Ellos viven creyendo que ya todo es inmutable, decenas de años de lucha contra el enemigo, ese que hasta en la sopa aparecía, los ha vuelto obstinados, pero no bajo la luminosa concepción de Hesse, que bien explica en ese maravilloso libro –Obstinación-, sino bajo el signo de la anodina y machacona necedad, esclavos de ideas que no entienden, lacayos de líderes informes.
Nosotros también, para qué engañarnos, vivimos atados a otras ideas y otros líderes, sosteniéndonos como trapecistas de Kafka, llenos de dudas, creyéndonos moralmente superiores a los otros, cuando al final, ellos y nosotros, perdemos el equilibrio y caemos en la confortable red del circo que nos atrapa, que siempre nos atrapa.
El 16 de junio, tras trece días internado en el Hospital Nacional de Jutiapa, Albino Ramos, de 46 años, fue dado de alta tras recuperarse de Covid-19. Al querer contar a 10 solo podía llegar a 4 sin sentirse sofocado. Fue atendido en un hospital que nunca ha tenido Unidad de Cuidados Intensivos, por personal médico y de enfermería que se han visto en la necesidad de apañárselas muchas veces solos. Y lograron recuperar su salud.
Mientras ellos y nosotros seguimos esta pugna invisible, afuera la gente enferma y muere.
Esta es la definición de obstinación de Hermann Hesse:
"Una virtud hay que quiero mucho, una sola. Se llama obstinación. Todas las demás, sobre las que leemos en los libros y oímos hablar a los maestros, no me interesan. En el fondo se podría englobar todo ese sinfín de virtudes que ha inventado el hombre en un solo nombre. Virtud es: obediencia. La cuestión es a quién se obedece. La obstinación también es obediencia. Todas las demás virtudes, tan apreciadas y ensalzadas, son obediencia a leyes dictadas por los hombres. Tan solo la obstinación no pregunta por esas leyes. El que es obstinado obedece a otra ley, a una sola, absolutamente sagrada, a la ley que lleva en sí mismo, al “propio sentido".
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