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Historias que despiertan empatía: El amor infinito de un padre migrante.

¿Qué tanto estás dispuesto a hacer por amor? Fue la pregunta que me hice tras conocer la historia que contaré a continuación. Más allá de las concepciones románticas o religiosas existentes, el amor no es otra cosa que una energía que nos lleva a buscar un estado de plenitud. Plenitud que no es para disfrutarla en otras vidas o en otros planos, sino para experimentarla aquí y ahora. Por eso el amor mueve montañas y es capaz de provocar los más grandes milagros, pero también de motivar los más duros sacrificios

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Las deudas sociales de un país incapaz de brindar oportunidades a sus habitantes, más una situación familiar difícil, hizo que Bryan tomara la decisión.

Foto: Fernando Barillas.

Esto último fue lo que le sucedió a Bryan López, un chiquimulteco como muchos nacido en condiciones de pobreza, quien, de la mano de su hijo Alex, ahora de cinco años, decidió espontáneamente sumarse a la caravana migrante cuando la vio pasar por la cabecera departamental en los últimos días de octubre de 2018. 

La caravana migrante permitió dimensionar la magnitud de la pobreza y desigualdad que viven los habitantes de los países del triángulo norte de Centroamérica. 

Por primera vez, hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, niñas y niños no viajaron desde el anonimato, a oscuras y por fronteras poco concurridas: decidieron hacerlo en bloque, de día, a través carreteras transitadas y desnudando ante el mundo la precariedad que los obligaba a dejar los lugares donde nacieron por falta de oportunidades, por la violencia: por la esperanza de una vida mejor. 

Pedro Ultreras, periodista mexicano y corresponsal de Univisión Noticias, acompañó ese movimiento migratorio desde su partida en San Pedro Sula, Honduras. Cuando la misma transitaba por la zona norte del estado de Chiapas conoció a Bryan y su hijo, descansando bajo la sombra de un árbol tras una de las tantas extenuantes jornadas que vivían en su trayecto rumbo al norte. 

“Venían caminando desde Chiquimula. Por su sobrepeso, el señor se mostraba exhausto y estaba lastimado de una rodilla, mientras su hijo pintaba, confiado, un cuaderno de dibujos con crayones de colores, totalmente ajeno al drama que vivía su padre y los demás integrantes de la caravana”, explica Ultreras. 

Las deudas sociales de un país incapaz de brindar oportunidades a sus habitantes, más una situación familiar difícil, hizo que Bryan tomara la decisión de sumergirse en esta aventura, sin pensarlo mucho y sabiendo los riesgos que implicaba para él y su hijo. 

 

El mundo se le vino encima. Lo único que le importaba, lo único que tenía; su mayor tesoro, le había sido arrebatado y no sabía su paradero.

Cuando ya no se tiene nada qué perder, un leve empujón es suficiente.  Y si lo hizo, fue fundamentalmente por su pequeño, que es su todo. 

“Me llamó mucho la atención ver que don Bryan era muy amoroso con su hijo. Desde el primer momento manifestó un profundo amor hacia él, al punto que decidía caminar sin pedir jalón en la carretera por temor a que le secuestraran a su hijo, o bien que se diera una situación en la que no pudieran bajarse a tiempo y que el niño se quedara en el vehículo”, cuenta el periodista. 

Su meta no era llegar a Estados Unidos, sino a la Ciudad de México. Ahí quería buscar empleo de mecánico automotriz, para poder darle la posibilidad a su hijo de estudiar. Desde muy pequeño, Alex mostró una gran vocación por el aprendizaje. Sumergido en su mundo de dibujos y colores, su mayor aspiración es aprender y estudiar; algo que su padre, por más que intentó, no pudo otorgarle en Guatemala. 

Todo parecía marchar bien, hasta que el mayor de los miedos de Bryan se hizo realidad. Una madrugada, mientras dormían en el borde fronterizo entre Chiapas y Oaxaca, autoridades migratorias mexicanas realizaron una redada donde los capturaron y separaron. 

El mundo se le vino encima. Lo único que le importaba, lo único que tenía; su mayor tesoro, le había sido arrebatado y no sabía su paradero. 

A los dos los condujeron por medios distintos a Tapachula. Llorando y desesperado, Bryan llamó a Ultreras, tratando de conseguir cualquier apoyo que le ayudara a recuperar a Alex. El corresponsal buscó la manera de ayudarlo, orientándolo y haciendo algunas llamadas para tratar de localizar al niño. 

Tras largas horas de miedo e incertidumbre, finalmente padre e hijo lograron reencontrarse.

A pesar del susto vivido, con tal de darle mejores condiciones de vida a su hijo, intentó nuevamente llegar a su destino en el norte, mas no lo volvió a conseguir. Ultreras le preguntó a Bryan de dónde sacaba fuerzas para seguir caminando y perseverando; él respondió que las sacaba de Alex. “Él es mi fuerza, mi motor; es quien me motiva a llevar a cabo esta travesía, porque todo lo hago por él”.  

Después de un año, el periodista perdió contacto con Bryan y Alex, hasta hace poco, cuando por medio de una publicación en las redes sociales de Antigua Al Rescate logramos dar con su paradero. 

En la actualidad, padre e hijo viven y duermen a la intemperie en las calles del Centro Histórico de la ciudad capital. Bryan vende dulces cerca de la Plaza Vivar, mientras Alex se entretiene con un oso de peluche casi de su tamaño, que no sabemos cómo llegó a sus manos. Aún conserva sus libros de colorear y sus cuadernos, pero han mermado sustancialmente sus condiciones de vida. 

Alex sigue soñando con un día poder estudiar, y Bryan lo ha intentado. Ha tocado puertas, ha suplicado que le den una oportunidad para trabajar, pero solo le han dado la espalda. Lo único que quiere es tener un ingreso, y poder conseguir que su hijo estudie, para que tenga un mejor futuro.

Estas letras buscan tocar el corazón de alguien que tenga la posibilidad de brindarle un empleo a Bryan, o que nos ayude a gestionar alguna beca escolar para Alex. Quien lo desee, puede contactarse con nosotros a través de las redes institucionales de Antigua Al Rescate, para ponerlo en contacto directamente con ellos. 

Y vos, ¿Qué tanto estás dispuesto a hacer por amor?


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