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El arte contemporáneo, en Guatemala, saca armas de la calle

Toda la mañana he pensado en la obra titulada Asociación Ilícita. No logro sacarla de mi cabeza. Fue realizada en días pasados en Proyectos Ultravioleta. Reúne dos performances contundentes y escalofriantes de los artistas Regina Galindo y Jorge De León que coinciden en su interés por el uso y las formas de circulación de las armas de fuego en Guatemala. Muchas veces he cuestionado la insistencia en el uso de la palabra “metáfora” casi como sinónimo de performance.

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Esta es una opinión

Regina Galindo. Asociación Ilícita. Foto: Manuel Urbina

Regina Galindo

Sí, en muchos sentidos, una performance es una acción que se reviste de significados y resulta siendo una metáfora de nuestro tiempo. Pero creo que obras como las de Jorge de León y el de Regina Galindo están trabajando con la situación misma, más allá de la pura intención de crear una imagen poética, única e inamovible. Dicho de otra manera: ambos artistas se meten con la realidad. Y decir “realidad” en Guatemala (así, entre comillas) no es un simple juego de intenciones sino una serie de razonamientos y tomas de decisión. En este caso, es entrar en uno de los circuitos más peligrosos y corruptos de este país.

Sobre la 12 avenida de la zona 5, cerca del parque San Pedrito, se encuentra la Dirección General de Control de Armas y Municiones (DIGECAM). El uso inadecuado de las armas de fuego es una de las causas del incremento del índice de violencia y delincuencia en el país. Pero, en los alrededores del DIGECAM, siempre hay una fila nutrida de personas esperando turno para adquirir el permiso para comprar y portar un arma. El uso ilegal de armas se ha convertido en una batalla imparable para las autoridades. Sin embargo, el dato que confirma que, cada mes, en este país son asesinadas casi 500 personas y son vendidas más de dos millones de balas, contradice cualquier iniciativa para controlar el uso indiscriminado, la portación ilegal y la circulación ilícita de pistolas de distintos calibres. La cultura de las armas es, además, algo normalizado, acompañado por el aplauso y las formas patriarcales más clásicas de “ostentar y alardear”. Aquí es tan común portar un arma en el cinto, como un celular o la fotografía de la familia. Es como el viejo oeste de los Westerns pero con una cuota muy alta de realidades y violencias.

Este trabajo en colaboración comenzó con la idea de sacar de circulación de la calle un arma de fuego. A Galindo, conseguir el arma le tomó dos llamadas y un poco más de cuatro mil quetzales, con la misma velocidad con la que se compra una cajetilla de cigarros o una bolsa de Tortrix. En el proceso de búsqueda conversó con Jorge de León, quien estaba también investigando cuestiones sobre la violencia y las armas en el país. A Jorge, hace pocos meses le asesinaron a su sobrino. Jonathan murió a causa de una herida de bala, tenía 20 años. A raíz de esto, Jorge comenzó a conseguir balas para sacarlas de la calle. Según él, una bala menos en la calle puede repercutir en la preservación de la vida de una persona. De tal manera, Regina compra el arma para desarmarla, esmerilarla y con ello suprimir su utilidad. Jorge arremete contra el arma, quiere desaparecerla. Para ambos, el objeto (arma), se transforma en un vehículo para meditar sobre la dimensión de este problema, o descargar la ira y la de la mamá de Jonathan, quien acompaña a Jorge en el performance.

A pesar de las medidas y leyes de portación, para cualquier guatemalteco es sencillo tener un arma en su casa. Guatemala es uno de los pocos países en el mundo que tiene como derecho fundamental la tenencia de armas de fuego, reconocido en el artículo 38 de la Constitución Política de la República. Desde 2009 se publicó la nueva Ley de Armas y Municiones (decreto 15-2009), una ley que según los expertos del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible (IEPADES) “no tiene claridad en su estructura legal, desde la falta de tipificación de delitos, redundancias, lagunas jurídicas, contradicciones y hasta una falta de criterio en la clasificación de las de armas civiles, bélicas y hechizas; errores que se reflejan en lo operativo.” En el territorio nacional circulan un promedio de medio millón de armas registradas y se desconoce el número exacto de las que no tienen registro. No se descarta la posibilidad que la misma Policía Nacional Civil (PNC) y otras instituciones como las empresas privadas de seguridad, utilicen armas no registradas.

Desde este tipo de datos, tan escalofriantes, surgió esta colaboración entre Galindo y De León y la llamaron Asociación ilícita. Son dos acciones –o performances- indisolubles que realizaron en función de lo que podrían sugerir o provocar en el imaginario del público. Son acciones que nacieron de la necesidad de imaginar un sistema de circulación de información paralelo. A través del arte, es la forma de estos dos artistas de invertir por algunas horas aquello que se considera “normal”. El arte define un lugar de reflexión y acción, para embestir simbólicamente contra las acciones cotidianas de un sistema corrupto de legalización, compra y venta de armas de fuego.  Un sistema que, en esencia, se reviste de autoridad y supuesto control institucional para luego dejar cabos sueltos y así alimentar ese panorama desolador e incontrolable del manejo ilícito de armas. Las piezas de Galindo y De León son como botellas de náufragos tiradas al mar. Nadie sabe en qué momento sus obras puedan incidir en la razón. Pero esos gestos meditativos, a la hora de destruir el arma, no es algo que pueda pasar desapercibidos. A través de todo el Conflicto Armado y en los años de posguerra, el arte en Guatemala se ha fijado en la presencia de las armas en la sociedad. Desde la obra clásica de Luis Díaz conocida como Guatebala, El préstamo de Aníbal López, el arma dispuesta en un pequeño escaparate por Alejandro Paz en aquella exposición emblemática titulada Cinismo, el arma con la que se apuntaba Alejandro Marré mientras recitaba poemas y tantas otras que han hecho alusión a este artefacto, dibujan el mapa del terror urbano.  El arte asume ser representación legítima para mostrar una conciencia crítica y rechazo de la violencia. La obra en colaboración de Regina Galindo y Jorge De León son ficciones y representaciones. Pero, aun reconociendo sus limitaciones, se suman a esa larga lista para insistir en un tema al que no podemos darle la espalda.

Rosina Cazali
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Rosina Cazali (1960) es curadora independiente e investigadora del arte contemporáneo. Realizó estudios de Arte en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Fundadora del proyecto La Curandería. Directora del Centro Cultural de España en Guatemala de 2003 a 2007. En 2010 recibió la beca John Simon Guggenheim para investigación. En 2014 fue honrada con el Premio Prince Claus por su trayectoria como curadora y escritora. Fue columnista de diario El Periódico y ensayista para el suplemento cultural El Acordeón. En 2016 inicia la conformación del Proyecto Laica. Vive y trabaja en Guatemala.


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