Soy mamá, esposa, periodista y soñadora. Probablemente me vieron hace algunos años en Univisión o CNN, o mas recientemente en Viva la Mañana, o en mi paso por Nómada, o quizás hemos conectado a través de mi nuevo proyecto @otradietamenos. Disfruto de los pequeños momentos de la vida, amo el café, me entretengo con el deporte, aprecio mi soledad. Y sí, además, soy bipolar.
Aquí me tienen, con ganas de hablar y mostrarme tal cual. He comprendido que mi enfermedad no define quien soy. Desde un inicio hubiera sido mucho mas fácil para mí y para quienes me rodean si todos supiéramos como es vivir con esta condición médica. Aprendí que es muy cansado esconder los síntomas de la bipolaridad, así como imagino que seria imposible esconder los síntomas de la diabetes o el asma.
Recuerdo muy bien el día que fui diagnosticada. Fue en octubre del 2017, tenía 36 años. Estaba ansiosa, sentada frente al tercer psiquiatra que veía en los últimos dos años. Mi semblante era de una mujer demacrada, cansada y atormentada por sus propios demonios. Acababa de pasar una crisis muy fuerte. Mi matrimonio colgaba de un hilo y, francamente, mi vida también.
Venía de vivir tres años tormentosos, con cambios de humor radicales y frecuentes. Pasé por varios episodios depresivos e hipomaníacos que ahora, estando medicada, son menos intensos y frecuentes. La hipomanía es algo así como lo opuesto a la depresión, períodos de gran exaltación, claridad, energía y euforia.
Cuando hablo de la bipolaridad muchos me preguntan qué siento, así que intentaré contarles un poco.
En ocasiones me siento la mujer más segura del mundo, mi energía se incrementa a pleno y dormir se siente innecesario. Quiero socializar, emprender nuevos proyectos y simplemente ser feliz. Presento todas las características de lo que la sociedad denominaría “productivo”.
Pero en la bipolaridad, todo lo que sube baja.
Después de un tiempo, la energía comienza a disminuir, incrementa la irritabilidad, los pensamientos se vuelven intensos e invasivos al punto que me paralizo y entra la depresión.
Los días se vuelven oscuros y no encuentro una sola razón para salir de la cama. Cosas que disfruto todos los días, como bañarme o comer, pierden el sentido. Empiezo a cuestionar mi propósito y existencia; y aunque tengo mil y una razones para estar agradecida, en esos momentos desvanecen y quiero irme junto a ellas. Grito ¡auxilio!; nadie me oye, nadie está ahí para salvarme, no puedo salir.
Eso es lo que hace la bipolaridad, juega con mi mente.
Es muy difícil vivir no entendiendo lo que te ocurre, por eso el día de mi diagnóstico me sentí liberada, logré apoderarme de mi historia. Quien iba a decir que la enfermedad que tanto daño me hizo me haría sentir completa otra vez.
Me pedí perdón por haber aguantado tanto tiempo pensando que era débil y menos que los demás.
Curiosamente comprendí por qué conocidos y amigos me ponían apodos como asperger, desubicada, o incluso la Grinch, en honor al famoso personaje de Dr. Seuss que es amargado, no socializa y quiere frenar todo tipo de diversión.
En aquellos tiempos, me reía de los apodos para ocultar que me dolía.
No se imaginan lo difícil que es luchar con los síntomas y discapacidades que resultan de la enfermedad; y por otro lado con los estereotipos y prejuicios que la sociedad impone sobre nosotros. Por esto, quienes padecemos mi condición usualmente lo callamos.
Es el tipo de diagnóstico que provoca comentarios como “yo siempre pensé que los bipolares se ponen tan locos que pueden matar a alguien”; “¿será que puedo dormir seguro a la par tuya?”.
Sé que es ignorancia, pero duele. Estudios demuestran que los problemas de salud mental más comunes, como la depresión, ansiedad y bipolaridad, no tienen correlación con el comportamiento violento.
Lo que sí es un hecho, es que los estereotipos complican que llevemos una vida plena y de calidad. Por los estereotipos, nuestro desempeño laboral y social se ve afectado y el impacto tiene consecuencias que afectan a toda la sociedad. Muy pocos se atreven a hablarlo. Supongo que es más fácil ignorar que enfrentar algo que no entendemos. Y no es que una persona diabética, asmática o bipolar no pueda ser parte de la sociedad productiva. Es solo que necesitamos comprensión en algunos momentos.
Alguna vez me preguntaron si mi condición tiene cura, y afortunadamente no. Las vivencias y enseñanzas que me deja me convierten en una mujer libre y no puedo pensar en mejor sentimiento. En vez de hundirme, he logrado salir adelante. Soy una sobreviviente y una activista en formación.
Esto que escribo es parte de mi historia, una que lleva varios capítulos. Es únicamente un preludio a la sinfonía de mi vida bajo el trastorno bipolar. Contarla es terapéutico y también espero que motive a quienes se ven afectados de otra una u otra forma por una enfermedad mental, a alzar su voz y vivir su verdad con orgullo y sin miedos.
Según estadísticas, alrededor del mundo somos más de mil millones viviendo con algún tipo de trastorno mental, uno de cada 7 humanos.
Somos mujeres, hombres, mamás, padres, amigos, profesionales, deportistas, compañeros de trabajo, soñadoras, hijas, hijos, peleando en silencio una de las batallas más difíciles de nuestras vidas.
Es hora de hablar.
Leer otros blogs sobre psicología: Claudia Castro Ruiz.
Javi /
Muchas gracias por contarnos tu experiencia. Creo que es importante que la gente poco a poco conozca estas enfermedades y no se asusten a las primeras de cambio. Si poco a poco el tabú sobre ellas fuera desapareciendo todo sería mucho más fácil.
Sin subidas no hay bajadas!!
Enhorabuena por tu blog
Ariel Batres /
Si no existe, los que aquí escribieron podrían fundar una organización de auto ayuda, aunque fuera virtual o en línea.
El testimonio de Marina René es sorprendente y lo que describe Julio Santizo sobre su propia experiencia de casi cincuenta años, da a lugar a pensar que la enfermedad no tiene porqué destruir vidas útiles para Guate. María es periodista y Julio escritor: nuestro país tiene gente valiosa, la que no obstante sus padecimientos, NO SE RINDEN.
Julio Santizo Coronado /
Excelente artículo. Rastreé el trastorno, en mi caso, hasta los seis años. Un caso precoz. Durante gran parte de mi vida tuve muchos problemas debido a él. Con los años, llegué a padecer dos enfermedades crónicas más; estas de índole física, no mental. Así que he vivido con la psicosis maníaco depresiva desde 1972 y con dos enfermedades más, una que padezco desde hace 25 años y otra desde hace unos 5 años. Y, no obstante, he podido llevar una vida bastante productiva. En 2004, durante una de muchas crisis, llegó a mis manos una revista que me hizo pensar: "¡Caramba! Este soy yo". Así que busqué ayuda psiquiátrica. Desde agosto de 2018 ya no estoy medicado (no estoy sugiriendo dejar la medicación, que conste; las circunstancias de cada bipolar difieren muchísimo). Mi último cóctel estaba compuesto por quetiapina, carbamazepina y un antidepresivo empleado durante los días más grises o de abulia. Los cambios estacionales suelen ser muy difíciles (primavera y otoño, pero especialmente del 21 de marzo, la primavera, los días de repunte maníaco anual; el otoño implica un cambio también, pero la atenuación de la luz solar, aunque casi imperceptible para la mayoría en los trópicos, me lleva a una dulce melancolía). Aunque mis cambios suelen ser de variada duración, y a veces muy rápidos, el haber dejado los medicamentos, aunado al cambio de luz primaveral y a la incomprensión y las actitudes ajenas que rompen el equilibrio y la rutina que me esfuerzo por llevar, me condujeron a lo que describo en el siguiente enlace. Felicitaciones, María Renée. Si hubiésemos nacido con un defecto físico algunos sentirían compasión, otros, quizá, repulsión; y este error neuroquímico, del cual ninguno de nosotros es culpable, causa el mismo efecto en los demás. Pero la adversidad, dijo cierto escritor cuyo nombre no viene a mi memoria, saca lo mejor y lo peor de las personas. No seamos de las segundas jamás. ¡Adelante!
https://lasmemoriasdeunescribiente.wordpress.com/2019/03/29/a-la-espera-de-la-primera-lluvia-de-primavera/
Miriam /
Gracias por compartir algo tan personal. Sería interesante si en el futuro nos cuente cómo familiares/amigos pueden apoyar a alguien que padece de bipolaridad. =)
Julio Santizo Coronado /
La animo a leer mi propia experiencia arriba. Además, en este enlace hallará la información a la cual me refiero.
https://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/102004002
En este enlace hallará información que ayuda a parientes y amigos a saber cómo enfrentar el trastorno psicoafectivo bipolar de sus seres queridos y cómo ayudarlos.
https://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/102004003
JuanP /
Una lección de vida. Yo padezco una de las dos enfermedades (que en realidad le llamo condición) de las que mencionó. Como bien lo dice, aprendí a convivir con ella y a hacerla parte de mi vida. Pero ante todo, gracias por ser valiente y compartir su historia. Sin lugar a dudas, es un ejemplo de vida y por supuesto, toda una mujer valiente.
Julio Santizo Coronado /
No cabe duda de que ella lo es. Escribí un comentario más arriba. Lo animo a leerlo y también a entrar en este enlace.
https://lasmemoriasdeunescribiente.wordpress.com/2019/04/03/palabras-del-agua-y-de-la-mar-texto-de-la-edicion-de-2016-revisado-2019/
Carlos Vásquez /
Me quedé fascinado con la lectura. El estilo y redacción me encantaron desde la visión periodística. Aún mas, la valentía de abordar como tema, la enfermedad que padece. Extraordinario ejemplo de aceptarse así mismo. Felicitaciones María Reneé
Juan /
Simplemente extraordinario. En efecto yo también padezco Trastorno Afectivo BIpolar tipo 2, y nunca hablo de ello. Creo que es tiempo de ir cambiando un poco y romper paradigmas respecto a las enfermedades mentales. ¡No somos locos! Simplemente padecemeos una enfermedad, como podría ser hepatitis o gastritos.
Dinorah /
Gracias por ese articulo que brinda esperanza a una mujer bipolar mas...
Mario Paredes /
Excelente articulo. Seria bueno una segunda parte de los que vivimos al lado de esas personas como las vemos, como las tratamos y como las apoyamos. Desgraciadamente los terapeutas guatemaltecos solo recetan pildoras de esas que tratan momentaneamente el padecimiento y alejan a los pacientes de las actividades sanas y de contacto social porque al mes siguiente seran pacientes de una nueva sesion a contar como les fue y por supuesto a caer muertos con la paga.
Luis /
También tengo BP tipo 2 y me da placer conocer una activista en el tema de enfermedades mentales (Gracias)
Un error en el que constantemente caemos como sociedad es decir "Jimena es bipolar" no es un adjetivo, lo correcto es decir "Jimena tiene bipolaridad". Nadie anda por la calle diciendo "Pedro es canceroso" o "María es sidosa"
D T E /
Gracias, María Renee por escribir esto. Es muy valiente hablarlo, aceptarlo y tratarlo. Me duele mucho ser parte de las estadísticas, pero más me duele tener que esconderlo a diario y sentir que no soy tan valiosa como el resto. Quiero otra vida y leer esto me motiva a buscarla. Un abrazo.
Yo no me llamo Javier /
Muy revelador y valiente el escrito de María Reneé. Pienso que en Guatemala es mayor la correlación de 1;7 de personas con trastornos mentales andando por allí en las calles, manejando por las carreteras, estresados en el caos y la violencia diaria, lo que empeora la salud mental. Este tema y otros relacionados casi no se hablan en esta sociedad ultraconservadora/hipócrita que hace de estos temas verdaderos tabúes. Para ser honesto, nunca había conocido o sabido de algún chapín con este diagnóstico. Pienso que lo más difícil es mantener en armonía las relaciones con los demás, y peor, el sentirse atrapado en sus propias vorágines mentales. Ojalá y a partir de esta nota muchas personas se sientan identificadas y con el suficiente valor para buscar ayuda profesional, y más, que sientan que no están solas en su lucha diaria.