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Patricia Belli: de lo trágico al júbilo

"Yo creo que soy, sobre todo, escultora. Mi trabajo con el espacio es lo que me motiva a trabajar"

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Esta es una opinión

Patricia Belli, foto: Carlos Herrera, Niú

Este artículo fue publicado el 4 de abril del 2017 en la revista digital Niú escrito por Juan Carlos Ampie.

Patricia Belli es quizás la artista contemporánea más influyente de nuestros días. La presentación de la exposición antológica “Equilibrio y Colapso” en el Centro de Arte de Managua de la Fundación Ortiz Gurdián, es la excusa perfecta para conversar sobre sus tres décadas en la plástica nicaragüense.

Su introducción al arte sucedió de forma natural. “Mi papá era artista. No era un artista profesional, dedicado, y con una carrera. Pero era una persona que estaba constantemente pintando, tomando fotografías, y si le interesaba mucho la creación. Mi mamá, que nunca se consideró a sí misma una artista, ni siquiera una artesana, es una persona súper creativa. Los dos hacían un montón de cosas en la casa. Mi mamá me hacía mi ropa. ¡Mi papá hacía hasta las repisas! ¡Yo nunca tuve duda de que uno era la persona que hace todas estas cosas en el hogar!”. Patricia se asustaba cuando iba a casa de sus amigos, y descubría que los padres de ellos no eran igual de auto-suficientes.

A la hora de escoger una carrera, creyó que su afinidad por las ciencias marcaba el camino a seguir. “Yo llegué a la universidad pensando que iba a estudiar biología, o pre medicina. Una carrera relacionada a la investigación, que siempre me ha interesado, y me sigue interesando a este punto. Yo tenía microscopios, tenía juegos científicos. Pero pronto vi que la medicina estaba bien alejada de lo que realmente me interesaba. Tomé una clase de fundamentos del arte. A partir de esa clase me di cuenta de que estaba interesada en esta otra investigación”.

Foto cortesía Patricia Belli

Foto cortesía Patricia Belli

 

Muchas de tus obras se basan en tu dimensión íntima, tu persona, tu cuerpo ¿Fue difícil exponerse de esa manera, experimentaste algún pudor?

Yo realmente no me imagino hacer arte de otra manera. Trabajo con lo más personal, lo más íntimo, porque es lo que conozco. Ahora trabajo con otros temas, de una manera más objetiva, más científica, más acerca de la física, acerca de los fenómenos naturales. Pero aún eso sigue siendo como una metáfora, como una herramienta de comprensión de fenómenos bien personales. Yo no me imagino trabajar con cosas que me son ajenas. Entonces, no solo no puede haber un pudor en eso, sino que es la única forma honesta que yo encuentro para trabajar.

El curador Miguel López dice en su texto introductorio de la exposición “parece que Belli creara para reunir todas sus partes” ¿Qué pensás vos de esa declaración?

Me encanta la frase porque verdaderamente siento que no sé sí yo, o todos, en general, somos fragmentados y dispersos. Tanto por razones de información como por razones de cómo estamos constituidos fisiológicamente. Entre esas dicotomías, esas oposiciones binarias. Entre uno y el universo, hombre – mujer. Estamos desconectados. Y es bien única la oportunidad que a veces tenemos como de volvernos a fusionar. Como entre una pareja, o entre uno mismo, o socialmente. El arte, de alguna manera, es un intento de (alcanzar) esa reconexión.

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En el 2002, Belli ganó el primer lugar de la II Bienal de Pintura de la Fundación Ortiz Gurdián con “Vuelo Difícil”, una obra que desafiaba la concepción tradicional de que es una pintura. El premio la catapultó al vértice de una controversia que enfrentó a los maestros tradicionales con las nuevas generaciones. “En términos emocionales fue bien difícil. Fui realmente el blanco de un montón de aversión. Un montón de gente que componían no solo la vieja guardia, sino también de personas jóvenes, como los estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas”, recuerda Belli.

Foto cortesía Patricia Belli

Foto cortesía Patricia Belli

Tras regresar de estudiar una maestría con una beca Fulbright, Belli decidió fundar talleres de formación para jóvenes artistas. “No tenía los recursos. Una escuela era impensable, en el sentido que no tenía unas instalaciones, un profesorado. Entonces, lo que podía hacer era trabajar con mis propios recursos, y lo que podía hacer era abrir un espacio en mi casa, con una convocatoria en los medios. Y eso fue, pues, bien incipiente. Una cosa bien pequeñita que fue creciendo poquito a poco. Que jamás se volvió gigante, ¿verdad? Pero si se volvió importante en términos significativos para el medio, en términos de cómo fue cambiando la mirada”. Ahora, la escuela Espira la Espora es un referente regional.

Hablemos un poco de tu proceso. Vos trabajás con muchos medios. ¿Cómo sabés qué forma va a tomar una idea?

Yo creo que soy, sobre todo, escultora. Mi trabajo con el espacio es lo que me motiva a trabajar. Y luego en ese proceso, porque muchas de las ideas y las soluciones vienen del trabajo con el material, parto de ver cómo se comportan esos materiales y cómo eso me genera una metáfora que se alimenta a su vez de mis otras preocupaciones vitales. Normalmente, ese es el camino. Veo algo en la calle, veo algo en mi propio taller y digo ‘¡Eso es la flexibilidad!’ o ‘¡Eso es la vulnerabilidad! ¡Lo estoy viendo!’. Entonces lo que hago es aclarar esa idea en una cosa que ya es más depurada. Pero a veces esa idea me lleva a otra idea. Digo, ‘Bueno, esto necesitaría en principio como…¡moverse! ¡Caminar!’. Hacer algo que el propio material escultórico no lo provee. Entonces, tendría que ser video. Y eso lo tengo que probar, y ver si funciona. No he probado todos los lenguajes, ni mucho menos. A mí el performance me acalambra. Eso de poner el cuerpo, y ponerme a mí ante el público…no es una cosa que me viene natural.

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Su afinidad por la ciencia brilla en sus obras más maduras. La experiencia orgánica del equilibrio informa los mejores trabajos de la exposición. “Como en el 2010 hice una pieza que se llamó ‘Equilibrio Precario’. Con ella tomé conciencia, absolutamente, de que por ahí iba la cosa. Y sin embargo, ¡el equilibrio no es tan precario! Es un equilibrio estático. Si cortás una cuerda la cosa se viene, pero está bastante estable”. La investigadora que reside en ella alimentó “Colapsada” con los testimonios de personas que han experimentado o atestiguado la pérdida de ese estado. Una cabeza gigante, fabricada de fibra de vidrio, esconde un parlante que reproduce las grabaciones al moverla sobre el suelo.

¿Cómo te sentís a la hora de ver 30 años de trabajo reunidos en un solo lugar? ¿Reconocés a la persona que hizo esas primeras obras?

Absolutamente, la reconozco. Incluso creo que una parte de mí sigue siendo esa persona. No todas las partes de mí. Incluso hay partes que tengo como conflictos con esa persona que yo era. Pero en principio, el tono emocional de la melancolía, creo que continúa hasta hoy. Esa cosa que no es trágica, que es nada más como un mínimo punto de equilibrio entre lo trágico y otras formas de emoción, como el júbilo.

¿Que le diría la Patricia Belli del 2017 a la de 1986?

 “¡Tranquila! ¡Las cosas no son tan malas!”

 

Niú
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