba mal. En la institución no había posibilidad de hablar.

Me salí de la organización, de todo, lo eliminé de mis redes, y yo creí que ya no me iba a hablar, pero volvió a hacer y no sabía qué hacer. Fue un proceso de semanas para decidir bloquearlo.

Hay algo que no logro entender. ¿Por qué si yo he tenido la capacidad de enfrentar a muchas otras personas en muchos otros ámbitos, por qué con él siempre pensé en qué pasaría si lo enfrentaba a él? Siempre sentí una gran presión de no poder decirle que ya le parara, que ya no me escribiera ni me hablara a menos que hubiera una razón de trabajo. 

Me hizo sentir insegura y confundida porque llega un punto donde no sabes si lo que están haciendo tiene que ser así o si estás dimensionando cosas que no son, además del hecho de responsabilizarte a ti misma. 

Todo lo que construimos se fue, se acabó, se terminó deshaciendo en parte porque violentó a muchas de las compañeras. Y muchas de nosotras no tuvimos la capacidad de detenerlo en ese momento.

 

Mensajes recibidos por las denunciantes.

Segundo relato: “Nunca paró de escribirme”

Yo lo conocí porque tomé fotografías en una actividad en la que él participó. Él es bastante conocido en la región donde trabajo, Ixcán, Quiché. Él me vio y luego me mandó una invitación a Facebook. Me pidió las fotos que tomé y después empezó a escribirme de madrugada y de noche. Yo no le contestaba y aunque lo dejara en visto volvía a escribirme. Esto pasó desde el 2016 hasta inicios del año pasado.

Él me mandaba fotos de sus actividades cotidianas con tal de sacar conversación. Un día encontró a mi mamá en una actividad y se sacó una foto con ella que me mandó. Eran sus formas y estrategias para llamar mi atención y abrir el diálogo.

Cuando me veía me saludaba de forma incómoda, abrazos largos y esas demostraciones de afecto en público. Para mi era muy complejo decirle que se quitara. Él es una figura que para muchas personas significa de ayuda en los procesos de construcción social. 

Después de que siguió insistiendo yo lo eliminé de mis redes sociales y pensé que allí iba a parar, pero siguió enviándome mensajes. 

Tercer relato: “Se me hacía raro por la diferencia abismal de las edades”

En el momento que yo lo conocí yo era una adolescente y no era consciente de muchas cosas que ahora sé sobre estar en un espacio seguro y compartir con personas que no necesariamente de manera directa te van a hacer una insinuación pero sí de manera sútil. 

Esto pasó entre 2009 y 2010, cuando yo tenía 17 años. Yo participé en un taller de poesía. Después de eso el grupo de personas escritoras se mantuvo en comunicación. Él me agregó a Messenger Windows Live, que era la versión anterior y recuerdo que él me escribía con mucha frecuencia. Se me hacía raro por la diferencia abismal de las edades, yo ni siquiera me había graduado del colegio. A veces le respondía los mensajes y allí quedó. 

Diez años después estuve en una organización en la que él nos asesoró como abogado y allí era totalmente diferente. Luego me mandaba mensajes que dejaba regados y yo no le contestaba pero él seguía.

Decidí compartir mi experiencia porque siento que las generaciones presentes y futuras deberían de tener acceso a escuchar las vivencias de otras mujeres, especialmente en los ámbitos culturales y artísticos porque eso le daría a las mujeres más indicios de qué es realmente un espacio seguro. Cómo identificar cuando hay algo sospechoso que no nos hace sentir totalmente cómodos y así evitar muchas actitudes. 

Aunque mi experiencia no haya sido una agresión directa, hay un patrón de conducta similar que es lo que debe hacer cuestionar especialmente a los hombres.

Cuarto relato: “Yo no lo conozco personalmente”

Todo comenzó hace un año y medio. Él me escribió por Messenger por un artículo que se publicó en la prensa. Yo no lo conocía y cuando vi que teníamos amigos en común acepté su solicitud de amistad. Allí empezó la relación virtual, me empezó a comentar no solo la columna, también de dónde vivo, en qué proyectos trabajo y que qué bonita estoy. 

En ese momento no lo vi tan mal, fue después. Él me invitó varias veces a que yo asistiera a sus actividades, también sabía sobre mis proyectos, pero después empezó a insistir en que saliéramos. Empecé a sentirme acosada y observada por él. 

En la actividad donde por primera vez lo saludé le pedí a mi pareja que me acompañara porque me sentía acosada. Allí fue como otra persona, fue muy respetuoso pero su actitud era de molestia porque yo estaba con mi pareja. Yo sentí su violencia hacia a mi y yo me sentía mal porque no sabía cómo sacarlo, como decirlo, hasta que un día ya no aguantaba sentir esa incomodidad y decidí contarlo. 

El siguió escribiéndome en Messenger y como yo lo ignoraba un día decidió escribirme que por qué no le contestaba y que si yo sentía que estábamos engañando a su pareja. Yo me sentí muy mal en ese momento porque él estaba involucrándome en algo que yo no había hecho, ni siquiera pensado. Yo no aguanté y lloré bastante. Me sentía mal pensando en eso. Pensé si estaba loca, si yo lo provoqué. 

Decidí dejarlo allí pero él no paró. Me enviaba mensajes diarios y ya no aguantaba más. Me sentía mal y decidí contarlo a mi pareja y bloquearlo.

 

Quinto relato: “Me escribía mensajes sugerentes”

Yo estuve participando en una organización de la sociedad civil y teníamos que hacer una diligencia pero necesitábamos el respaldo legal y asesoría para presentar un amparo. Yo era una de las personas encargadas de hacer este contexto para buscar al abogado y yo conocía al abogado Juan Castro. Obtuve su número y lo llamé para hacer un contacto para una reunión a la que yo no fui. 

De alguna forma nos mantuvimos en contacto para dar seguimiento al recurso legal que interpusimos. Yo lo tenía agregado en Facebook y empezó a reaccionar a todo lo que yo ponía y a escribirme por las noches. Hubo un par de veces que yo respondí pero después los mensajes cambiaban de tono. Me agregó a Instagram y cuando yo subía fotos personales él reaccionaba y me escribía en chats personales. 

A veces me escribía de noche mensajes sugerentes que ya no eran profesionales. A mi me daba “ñañaras” y me incomodaba porque los saludos ya no era solo por compartir un espacio en las organizaciones. Además yo sabía que él era un hombre casado. Yo lo quise denunciar en mi organización pero realmente no sabía si eso era acoso o ideas que yo me estaba haciendo. 

Hubo ocasiones donde coincidimos con bastantes personas y al momento de saludarme su trato era muy meloso y yo me incomodaba mucho. La última vez que nos encontramos fue en un espacio y en el momento de saludarme él me tocó la cara. A parte de incomodarme me dio asco porque iba con su esposa. Yo me sentía mal y no sabía cómo reaccionar. Allí caí en cuenta de que era acoso, muy sútil pero se dio. Esto ocurrió a finales de 2018 y durante el 2019. Esto se detuvo yo lo bloqueé de mis redes sociales.

Es incómodo, molesto y decepcionante saber que los espacios donde una se siente segura, realmente no lo son. 

Sexto relato: “Lo confronté”

Yo lo conocí en una organización que está a cargo de su pareja. Yo allí lo conocí y no tuve mucho contacto con él porque no se mantenía mucho por allí. Luego yo llegué a trabajar en la misma organización que él y hubo más comunicación. Luego él se retiró de allí pero siempre seguía escribiéndome, diciéndome que estaba guapa y bonita. Yo solo le decía gracias porque no quería que él se peleara conmigo.

Yo trataba de no quedar tan mal con él y solo le decía que gracias y era muy cortante en las respuestas. Él seguian enviándome mensajes y cuando lo veía en persona me saludaba de besos y me decía al oído que qué guapa estaba. Era en cuestión de segundos pero lo hacía y yo siempre trataba de evitarlo. 

A veces uno no dimensiona que eso está mal, más porque viene de un defensor de derechos humanos. Mi pareja vio los mensajes y para evitar problemas yo le escribí que no era correcto que él me escribiera de esa forma. Él me escribió que no, que no pasaba nada, que ojos que no ven corazón que no siente y que nuestras parejas no se tenían que enterar. Lo que hice fue borrar todo y para evitar un problema más grande lo bloqueé. 

Cuando vi la denuncia pública en redes sociales, reaccioné en que todo esto no fue sólo conmigo y yo no sé hasta qué nivel pudo llegar con otras personas. 

Séptimo relato: “Era el mismo Juan Castro”

Yo lo conocí cuando yo tenía 20 años a través de una asociación. Cuando me saludaba trataba de agarrarme la cintura o de abrazarme, decía cosas al oído. Me escribía con insistencia a Messenger que fuera a almorzar a su casa. Después enviaba mensajes preguntando cómo estaba, también con mucha insistencia. No accedí a sus mensajes.

Después volví a coincidir con él y era el mismo Juan Castro, el que te saludaba tratando de tocarte la cintura, de besarte, que te escribía que estabas bonita.

En la dinámica de acercamiento de él hacia mí no cambió con los años. Si hubiera hecho algo antes quizás él ya no se habría atrevido a saludarme así en espacios públicos.

Octavo relato: “Solo le escribí para pedirle un contacto”

Yo nunca lo conocí en persona y lo tenía en Facebook desde 2017. Vi que tenemos varios amigos en común y que es activista, entonces no me pareció raro. Pero luego empezó a mandarme mensajes como diciéndome linda y saludándome. Yo la verdad nunca le contesté porque no tenía mayor cosa que hablar con él. Un día me hizo un comentario de la situación del país y respondí hola, pero cuando vi que no era nada en realidad, lo dejé así. Siempre ha sido inapropiado y trata de sacar conversación de la nada. 


Juan Castro. Foto: Prensa Comunitaria

Juan Castro responde: “No voy a entrar en contradicción con ellas”

El abogado respondió una entrevista de la periodista que escribe.

¿Cuál es su postura de estos señalamientos en su contra?

Es un tema complicado porque yo fui señalado primero en enero y luego en marzo y yo respeto la decisión de las colegas de haber denunciado. Están en todo su derecho de hacerlo y de haberlo hecho de esa forma. ¿qué puedo decir yo de eso? Yo no voy a entrar en contradicción con ellas. Yo les creo. Lo están haciendo en el marco de una lucha por erradicar el machismo y el patriarcado y a mi me parece que lo que toca es que los hombres entremos en reflexión y revisemos nuestras conductas.

El privilegio que tenemos muchos hombres de estar en algunos espacios tal vez nos hace perder la cordura. Honestamente no me gustaría pronunciarme y entrar en contracción pública porque ya fui de alguna manera moral y socialmente juzgado en las redes sociales. Yo no sé, no tengo muchas palabras qué decir en ese sentido. Más que en ese marco de reivindicación que hacen las compañeras, yo las respeto mucho y les creo. 

¿Ha reflexionado sobre su conducta alrededor de las mujeres jóvenes indígenas alrededor de usted?

Sobre todas las personas, no solo las mujeres jóvenes. Uno puede tener hasta actitudes homofóbicas. Los hombres tenemos naturalizadas muchas conductas que creemos que son correctas y es necesario que entremos en reflexión en ese sentido. Es como cuando se empezó a hablar del racismo y también tenemos que luchar contra eso. Hemos tenido audiencias en las que por ejemplo una jueza nos dijo “¿por qué las mujeres se enojan que les digan Marías, si les dicen así es porque las están equiparando a la Vírgen María?”, pero en análisis distinto el término es peyorativo para las mujeres indígenas porque cada una son individuas tienen su propio nombre. Los hombres actuamos y creemos que tenemos conductas que son buenas pero no es así, no tiene que ser así. 

Más que decir lo políticamente correcto, es más bien empezar un proceso en el que pueda uno contribuir. Todo el equipo con el que yo trabajo entramos en un proceso, recibimos un curso sobre feminismo y nuevas masculinidades. Es decir, esto es un asunto en el que debemos tomar las responsabilidades y asumir los compromisos de deconstrucción de patrones. 

¿Qué acciones ha tomado a partir de los señalamientos en su contra?

Posterior a lo que sucedió el 8 de marzo buscamos una organización feminista para que nos ayudara, empezamos un proceso que todavía sigue. Yo antes ya había buscado apoyo pero después de eso tenía más responsabilidad. Yo ya fui sancionado moral y públicamente y seguramente con la columna suya esto se abrirá a debate otra vez porque aquí no hay nada correcto qué decir. Entiendo que de plano no es suficiente con que moralmente y socialmente ya haya sido juzgado pero tal vez quieren más sanciones y pueden ser en la vía penal. Tendrían que presentar su denuncia porque qué más tocaría. Ya me han cerrado espacios en muchos lados. Yo opté por guardar silencio porque a mi me parece que los señalamientos se hacen en el marco de una lucha política justa e histórica de las mujeres. 

Si merezco ser juzgado penalmente yo me someto, yo no tengo ningún poder ni busco impunidad ni obstaculizar ningún proceso.

¿Ha considerado dar una disculpa pública a quienes incomodó con sus acciones?

Yo lo trabajé de hecho, lo estaba trabajando y estaba pensando en cómo y a quién pedirle disculpas. Pero igual se vino esto de COVID-19 y todo el asunto y yo no sé cuál es la forma correcta de pedir las disculpas. Obviamente habrá oportunidad en algún momento de hacerlas, yo no sé. Quizás uno puede reivindicar con sus actos el daño que haya ocasionado. Yo  no quiero revictimizar a nadie ni hacerme yo la víctima. Es una reflexión que hice no solo en lo personal. Hablé con muchas personas que me conocen, feministas, guías espirituales, con mi familia, con mis hijos. En lo personal yo pienso que empiezo a intentar cambiar porque ese es el compromiso. 

¿Tomará algún tipo de represalia en contra de las mujeres que dieron su testimonio?

Me están ayudando como persona al señalarme actos (...) yo no tengo ningún interés en contradecir a las compañeras. Más bien me están ayudando a ver lo que estaba haciendo mal.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Francisco Ramírez /

    11/09/2020 10:42 PM

    Juan Castro
    Un payaso, sexual y emocionalmente, retorcido mental.
    Con esposa y mediocridad profesional, disfrazado de un Súper Man Chapín, del montón de mediocres que por un puestesito en una ONG se consideran los machos con derechos para conquistar a jovencitas solteras.
    El abuso de poder puede transformar a cualquier idiota, en un santurrón capaz de engañar a su propia pareja, con la fantasía de macho.
    Una vergüenza para dicha institución de los derechos humanos, tener a las órdenes a un pobre diablo acosador, disfrazado de defensor, una burla a la integridad de sus víctimas.

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    Vivianne Dardón /

    09/09/2020 3:46 PM

    El no da ninguna respuesta sobre su conducta, espero que tenga la decencia de reconocer que si tiene un problema, y su esposa lo pueda perdonar por sus acciones. Espero que tengan escarmiento y aprenda a respetar a las mujeres.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Moises Lopez /

    09/09/2020 12:34 PM

    Lastima que no se parece a Brad Pitt............:-) toda una reputacion a la basura por la testosterona.........ahora que se lo lleve la pelona.

    ¡Ay no!

    4

    ¡Nítido!



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