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(¿)Feminismo(s?)

Una vez recibí un regalo de un colectivo feminista en Guatemala que tenía la frase estampada “el feminismo NO es una palabra sucia”. Confieso que me sorprendió, porque me pareció una afirmación ya demasiado obvia en la burbuja feminista en la que me muevo en Berlín.

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Esta es una opinión

"La muerte del patriarcado", por Mary Beth Edelson

Cuando llegué a Guatemala de visita, tres voces me cortaron el aire que llevaba de mujer en “las europas” lista para tirar piedras en la plaza y salir volando sin que nadie me confronte. Pongámoslo en lista:

1. Voz de hombre, que se define antisistema y de izquierda: “mano, esa chava re inteligente, lo que pasa... (baja la voz como para decirme un secreto) es que es bien feminista”.

2. Voz de hombre, blanco, que se define como “neutral” en cuanto a las derechas e izquierdas en Guatemala: “Mira vos, lo que pasa es que cuando ya es radical, ya pierde su fuerza, ya se está volviendo un dogma vaa vos como la religión y eso si que no”.

3. Voz de hombre, blanco, que se define como progresista e intelectual: “Mano es que aquí estamos en la mierda, no que en Europa ya han superado varias cosas. No se están con mierdas y la mara es más libre, deberíamos de ser como ellxs (¿quienes son ellxs? ¿los alemanes hombres, las mujeres blancas, lxs extranjeros del sur global?).

Mi respuesta con el último fue: “bueno si es así, entonces legalicemos el aborto y permitamos el matrimonio homosexual”. La suya, su respuesta predecible: “Ahhh no, eso es otra cosa, eso ya es el relativismo extremo en donde todos los valores ya se perdieron y ya ni tradiciones hay”. 

Eran tres hombres que llegaron como Gaspar, Melchor y Baltazar en las épocas navideñas, y se creían con autoridades para venir a decirme lo que es el feminismo en Guatemala, como si acá por estar en el norte todo se hiciera mejor.

Aquella experiencia me hizo también cuestionarme la autoridad y la violencia que supone la tarea de definir “el feminismo”, “los feminismos”. Todo mientras otras mujeres resisten, manifiestan, denuncian feminicidios, deconstruyen relaciones interpersonales, feminizan los espacios públicos, construyen memoria histórica y andan moldeando una realidad que influye las subjetividades de todes.

Desde la realidad material que supone relacionarse con los movimientos sociales en Guatemala desde Alemania, es importante preguntarse sobre la manera en que los conceptos y los discursos viajan transnacionalmente y se instalan en relaciones de poder con el norte global. 

Esto no solo se reduce al concepto de feminismo como tal, sino a la práctica colonial que implica la observación y la mirada hacia otras prácticas de existir y generar conocimiento. A través de inspiradores encuentros con artistas, activistas e intelectuales que trabajan en Chiapas y en Guatemala, hemos aprendido la importancia de descolonizar las formas de trabajar juntes y construir alianzas de lucha social.

Natalia Eduardo
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Integrante del colectivo VOCES de Guatemala en Berlín. Estudiante de literatura y estudios latinoamericanos. Poetiza chiveada y feminista malhablada.


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