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Laura Toc, una mujer indígena que desafía las estadísticas

A 211 kilómetros del epicentro del país, en las colinas nubladas de Alta Verapaz vive Laura Toc, una mujer indígena que lucha por cambiar los indicadores de pobreza en las mujeres del área rural. En el Día Internacional de las Mujeres Rurales, presentamos su historia.

Guatemala rural Alta Verapaz Cobán Día internacional de la Mujer Indígena P258

Laura Toc juega con su hija menor luego de un largo día de trabajo.

Fotos: Carla Molina

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A las 6.50 de la mañana Laura Toc sale de su casa y camina por una colina llena de milpas, pinos y plátanos. Con dificultad comienza a bajar el sendero empinado que la lleva a la calle de terracería de una aldea ubicada a 14 kilómetros de San Cristóbal Verapaz, en Alta Verapaz.

Cada mañana, baja un sendero resbaladizo y empinado para tomar el primero de tres microbuses que la llevan hasta su trabajo, a un centro de convergencia —un lugar de consultas médicas para aldeas y comunidades— en una aldea del municipio vecino, Santa Cruz.

Esta mañana va un poco tarde. Aún así se toma su tiempo. Con 34 semanas de embarazo, de gemelos, cada paso cuesta. Se cuida con cada paso, procura ubicar sus sandalias en los sitios menos lodosos para no caer. Caminar ya no es tan fácil como hace algunos meses. Su abdomen ha crecido tanto que ya no la deja ver sus pies debajo del frondoso traje de Cobán que viste.

Laura Toc es indígena poqomchi’. Hace 38 años nació en El Rancho, una aldea rural ubicada en San Cristóbal Verapaz, a 211 kilómetros de Ciudad de Guatemala.

En la aldea que la vio crecer, así como en otros lugares del área rural, las mujeres indígenas alcanzan un promedio de escolaridad de 3 años.

Pero Laura Toc sí estudió y, cuando pudo hacerlo, pagó los estudios de sus cuatro hermanos menores.

Hace casi 15 años se graduó de enfermera auxiliar. Hoy es dueña del terreno en el que vive, es madre de dos hijas y junto a su esposo comparte una deuda por la compra de su casa.

Laura Toc es una mujer indígena, madre, enfermera y esposa que desafía las estadísticas.

Este martes tuvo suerte. Aún es temprano y el bus no está tan lleno. Consigo lleva un equipaje ligero: un suéter para abrigarse, una bolsa de mano y su almuerzo del día.

 

El trayecto que separa su casa de la primera parada de bus es una pendiente llena de lodo. Foto: Carla Molina

El trayecto que separa su casa de la primera parada de bus es una pendiente llena de lodo. Foto: Carla Molina

Últimamente ha llovido mucho en esta región de Guatemala y los agujeros sobre la terracería se han convertido en cráteres de lodo. Durante media hora el microbús tambalea de un lado para otro hasta llegar a la carretera asfaltada en San Cristóbal. Ahí transborda.

Hasta hace unas semanas, Laura se levantaba todos los días a las 4 de la mañana para preparar el almuerzo de su esposo. Después preparaba comida para ella y sus dos hijas antes de salir a trabajar. Ahora aprovecha para descansar más y se levanta hasta las 6.

Los dolores de su cuerpo por el embarazo ya avanzado y los gemelos que espera la cansan demasiado. También le agota su rutina: el viaje en microbús, la caminata de la última parada hasta su trabajo, estar de pie durante el día, el movimiento de sus hijos en su vientre. A pesar de eso no puede dejar de trabajar.

—Voy a seguir hasta que ya no pueda más. Aunque el doctor me dijo que dejara de caminar porque se me van a venir antes.

La enfermera de Acamal

De lunes a viernes, a las 8 de la mañana, Laura entra a trabajar en el Centro de Convergencia de la aldea Acamal I, en las afueras de Santa Cruz Verapaz, donde trabaja como enfermera y atiende las consultas de salud de sus habitantes.

La mayoría de sus pacientes son mujeres. Laura las atiende en poqomchi' y español. Su colega, un enfermero joven, asiste con los pacientes que hablan queqchí.

Acamal tiene una población aproximada de 1,600 personas. En su centro de convergencia, Laura ha documentado al menos 25 nacimientos este año. Otros fueron atendidos en el hospital nacional de Cobán.

Según la última Encuesta de Salud Materno infantil, el 55% de mujeres en el área rural usan métodos de planificación. Mientras que en el área urbana el porcentaje es de 68.

 

Laura Toc, en el centro de convergencia donde trabaja. Foto: Carla Molina

Laura Toc, en el centro de convergencia donde trabaja. Foto: Carla Molina

Laura Toc explica que al menos 25 pacientes llegan al centro cada mes para recibir una inyección anticonceptiva que las protege contra embarazos no deseados durante tres meses.

En El Rancho no es así. Según Laura, su comunidad, como muchas otras, todavía no tiene clara la importancia de la planificación familiar.

—Donde yo vivo no es así, la gente tiene muchos hijos. Las mujeres no quieren usar métodos o sus maridos no las dejan salir; todavía tienen en la mente que van a tener los niños que la vida les dé.

Laura explica que hay mujeres que sí quieren utilizar algún método de planificación pero sus esposos no las dejan. Por eso muchas prefieren métodos más discretos como la inyección anticonceptiva, que es aplicada sin costo.

—Prefieren la inyección porque se aplica cada tres meses y así es más fácil que los maridos no las controlen, comenta.

Laura decidió que ya no quiere tener más hijos en el futuro. Solo quería tres, dice. Por eso ella y su esposo se sorprendieron cuando el ultrasonido reveló que tendrán gemelos.

—Ya teníamos dos nenas, ahora queríamos un varón y nos salieron dos, dice con una sonrisa.

Cuando supo del embarazo múltiple, Laura se asustó. Hace 22 años su hermana mayor tuvo gemelos, y uno de ellos falleció en el parto. Tampoco ayudó que al inicio la gente le decía que "no iban a llegar a tiempo" por ser gemelos.

Pero ella y sus dos bebés están bien. Dentro de un mes, Laura ingresará para tenerlos con cesárea y se operará para no tener más hijos.

 

Laura aborda tres microbuses en cada trayecto, desde su casa a su trabajo. Foto: Carla Molina

Laura aborda tres microbuses en cada trayecto, desde su casa a su trabajo. Foto: Carla Molina

Estudiar y no depender de un hombre

Al final de su jornada de trabajo, Laura Toc cierra la puerta de madera del centro. Normalmente cierra a las 16.30 horas pero si aún hay pacientes, se queda hasta atender a la última.

Mientras oscurece, Laura recorre la misma ruta de los tres buses.

La calle de terracería para El Rancho es iluminada solo por las luces del vehículo y los foquitos de las casas escondidas entre la vegetación.

Laura vuelve a subir el sendero hacia su casa bajo la lluvia. En una parte del camino alguna vez echaron cemento y antes de endurecer ella y sus hijas escribieron sus nombres —señala el lugar con los dedos—, “Sulary” y “Ángela”, cuenta con un sonrisa.

Las niñas la esperan en casa. Sulary está por cumplir los 10 y Angela, la menor, ya cumplió los 4 años. Laura se ve reflejada en sus hijas, porque creció en condiciones similares, pero a los 13 años tuvo que enfrentar la muerte de su padre. Por eso casi dejó de estudiar.

 

Laura y su hija Ángela, en el calor de su hogar. Foto: Carla Molina

Laura y su hija Ángela, en el calor de su hogar. Foto: Carla Molina

En Guatemala las mujeres indígenas tienen un promedio de escolaridad de 3 años y las mujeres no indígenas un promedio de 5.3 años, culminar una carrera profesional es casi imposible para las niñas que nacen en aldeas alejadas de los cascos urbanos. A pesar de eso, Laura se graduó de enfermera auxiliar y espera que sus hijas la imiten.

—Muchas mujeres dependen de sus maridos, no quiero eso para mis hijas. Quiero que estudien y que no dependan de un hombre, sino de ellas mismas. Quiero darles estudios a ellas, luchar por ellas hasta que puedan graduarse. Quiero que estudien lo que les gusta, si Dios quiere yo las puedo ayudar.


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COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Ligia Aragón /

    24/10/2019 4:17 PM

    Está mal empleada la palabra epicentro. Revisen el Diccionario de la RAE.

    ¡Ay no!

    1

    ¡Nítido!

    Alfonso Huet /

    15/10/2019 5:31 PM

    Le felicito por su artículo sobre la vida de la mujer indígena rural. Así es la vida y la realidad de muchas mujeres en el interior. Sería interesante investigar más sobre la historia de la aldea Acamal que fue un gran centro de "educación ideológica nueva" del Ejército durante el Conflicto Armado Interno. La aldea fue construida por centenares, quizás miles de desplazados internos que fueron reubicados allá después de entregarse al Ejército o haber sido capturados en la montaña. Laura Toc, si nació en El Rancho, pertenece a la población poqomchi, no pocomam, aunque las dos etnias tienen tronco común.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



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