El agua fría la aguanto, lo que no me gusta es el chorrito de regadera que te hace pegarte contra la pared para poder medio mojarte bien, solo para salir del baño y sentirte todavía enjabonada y medio dormida, ¿ya sabés cómo?
Bueno, el tema es que levantarse y decidir enfrentar la vida cada mañana es tedioso y es complicado, y no tanto por los obstáculos físicos que se nos ponen en el camino, sino por los que tenemos en la cabeza. O por lo menos, los que yo tengo en la cabeza.
Lo que pasa es que, desde que tengo uso de razón, me he preocupado por lo que las personas vayan a decir de mí. Según yo, cuando salgo a la calle, todos me voltean a ver y me juzgan y me critican y me dan puntuaciones de uno a cien. Tengo una obsesión con que me voy a ver como mamarracho, ¿será que tengo el pelo parado?, ¿se me corrió el pintalabios?, ¿me puse la blusa al revés? ¿Me veo cómo loca?
Pensando en el origen de esta obsesión, creo que todo empezó cuando quise ser alguien más, cuando traté de verme como pensé que me tenía que ver. Eso pasa después de que tus maestros te dicen que sos una niña tonta, y cuando tu maestra favorita te pregunta porque no te sentás o hablás como niña, o cuando el psicólogo del colegio te dice que para qué queres seguir allí si es obvio que no encajás. O cuando ninguna niña se quiere juntar con vos. Cuando hay rumores de quién y cómo sos, es más fácil volverte esa persona que la gente cree a buscar una identidad, si ya ni vos te acordás de quién eras. Qué complicado, ¿verdad?
Lo bueno es que eventualmente te graduás, te empezás a querer y te conocés. Y desarrollas una armadura. La mía, por mucho tiempo, fue de emociones. Esa no se las recomiendo. Las armaduras de emociones son fáciles de romper y solo están en tu cabeza. Ahora que lo pienso, no sé cómo creí que iba a funcionar, siendo las emociones algo tan efímero.
Quizás un poco de terapia o de feminismo hubieran ayudado, pero opté por otras opciones.
La armadura que sí recomiendo es la de ropa. Cuando te empezás a conocer y a experimentar con quién querés ser, pasás por muchas etapas, y cada una de esas etapas está marcada con algo. Las mías han ido dejando rastros y pistas en mi closet. Pistas de quién he sido y de quién he querido llegar a ser y de cómo me voy sintiendo con la persona que me estoy volviendo. Eso me da seguridad, porque me paso el día envuelta en aquello que tanto ha significado para mí.
Por eso, después del frío de mi cuarto, del baño a medias, paso a mi closet y todo está bien. He llegado a un punto en donde, aunque haya un mamarracho en mi cabeza, no me veo como uno, y manejar sólo un mamarracho es mejor que manejar dos. Para mí, ponerme lo que quiero y que eso represente quién soy y como me siento, aunque “no encaje” o “no me vea como niña”, es un gran paso hacia la aceptación. Te puede parecer superficial o vanidoso, pero si me gusta cómo me veo, me puedo enfocar en quererme toda; y al final,es una preocupación menos.
Y para quienes que hemos descubierto este oasis en nuestros clósets, es un gran alivio.
Javier /
A mí, en cambio, sí me gustó. Aprendí hace poco que la moda puede ser revolucionaria. Y el texto creo que es fresco, de un ritmo casi sinfónico, una muy buena puerta de entrada a un mundo que nos traerá Andrea. Bienvenida!
Gaby /
Aunque no les va a parecer por lo que estoy a punto de decir, respeto la forma de pensar de las personas y sobre todo cuando claramente tienen tan baja autoestima. Mi intención es hacer lo mismo, expresar mi forma de pensar.
No sé cuál es el objetivo de esta entrada de blog pero aparte de ese "grito de atención" no entiendo la relevancia de publicarlo y para publicar este tipo de cosas, mejor que escriba cualquiera.
Espero que nadie se ofenda y si es así, pues así es la vida.