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La maternidad es un gran cuento

¿Elegir una maternidad lejos de los roles establecidos o elegir no ser madre? La maternidad tiene mitos y hoy arrancamos con Desmadres, una serie de textos que buscan contribuir a paternidades más comprometidas y libres.

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Esta es una opinión

Detalle de Antíope, de la obra Júpiter y Antíope, de Watteau

Foto: Planeta de Libros México

“Fue aquí, en el lugar más maloliente de todo el reino, donde nació el 17 de julio de 1738 Jean-Baptiste Grenouille… Cuando se iniciaron los dolores del parto, la madre de Grenouille se encontraba en un puesto de pescado de la Rue aux Fers escamando albures que había destripado previamente. Sólo quería que los dolores cesaran, acabar lo más rápidamente posible con el repugnante parto. Era el quinto. Todos los había tenido en el puesto de pescado y las cinco criaturas habían nacido muertas o medio muertas, porque su carne sanguinolenta se distinguía apenas de las tripas de pescado que cubrían el suelo y no sobrevivían mucho rato entre ellas y por la noche todo era recogido con una pala y llevado en carreta al cementerio o al río. Lo mismo ocurriría hoy”. Fragmento de El perfume, de Patrick Suskind

A las mujeres desde que somos niñas muy pequeñas comienzan a contarnos el cuento de la maternidad, nos lo inculcan despacito, macerado en medio de muñecos con forma, tamaño y textura cada vez más parecidas a los bebes de verdad, nos lo asignan de forma “natural”  en nuestras  casas cuando ya tenemos edad para “ayudar a mamá” a servir y atender a padres, hermanos y abuelos, nos lo refuerzan en las escuelas cuando nos hacer parte de los cursos de “hogar” y en la publicidad cuando nos muestran a niñas “jugando  a las casitas y a ser mamás”.  Pero esa maternidad, así como nos la han contado y mostrado en los últimos dos siglos es eso, un cuento.

Un mito, dice Victoria Sau. Es decir, que velado bajo el amor maternal se nos ha colado el patriarcado hasta la médula, somos nosotras quienes pasamos de generación en generación la ideología del padre, del patriarcado a final de cuentas. Claro, esta es la versión más fácil de contar. Habrá que profundizar un poco para entender que, si bien es cierto que a nosotras se nos ha encargado esta “tareita”, no somos nosotras “las culpables de criar hijos machos” como suelen decir cada vez que alguna de nosotras osa poner en cuestión los estamentos sexistas que sostienen la maternidad hegemónica.

El modelo del amor maternal como nos lo han legado se caracteriza por el cuidado continuado y permanente de otras personas y la postergación de los propios deseos. Pero lo más jodido de eso, es que nos han vendido muy bien la idea de que todas esas tareas las hacemos por el instinto maternal que nos predetermina. Colocar a las mujeres del lado de la naturaleza y el instinto ha sido muy funcional al patriarcado en su modo capitalista, pero esa funcionalidad es justamente la que se quiere ocultar. De todo ese paquete que no compramos, pero tuvimos que aceptar, lo único biológico es parir, nacer a un hijo o hija, lo demás que sucede a partir de ese momento lo determinan las reglas y pactos sociales de cada momento histórico. Por eso la maternidad es un hecho y proceso socio- cultural, una relación social, que ha ido cambiando en el tiempo y lugar histórico, que nos coloca a las mujeres en un lugar subordinado de la estructura social. Por eso, además, es política.

Hace un par de siglos atrás la maternidad, como la concebimos hoy, ni siquiera existía.  Fue en el transcurso de los siglos XVIII y XIX que se acuñó la idea de “la buena madre “en contraposición a “la mala madre, la desnaturalizada”. En la Ilustración con Rousseau, Locke y Montesquieu se gestaron esos modelos que arrastramos, como lastre, hasta la actualidad. Desde aquel momento a las mujeres nos toca el trabajo de la crianza y el cuidado, el trabajo del cual se apropian los hombres y a ellos les toca el trabajo político de dirigir los destinos de las naciones y de nosotras las mujeres. El contrato social que supuestamente firmamos no solo no nos incluía como firmantes, sino que llevaba implícito un contrato sexual, las mujeres veníamos en el paquete del cual se apropiaban los hombres, tal y como lo ha señalado más de una filosofa feminista.

Queda en cada una de nosotras seguir adelante creyéndonos el cuento y reproduciendo sistemáticamente ese modelo vetusto conocido, o apostarle a otras formas de ser madres. Queda en cada uno de ustedes deconstruir los patrones sexistas de crianza y comenzar a practicar paternidades emocionalmente comprometidas. Yo he tratado de vivir mi maternidad desde el goce y no desde el “sacrificio”, estando muy alerta de las tomas de decisiones que he hecho al respecto, de ser muy crítica conmigo misma y de hacerme cargo de dos vidas a quienes mi principal legado debe ser la autonomía y la posibilidad de construirse para sí mismas una vida digna, linda, vivible, sin violencias. Una maternidad donde estoy dispuesta a aprender y a derrocar el adultocentrismo sin perder mi rol de facilitadora de procesos. Como agente de cambio que negocia y decide. En todo caso, a lo que le he apostado es a una maternidad alternativa, liberadora, subversiva, trascendida.

Silvia Trujillo
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Socióloga, investigadora y docente.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Hugo /

    04/09/2018 8:59 PM

    aprovechando que no hay otros comentando, seria tan amable de explicar que es eso de;
    Maternidad alternativa?
    Maternidad liberadora?
    Maternidad subversiva?
    Maternidad trascendida?
    Es la primera vez que veo estos terminos
    De antemano gracias

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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