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El complot de EE.UU contra la reforma agraria de Árbenz (pero no contra otras) (3/5)

Durante el año que transcurrió entre mediados de 1953 y mediados de 1954, Allen, jefe de la CIA, estaba ocupado sobre todo con el complot en contra de Árbenz. Las tensiones en Guatemala escalaron progresivamente. El gobierno de Árbenz expropió casi cuatrocientas mil hectáreas de tierras ociosas de la United Fruit y ofreció pagarle en compensación lo que la United Fruit había declarado como el valor de la tierra en sus declaraciones de impuestos: $1,185,115.70. Como respuesta, el Departamento de Estado—no la empresa—exigió con desdeño más de diez veces esa cantidad.

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Foto: Wikimedia commons

Presidente Eisenhower y John Foster Dulles en 1956

* Traducido por Rodrigo Fuentes.

“Esta ley ha afectado a la tierra de la United Fruit Company…que ha estado ociosa e improductiva durante muchos años y sin producir beneficios a la empresa o los accionistas”, insistió el gobierno de Guatemala. “Esta ausencia de producción permanente ha perjudicado a nuestra gente y nuestra economía nacional…El Gobierno de Guatemala mantiene relaciones amistosas con todos los países, naturalmente incluyendo a los Estados Unidos, y nota con consternación que los intereses monopolísticos de una empresa que ha causado tanto daño a Guatemala están dañando las relaciones cordiales entre el Gobierno de Guatemala y el Gobierno de Estados Unidos, y amenazan con dañarlas aun más…El Gobierno de Guatemala rechaza el reclamo de los Estados Unidos”.

Foster y Allen no estaban acostumbrados a que los líderes de países pequeños se dirigieran a ellos de esta forma. Tampoco lo estaban otros en el gobierno de Eisenhower, varios de ellos también con vínculos con United Fruit.

John Moors Cabot, el subsecretario de estado para asuntos inter-americanos, venía de una familia que tenía acciones en United Fruit, y su hermano, Thomas, había sido el presidente de la empresa. Otro miembro de su familia, Henry Cabot Lodge, el embajador estadounidense en las Naciones Unidas, había defendido con tanto vigor a la empresa durante sus años como senador por Massachusetts que llegó a ser conocido como “el senador de la United Fruit”. Robert Cutler, el asesor del presidente para la seguridad nacional, había sido miembro de la junta de directores de la United Fruit. El subsecretario de estado Walter Bedell Smith habló sobre su deseo de unirse a la junta de directores de United Fruit, y lo hizo luego de dejar el Departamento de Estado a finales de 1954.

Ann Whitmann, la secretaria privada de Eisenhower, estaba casada con el director de publicidad de United Fruit, Ed Whitman, quien había producido una película llamada Por qué el Kremlin odia los bananos. Ninguna otra empresa estadounidense ha estado tan bien conectada a la Casa Blanca.

A mediados del siglo veinte, EEUU era el gigante del planeta, más rico y más poderoso que cualquier otro país. Su ejército era 140 veces más grande que el de Guatemala, su territorio noventa veces más grande, su población cincuenta veces más grande. Las empresas estadounidenses eran el factor decisivo de la vida en Guatemala, mientras que Guatemala no tenía influencia alguna en Washington. EEUU estaba atada a través de una serie de alianzas a muchas de las potencias mundiales. Guatemala estaba rodeada por tiranos hostiles: Anastasio Somoza en Nicaragua, Rafael Trujillo en la República Dominicana, Fulgencio Batista en Cuba, Françoise “Papa Doc” Duvalier en Haití, y Marcos Pérez Jiménez en Venezuela. A pesar de este desequilibrio, los hermanos Dulles consideraban a Árbenz como una grave amenaza para EEUU.

Muchos en Washington se guiaban por la convicción que se regó por los corredores del poder estadounidense luego del “golpe constitucional” en Checoslovaquia de 1948: cualquier gobierno que le permitiera a los comunistas siquiera la más mínima influencia caerían tarde o temprano ante el poder de Moscú. En Guatemala, cuatro comunistas eran parte del congreso de cincuenta y seis miembros. Otros dos eran asesores cercanos de Árbenz.

“En Checoslovaquia, el gobierno nombró a un ministro del interior comunista, y de un día para otro hubo un reordenamiento y de repente los comunistas estaban en el poder”, recordó un veterano de la CIA años después. “La lección que aprendimos fue que no puedes dejar que ningún comunista llegue a ninguna posición de poder, porque de alguna manera eso será utilizado para tomar el control del gobierno. Y si un país no seguía esa regla, se convertía en nuestro enemigo”.

A finales de 1953, la CIA elaboró su primera propuesta para la operación que llegó a llamar PB/Success [PB/Éxito], “un plan amplio y general conformado por operaciones encubiertas y abiertas de grandes proporciones” en Guatemala. Empezaba con una lista de las transgresiones de Árbenz. Había convertido a Guatemala en la “principal base de operaciones para el comunismo de corte moscovita en Centroamérica”, instaló una “burocracia dominada por comunistas”, y practicó “una política anti-EEUU que se endureció agresivamente, dirigida directamente en contra de intereses estadounidenses”.

“La CIA le ha dado la mayor prioridad operacional a un esfuerzo por reducir y posiblemente eliminar el poder comunista en Guatemala”, concluía la propuesta. “La autorización debida ha sido recibida para permitir la cercana y pronta cooperación con los departamentos de defensa, estado, y otras agencias del gobierno para que apoyen la tarea de la CIA”.

Esta autorización solo podría haber venido de Eisenhower. Poco después de recibirla, Allen le dijo a sus hombres que esta operación era “la más importante para la agencia”.

“Allen Dulles se convirtió en el agente ejecutivo del Proyecto PB/Success [y] se mantuvo en contacto cercano con la planificación por medio de asistentes personales”, escribe John Prados, el historiador de los servicios de inteligencia. “Las conversaciones claves tuvieron lugar en la propia oficina de Allen Dulles… [Él] fue a la Casa Blanca a pedir dinero para redondear el presupuesto de la CIA a unos cómodos $3 millones”.

Árbenz, que no estaba al tanto de estos avances, continuó hablando con atrevimiento. A principios de 1954 declaró que “le compete por completo a Guatemala decidir qué tipo de democracia debería tener”, y exigió que los poderes extranjeros trataran a los países latinoamericanos como más que “objetos de inversión monopolística y fuentes de materias primas”.

Time le llamó “la declaración más francamente pro comunista que el presidente haya realizado”.

Mientras la planeación de PB/Success continuaba, Allen lanzó otra operación en Centroamérica que era más pequeña en escala pero probablemente más dañina. Él y Foster habían desarrollado una antipatía hacia el otro demócrata locuaz de la región, el presidente José Figueres de Costa Rica. Figueres fue elegido a la presidencia en 1953 luego de derrotar a una sublevación apoyada por los comunistas, lo cual debería haberlo convertido en un héroe en Washington, especialmente porque había sido educado en EEUU, se había casado con una mujer estadounidense y había sido convencido por los principios del New Deal. Una vez en el poder, sin embargo, promovió una reforma agraria y abolió el ejército de Costa Rica. Peor aun, denunció repetidamente a dictadores centroamericanos y del Caribe que eran aliados de EEUU, alentó complots en contra de ellos, y dio acogida a muchos conspiradores, incluyendo a comunistas. Terratenientes costarricenses que soñaban con derrocar a Figueres se acercaron a Allen. Simpatizó con ellos. A mediados de 1954, el senador Mike Mansfield de Montana acusó públicamente a la CIA de intervenir el teléfono de Figueres, un agravio que dijo tendría un “impacto tremendo” en la región. Esto no impidió que Allen alentara a los conspiradores anti-Figueres. Sin embargo, fracasaron por dos razones. Primero, Allen estaba dedicado a derrocar a Árbenz en la cercana Guatemala; segundo, ya que no había ejército en Costa Rica, no tenía instrumento alguno por medio del cual llevar a cabo un golpe. No obstante, este episodio reflejó algo desalentador sobre las políticas que Foster y Allen practicaron en el “jardín de atrás” de América. Acogieron a los dictadores de la región mientras trabajaban por minar a sus pocas democracias.

“Nuestro enemigo principal”, recordó Figueres después de dejar el gobierno pacíficamente en 1958, “fue el señor John Foster Dulles en su defensa de las dictaduras corruptas.”

Uno de los aspectos más extraños en el acercamiento de los hermanos Dulles a América Latina fue que mientras atacaban a los líderes de Guatemala y Costa Rica, aceptaban felizmente a un presidente de Bolivia que era de alguna manera más radical que ambos. El líder boliviano, Victor Paz Estenssoro, llegó al poder en 1952 luego de una rebelión violenta apoyada por trabajadores armados y facciones marxistas poderosas—en lugar de llegar a través de una elección, como sucedió con Árbenz y Figueres. En su discurso del primero de mayo, Paz acusó a los EEUU de intentar sabotear la economía de Bolivia al manipular el mercado mundial de estaño, su producto de exportación principal. Prometió responder afianzando los lazos con países comunistas. Poco después nacionalizó los recursos estratégicos de estaño y tungsteno de su país. Sin embargo, la posición oficial de EEUU, como fue expuesta por el subsecretario de estado John Moors Cabot, fue que el gobierno de Paz “es sincero en su deseo de progreso social”, mientras que Árbenz estaba “jugando abiertamente el juego comunista”. Un portavoz del Departamento de Estado justificó la ayuda estadounidense a Bolivia con la extraña explicación de que el gobierno de Paz era “marxista en lugar de comunista”. Mientras tanto, el gobierno de Eisenhower apretaba el nudo alrededor de Guatemala.

Los estudiosos que han considerado esta paradoja ofrecen varias explicaciones. “Bolivia estaba lejos de EEUU y del Canal de Panamá, y había poca oportunidad de entrenar a un ejército de emigrados para invadir el país o establecer un nuevo gobierno”, ha escrito uno de ellos. “Guatemala estaba cerca; tenía costa; había un régimen alternativo disponible; y sátrapas locales en Nicaragua o Honduras podían ser sobornados o persuadidos para ayudar en caso de una invasión…Los líderes bolivianos…eliminaron a todos los comunistas del gobierno…Los líderes guatemaltecos no mostraron tal flexibilidad, tal entendimiento de las obligaciones que corresponden a todo vecino, tal reconocimiento del hecho de que, para evitar la destrucción, debían echar a los comunistas del gobierno”.

EEUU no había derrocado a un presidente centroamericano en décadas, y Árbenz puede haber creído que esta práctica se había vuelto obsoleta. Si ese fue el caso, calculó mal. Como el líder iraní Mossadegh, no fue capaz de comprender la intensidad de los temores de la guerra fría que habían envuelto a Washington.

Veía que su programa de reforma no era más radical que el New Deal—sin darse cuenta que muchos que eran parte de la nueva élite republicana, incluyendo a Foster, consideraban que el New Deal había sido una abominación.

Foster y Allen atacaban a Árbenz por muchas de las mismas razones que habían atacado a Mossadegh. El mundo en que se habían formado estaba basado en la premisa de que los países poderosos, especialmente EEUU, tenían el derecho de imponer los términos comerciales con los países cuyos recursos y mercados deseaban. Mossadegh y Árbenz rechazaron esta premisa. Sus medidas en contra del poder de las corporaciones llevaron a Foster y Allen a asumir que servían a intereses soviéticos. Dos razones para atacarlos—defender el poder de las corporaciones y resistir al comunismo—se fusionaron en una.

Transcripciones desclasificadas apuntan solo un momento en que un diplomático sin nombrar del Departamento de Estado cuestiona este consenso. El oficial del servicio exterior sugiere que quizás Árbenz solo sea un nacionalista local sin vínculos al Kremlin. Antes de que pudiera decir más, el subsecretario Walter Bedell Smith, quien siempre fue leal a Eisenhower, lo cortó.

“No sabe de qué está hablando”, Smith le dijo al hombre. “Olvídese de esas ideas estúpidas y continuemos con nuestro trabajo”.

 

** El más franco de los pro-comunistas es el capítulo sobre Guatemala del nuevo libro The Brothers: John Foster Dulles, Allen Dulles y su secreta guerra mundial, del periodista Stephen Kinzer. La editorial Times Books autorizó la traducción y publicación de este capítulo en Nómada.

*** Nómada publicará el capítulo en cinco entregas que se publicarán cada viernes durante las próximas cinco semanas. Esta es la entrada tres de cinco.

(1/5) Árbenz, el más franco de los pro comunistas

(2/5) Cómo EE.UU. convirtió al comunismo en un demonio

Stephen Kinzer
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Stephen Kinzer es un periodista estadounidense que fue corresponsal en Centroamérica entre 1974 y 1989. Es co-autor del libro Fruta Amarga. Es catedrático en Brown University y escribe comentarios para el Boston Globe. Tiene una foto de Árbenz en su despacho.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Luis Lewis /

    21/08/2016 4:46 PM

    "Veía que su programa de reforma no era más radical que el New Deal—sin darse cuenta que muchos que eran parte de la nueva élite republicana, incluyendo a Foster, consideraban que el New Deal había sido una abominación."


    Tanto odiaban estos el New Deal del Presidente Roosevelt que Wall Street (~ CACIF gringo) intento darle golpe de estado en 1933... (buscar 'McCormack–Dickstein Committee' que fue la comision del congreso para investigar el complot...)

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    ANONIMO /

    05/01/2015 1:35 PM

    […] Cómo EE.UU. convirtió al comunismo en un demonio (3/5) El complot de EE.UU. contra la reforma agraria de Árbenz (pero no contra otras) (4/5) Los chicos malos de la élite, el equipo de la […]

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    ANONIMO /

    19/12/2014 11:07 AM

    […] el más franco de los pro comunistas (2/5) Cómo EE.UU. convirtió al comunismo en un demonio (3/5) El complot de EE.UU. contra la reforma agraria de Árbenz (pero no contra otras) (4/5) Los chicos malos de la élite, el equipo de la […]

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    ANONIMO /

    19/12/2014 9:58 AM

    […] (1/5) Árbenz, el más franco de los pro comunistas (2/5) Cómo EE.UU. convirtió al comunismo en un demonio (3/5) El complot de EE.UU. contra la reforma agraria de Árbenz (pero no contra otras) […]

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    ¡Nítido!

    Juan Lector /

    15/12/2014 8:18 AM

    @José Pablo: lamentablemente siguen siendo pocos los dueños de la verdad. Para la mayoría del país, son Prensa Liebre y Noti7. Para otros son Canal Antigua y Zapeta. Mientras no exista el hábito de leer libros, los dueños de los medios masivos serán dueños de la verdad.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    José Hidalgo /

    09/12/2014 8:47 PM

    Aprecio el articulo, seria interesante un estudio profundo acerca de los pocos pensadores que han existido en Guatemala y la prioridad que se debe dar a la búsqueda de nuevos intelectuales en el país.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    José Pablo /

    07/12/2014 5:35 PM

    Estados Unidos no solo era poderosa en todos los sentidos mencionados en el artículo, sino en uno que en esa época era crucial: el poder sobre la verdad. Y para nuestra desgracia lo hicieron mejor que ninguno. Tan bien, que aun hoy muchos guatemaltecos ven a Árbenz como un una amenaza que, gracias a dios y a los gringos, se pudo neutralizar a tiempo. Quién sabe qué hubiera pasado, cómo sería Guatemala si no se nos hubiera cortado el impulso. Ibamos a saltar y terminamos en el suelo, más abajo que el suelo. Quizás Árbenz fue ingenuo, pero me alegra saber que una vez, un pequeño país en el ombligo de América, le exigió a un gigante abusivo y sádico del norte, frontalmente y sin titubeos, que se respetara su decisión de ser responsable de sí mismo. Es decir, la decisión de convertirse en un país adulto. Esa oportunidad es la que se nos fue.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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