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Ser mujer trans en Guatemala: “Me salió el valor para ser yo misma”

Fátima Medina tardó 9 años en descubrir que, aunque nació en el cuerpo de un niño, en realidad era una niña. A partir de esa edad vivió en carne propia  el odio y el miedo contra las personas trans. Pero también empezó a transitar por el camino de la aceptación y la construcción de una comunidad de la que hoy es parte.

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Las mujeres trans luchan por abrirse campo entre el odio y la discriminación.

Ilustración: Diego Orellana Xocop

La escuela fue el primer lugar en el que Fátima vivió la transfobia, el odio contra las personas trans.

Estaba en los primeros años de  la primaria cuando se empezó a identificar como niña y a partir de entonces las maestras y maestros fueron sus primeros agresores.

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Decían que Fátima no era normal, que había que “tener cuidado” con ella y que si seguía así, la iban a expulsar de la escuela.

Así que los primeros años de su vida fueron un martirio que se extendió hasta la adolescencia, pues siempre crecií rodeada de compañeros y maestros que la rechazaban y le impedían construir su identidad trans.

Pero era todavía peor negarse a sí misma. Y se cansó de eso.

Aún no cumplía los 15 años cuando tomó la decisión de cambiar su aspecto físico. “Ya no pude más, cambié mi ropa, cambié totalmente”, cuenta.

[También leé: “Voy a ser la primera mujer sorda graduada de la Facultad de Arquitectura”, por Kimberly López]

— ¿Tuviste miedo? 

— Miedo, mucho. Mucho temor. Estaba asustada. Pero quería ser yo, quería independizarme. Mi papá y mi mamá no me aceptaban, me pegaban, me dejaban toda morada y de ahí salió todo mi coraje. Me salió el valor para ser yo misma y aceptarme.

Fátima no pudo terminar la secundaria. La escuela pública en la que estudiaba la expulsó y no pudo retomar sus estudios en ningún otro lugar. Y automáticamente también se cerraron las puertas del mercado laboral. Así que optó por el trabajo sexual cuando tenía 15 años.

 

Fátima descubrió su identidad trans a los 9 años.

Fátima descubrió su identidad trans a los 9 años. Foto: Carlos Sebastián

“Ahí empezó mi ira”

Era una adolescente cuando se integró al trabajo sexual. Fue la única forma que encontró para sobrevivir, fuera de casa y lejos de su familia. “Había que comer y las mismas compañeras te dicen que es el único trabajo al que podemos dedicarnos”, relata.

Fue en esa época cuando presenció el asesinato de dos mujeres trans, dos amigas. Eso le cambió la vida.

“Éramos un grupo de compañeras que en ese entonces nos dedicábamos al trabajo sexual. Nosotras no podemos optar a otros trabajos”, relata.

Esa noche, Fátima y otras mujeres estaban en la 11 calle de la zona 1. Un punto recurrente para el comercio sexual. Una noche pasaron disparando contra ella y otras mujeres que estaban en el lugar.

Fátima no resultó herida pero fue testigo de una tragedia. “A dos amigas las asesinaron y ahí empezó mi ira”, dice.

En el último informe anual, la Procuraduría de los Derechos Humanos registró que entre los años 2014 y 2018 se reportaron 888 casos de agresión contra mujeres trans, gays, lesbianas y otros miembros de la comunidad LGBTI. Pero la muerte de las amigas de Fátima, así como el resto de asesinatos y agresiones se siguen sumando a las estadísticas mientras quedan en impunidad.

[También leé: Ser mujer indígena en Guatemala: “Tenemos que esforzarnos para dar la talla”, por Kimberly López]

La ira la motivó a involucrarse en el activismo, para defender los derechos de las mujeres como ella. También se dio cuenta de otros riesgos, como la falta de información sobre la prevención del VIH y la falta de atención en centros de salud para las mujeres de la comunidad trans.

Fue a través de una amiga se enteró de Otrans Guatemala, una organización creada en 2004 para apoyar a las mujeres trans en el país.

Años después se sumó a Redmmutrans, otra red de mujeres trans. Y desde ahí ha buscado la forma de colaborar para mejorar las condiciones de todas:

Me motiva saber que puedo hacer algo para que cada vez nos respetan más, nos reconozcan nuestros derechos más básicos, que podamos tener un trabajo en el Estado, en alguna empresa, que nos vean en una esquina y no nos griten insultos machistas, que no suframos más agresiones”.

 

Fátima explica que, desde niña, tuvo que enfrentar la transfobia en la escuela y el hogar.

Fátima explica que, desde niña, tuvo que enfrentar la transfobia en la escuela y el hogar. Foto: Carlos Sebastián

Cambiar el paradigma del trabajo sexual 

Según los registrados de Redmmutrans, el 53% de las personas trans no culminó ni siquiera el nivel primario por exclusión del sistema educativo. Pero desde el activismo, Fátima se ha abierto puertas. Quiere estudiar, cumplir con el perfil para optar a un trabajo formal y destruir la idea de que ser mujer trans es sinónimo de trabajadora sexual.

Se le dibuja un gesto de satisfacción en el rostro cuando cuenta que se está profesionalizando en derechos humanos, que le gusta leer textos de la legislación guatemalteca, derechos de pueblos indìgenas, migración y personas trans.

Ya estoy estudiando, me gané una beca con el Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo (INCEDES) para hacer investigación en derechos humanos, señala.

Fátima se atreve a soñar que algún día podrá ser empleada de alguna institución pública. Le gustaría ser maestra, trabajar en proyectos educativos y enseñar desde la tolerancia y el respeto. Justo lo que sus maestros no supieron hacer: Sería mi forma de incidir en los demás, de sensibilizar, dice.

Poco a poco, ha encontrado espacios en los que se siente involucrada, e incluso, ha logrado convertir su entorno familiar en un ambiente seguro para ella:

Mi familia terminó aceptándome. Entendieron que yo no podría cambiar, que yo soy así y no es porque yo sea anormal o mala persona. Ahora me quieren, me respetan, explica.

Su próxima meta es trasladar esa forma de pensar de la puerta de su casa hacia afuera. Pero admite que para lograr eso todavía falta mucho:

Tal vez ni siquiera lo pueda ver con mis propios ojos, pero igual lo intento.

La peor universidad es la calle 

El Instituto Humanista de Cooperación para el Desarrollo (Hivos) estima que en Guatemala al año son asesinadas 49 mujeres trans.

El informe del Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas (OACNUDH) de 2018 señala que 24 personas de la comunidad LGBTIQ fueron asesinadas. Según la Asociación Somos aos asesinatos fueron 33, 20 de ellos contra mujeres trans.

La peor universidad que pasamos las personas trans es la calle. Nos encontramos con golpes, maltratos y las mismas compañeras te dicen que lo que hay que hacer es trabajo sexual, cuenta Fátima.

—¿Para ti qué es ser mujer trans en Guatemala?

Ser mujer trans es salir de tu casa y no saber si vas a regresar. Es enfrentarte a la transfobia, la discriminación y la muerte. También es tener que soportar que tu familia te desconozca. Es tener que huir a la calle y exponerse al alcohol, las drogas, la trata de personas y la explotación sexual. Es afrontar la falta de oportunidades laborales, educación e incluso de vivienda. Ser mujer trans en una carga muy fuerte, no es fácil.

[También leé: "La persecución a homosexuales y el ‘álbum del terror’ de la Policía", por Javier Estrada Tobar]

—¿Y cómo te enfrentas a eso todos los días?

Mi motivación de todos los días son las que han muerto. Las compañeras que han muerto a consecuencia de crímenes de odio, transfobia o por VIH. Ellas son las que me inspiran.

A pesar de todo, Fátima sonríe. Se reconoce como mujer trans, como líder y como luchadora. Trabaja entre semana y dedica los sábados a estudiar.

Está dispuesta a convertirse en un ejemplo para otras como ella:

Ahora soy trabajadora sexual pero esa no es mi meta, ni mi legado. Yo lo veo como un trampolín para poderme superar y después demostrarle a la sociedad que una mujer trans también tiene la posibilidad de optar a plazas de trabajo.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Chairo Comunista /

    06/03/2020 1:49 PM

    Valiente y luchadora Fátima, sigue superándote con ese ahínco y motivación.
    Muy triste tu historia y la incomprensión de tu familia y casi toda la sociedad, pero ánimo, eres más grande y fuerte que todo eso.
    Por tu identidad, por tus derechos como persona y por tu superación, jamás claudiques, eres un ser admirable y valioso.
    Son los deseos de un heterosexual pensante.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Rodrigo Polo /

    05/03/2020 7:22 PM

    A los chairos comunistas de este pasquín les encanta el tema de los fenómenos de la naturaleza. Escriban sobre las obras que dejó el
    Doctor Jimmy Morales, pero no, tienen que gastar tinta y papel en estos temas que ya son muy seguidos, y sobre esas locas que se creen el orgullo.
    Orgullo es ser normal y no andamos desfilando como lo hacen las mariquitas, mi rotundo no a los desviados.
    De repente las locas son comunistas...

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!

      Elke Greiser /

      06/03/2020 7:32 PM

      Quién más que un Rodrigo Polo puede escribir semejante estupidez, ser homofóbico y racista!

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!



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