Buena parte de la economía está paralizada. La gastronomía, los grandes almacenes, las fábricas están cerradas para ralentizar la pandemia del coronavirus (SARS CoV2), que resulta mucho más contagiosa que lo que los expertos anticipaban, más agresiva y más letal. Según expertos alemanes, el 2% de los infectados llega a tener neumonías tan graves, que solo tienen posibilidad de sobrevirir en las unidades de cuidados intensivos (UCI) en hospitales con aparatos de respiración artificial. Sin esta respiración artificial, mueren.
No estamos preparados para el tsunami, ni aunque en Alemania tengamos 30.000 camas en las UCI con equipo de respiración artificial –tres veces más por habitante que Estados Unidos, mucho más que Italia o España–. De camas sin equipo de UCI, Alemania tiene 8.3 por cada 1,000 habitantes; Guatemala, 0.6 por cada 1,000.
Todos los hospitales en Alemania trabajan día y noche para duplicar, tal vez triplicar, el número de camas con capacidad de cuidados intensivos (UCI). Aunque lo logren, probablemente no se van a dar abasto para los enfermos de Covid19 que llegarán. Según la Sociedad Alemana de Epidemiología, un millón de enfermos graves pueden llegar a la clínicas alemanas en poco tiempo, y necesitarán respiración artificial para sobrevivir. Esto significa que solo habrá ayuda vital para 1 de cada 10 que necesiten, y entonces la letalidad del coronavirus aumentará.
El tsunami ya ha llegado a muchos hospitales en Italia y a España. Los médicos tienen que elegir a quién dejar morir, para poder ayudar a los que mejores perspectivas tienen. Los enfermos crónicos, mayores de edad, en estado grave son los primeros en ser seleccionado para dejarlos morir. Hay informes dramáticos desde hospitales en Madrid, que indican lo mismo.
En Madrid, la pista de patinaje del Palacio de Hielo fue convertida en morgue.
Ante este horror previsible, las sociedades europeas hacen todo lo posible para hacer el tsunami menos desastroso. Si se ralentiza la epidemia, habrá menos enfermos que llegan a la vez a los hospitales. Para conseguirlo, hay que reducir los contagios y por tanto los contactos físicos. Esto significa colegios, guarderías de niños, restaurantes, bares cerrados. Todos los eventos con audiencias grandes como congresos, ferias comerciales, cancelados. Grandes fábricas, cerradas. No veremos hasta dentro de unas semanas, si es que estas medidas drásticas ayudan.
Paramos todo, para salvar vidas
Aunque hay que salvar las distancias de las realidades entre los países industrializados con sistema de salud con seguridad social universal, y los países en donde la mayoría vive “al día” y sin seguros de desempleo ni de salud, ninguno de los países europeos o latinoamericanos sabemos si serán suficientes las medidas drásticas de cuarentenas, confinamientos y aislamientos físicos para frenar la pandemia.
Lo que sí sabemos es que las medidas drásticas van a provocar una recesión económica. Muchos perderán sus trabajos, muchas empresas se irán a la quiebra. Viene la crisis económica más grave de la que tengamos memoria.
Para evitar una destrucción inmediata, los Estados están dispuestos a volver a endeudarse al máximo como en la segunda mitad del siglo XX, anulando todos los esfuerzos enormes de las décadas pasadas para salirse de la trampa de la deuda.
Nos estamos jugando el bienestar económico tal vez para toda una década. Todo para salvar vidas.
Y aquí es donde quisiera hacer una pausa en medio de este cataclismo que nos ocurre como humanidad.
Me parece que nunca antes la humanidad había estado dispuesta a pagar un precio tan alto por salvar vidas.
Venimos de una historia de la humanidad en la que la gente estaba dispuesta a sacrificar millones de vidas ‘por el honor de la nación’, ‘por servir a la patria’, ‘por vengarse de un ataque en aviones’, ‘para destuir o dominar a un enemigo’, en guerras que cada vez cobraban más vidas.
La vida no valía mucho, si la causa parecía justa.
Y esta vez estamos frenando todo para salvar esas vidas.
Hay políticos, como algunos republicanos en Estados Unidos, el ultraderechista presidente brasileño Bolsonaro, o el izquierdista presidente mexicano López Obrador, que abogan por levantar o no imponer una cuarentena, para salvar la economía, arriesgando la muerte de millones de personas.
Pero la mayoría preferimos, en la medida de nuestras posibilidades, frenar todo para salvar esas vidas. Probablemente no sean millones de vidas en Europa, sino salvar decenas de miles, ojalá centenares de miles de vidas.
Porque hoy, la vida misma se ha convertido en la causa justa.
Nunca antes una vida valía más que hoy en Alemania, en China, en la India, en Guatemala y en América.
Cada vez más países se deciden por la vida pagando un precio que nunca antes en la historia de la humanidad se pagó por salvar vidas.
Quiero creer que, aunque hay tendencias autoritarias y terraplanistas, esta reacción también demuestra que la ética en la humanidad ha avanzado más los últimos 100 años que en toda su historia. Esta pandemia y confinamiento de hoy, aunque todavía no está inclinada la balanza, puede ser la victoria de la solidaridad y de la compasión sobre el nacionalismo, el egoísmo y la codicia. Para mí es el rayo de esperanza en la noche larga que nos espera.
Víctor lopez /
La cloroquina es el medicamento que el infectologo francés Dieder Raoult está recetado, con el APOYO TOTAL DEL GOBIERNO ... no creo que a giammatei le interese ayudar al pueblo , prefiere recibir los 200 millones que se repartirán con las elites económicas del país, PREFIEREN DARLE AL PUEBLO UNA BOLSITA CON : UNA LIBRA DE AZUCAR, DE FRIJOL ,UNA BARRA DE MARGARINA , ARROZ ETC . Cada mes que permitir que el pueblo se levante ....