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Nuestros escudos invisibles

Construir nuestra personalidad y nuestra manera de entender el mundo y la realidad, es sin duda un proceso complejo y lleno de misterio. La manera individual como un niño interpreta a los 3 años, la llegada de un hermano, el cambio de casa, un enojo entre sus padres o un regaño, puede variar de tantísimas formas como humanos hay en el planeta.   

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Escudarnos. Foto de Flickr

Decir que todos los regaños los niños los entienden de la misma forma, es quedarnos en una generalización vaga y simplona del proceso mental y psicológico que día con día vivimos.

Los primeros años de vida, tenemos la increíble capacidad de acoger y absorber a través de los sentidos la realidad que nos rodea. Aprendemos olores, sabores, colores, identificamos rostros, lugares, animales, vivimos emociones profundas e intensas, pero ante la incapacidad de expresar a los otros esa experiencia interna con las palabras precisas, la propia realidad se empieza a construir y en ese proceso los mecanismos de defensa se empiezan a mielinizar.

Nuestro discurso, es decir las palabras que usamos cotidianamente para expresarnos, están cargadas de nuestra personalidad y de la manera de interpretar el mundo. Evidencian nuestros miedos y deseos más ocultos y le muestran a otros cuáles son nuestras formas de defensa. Escuchemos cómo y qué repetimos continuamente, qué de todo lo que acontece en el país nos indigna, desde qué arista analizamos lo que le pasa a otros o juzgamos cómo otros hacen o viven ciertos acontecimientos y, más importante aún, escuchemos de qué se quejan los otros de nosotros.

Por ejemplo, si en diversidad de espacios se quejan que en mis acciones tiendo a “justificarme” e inmediatamente respondo a la queja, encontrándole un porqué a mis justificaciones, algo de cierto tendrán mis espejos. En algún momento de la vida hemos escuchado hablar sobre los famosos mecanismos de defensa, cuando se les hace mención, pareciera que son formas “negativas” de vivir. Sin embargo, en la sabiduría del aparato psíquico que todos tenemos, los mecanismos de defensa son procesos psicológicos automáticos que nos protegen de aquello que en el interior identificamos como una amenaza a nuestra integridad física o emocional. Existen diversidad de mecanismos y usualmente usamos entre tres y siete de ellos, habiendo alguno que usemos con mayor frecuencia y con mayor intensidad.

El objetivo de estas líneas no es pasar un test psicológico y descubrir nuestras defensas, sino más bien, hacer el llamado a escuchar nuestras palabras, nuestros pensamientos automáticos que son aquellos que llegan en el instante que nos ocurre algo. Por ejemplo, un señor no me da vía en el tráfico, a mi mente llegan pensamientos automáticos del tipo: “no sirvo para manejar, soy una inútil, seguro no me dio vía porque soy mujer, maldito lunes para empezar mal la semana”. A esos pensamientos se les unen acciones automáticas, por ejemplo: me descontrolo en el timón, me hago a la orilla, le bocino fuertemente o le aviento el carro. Todo esto en cuestión de un minuto. (Lo más probable es que el señor que no me dio vía, ni vio mi carro, iba en el celular o llevaba prisa, todo menos aquel embrollo de ideas y acciones que me invadieron y descontrolaron en un minuto y que me llevaron a pensar que la acción de un tercero que no me conoce y no conozco era dirigida a mí en específico.)

Cada mecanismo de defensa merece una opinión por sí solo.  Las formas en las que nuestro interior se “defiende” de la realidad van desde el sentido del humor, el aislamiento afectivo, que es aquello de volvernos corazón-coraza, hasta los tan conocidos mecanismos de negación, proyección y racionalización. Un conjunto de formas y niveles con el único objetivo de salvarnos del dolor que a veces produce la realidad.

Como la invitación es a estar conscientes de cómo pienso, actúo y siento en el aquí y el ahora, es sano recordar que los mecanismos de defensa así como son escudos invisibles que nos protegen de aquello que nuestro inconsciente aún no es capaz de asimilar o enfrentar, también son procesos psicológicos que en el mejor de los casos nos ayudan a sublimar y transmutar experiencias dolorosas en vida misma y que en su opuesto también pueden sacarnos y ocasionar la ruptura con la realidad.

Estar en constante introspección y atentos a nuestra forma y modo de comunicarnos, nos ayuda a estar un poco más conscientes de nuestros inconscientes y por ende a aprovechar el potencial de todo ese mecanismo interno que está dispuesto a salvarnos en los momentos que más lo necesitemos.

 

Mercedes Bautista
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Psicóloga Clínica. Empezando la treintena. Agradecida con la vida, pidiéndole que mire con buenos ojos lo que decida hacer con ella. Mi inconsciente es el que escribe.


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