Así amamos los trans, a pesar de la hostilidad

Las personas trans —aquellas que no se identifican con las expectativas sociales asignadas a su sexo biológico— tienden a aparecer en los medios únicamente cuando se habla de los altos niveles de violencia y exclusión a los que se enfrentan a diario. Pero las personas trans son más que simples cifras que reflejan la precariedad de su marginalización.

Son, ante todo, seres humanos con preocupaciones, deseos, defectos y virtudes. Y como tal, se enamoran, desenamoran y tienen una vida íntima de la que no se suele hablar.

Esto se debe a la forma en la que nuestras sociedades construyen narrativas simplistas sobre el amor que resultan en la invisibilidad de cualquier otra forma de afecto.

Amar a una persona trans - Sara Martínez-Linares

Soy una chica cisgénero —alguien que sí se identifica con las expectativas sociales asignadas a su sexo biológico— y, aunque no me considero heterosexual, todas mis relaciones lo han sido. Interactuar con personas trans no era algo que me resultara familiar o cotidiano, pero nada en mí o en mi manera de entender el mundo me impidió respetar a un hombre trans y admirar su belleza.

Al no tener que pasar por un largo proceso de deconstrucción o por un conflicto con los valores que me habían inculcado en casa para entender que las personas trans no son criaturas exóticas y que su identidad no es un error, no deja de sorprenderme cada vez que alguien, al enterarse de la identidad de género de mi pareja, me felicita por mi valentía. Para mí amarlo es una consecuencia lógica de vivir en su compañía. No es un acto de caridad ni una proeza de máxima dificultad. Nuestra relación está tan llena de amor y admiración mutua como podrían estarlo todas las demás.

No pretendo afirmar que nuestra relación está libre de incógnitas. Las dudas son una parte importante del amor trans -como en cualquier amor. Tenerlas es natural, sobre todo cuando consideramos la poca información que existe sobre el tema. Sin embargo, aprendí que debía trasladarlas de la forma más respetuosa posible para mostrarle a mi pareja que tiene todo mi apoyo y respeto.

Así fue como también entendí que las historias de vida son relatos extremadamente íntimos que no deben ser arrebatados a la fuerza.

El prejuicio, propio y ajeno – Tristán López

Como hombre trans, amar siendo una persona trans me obligó a reflexionar sobre las inseguridades que había internalizado. Pensé, en algún momento, que nadie me iba a querer por los prejuicios culturales que existen alrededor de salir con alguien trans: “no es que sea transfóbico, es que solo no me gustan”, “de verdad es trans? no parece”, “es alguien atractivo para ser trans”.

Nuestros gustos se rigen por los convencionalismos que hemos aprendido sobre  quién o qué es digno de amor según la norma. Sin embargo, amar siendo una persona trans requiere de un primer momento de amor propio — que parece ser indispensable para cualquier relación — que nos ayuda a entender que no somos difíciles de querer por el mero hecho de ser trans y nos impulsa a aceptar el amor que con frecuencia nos es negado. En consecuencia, amar ahora significa cuestionar la norma y transformarla por medio del afecto y la ternura.

Como personas trans, el hecho de pedirle a alguien que nos acompañe es pedirle que esté dispuesta/o a sobrellevar la discriminación de la sociedad. No podemos negar que todavía hay ocasiones en donde nos invade el miedo, sobre todo cuando se hace evidente que este amor no les resulta tan natural a todos como nos resulta a nosotros. Sin embargo, creemos que al momento de compartir con otra persona, sea trans o no, se debe entablar un diálogo basado en la empatía y el respeto porque solo así transformaremos nuestras inseguridades o prejuicios en materia digna de una relación y en procesos propios y colectivos que nos lleven a mejorar la sociedad.

Nuestra historia nos ha demostrado que la ternura, el afecto y el respeto son armas poderosas para responder, con resiliencia, a un mundo que continúa siendo hostil ante varias otras formas de amor. Pero creemos que los procesos de transformación social pueden y deben ser desencadenados por el amor y la empatía. Y, por eso, contar historias que puedan echar una luz sobre otras posibilidades de afecto es proyectar una mejor sociedad.