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¿Sabemos leer o somos analfabetas funcionales?

Durante casi diez años dirigí clubes de lectura. Mi misión en ese tiempo era rehabilitar lectores desilusionados y creo que en muchos casos lo logré. A las reuniones llegó gente de 45 años que me decía que el último libro que había leído era Barbuchín. Era gente trabajadora, inteligente, buenas personas que no le veían el caso a leer o que nunca le habían agarrado el gusto. Ellos querían remediarlo, pero hay miles que no leerán aunque sepan cómo hacerlo.

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Esta es una opinión

Niño estudiando.

Foto: Pixabay, sof_sof_0000

Un club de lectura es un ámbito curioso. Se aleja mucho de una clase y esa es una de sus cualidades. Quien dirige las reuniones no dicta una lección sino que sirve como un facilitador entre el libro y los lectores, les ayuda a entablar una comunicación más fluida. Los lectores a veces olvidan que los libros fueron escritos para responder a las ideas de épocas determinadas y que responden a un contexto y un tiempo, por más que algunos logren ser universales.

Leer, como acto rudimentario, se trata de decodificar una serie de caracteres que forman oraciones y tienen algún sentido. Leer y comprender lo que se lee es una historia completamente distinta. Para poner un ejemplo bastante burdo puedo decir que hay un abismo de diferencia entre leer “el exceso en el consumo de este producto causa severos daños a la salud” y comprender que exceso puede ser un término relativo en función del individuo; qué es un producto o que la salud no es solo física, sino mental y emocional y, por lo tanto, el consumo de ese producto puede afectarte más allá de sufrir un mareo.

En una oportunidad fui parte de un panel de discusión en un congreso de literatura y hablé de mis clubes, de los libros que habíamos leído, de nuestros logros. Otra de las participantes habló de un proyecto de alfabetización que tenía en una aldea de esas que están perdidas entre las montañas. Cuando empezó su exposición dijo que su proyecto tenía más valor que el mío porque le enseñaba a leer a niños de escasos recursos en lugar de ser una reunión social para señoras acomodadas. En ese momento supe que estaba de más tratar de justificar mi trabajo. Para ella lo que yo hacía nunca alcanzaría ese “valor moral” del que ella presumía.

Es muy difícil no sentirte apachurrado cuando alguien te pone en esa posición, pero con el paso del tiempo comprendí que mi trabajo era igual de importante. Guatemala sigue siendo ese país cuyo promedio de lectura es de 0.8 o 0.9 de libro al año por habitante. Es decir, ni siquiera leemos un libro al año y eso incluye a los universitarios. No estoy hablando de las cifras de analfabetismo, estoy hablando de las cifras que incluyen a las personas que saben leer y no lo hacen.

Cada año van a la escuela o al colegio muchos niños que aprenderán a leer, que van a escuchar que leer es importante y desarrollarán la habilidad para decodificar esos caracteres que forman las oraciones. Aprenderán lo rudimentario de la tarea, pero pocos lograrán acercarse de verdad a los libros. No se trata solo de los otros miles de estímulos a los que están expuestos, se trata de que los libros son aburridos, cansadores, no les dicen nada interesante y nadie les va a cambiar esa idea. Sé que hay maestros excepcionales por ahí, pero me temo que no es la norma y nuestro sistema educativo tampoco ayuda.

Comprendo que no te trata de repartir culpas. Quizás simplemente vivimos en un ambiente hostil a la cultura donde la prioridad es la supervivencia. Quizás estamos en un estado constante de alerta por vivir en una zona de guerra y no nos hemos percatado de ello. Sin embargo, según las estadísticas el país donde la gente lee más es la India, allá las personas dedican en promedio 10 horas a la semana a leer. Entonces puede ser que la cantidad de horas de lectura o libros leídos no sea la cifra a tener en cuenta.

Un estudio realizado por John Miller, presidente de la Central Connecticut State University en New Britain encontró que Finlandia el país en que más se fomenta algo llamado “características de comportamiento alfabetizado” (literate behaviour characteristics); es decir, no solo tomaron en cuenta los logros académicos de la población en términos de alfabetismo, sino el número de bibliotecas, periódicos, años de escolaridad y habilidades informáticas de cada país. Lo cierto es que Guatemala está lejos de aparecer en esas estadísticas. Hace un par de semanas muchos se indignaron por un cambio en el currículo escolar que quitaría las clases de artes plásticas, música y teatro para ser cambiadas por otras.

Las voces se alzaron y todo el mundo tenía una opinión. De todas la que más me preocupó fue la que sostenía el argumento de que el gobierno nos quiere ignorantes y por eso estaba quitando las artes, porque ese mismo argumento estaba complementado con “es obligación del gobierno educar a la población”. La cultura no es algo que el gobierno pueda imponer, no te pueden obligar a aprender, así que aunque fuera una prioridad y de repente empezaran a construir bibliotecas por todos lados y a regalar libros, eso no haría que la gente lea más.

Me quiero alejar de los extremos que van del analfabetismo al mundo académico y centrarme en quienes quedamos en medio. Todos aquellos que sabemos leer y que preferimos dedicarle nuestro tiempo libre a cualquier cosa que no sea un libro. Podríamos decidir leer un libro al semestre y ya que de pronto se nos ocurrió que la música es importante, podríamos también ir a algún concierto de la Orquesta Sinfónica. Podríamos dejar de pensar que es obligación del gobierno alimentar nuestras mentes y empezar a hacerlo nosotros mismos. El analfabetismo funcional es más peligroso que el propio analfabetismo y nadie que no seamos nosotros mismos nos va a salvar de él.

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Conoció los cómics porque un día se empachó de literatura, aunque nunca dejó de creer que se puede cambiar al mundo un lector a la vez. Ama el cine y los dulces de anís.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Aroldo Orellana /

    06/02/2018 10:00 PM

    Adelaida, tuve la suerte de compartir muchas páginas contigo en tus clubes de lectura. Que bueno es leerte de nuevo. Gracias a tus actividades amplié mi capacidad lectora, eso creo. Ojalá algún día encuentres un espacio que te permita seguir alfabetizando lectores, seguro que los afortunados lo celebrarán, no importa donde.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    gustavo garcia /

    06/02/2018 10:01 AM

    Adelaidaza, en casi todo coincido contigo, menos en cuanto a que el gobierno no tiene ninguna reponsabiliada de llenar nuestras mentes, que de igual forma lo hace y en el caso de Guatemala de forma perversa; la educacion en sí, como tu sabes, fue un programa de orden politico de control social para fines del modelo de Estado imperante, por tanto además de el logos, nos metian la bandera, el escudo y demás parafernelia que nos hiciera funcionales y adapatados,-yo creci con la idea de que Belice es nuestro- obiamente esta construcción superestructural tambien un componente cultural y muchos paices lo han hecho, unos mas perversamente que otros, por ende no creo que pedirle al Estado que si nos da ideología para hacernos funcionales por decir menos, tambien nos permita con el uso del erario publico asistir a la sinfonica, ir a una obra de teatro, comentar una pelicula, o tener en el aula la sana discucion sobre Juan Antonio Franco, Arturo monroy, Dieter Lenhof, Sergio Valdez o Regina Jose Galindo,¿ por que no? en un Estado ideal, como los paices nordicos, el arte forma parte de la educacion regular hasta 75 horas especificas de al año. además de el uso del arte como elemento pedagogico en los otros cursos, y en la region europea estos es norma; en tales paices la inclucion del arte es normativa, aunque los proyectos neoliberales la hacen en algunos más debil. me gustaria que consultaras Eurodice, la comsion europea para le educación.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Josef /

    05/02/2018 4:59 PM

    La promoción de la lectura en las «aldeas de esas que están perdidas entre las montañas» por supuesto que posee un valor mucho más grande. La lectura de esos niños no solo significa educarse, conocer más, sino que también es la base para que se superen profesionalmente y estén en una mejor posición económica de lo que estuvieron sus padres y abuelos, y ayuden a ellos y a su comunidad. Qué mal que lo esté juzgando de una manera muy centralizada y capitalina; es cierto, en la ciudad la gente tampoco lee, pero adentrarse en las comunidades alejadas tiene un mayor mérito por parte de los promotores, pues mejora la calidad de vida en muchos más sentidos de esas personas, que probablemente hasta les sea muy difícil conseguir un libro, mucho más ir a conciertos o el teatro. Además, los universitarios tienen poco para leer, no es nada raro que lean menos, quizá a los de Humanidades les sobre tiempo.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Sandra /

    05/02/2018 2:04 PM

    Qué interesante su artículo, comparto totalmente sus argumentos :)

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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