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Crisis sanitaria: un duro, pero necesario, despertar

Es interesante pensar como un virus microscópico vino a cambiar, en cuestión de meses, la manera en la que respiramos, nos relacionamos, aprendemos, consumimos y vivimos como sociedad. Un organismo invisible para todas las personas vino a replantear y cuestionar el sistema socioeconómico capitalista que lleva más de un siglo funcionando e imponiéndose alrededor del mundo, y además más de cincuenta años “fortaleciéndose” con políticas neoliberales.

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Esta es una opinión

Foto: Carlos Sebastián

Nos hemos dado cuenta que la manera en la concebimos hoy en día la producción mercantil y la economía es contraria, no solo a la vida natural del planeta (para la flora, fauna y la vida mineral) – como ya se había planteado miles de veces- sino para la vida humana en sí. Los líderes políticos y diplomáticos del mundo tuvieron que decidir entre crecimiento y actividad económica, y las vidas de sus ciudadanos. Y no digo esto en negación de las dificultades sociales que trajo y aun va a traer el paro mundial de la economía y las finanzas, sino más bien con la intención de ver como la producción en masa, excesiva y desechable, es antinatural y no compatible con la vida humana a largo plazo.

La crisis sanitaria de COVID-19 nos hizo darnos cuenta que producimos y consumimos cosas que no son necesarias y que no producimos ni tenemos suficientes servicios y objetos que son esenciales. ¿Cómo es que producimos y financiamos más ropa de moda y películas multimillonarios que camas de hospital y respiradores? También nos hizo revisar nuestra estructura y jerarquía socioeconómica porque cómo es que empresarias(os) y publicistas ganan excesivamente más que las y los médicas(os) y enfermeras(os), agricultoras(es), o maestras(os).

Abrimos los ojos a las carreras y actividades verdaderamente indispensables para el funcionamiento de la sociedad. Revisamos nuestro armario y por primera vez la frase “No tengo nada que ponerme” fue real, nuestra ropa (e incluso rutinas “de belleza” e higiene en general) resultaron incómodas e innecesarias para una vida en nuestro hogar y en familia.

Reinventamos nuestra rutina y nuestra moda. Se vendió mucha ropa de deporte y ropa cómoda este año, y menos maquillaje, por ejemplo. Por primera vez pensamos dos veces antes de salir a la calle a comprar algo. Abrimos los ojos al verdadero costo de nuestros pequeños lujos diarios, de ese café o producto de limpieza importado que ahora cuesta el doble y se termina rápido en los supermercados.

Estando conectados a través de la economía y la globalización, jamás estuvimos tan separados y divididos. Y es paradoxal, porque lo único que se nos negó y limitó formalmente fueron actividades sin costo económico: contacto humano, movilidad (sin contar el movimiento en transporte que incluye el costo de combustible, que también bajó). Dejamos de consumir y de relacionarnos inconscientemente y nos dimos cuenta de la inseguridad que sufrimos como sociedad. De un día para otro el acceso a vivienda, a comida y a educación (hasta el acceso a oxígeno) de muchas personas se vio cuestionado y/o eliminado, por que dependía totalmente de este sistema económico erróneo e inestable, que está (para citar al gran Eduardo Galeano) “patas arriba”.

Esperemos sea un cambio que venga para quedarse, que la muerte de más de quinientas mil personas en el mundo (hasta ahora) y el sufrimiento de más de ocho millones de personas no sea en vano y nos replanteemos nuestra forma de vivir, de consumir y de interactuar buscando formas más durables, naturales y responsables. Así cuando las generaciones que vivimos esta pandemia lleguemos al poder y estemos a la cabeza, reinventemos lo que significa crecimiento y desarrollo económico. No debemos esperar a que otro suceso así pase para darnos cuenta que este sistema hecho de cristal, muestra y presume sus privilegios pero los separa de muchas personas y se quiebra fácilmente.

Giulianna Maselli Zepada
/

Soy una joven socióloga guatemalteca de 22 años. Graduada del Julio Verne, tuve la oportunidad de irme a estudiar a Francia al terminar el bachillerato. Mis ansias de comprender la sociedad y de encontrarle el sentido a las desigualdades sociales de mi país me llevaron a estudiar sociología en la Universidad de Poitiers en Francia, con especialización en ciencias políticas. Y mis ganas de regresar, y proponer soluciones reales tanto como sistemas de desarrollo alternos y justos, me motivan día con día para terminar mi tesis y obtener mi Maestría en Estudios Comparativos del Desarrollo en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS), en Paris. Siempre con Guatemala, y Latinoamérica en el corazón y el pensamiento.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    EDGAR RIVERA /

    25/06/2020 8:15 PM

    Excelente punto de vista. Idealista a cierto punto pero cierto sin duda. Hay muchos que leerán este artículo y degeneran el sistema como si fuera el único que pueda existir. Obvio que vienen cambios y el sistema que funcionaba antes no funcionará más

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

      EDGAR RIVERA /

      25/06/2020 8:16 PM

      *defenderán

      ¡Ay no!

      ¡Nítido!

    Pedro Alpírez /

    25/06/2020 1:22 PM

    Buen artículo pero innecesaria la demonización del sistema "capitalista" con "políticas neoliberales" que probablemente fue el que permitió que usted tuviera acceso a una buena educación en un colegio privado y que sus padres pudieran enviarla a Francia a estudiar.

    Y a su pregunta "¿Cómo es que producimos y financiamos más ropa de moda y películas multimillonarios que camas de hospital y respiradores?", es el mismo sistema capitalista que es flexible y se adapta a la oferta y demanda del mercado. ¿Por qué habríamos de producir camas de hospital y respiradores (oferta) sin nadie que los compre (demanda)?

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    francisco monterroso /

    24/06/2020 8:24 PM

    Creo que el consumismo desmedido, la apariencia ante los demás, la inconformidad con un mismo y lo más importante, no darnos cuenta que dentro de nosotros viven millones de microorganismos que nos ayudan a vivir, a mantener un equilibrio, nos llevo a pensar o mal pensar, que éramos únicos sobre la tierra y despreciamos a los demás microorganismos sobre la faz de la tierra, eso los llevo a mutar y a demostrarnos que o cambiamos o nos hacen cambiar, o reflexionamos y nos convertimos en humanos o nos vomitaran todas la porquerías que tiramos al medio ambiente. Como dice la canción el sol nace para todos. Al coronavirus no tenemos que tenerle miedo, tengamosle respeto, carguemoslo a tuto si es posible, sólo usemos la mascarilla, lavado de manos y distanciamiento entre persona y persona. La globalización ya no permite gobiernos locales, ni decisiones locales, solo aceptar las decisiones globales.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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