Un reciente intercambio en Twitter suscitó una serie de reflexiones en torno a la identidad de los pueblos mayas en Guatemala. Al no ser maya, no creo tener el derecho de definir cómo deben ser esas identidades, ni sobre qué regirse. Pero como investigador, sí puedo determinar trayectorias y - más o menos - comprender los procesos de construcción de identidades en las sociedades a través del tiempo, con toda la complejidad que permiten las fuentes.
En el imaginario de muchos guatemaltecos, se tiene la idea de que las poblaciones indígenas mayoritarias - k’iche’, kaqchikel, mam, q’eqchi’, por mencionar las que tienen más hablantes de esos idiomas - no son «mayas». Es decir, no son descendientes de aquellos que estuvieron en Tikal, Quiriguá, Cancuén y otras grandes urbes de lo que se conoce como período Clásico (250/300 - 900/1000 NE).
Sobre esta forma de ninguneo y racismo velado ya hay varios trabajos. Por ejemplo Etnicidad, Estado y nación en Guatemala coordinado por Arturo Taracena, o la serie sobre racismo de la Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (AVANCSO), solo por mencionar dos que dan un panorama general. El mismo Taracena menciona en otro trabajo publicado en Estudios de Cultura Maya (2006), cómo el Estado liberal construyó la idea de un indígena contemporáneo degradado, mientras los mayas de Tikal y otras grandes urbes antiguas eran mitificados y, veladamente, asociados - por «grandeza» y «prestigio» - con la elite cafetalera liberal en ascenso por entonces.
El argumento ha ido mutando hasta tomar una forma más compleja, al afirmar que los cuatro grupos etnolingüisticos mencionados arriba son, en realidad, «toltecas». Pero, ¿qué es lo «tolteca»? Es un «horizonte», que en arqueología se refiere a un complejo material-cultural que se distribuye a través del tiempo y en un área geográfica bastante amplia.No es un grupo lingüístico ni una etnicidad.
Entonces, lo correcto sería decir que estos grupos, igual que buena parte de Mesoamérica, formaron parte del «horizonte tolteca». Es decir compartieron muchos elementos en común en un momento determinado, pero sin por ello perder sus particularidades locales y regionales. Otros estudios, como Smith y Berdan, le llaman «Sistema-mundo mesoamericano», utilizando la jerga establecida para otro momento y lugar por Wallerstein. Pero esa es otra discusión y acá solo la dejo planteada para poder explicar que lo «tolteca» no es un grupo cultural, sino - por decirlo coloquialmente - una «moda» de formas económicas, políticas, religiosas y culturales en un momento y lugar determinados. Estos grupos siempre han sido, cultural y lingüísticamente, mayas.
¿Por qué decimos que los k’iche’, kaqchikel, q’anjob’al, y otros, son «mayas»?
El argumento principal es el lingüístico. Estos grupos, y otros más hasta llegar a la treintena, tienen un origen común: el llamado idioma Protomaya, de hace más de 40 siglos, y que se supone tuvo su origen en la región de los Cuchumatanes, para después difundirse o fundirse con otros grupos en lo que ahora es el área maya.
Sergio Romero en Mesoamérica tiene un capítulo introductorio a todo esto, muy importante para los interesados. Cuarenta siglos significa que estamos hablando del año 2000 ANE, cuando se comenzaba la primera cerámica en Mesoamérica y comenzaban a surgir lo que se llaman en arqueología «sociedades complejas». Es prácticamente cuando nace Mesoamérica como área cultural. Lo lingüístico no es lo único: están también las prácticas culturales (textiles, cerámica, técnicas agrícolas, etc.), formas sociopolíticas, religión y espiritualidad, urbanizaciones (hay mayas urbanos y cosmopolitas desde al menos 2,500 años) y otras no menos importantes.
Por otra parte, el término «protomaya» se adoptó tomando el uso de «maya» y colocando el prefijo «proto-» para indicar lo inicial, antiguo o fundacional. «Maya» viene de maya’, el nombre que los yukatekole dan a su idioma. Los primeros investigadores comenzaron a denominar a todos los grupos culturales que compartían formas lingüísticas y culturales con ese término, para agruparlos, y se generalizó. Primero analíticamente y después de la mitad del siglo XX con una connotación política desde los mismos pueblos originarios. Y primero fue en la arqueología (como The ancient maya de Sylvanus Morley) para después pasar a la antropología y otros espacios.
Compartir orígenes lingüísticos, no anula las diferencias culturales
El hecho de que tengan una relación lingüística originaria no significa que en la actualidad todos estos grupos sean idénticos entre sí o que lo sean con sus antepasados. Hay, para empezar, diferencias culturales marcadas entre los mayas de las tierras bajas y de las tierras altas, con algunos grupos - como los q’eqchi’ - que son una combinación de ambas. Los q’eqchi’, un grupo k’iche’ano (de la rama lingüística de donde proviene el k’iche’, kaqchikel y otros idiomas relacionados), tienen un origen lingüístico de tierras altas pero una cultura, sobre todo, de las tierras bajas. Esto último es el fruto de siglos de interacción con los grupos ch’olal norte de la Verapaz, con quienes eventualmente se fusionaron, dando lugar a unos k’iche’anos muy particulares, como lo menciona ya Jande Vos. Pero eso no los hace menos q’eqchi’ ni menos mayas, ya que sobre todo la identidad no es un inventario de características sino un fenómeno social, dialogado y subjetivo, pero no por ello menos real ni influyente. Lo mismo se puede decir de los k’iche’ u otros, pero también de los europeos: los de ahora no son idénticos a los del siglo XVI, siglo V o incluso antes. Pero no por ello, dejan de mantener una trayectoria cultural e identitaria.
En el caso de los k’iche’, que es el grupo que mejor conozco y que además es el más numeroso de todos los mayas, la virulencia para descartar su ancestría maya es aún mayor. Durante mucho tiempo se les asoció a lo tolteca o a lo «azteca» (es decir mexica), por sus rasgos culturales, sus textos coloniales tempranos y su arquitectura.
Sin embargo, los estudios especializados han ido demostrando que en realidad lo que sucedió fue, como bien lo menciona Geoffrey Braswell, una «nahuatización» de la elite k’iche’ en el último siglo antes de la invasión europea. El hecho de que fueran estas elites las que escribieron las crónicas coloniales, también explica por qué resaltaban sus vínculos con los grupos del centro de México. Además de que inteligentemente notaron que los españoles favorecían a sus aliados «mexicanos», por sobre otros grupos, y de allí la necesidad de poner en alto esa relación.
Sin embargo, también es evidente, como ya lo mostró muchas veces Ruudvan Akkeren, que los k’iche’ y los kaqchikel también mostraban su relación con los mayas de las tierras bajas, muchos de cuyos miembros habían migrado al altiplano cuando se desplomaron las entidades políticas de Petén siglos atrás.
Incluso etiquetas de identidad como k’iche’, mam, u otras etnolingüísticas pueden ser anacrónicas al estudiar el pasado de estos grupos. ¿Por qué? Porque las formas de identidad de estas sociedades mayas han ido cambiando a lo largo del tiempo. Así como en Europa no siempre se llamaron «franceses» los nacidos en lo que ahora es Francia, así en el área maya no todos sus habitantes se llamaron siempre a sí mismos por el nombre de su idioma.
El término k’iche’ viene, en primer lugar, de un grupo específico - Nima K’iche’ - que formaba parte del winaq o «confederación / Estado» k’iche’ con su capital en Q’umarkaj. El idioma, hasta donde se conoce, se denominaba achi, y así se le sigue llamando a la variación dialectal (institucionalizada como idioma) que se habla en Rabinal, Baja Verapaz. En un principio los españoles denominaban al idioma como «utateco» o «utlateco», por la traducción nahua de Q’umarkaj: Utatlán. Así se comenzó a denominar como «los de la lengua utlateca» a los k’iche’, que a su vez mantenían el uso de achicomo glotonimia (nombre del idioma) y sus patronímicos establecidos territorialmente (como Yaxy el cantón Chi Yax, en Totonicapán) como sus formas de identificación principales.
Fue con el paso de los siglos, y posiblemente en el siglo XVIII, cuando se comenzó a llamar a estos grupos por su idioma, y ellos a reconocerlo como tal: es decir «k’iche’» pasó de ser una glotonimia a una etnonimia(nombre de grupo étnolingüístico). El uso de las etiquetas lingüísticas hacia el pasado es un criterio, sobre todo, analítico y descriptivo cuando existe excesiva particularidad identitariao un desconocimiento de cómo se denominaban, pero se conoce sus idiomas(o sus familias lingüísticas, como el ch’olano(ahora ch’ol, chontal y ch’orti’) para Tikal, por ejemplo).
Este uso no anula las historias particulares de los grupos, sino ayuda a explicarlas en relación a sí mismas (diacrónicamente) y frente a otros (sincrónicamente).
Esto no quiere decir que fuera un proceso lineal, sino que se intercalaban los usos de las etiquetas de identidad pero siempre existía una más dominante. Actualmente lo que se ve, siguiendo la lógica de palimpsesto de las sociedades mayas, es una combinación de etiquetas tanto de idioma (k’iche’) como de lugar (ajxelajuj «quetzalteco»), con otras en un lugar secundario pero no menos importante. La variación dialectal, como bien demuestra para el k’iche’, Sergio Romero en Language and ethnicity among the K’ichee’ Maya (2015, nótese el uso de «maya»), es un elemento fundamental de identidad local que va en dos vías: reconocer la identidad local (del municipio) a la vez que la identidad más amplia (del idioma que se comparte con otras comunidades).
La lógica del palimpsesto en las culturas mayas lo que indica es que son bastante conscientes, por lo general, de su pasado reciente y más antiguo y, en algunos casos, también poseen documentos que retrotraen aún más su memoria comunitaria, como los casos de Totonicapán, Quetzaltenango, Sololá y Chichicastenango, entre otros. En algunos casos, como los q’eqchi’ con los que trabajé hace unos años, la memoria incluso implica saber que provienen tanto de hablantes de q’eqchi’ como de ch’ol, y que son herederos de ambas formas de ser maya. En el caso de los mayas de las tierras bajas su relación con los habitantes de Tikal y otras grandes urbes clásicas es más evidente, no solo culturalmente, sino también lingüísticamente.
La negación como una prolongación del relato racista
En todo caso las redes comerciales y de intercambio de muchos pueblos, sobre todo las muy amplias de los k’iche’, les han permitido desde siglos atrás saber que se comparten rasgos en común y que se posee una cierta relación general entre todos ellos. Que no lo expliquen analíticamente ni que se dediquen a escribir sobre ello no quiere decir, para nada, que no lo conozcan o que no lo comprendan.
Pensar ello es seguir prolongando el relato racista de que no tienen conexión - que sí la tienen y mucha - con los habitantes de Tikal, Uaxactún, Piedras Negras, así como Q’umarkaj, Iximche’, Saqulewu otras ciudades y regiones. Que los investigadores le llamen a esa relación entre grupos como «maya» y que los k’iche’, kaqchikel, mopan y demás quieran apropiarse (o no), es un fenómeno más complejo que no por ello va a anular sus historias familiares, comunitarias y particulares como k’iche’, kaqchikel u otro grupo, sino que las enriquece y prolonga en el tiempo, con sus luces y sombras.
Conocer la propia historia es enriquecer nuestra identidad del presente, y conocer lo complejo de nuestro pasado es también aceptarnos como parte de trayectorias más amplias. Eso implica reconocer también, en el caso de los mayas, que ha existido interacción y «mestizaje» con grupos no-mayas, pero que ello ha sido apropiado y resignificado desde la propia cultura, y no como imposición o, peor aún, «ladinización» (aunque siempre hay excepciones, por supuesto).
Los mayas (k’iche’, kaqchikel, mam, mopan, ch’orti’, y casi 25 más), lo tienen muy claro (con todo y contradicciones y sin conocer todos los detalles), pero quienes no lo quieren reconocer- o lo caricaturizan - son aquellos que les niegan su historia para apropiársela para sí, nacionalizarla, folklorizarla, lucrar con ella o seguir prolongando las relaciones étnicas de desigualdad. Espero que eso cambie algún día, y podamos ser testigos de ello.
Luis Paraiso /
“los trajes típicos” tienen poco que ver con la manera de vestir original de la población amerindia." Puedo acordar que en la vestidura femenina existe todavia una relacion fuerte en lo que concierne los dibujos bordados que adornan los huipiles y los cortes con "el nahualt" del grupo familiar. Segun Manuel José Arce. El poder bordar un sol en el cuello del hupil, un arbol, un chompipe, tenian o tienen un poder de resistencia contra el acto opresor de destruir la cultura "Maya" En fin los trajes "tipicos" eran un uniforme con el cual los terratenientes y policias podian saber de donde venian o a quien pertenecian. Me parece que en ningun idioma amerindio existe la palabra racismo.
Francisco Enriquez /
Este articulo es acertado, pertinente y puntual. Una de las enfermedades mas severas del Guatemalteco es el racismo en contra de todos los indigenas. Las raices historicas de esto son obvias. Hay Guatemaltecos que consideran que el ser "Ladino" que es equivalente a "no ser Indigena" es un chaleco salvavidas. Y con la historia de genocidio en Guatemala, quizas tienen razon. Hasta que en Guatemala no se valore a los Guatemaltecos que llegaron primero, no habra salida de la problematica.
Luis Paraiso /
Lo nefasto de JUSTO RUFINO BARRIOS
Lo interesante del trabajo de Arturo Taracena reside en señalar la voluntad de la élite liberal de romper el sentimiento de NACION MAYA, pues en términos económicos liberales es más fácil explotar una populación que no tenga raíces, un territorio, un idioma con origen común. No hay que olvidar el origen de “los trajes típicos” tienen poco que ver con la manera de vestir original de la población amerindia. El sistema de “educativo” impulsado por Justo Rufino Barrio nunca favoreció a la populación pobre del “país” Entre otras cosas la creación de prisiones y cementerios dice mucho del sentimiento de Barrios.
“Durante el gobierno de Barrios se despojó a los indígenas de las «tierras de indios», las cuales se repartió entre los oficiales que lo ayudaron durante la Reforma Liberal. El Decreto 170 (o Decreto de Redención de Censos) facilitó la expropiación de las tierras a los indígenas en favor de los oficiales, y de personas alemanas en las Verapaces, al propiciar la venta en pública subasta de las tierras comunales. La propiedad comunal, dedicada a cultivos de subsistencia, se convirtió en propiedad privada dirigida al cultivo y comercialización a gran escala de productos agrarios. Por tanto, las características fundamentales del sistema productivo, fueron desde la época de Barrios la acumulación de la propiedad en pocas manos y una especie de «servidumbre de finca», basada en la explotación de los «mozos colonos».
Para garantizar el suministro de «mozos colonos» para las fincas cafetaleras, las que a diferencia de las fincas de grana necesitaban una cantidad considerable de mano de obra, se decreta el «Reglamento de Jornaleros», legislación laboral que colocó a la población indígena prácticamente a la disposición de los intereses de los nuevos latifundistas cafetaleros, y los tradicionales conservadores, exceptuando entre estos últimos a la Iglesia Católica. El decreto establecía lo siguiente para los indígenas:
1. Quedaron obligados a trabajar en las fincas cuando los dueños de éstas los necesitaran y sin importar en donde se encontraran.
2. Quedaron bajo la tutela de las autoridades locales, quienes se encargaban de velar porque los contingentes de indígenas fueran enviados a las fincas.
3. Quedaron sujetos a la habilitación: paga forzada anticipada, endeudadora del trabajador y justificadora de su envío a las fincas y de su retención en ellas.
4. Creación del libreto de jornaleros: documento probatorio de la solvencia del trabajador frente a su patrono, y sin la cual el trabajador estaba sujeto al rigos de las autoridades y de los dueños de fincas.
Como resultado de este reglamento, hubo un notable aumento de las exportaciones, y se activó el intercambio con los países capitalistas; tanto los antiguos conservadores aristócratas como los nuevos terratenientes cafetaleros se vieron beneficiados con estas medidas. Ahora bien, sí hubo un terrateniente conservador que fue atacado y despojado de los privilegios que había gozado durante el gobierno de los 30 años: la Iglesia católica. Los liberales cafetaleros se vieron obligados a atacar a la Iglesia por el poder que ésta tenía y por la fuerte oposición que hacía a compartir el poder con los liberales. »
Manolo /
"No hay que olvidar el origen de “los trajes típicos” tienen poco que ver con la manera de vestir original de la población amerindia."
Allí te equivocas. Busca referencias en cerámica y en los códices de trajes utilizados por los Mayas. Igual puedes leer este artículo introductorio escrito por Cara Grace Tremain:
http://www.mexicolore.co.uk/maya/teachers/what-did-the-ancient-maya-wear
Francisco Enriquez /
Manolo, estas parcialmente correcto y parcialmente erroneo. La mayoria de las vestimentas masculinas son herencia de Europa, lo cual no necesariamente implica Espana, recuerda que los Arabes fueron los duenos de Espana por mas de 500 anyos. en lo que se refiere a la vestimenta femenina, la influencia extranjera fue menor aunque si esta presente. La mayoria de trajes representativos de las diversas ethnias o culturas en el mundo han sufrido modificaciones e influencias significativas dependiendo de quien tomaba posesion del poder. Este poder cambio de manos con cada nuevo conquistador. O sea que su comentario se puede aplicar a casi todas las culturas historicas. Lo cual limita su relevancia.
Edwin /
Hola.
Primera vez que comento
Me parece muy profundo y de amplio análisis estos nuevos hallazgos que como cita el periodista "enriquecen la propia historia".
Gracias a los que se toman tiempo para pensar en otros .
#ceroegoismo.
☺️
Ana Sanchez /
Los pueblos mesoamericanos estan mezclados desde antes de la conquista, (inmigraciones, relaciones comerciales, etc) Los idiomas maternos se conservan bastante pero los rasgos culturales van variando más rápido inevitablemente. COmo decir que los antigueños de la actualidad tienen la misma idiosincracia que los antigueños de 1543.