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En Panamá, el Parque Nacional Darién sirve de pasto para el ganado

¿Puede perderse el área protegida más importante y valiosa de Centroamérica por la expansión ganadera? ¿Por qué señalan las autoridades y expertos que el sistema financiero está promoviendo indirectamente esta actividad?

Cotidianidad P369

Deforestación ganadera en las áreas protegidas de Panamá. Foto: José Arcia

En países con un alto porcentaje de la población en condiciones económicas de supervivencia, la devastación de los bosques, aún cuando están protegidos, obedece a la necesidad de cubrir lo básico. Si a eso le sumamos prácticas poco éticas para adquirir tierras, nos encontramos con problemáticas que se repiten, tanto en Guatemala, como en Panamá. Aquí el caso del Parque Nacional Darién, tal y como lo describe José Arcia en el artículo publicado por nuestro aliado Mongabay.

La finca de David Ramos queda en la comunidad de Salodio, en la provincia de Darién, zona oriental de Panamá, y desde allí se puede observar el Parque Nacional Darién, una reserva natural declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

Una empedrada calle de un solo carril te lleva hasta la finca de Ramos, saliendo desde Garachiné, un pueblo ubicado en las orillas del Pacífico y a donde solo se puede llegar por vía marítima o aérea. Garachiné es un pueblo de  pescadores y ganaderos, y algunos de ellos tienen fincas que colindan con el área protegida.

El recorrido en auto desde Garachiné hasta Salodio tarda unos 40 minutos, un trayecto repetitivo porque en ambos lados de la carretera el paisaje es siempre el mismo:  interminables extensiones de potreros. Algunos llenos de ganado, otros simplemente de “pasto mejorado” o hierba de semillas genéticamente modificadas.

Ramos, que bordea los 70 años de edad, llegó a Darién hace 30 procedente de Veraguas, en la zona central del país, donde entonces tenía cinco hectáreas de terreno y nueve hijos que mantener. Hace 30 años, el país era gobernado por la dictadura militar y, desde entonces los grandes terratenientes habían empezado a adueñarse del país, con la excepción de Darién. “Ya no había tierra para trabajar”, recuerda. En 1987 decidió marcharse hacia la provincia de Darién y hoy es dueño de 219 hectáreas y 130 reses.

David Ramos es uno de los pequeños ganaderos de la comunidad de Salodio, en Garachiné. Desde su finca se observa el Parque Nacional Darién. Foto: José Arcia.

“Yo necesitaba tierra para desarrollar la agricultura y alimentar a mis hijos porque en Veraguas, ya no había”, contó. Darién se había convertido en el lugar de destino de los pequeños productores que no encontraban en la zona central del país más espacios para el desarrollo agropecuario y, en ese proceso de colonización de tierras, Ramos empezó con 19 hectáreas. Tierras que fueron cultivadas y luego convertidas en pastos para el ganado, con el tiempo adquirió otras 100 hectáreas hasta completar las 219 que tiene actualmente, de las cuales 40 hectáreas aún son bosques. Ramos alega que, por el momento, no tiene pensado convertir esas 40 hectáreas en potrero, pero tampoco garantiza que el bosque no será talado en el futuro.

“Mi finca no afecta al parque porque está distante”  dijo. Los terrenos de Ramos colindan con otras fincas que, a su vez, están dentro de la zona de amortiguamiento del área protegida.

El pequeño productor, sin embargo, reconoce que en los últimos años se ha incrementado la deforestación en la zona para la agricultura y que la ganadería, ya ingresó al Parque Nacional Darién.

Finca de la comunidad de Salodio, Garachiné, con pasto mejorado y al fondo el Parque Nacional Darién. Foto: José Arcia.

La ganadería en cifras

Darién es conocida en el país como la “provincia olvidada”. Hay poca presencia de las instituciones del Estado en la región, que es además zona fronteriza con Colombia. Esa ausencia histórica permitió el acaparamiento de zonas boscosas y su posterior devastación, y con el tiempo áreas protegidas como Canglón y Filo del Tallo —que forman parte del Corredor Biológico Mesoamericano, que también lo integra el Parque Nacional Darién— quedaron convertidas en potreros.

Ahora, el temor de los conservacionistas e, incluso, del propio Ministerio de Ambiente, se centra en el Parque Nacional Darién, en vista que la expansión ganadera ha penetrado en algunas partes del parque, como Punta de Garachiné.  

Imagen aérea de Punta Garachiné que es una de las zonas del Parque Nacional de Darién afectada por la devastación para la ganadería. Foto: Líder Sucre.

La región central y occidental históricamente concentró el desarrollo más alto de la ganadería del país. Hasta el año 2000, el sector primario, que comprende la actividad agropecuaria, fue una de la más importantes en Panamá y los pequeños productores eran desplazados por los grandes terratenientes. Muchos pequeños agricultores, como David Ramos, vieron en la provincia de Darién la oportunidad de obtener tierras para el desarrollo agrícola pero también ganadero. Fue así que en las últimas décadas la provincia de Darién experimentó un vertiginoso crecimiento pecuario.

Las últimas cifras de la Contraloría General de Panamá, entidad responsable de procesar las estadísticas del país, datan de 2011. Ese año, el número de cabezas de ganado vacuno creció más del doble en la provincia de Darién, alcanzando las 184 000 reses, lo que representaba un crecimiento del 118,6 % comparado con la cifra de hace 10 años (2001), cuando existían alrededor de 84 000 animales, menos de la mitad. En otras palabras, durante ese periodo la producción de ganado vacuno en la provincia de Darién fue de 100 280 reses, es decir, registró el mayor crecimiento de la ganadería en el país, mientras que en las provincias de Los Santos y Herrera, que quedan en la zona central, disminuyó, cuando históricamente era una de las áreas con mayor producción ganadera y de hecho las personas oriundas de esa región eran conocidas como los “grandes devastadores del país”.

Una cortina de humo cerca del Parque Nacional Darién. Lo campesinos de las comunidades aledañas a la zona protegida utilizan la quema de rosa para la agricultura de subsistencia y luego convertir la tierra en potrero. Foto: José Arcia.

“Hace unos 15 años se empezó a desarrollar la ganadería de manera extensiva en Darién. Antes, las familias tenían sus pequeñas parcelas y sus pocas reses”, remarcó Rogelio Sambrano, presidente de la Alianza por un Mejor Darién (Amedar).

Las entidades gubernamentales no tienen cifras sobre la cantidad de hectáreas convertidas a pastos. Sin embargo, la relación de hectáreas versus cantidad de reses es grande, opinan expertos que han analizado el tema, incluso, algunos datos han salido a relucir durante las consultas que realiza el gobierno para buscarle una alternativa a la expansión ganadera en la región.

La cantidad de hectáreas que tiene Ramos comparada con la cifra de reses nos aproxima a esa realidad. Si a las 219 hectáreas se le resta las 40 que aún son bosque, Ramos posee 179 hectáreas de potreros, lo que significa que tiene 1,4 vacunos por hectárea, tomando en cuenta que es dueño de 130 reses.

Para los ganaderos de la zona no hay nada pecaminoso en mantener esa abismal diferencia entre cantidad de hectáreas de potreros versus cabeza de ganado, sin embargo, para los conservacionistas representa un peligro para el Parque Nacional Darién. “Los campesinos hacen potreros para alquilarlos porque saben que eso representa ingresos económicos”, dijo Sambrano.

Parte de las causas de la expansión de la frontera ganadera está relacionada con la colonización de las tierras por pequeños productores, que las convierten en pastos para luego venderlas a los terratenientes. Manuel Zárate es un ingeniero hidráulico ambiental y activista social que ha analizado la historia agraria del país y explica que ese fenómeno ha provocado la devastación de zonas boscosas y en Darién, específicamente, la penetración al área protegida.

La colonización de tierras por pequeños productores es le punto de inicio de la deforestación en el Darién. Foto: José Arcia.

El estado reconoce el derecho posesorio, es decir, los campesinos trabajan la tierra y tiene derecho sobre el uso de suelo, lo que es aprovechado por los terratenientes porque terminan comprando esos derechos posesorios, que luego son convertidos en derecho de propiedad. De esta manera, el campesino va por delante talando el bosque y los grandes ganaderos acaparando la tierra y ese proceso de colonización, que es como una “círculo vicioso”,  ha ocasionado que la frontera ganadera haya penetrado al Parque Nacional Darién, señaló Zárate.  

“Al final es un proceso de colonización de los terratenientes porque los campesinos solo tienen el derecho posesorio, pero el grande adquiere el derecho de propiedad”, alegó.

También se ha dado el caso que los pequeños productores convierten los terrenos en potreros para alquilarlos a los grandes ganaderos y luego terminan vendiéndolos,  y el proceso de devastación de zonas boscosas avanza. Una realidad que es aceptada por el propio secretario general del Ministerio de Ambiente, Félix Wing.

“Ha sido una práctica histórica en el  país y en el caso específico de Darién es peor porque está práctica ancestral ha perjudicado el parque”, indicó el funcionario.

¿Qué hace falta en el Darién?

La preocupación de los ambientalistas aumenta porque los indígenas de la comarca Emberá Wounaan, que colinda con el Parque Nacional Darién,  también han incursionado en la ganadería, alega Líder Sucre, un activista ambiental que ha recorrido la zona protegida.

Las estadísticas de la Contraloría reafirman el temor de los conservacionistas. Los indígenas donde no se aplica el derecho a la propiedad, sino el régimen de tierra colectiva pasaron de tener 637 reses en el 2001 a 1369 en el 2011, un crecimiento del 114,9 %, según la cifra de la entidad estatal.

“Los indígenas han incursionado en la ganadería, no en mayor escala, pero sí lo están haciendo”, señala Didier Martínez, un ganadero que es oriundo de Garachiné.

Didier Martínez es otro de los ganaderos de Garachiné. Alega que su finca queda distante del área protegida, pero reconoce que la expansión ganadera pone en riesgo el área protegida. Foto: José Arcia.

Wing reconoce que la expansión ganadera ha sido uno de los factores que más ha afectado al Parque Nacional Darién, porque ha logrado entrar en la zona protegida y explica que “ha sido culpa” de los pasados gobiernos, especialmente del quinquenio 2009-2014, cuando gobernó el empresario Ricardo Martinelli.

El funcionario agregó que el Parque Nacional Darién no tenía los suficientes guardaparques para supervisar toda la reserva forestal  y, a esto, se suma la falta de equipos de comunicación y la carencia de un vestuario apropiado para recorrer una zona como el parque.

Cuando llegó el actual gobierno al poder, en julio de 2014, existían 190 guardaparques para cubrir todas las áreas protegidas de Panamá. En estos casi tres años, se ha incrementado el número a 255, de los cuales 23 están en el Parque Nacional Darién, que tiene una extensión de 575 000 hectáreas. Si bien el Ministerio de Ambiente no pudo precisar cuántos guardaparques controlaban el área protegida hasta julio de 2014, Wing señaló que se “habían sido reducido a su mínima expresión”.

Es evidente, añadió, que por la poca vigilancia de guardaparques las personas aprovecharon para ingresar sin control al área protegida. “No todo los campesinos tenemos la conciencia de proteger el parque”, remató David Ramos.

El Parque Nacional Darién tiene una extensión territorial de 579,000 hectáreas. Foto. Ministerio de Ambiente.

El Ministerio de Ambiente fue creado durante el actual periodo gubernamental y reemplazó lo que antes era la Autoridad Nacional de Ambiente (ANAM), una entidad que estaba adscrita al Ministerio de Economía y Finanzas.

“Sabemos que la ANAM fue debilitada durante la pasada administración y eso permitió la devastación de zonas protegidas no solo en Darién, sino en otras partes del país”, señaló Wing, un abogado vinculado a los grupos ambientales antes de llegar a ocupar el cargo dentro del Ministerio de Ambiente.

Wing también mencionó otros problemas más estructurales que han permitido la expansión ganadera en detrimento de los bosques. “La transformación del bosque para la agricultura y la ganadería le garantiza tanto a los pequeños productores como a los grandes el acceso a préstamos financieros de la banca estatal (Banco Nacional de Panamá y el Banco de Desarrollo Agropecuario)”, señala Wing

Solo cuando el área boscosa es cambiada por pastos cobra valor para las instituciones financieras. Foto: José Arcia.

En las consultas que el Ministerio de Ambiente ha hecho para el plan de manejo de Darién salió a relucir este tema y el problema radica en que los bancos no reconocen al bosque como un valor a la hora de otorgar préstamos a los agricultores y ganaderos, reconoció Wing. El financiamiento al sector agropecuario está condicionado a la producción de la tierra, ya sea para el cultivo de productos agrícolas o para la ganadería, recalcó Wing.

Los propios representantes de los bancos estatales, añadió Wing, alegan que la “deformación” está en el sistema para otorgar préstamos, porque en la evaluación que se realiza a las fincas, como parte del proceso de un préstamo bancario, los bosques no tienen ningún valor. “El problema es que el bosque no garantiza el retorno del préstamo”, dijo.

El viejo Código Agrario del país incluso consideraba al bosque como una tierra ociosa o inculta, dijo de manera jocosa Wing.

Los bancos generalmente asumen como valor de garantía la tierra que ha sido transformada y desde esa perspectivas los bosques no poseen ese valor para asegurar el retorno del préstamo, explicó Manuel Zárate. “Tiene más oportunidades el campesino que tiene un derecho posesorio de acceder a un financiamiento porque va hacer producir la tierra, que un propietario que posee una finca llena de bosque”, añadió Zárate, el ingeniero ambiental y experto en asunto agrario.

Esta es la práctica que tanto los conservacionistas como el Ministerio de Ambiente buscan frenar para garantizar que la frontera ganadera no siga penetrando en zonas protegidas como el Parque Nacional Darién y, especialmente, a Punta Garachiné, donde queda el último relicto de bosque seco del área protegida y más importante del país. Punta Garachiné es una zona de entrada al parque por vía marítima y para el ambientalista Líder Sucre es donde se deben enfocar principalmente los esfuerzos de protección de la reserva porque allí se conjugan los ecosistemas bosque tropical seco y el marino costero.

El desarrollo de la ganadería ha llegado a esa zona. Evaristo Lay es uno de los dos médicos, de medicina general, que atiende en el Centro de Salud de Garachiné y es oriundo de la provincia. En 1976 —después de haber llegado de México, donde estudió medicina— adquirió 150 hectáreas de tierras para desarrollar la ganadería, cuatro años más tarde (en 1980) se estableció en el Parque Nacional Darién, el área protegida más grande de Panamá y también la más valiosa de Centroamérica, reseña la página web de la Unesco.

Evaristo Lay es uno de los dos médicos del Centro de Salud de Garachiné . Foto: José Arcia.

El organismo internacional la describe como una “propiedad con una excepcional variedad de ecosistemas y hábitats costeros, de tierras bajas y de montañas”. El área protegida también cuenta con una playa, que está ubicada en Punta Garachiné.

La finca de Lay llega hasta esa playa, sin embargo, el médico alega que solo ha podido aprovechar la mitad de la finca (unas 77 hectáreas) en vista de que la otra parte de la propiedad está situada dentro del parque nacional.

Lay asegura que respeta el área protegida, pero también lamenta que no ha podido titular el resto de su finca. Su plan no era solo desarrollar la ganadería, sino también impulsar un proyecto turístico aprovechando que su finca colinda con la playa de Punta Garachiné.

La subasta y la propuesta de incentivo forestal

Didier Martínez, otro de los ganaderos de Garachiné, reconoce que en todas las comunidades que bordean el parque se desarrolla la ganadería en mayor o menor escala. Habla especialmente de la comunidad de Cerro Naipe, donde asegura que el 80 % de las personas que viven allí son ganaderos.

Vivienda de un campesino que habitan en una zona de amortiguamiento del Parque Nacional Darién. Foto: José Arcia

Martínez es dueño de 21 hectáreas y de unas 30 reses, pero alega que su finca no afecta al parque porque está fuera. Explica que en los últimos años se ha incrementado el consumo de carne porque la población de Garachiné aumentó y los ganaderos tienen un mercado seguro para la comercialización del ganado, comparado con décadas atrás.

Hace referencia a la subasta de ganado que se hace en Metetí, una zona que se ha convertido en la “capital económica” de Darién por el crecimiento urbanístico registrado en los últimos años. Desde Metetí a Garachiné solo se llega por vía marítima y los ganaderos para llevar su ganado a la subasta se agrupan para sufragar el costo del viaje. A juicio de Martínez hay alrededor de 70 ganaderos en todo Garachiné —que es un corregimiento, la división política territorial más pequeña del país, del distrito de Chepigana— y, en conjunto, sacrifican hasta tres reses por semana para abastecer el mercado local, es decir, al pueblo de Garachiné. El precio del ganado en la subasta varía dependiendo del tipo de animal: el toro se vende hasta 2,20 dólares la libra, la vaca hasta en 1,90 la libra y el ternero se vende hasta en 2,80 dólares la libra.  El precio al consumidor supera los 4,00 dólares la libra.

“El mejor mercado de nosotros es la subasta ganadera en Metetí. Nos juntamos varios ganaderos para transportar el ganado en una barcaza donde caben hasta 100 reses”, contó. El recorrido marítimo llega hasta puerto Quimba, desde donde salen las diferentes rutas marítimas para llegar a las islas o comunidades darienistas que no son accesibles por vía terrestre. Puerto Quimba está a media hora de Metetí.

El activista ambiental, Lider Sucre, manifestó su preocupación por Punta Garachiné al considerar que “juega un papel fundamental en el equilibrio ecológico de todo el parque”.

Los bosques secos, como Punta Garachiné, tienen la particularidad de ser una zona proveedora de alimentos para animales depredadores, como el puma. Además se trata de un ecosistema rico en flora con especies aún por descubrir y ese es un trabajo científico pendiente en el país.

“Si esa zona de bosque (Punta Garachiné) estuviera en otra parte del país no tendría el valor ecológico porque no tiene conexión con otro tipo de bosque, como el húmedo y esa característica solo se puede encontrar en el Parque Nacional Darién”, explicó Sucre.

La pista de aterriza del pueblo de Garachiné y al fondo el cerro que forma parte del parque Nacional de Darién. Desde este pueblo se accede a distintas partes del área protegida. Foto: José Arcia.

Diversos grupos ambientales han trabajado en la zona para conservar las áreas boscosas, incluso el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha destinado fondos para impulsar proyectos de conservación. Los ganaderos como Martínez reconocen que el trabajo que han hecho los organismos no gubernamentales ha tenido un efecto positivo, porque los ha ayudado a mejorar sus sistemas de producción ganadera y a entender la importancia de conservar el parque.

El Ministerio de Ambiente elaboró un proyecto de ley que propone la creación de incentivos forestales para promover la conservación. La propuesta fue presentada ante la Asamblea Nacional (Congreso) el pasado 10 de marzo, sin embargo, hasta la fecha no ha sido discutida en la Asamblea.

La iniciativa legislativa establece un fondo de 15 millones de dólares anuales para incentivar el desarrollo de proyectos de conservación o de recuperación de zonas degradadas. “Con este fondo los productores tendrán una fuente de ingresos para conservar las zonas boscosas y recuperar otras áreas”, sentenció Félix Wing.

Parque Nacional Darién, Boca de Cupe. Foto: Ministerio del Ambiente.
Mongabay
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