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Dos mujeres migraron para huir del narco y los extorsionistas. Estados Unidos ya las deportó.

Alison tuvo que huir de Guatemala por un narcotraficante que la estaba acosando. Marisol por un extorsionista que la amenazaba de muerte. Cada mes miles de guatemaltecos son deportados de Estados Unidos y este año el número casi se duplica en comparación con 2017. Apenas el 10% son mujeres. Como Alison y Marisol, huyen de un país que no las puede garantizar las condiciones mínimas de seguridad.

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Migrantes deportados abandonan la Fuerza Aérea.

Foto: Pia Flores

“Fue por un narco”, cuenta Alison. Se ríe nerviosamente. La joven de 19 años está esperando el bus de una ONG que la llevará de la Fuerza Aérea Guatemalteca a Chiquimula, donde creció. Ya son las 2 de la tarde.

– Él llegaba a amenazar a mis amigos cuando yo salía con ellos. Era como obsesionado conmigo. Yo nunca le hablaba, siempre me escapaba. Se enteró que un amigo me andaba molestando y le puso una pistola en la cabeza. Le dijo que jamás me volviera a molestar.

Alison llegó al mediodía de este miércoles con más de cien guatemaltecos en un avión de Swift Air, alquilado por la agencia de control de inmigración y aduanas del gobierno de Estados Unidos (ICE por sus siglas en inglés). Después entraron en un salón donde tuvieron que esperar mientras el personal de Migración registraba a todos uno por uno. El proceso duró dos horas hasta que un hombre rutinariamente gritó “¡Bienvenidos a Guatemala!” y abrió la puerta al patio de la Fuerza Aérea.

Cientos de caras confundidas, la gran mayoría de hombres que no parecen superar los 30 años, salen rápidamente. Caras de viajeros que no gozaron el viaje y cuyo único equipaje es un costal rojo y transparente que recibieron en el centro de detención en los Estados Unidos.

Entre la multitud se escucha la voz acelerada de Alison hablando con Marisol. También es de Chiquimula y se conocieron en la ‘perrera’, una jaula para mujeres en un centro de detención en Laredo, Texas. Ambas sienten alivio por haber salido, pero regresar a la realidad guatemalteca es una sensación agridulce para las dos.

Alison salió de Guatemala el 8 de junio y sólo 12 días después fue deportada para Guatemala. En tan poco tiempo la situación que la obligó migrar no ha cambiado.

Todo empezó hace dos años cuando Alison todavía estaba en el colegio estudiando una carrera técnica de belleza. Un narcotraficante, 18 años mayor que Alison, la empezó a acosar. La seguía en la calle y la llamaba a cada rato. Cada vez en un carro nuevo y desde teléfonos diferentes. El mensaje era siempre el mismo; ella iba a ser de él. El sustento de él era un secreto a voces en el pueblo donde ella creció y no se atrevía a decir nada a su familia.

– Me sentía bien incomoda y en el colegio ya no tenía amigos. Al final decidí salirme de estudiar, pero volvió a aparecer. Me dijo, que me iba a hacer la vida imposible, porque yo tenía que ser de él. Me dio miedo. Ahí fue cuando decidí irme [a Estados Unidos].

El plan de Alison era llegar hasta Maryland donde vive su mamá desde hace años y trabajar como niñera.

Entre enero y junio de este segundo año del gobierno de Trump, 2.141 mujeres y 19.129 hombres adultos han sido deportados de Estados Unidos por vía aérea. Son 77% más que durante la misma época el año pasado. Mientras muchos huyen de la pobreza y la escasez de oportunidades en Guatemala, pero cada año son más las y los que migran por la situación de delincuencia en el país.

En el patio el movimiento ya se calmó un poco. Algunos de los deportados ya agarraron camino para su casa. Muchos de los que se quedaron son provenientes del oriente del país y es primera vez que están en la capital. Buscan casi inmediatamente las organizaciones que apoyan a los migrantes deportados. Cintas para sus zapatos. Jalón para los que viven en departamentos lejanos. Una noche de alojamiento. Una llamada a un familiar para pedir que los venga a recoger, o que manden dinero para el pasaje del bus.

“Bueno señoritas, ya casi nos vamos”, avisa el conductor del bus que va para Chiquimula. Marisol aún no ha puesto las cintas en sus zapatos, y aunque no tiene prisa de regresar a su municipio, se apura a arreglarlas.

Tiene 26 años y hasta el 1 de junio trabajaba como vendedora en un almacén. Durante semanas había resistido a un grupo de extorsionistas que empezó a pedir dinero en el almacén. Ni ella ni el dueño tenían cómo pagar. Ese día los extorsionistas regresaron con un ultimátum y una cuota más alta: si no pagaba Q20.000 la iban a matar. Al día siguiente un amigo, que también migró a Estados Unidos, mandó un préstamo de 9.600 dólares a Marisol para pagar un coyote. Salió de Guatemala el 3 de junio.

Es seria. Pensativa por la incertidumbre de qué le va a pasar al regresar, y enojada que las autoridades en Estados Unidos la ignoraron cuando les contó que su vida corría peligro en Guatemala.

– Yo había dicho que quería pelear mi caso y pedir fianza por mi situación. Pero no me dejaron. Ya tenía mi abogado y supuestamente iba a llegar hoy. No me dieron tiempo. Yo se los dije varias veces. Uno me respondió, “allí donde usted está subiendo el avión, llámele”. Con burla, sabían que no tenía teléfono.

Sospecha que aceleraron el proceso de las dos para negarles la oportunidad y el derecho a presentar las condiciones de su caso con un abogado.

Ni Marisol ni Alison tuvieron audiencia. Cuando ya estaban en el aeropuerto, esperando subir al avión, un hombre uniformado les pidió a ellas y tres personas que firmaran unos papeles. Tenían su foto, su huella, y un texto en inglés. Ninguna de las dos habla inglés, pero sabían que eran los papeles de deportación. Ya no había marcha atrás.

En 2015 la poeta Warsan Shire, migrante de Kenya crecida en Londres, publicó el poema Hogar (Home):

Nadie deja su hogar hasta que su hogar se convierta
en una voz sudorosa en tu oído diciendo:
‘Vete, corre lejos de mí ahora.
No sé en qué me he convertido, pero sé
que cualquier lugar es más seguro que éste’.

 

Los nombres de las dos entrevistadas han sido cambiados para proteger su identidad considerando la situación de seguridad de ambas.

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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Victor Manuel Leiva /

    29/06/2018 5:41 AM

    Tener 9,600.000 US dólares y mandarlos de un día para otro es una versión poco creíble, lo que es creíble es el argumento de inseguridad que hoy se vive en Guatemala y en cualquier lugar del mundo, las agencias de envío de dinero en los EEUU te investigan cuando llegas con semejante caridad de dinero, y informan a las autoridades que pueden investigar la procedencia del dinero, no es creíble lo de esas gran cantidad de dinero son casi 80,000.00 mil quetzales.

    ¡Ay no!

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    ¡Nítido!

      Maxi /

      02/07/2018 8:02 PM

      Jajajajajajaja y quien le dijo que el amigo salió corriendo a depositar el dinero de inmediato..... yo tengo un amigo que deposita 10,000 quetzales mes a mes y ya lleva 8 años viviendo allá, o sea ____ él podría prestarle dinero a quien le diera la gana, si quisiera !

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!



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