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Todos hemos sido María: sobre Ixcanul, la película de Jayro Bustamante

Qué oportuno fue que el estreno de Ixcanul, la película guatemalteca que aspira al Óscar, haya coincidido con el discurso infame—infame es el adjetivo más preciso— que Otto Pérez Molina pronunció hace dos domingos y en el cual, entre otros insultos a la inteligencia, jugó la carta bajísima de mencionar a la “Guatemala profunda”, una noción que, en boca de políticos como él, no es más que purísima demagogia, cuando no un recurso perverso.

Cotidianidad Guatemala profunda Ixcanul Jaime Bustamante n789 Opinión P258
Esta es una opinión

Jayro Bustamante y Dieter Kosslick, director del festival Berlinale. Foto: Berlinale.de

Dijo, y nosotros lo escuchamos perplejos, que la Guatemala profunda había estado en el centro de su atención. Sobre ese discurso no hay mucho más qué decir, a lo mejor tan solo recordar lo hermoso que fue ver cómo tantas personas en las redes sociales le rechazaron el veneno al ahora expresidente preso, recordándole que la Guatemala profunda era la del estado de sitio contra comunidades que resisten a proyectos excluyentes en Barillas, la de los masacrados de Alaska por su Ministerio de la Defensa, la de las familias ixiles que buscaban justicia en un proceso que él ayudó a obstaculizar.

Sobre el primer largometraje de Jayro Bustamante, en cambio, hay que decirlo todo. Sospecho que pasaremos muchos años hablando y evocando Ixcanul, esa hermosa y terrible inmersión en una Guatemala, dolorosa además de profunda, con la cual, en cantidades idénticas de desprecio y cinismo, el presidente quiso limpiarse no sólo la cara.

Ixcanul es, en primer lugar, un golpe. Guatemala no sufría un encontronazo semejante consigo misma, en una pieza de ficción, quizá desde que se hiciera pública, hace treinta años, El tiempo principia en Xibalbá, la novela de Luis de Lión. Ambas obras mostraron lo que las ciencias sociales ni siquiera han soñado, esto es, no solo la realidad, a un tiempo refulgente y asfixiada, del mundo indígena, sino su intimidad, la intimidad de sus emociones y de sus deseos, su fuero inaccesible. Pero además, como el relato de Luis de Lión, Ixcanul nos permite contemplar, a través de la imaginación y el lenguaje, ahora audiovisual, cómo el encuentro entre lo indígena y lo “ladino” no por cotidiano es menos trágico (dicho encuentro, y su fatalidad, fue también retratado inmejorablemente, desde el otro punto de vista, en Gasolina, de Julio Hernández).

Y esto es algo que no ocurre solamente dentro de los límites de la pantalla y de la ficción que estamos presenciando, sino en la totalidad del espacio oscuro de la sala de cine, es decir, entre la película de Jayro Bustamante y nosotros, su audiencia: esta es una película guatemalteca que, para ser comprendida por mí, que fui a verla al cine de un centro comercial de la capital —la sala estaba llena—, había que recurrir, inevitablemente, a los subtítulos. Era yo un guatemalteco viendo una película guatemalteca cuyos personajes, guatemaltecos, hablan un idioma que ignoro.

En una conversación reciente, el poeta y también realizador, Julio Serrano, puso delante de Jayro Bustamante un cuestionamiento a partir del cual se derivarán encendidas críticas a la película y que, estoy seguro, muchos están haciéndose ya: ¿cómo legitima su voz el autor de Ixcanul, para contar una historia de mayas kakchiqueles, cuando él no es maya kakchiquel?

La respuesta de Bustamante es simple y, por ello, excelente: «esa pregunta es muy loca y se me hace que es bastante fuera de lugar (…) ¿qué legitimidad tiene uno para hablar de los mayas?, me parece que es una cosa todavía paternalista de Guatemala, todavía no logramos entender que somos todos un país. En ese caso ningún director gringo podría hablar de los afroamericanos, ni ningún director judío podría hablar de los neoyorquinos no judíos, o yo mismo no podría hacer películas más que de los ladinos, y esa es una cosa que quería dejar muy clara: yo estoy contando la historia de una familia maya, ¡de una!, con una visión que yo tengo, con una experiencia de vida que me contaron y con cosas que yo ví y viví en una finca de chiquito».

La respuesta me hizo recordar esa mítica reunión entre el director de cine Norman Jewison y los productores, quizá judíos todos, de la versión cinematográfica de The Fiddler On The Roof (la anécdota la cuento de memoria, de modo que, anticipadamente, pido perdón por las imprecisiones, si las hay, y por la dramatización abusiva de ese encuentro):

“Usted es la persona perfecta para dirigir esta película”, le dijeron los productores a Norman Jewison, y a continuación subrayaron las razones:“Nadie como usted rendirá un mejor tributo visual a la tradición judía”.

“Pero señores”, dijo Jewison,“esto es un malentendido, mi apellido puede decir lo contrario, pero yo no soy judío, vengo de una familia protestante”.

Los productores voltearon a verse.

“Bueno”, dijeron “de cualquier modo nos gusta mucho su trabajo anterior”.

La historia de una familia y una aldea judías en la Ucrania de principios del siglo XX, acabó siendo una muestra de gran cine en manos del canadiense protestante que la dirigió. Ixcanul, la película sobre una familia maya que no conoce otro mundo que aquel que respira dentro de los lindes de una finca cafetalera en las faldas de un volcán, acabó siéndolo también en manos de un “ladino”, de un guatemalteco mestizo.

Las justificaciones que sostienen semejante sentencia son fundamentalmente dos: en primer lugar, Ixcanul es una película contada a partir de una rara y prodigiosa inteligencia narrativa, que no padece de aspavientos ideológicos, ni suda las calenturas propias de la demagogia política, ni ha querido subordinar su historia a la concreción de ninguna clase de discurso. Nos la cuenta un tipo, Jayro Bustamante, que sabe muy bien, sin complejos, lo que está haciendo y que, con una hermosa composición de planos, quiere contarnos una historia y que nos conmovamos con ella. Quizá por eso, para alcanzar ese objetivo, ha elegido una estructura simple, clásica y súper conocida.

En Ixcanul no hay arabescos narrativos, ni retortijones de auteur, ni la pedantería típica de quien se cree tocado por los dioses del arte y por ello se atribuye el derecho de aburrirnos con planos absurdos y secuencias dónde no ocurre nada. Por el contrario, en Ixcanul todo lo que vemos y escuchamos está puesto al servicio de la historia. Y por si todo esto fuera poco, la película es llevada en hombros, de principio a fin, por el talento demoledor de dos actrices ante quienes no queda más que rendirse: María Mercedes Coroy y María Telón.

En segundo lugar —y esto terminaría de explicar por qué ha ganado tantos y tan prestigiosos premios en el mundo—, Ixcanul no es un tratado antropológico, el cuadro de costumbres está quizá llevado de manera impecable a la pantalla, pero el poder de la historia y la manera cómo está contada se hallan muy por encima de sus circunstancias culturales. Ixcanul es, antes que nada, una historia universal sobre la curiosidad y el deseo, sobre el amor íntimo y cómplice entre una madre y su hija, sobre el fatal encuentro de dos mundos que conviven sin conocerse, sobre la lucha, que a veces acarrea consecuencias nefastas, entre el pensamiento racional y el pensamiento mágico, sobre el deseo de trastocar el curso de nuestros destinos. Y todos hemos estado allí, todos hemos sido María o su madre.

Sospecho que pasaremos muchos años hablando de Ixcanul, evocando esas imágenes y esos diálogos que ya se han instalado en la memoria: el descubrimiento del placer solitario en el tronco de una ceiba; el intento de comprender el sexo viendo aparearse a unos cerdos; el sueño, ingenuo como todos los sueños, de que la vida es mejor en otro lado; los cuerpos sudorosos de una madre y su hija, que acaban siendo un mismo cuerpo en la amorosa intimidad del temazcal; la fragilidad de la vida y la inminencia de la muerte a bordo de un picop que desciende a los infiernos laicos, verdaderos, de un hospital público en Guatemala; y el volcán, bajo cuyo amparo secreto, indiferente, transcurren nuestras vidas.

Arnoldo Gálvez Suárez
/

Escritor de ficción. Y periodista cuando algún asunto fascinante lo obliga a levantarse de su escritorio para salir a la calle. Ha publicado el libro de relatos La Palabra Cementerio (2013) y la novela Los Jueces (2009), XI Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo. @ArnoldoGalvez


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Isabel Sisimit Esquit /

    08/12/2018 9:32 PM

    Hablar de Ixcanul es necesario para abrir nuestra mente. Cuando se anunció su presentación en uno de los cines lujosos de la zona viva (creo yo, porque aun no conozco ese cinema) sentí algo de nostalgia porque me hubiera gustado estar desde temprano y así estar en primera fila, pero no fue posible y por mas que quise verlo en los siguientes días fue imposible.
    Pasaron los meses y al fin lo presentaron en el centro de Cooperación Española en el Centro Histórico. Casi me quedo sin verla película nuevamente pero logre colarme e ingresé a la sala de proyección. Estaba llenísima la sala; todos a la expectativa. Al apagarse la luz y empezar la función nos trasladamos a ese mundo Kaqchikel que nos contaba desde nuestro idioma materno la crudeza de la realidad y admirar el trabajo de dos mujeres arrastrando toda la voz de la Guatemala indígena que para mí, el merito más grande es de María Telón. Porque ella es realmente producto de esa época en que la mujer solamente se debe a su esposo y a su familia. No decide, solamente debe obedecer, para bien y mal es solamente una fabrica de hijos, apegada a prejuicios de que la mujer es solamente para la casa, no necesita ir a la escuela, debe estar abnegada al esposo, a los hijos y a la familia. Y ahora verla en pantalla grande moviéndose como PEZ EN EL AGUA no actuaba, era ella en esencia; era ella la portavos de las miles de mujeres del mundo que son calladas por un sistema injusto y que ahora nos llamaba a la reflexión de que así como ella (María Telón) hay mucho talento anónimo desperdiciado y que es tiempo de abrirnos y abrirles el paso para bienestar de la comunidad, del país y del mundo si es que buscamos un mundo igualitario.
    Y ¿Qué pasa con María Mercedes Coroy? en una próxima también lo comentaremos. Si alguien lo quiere comentar hagámonos.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    anonimo /

    04/05/2017 2:42 PM

    estoy de acuerdo con juan perez,la pelicula no tuvo nada q ver con el volcan, si la vendieron como si ella iba enfrentar el volcan, y sobre salir al final. pero no, enseña todo lo malo que puede pasar en la cultura, que talvez lo pudo haber hecho mejor haciendo un documental... encima la parte de que secuestran su niña en un hospital, si ninguna revelacion. como dije parece q no tuvo paciencia para hacer investigacion y seguir una familia en sus dificultades en un documental, pero quiso hacer una pelicula donde enseña todo lo que el ha visto de su experiencia... ok, mejor una pelicula de una chava y el volcan. algo que no dice que la condicion indigena SIEMPRE sera controlada y ellos no se pueden superar solos. osea no entiendo el mensaje, los ladinos somos el enemigo?

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Andrea González /

    18/09/2015 11:37 AM

    Magistral Ixcanul! desde la narrativa, hasta la fotografía. Desde esto que perfila desde el inicio, tengo que usar subtítulos en una película guatemalteca, siendo guatemalteca, no hablo el idioma. Desde allí atrapa la realidad en la que vivimos inmersos. Es necesaria siempre la presencia de un traductor, que al final, traduce lo que quiere. De allí la postura del señor que comentó ( Juan Pérez) su traducción es mala, pero propia al fin. Mi traducción: una obra maestra.

    ¡Ay no!

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    Giancarlo Melini /

    14/09/2015 6:01 PM

    De una forma menos poética y sí con un carácter ideológico subyacente -que el autor afirma no existe-, me atrevo a decir que Ixcanul demuestra acertadamente cómo es la cotidianidad de la Guatemala "profunda" -chocante expresión- , la cual está sumamente afectada por la pobreza, condición que pone virtualmente a todos los personajes de la película en situaciones incómodas y lamentables .

    Se ilustra con claridad como la desigualdad económica es el común denomindor de la deplorable situación en la que se encuentran grupos vulnerables como las mujeres y los indígenas. El hecho de que a María le estaban escogiendo marido demuestra que las mujeres no tienen control sobre el ejercicio de su sexualidad, y que al intentar hacerlo, pueden comete un craso error -derivado de la ignorancia que normalmente apareja a la pobreza- que, en este caso, deja a su familia en la incertidumbre financiera. No sólo el hecho de tener que alimentar una boca más, sino desatar el enfado de personas que se encuentran en una situación de autordad, es decir, con el control de los recursos que ellos necesitan para su subsistencia. Ignacio pretendía dejar sin ingresos y vivienda a toda la familia de María porque ella no se había "guardado" para él.

    Fue una magistral forma de exponer de cómo la asimetría económica es un factor decisivo en la situación deplorable y subdesarrollada en el que se encuentra un significativo poercentaje de la población guatemalteca, y de cómo ésta se acentúa cuando les toca lidiar con el la población dominante de la sociedad: los ladinos.

    Desde un punto de vista artístico, me parece que la historia fue contada de forma inteligente. Se pudo entender absolutamente todo lo que pasaba sin necesidad de narración. El director tampoco se sirvió de escenas irrelevantes o pretensiosas para entreternos. La fotografía me pareció increíble.

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    ¡Nítido!

    Juan Perez /

    12/09/2015 10:16 PM

    Carece de credibilidad ¿por que? ¿por no estar de acuerdo con el autor? ¿o por que es opinion poco popular?

    ¿Que partes no me entiende? Con gusto las desarrollo...

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Rosario Cardona Jerez /

    11/09/2015 4:27 PM

    Señor Juan Pérez no se entiende lo que esta tratando de escribir. Su comentario carece de credibilidad desde el primer párrafo.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!

    Juan Perez /

    11/09/2015 11:44 AM

    No se que pelicula estas hablando pero dudo que Ixcanul quede en el imaginario guatemalteco (ni ladino, mucho menos indigena).

    La pelicula efectivamente se enfoca en la historia pero esta carece de cualquier hilo conductor. Se desvia constantemente y al final no se resuelve nada.

    Y cual Guatemala dolorosa y profunda? Una que tiene contacto con hospitales? O la que aparenta un problema de tenencia de tierra pero realmente es inexistente por la benevolencia del caporal y patron? Esta pelicula, aunque definitivamente tiene apsectos de la cultura guatemalteca interesante, esta lejos de representarla.

    Por que Ixcanul? el volcan no juega ningun rol en la historia mas que formar parte de la cultura. La unica explicacion del titulo me parece que es mas bien una estrategia para apelar a ese curiosidad antropologica de la cual usted menciona no trata de apelar. Para mi, su mala narrativa me hace pensar que el interes en realidad si es ense;ar los elementos culturales. Pero de esta manera igual falla. Tiene aspiraciones a documental y tal vez hubiera sido mejor uno, por lo menos hubiese logrado algo mas autentico.

    Para mi falla, en los elementos usted menciona hacen la pelicula exitosa.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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