4 MIN. DE LECTURA

Actualidad Entender la política La corrupción no es normal Somos todas Identidades Guatemala urbana Guatemala rural De dónde venimos Blogs Ideas y soluciones
11 Pasos

La ventana de los cuatro a los siete años: La niñez olvidada

¿Cuánto pesaba y medía tu hija a los seis años? ¿Cómo te hubieras sentido si midiera tan solo 85 centímetros y pesara 32 libras? Esta es una situación habitual en las familias con casos de desnutrición en el Corredor Seco; niñas y niños que dejan de ser atendidos en una etapa crucial de su crecimiento, y que al no tener apoyo se ven irreversiblemente afectados en su desarrollo.

Blogs Blogs Desnutrición crónica
Esta es una opinión

Foto: Antigua al Rescate

No llegó. El aislamiento en que se encuentran las comunidades del Corredor Seco asentadas en lo alto de las montañas de Jocotán ha impedido, al menos por ahora, que el COVID-19 se colara y sumara más desgracias al drama humanitario que a diario viven sus habitantes.

Allá arriba, en La Palmilla, usan las mascarillas solo si necesitan visitar el puesto de salud. De lo contrario, son pocas las que se ven. Quizás porque casi nadie sale de sus casas, algo habitual desde hace veinte años.

Ninguno de los tapabocas fue entregado por el gobierno, mucho menos se conocieron las cajas de alimentos ni el famoso Bono Familia. En los seis meses que van de pandemia, las familias no recibieron absolutamente nada de manos del Ejecutivo, a pesar de que el combate a la desnutrición era la prioridad de Alejandro Giammattei.

Afortunadamente ha llovido. Y aunque las consecuencias de este clima las pagan los caminos, al menos se han garantizado maíz y frijol para los últimos meses del año. También se vislumbra una mejor cosecha de café.

Como es usual, los perros escuálidos de la comunidad nos recibieron con algarabía, aunque a decir verdad esta vez no nos pusieron mucha atención porque estaban peleándose por un par de perras en celo, que seguro no hace mucho parieron una nueva camada y cuyos cachorros probablemente murieron por inanición.

Aunque no habíamos podido visitar las comunidades que apoyamos con Antigua Al Rescate en esta zona a causa de la pandemia, nunca dejamos de acompañarlos con alimentos. Pero era necesario volver, cerciorarnos de cómo estaba la situación y buscar la manera de retomar los proyectos de intervención que han generado esperanzadores resultados.

Así que, tras tomar todas las medidas sanitarias y preventivas, terminamos de recolectar ayudas, armamos las bolsas de alimentos y con mascarillas, caretas y gel, volvimos a ese lugar que es una mezcla de hermosura y dolor. Siete horas nos separan desde La Antigua Guatemala a esa región remota de Jocotán.

Junto con el enfermero encargado del puesto de salud, organizamos una jornada de peso y talla para verificar la evolución de los niños y niñas. Y lo que encontramos no es nuevo, pero sí preocupante y perturbador.

En Guatemala, la desnutrición aguda se vigila desde el primer registro posterior al nacimiento, con la visita al puesto de salud. Luego, se mantienen controles hasta donde indica la cartilla de vacunación, que es el único instrumento que se utiliza en el país. El carné de vacunas permite un control hasta los 60 meses (cinco años). Fuera de esto, no hay ningún registro o control sobre las niñas y niños.

La desnutrición crónica, por su parte, se monitorea desde el control prenatal de la madre, hasta los dos años (la ventana de los mil días). Estos son los protocolos que se han seguido a partir de los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud y las normas del Ministerio de Salud Pública. De acuerdo con dichos criterios, pasada esta ventana es muy poca la posibilidad de que algún apoyo nutricional sirva de algo a las niñas y niños entre los dos a los cuatro años.

A los cuatro años, entonces, los pequeños dejan de ser llevados al puesto de salud, pues ya no necesitan reforzamiento de vacunas; esto, a pesar de que les quedaría un año más de supervisión médica y nutricional. Y como no se hace necesario (u obligatorio) que sobre este segmento de población infantil se mantenga control de sus avances o retrocesos en cuanto a nutrición y crecimiento, el desarrollo de estas niñas y niños prácticamente queda estancado.

 

Foto: Antigua al Rescate

Consecuencia de lo anterior, nos topamos con niñas de seis años que pesan 32 libras y miden 85 centímetros; niños de cuatro años que pareciera que tienen dos, y en casos más difíciles niñas y niños que no alcanzaron a hablar o caminar.

Comparativamente, estos menores tienen un nivel de crecimiento de dos a tres por uno; es decir, los niños tardan dos o tres años en crecer, lo que un niño en condiciones normales logra en un año.

Es inexplicable cómo el Estado y las organizaciones que trabajan en la zona se desentendieron de este segmento de población y no se detuvieron a dimensionar las consecuencias que tiene el dejar de acompañarlos, no solo para sus vidas, sino para el país entero.

Desde los cuatro hasta los siete años, a los pequeños de estas comunidades pobres se les condena a pasar hambre junto con sus padres, a comer lo que consigan; o en el mejor de los casos, a llenar el estómago con bolsitas de frituras, galletas y bebidas gaseosas, cuya basura llena los paisajes. Solo les queda esperar a tener edad suficiente para ingresar a la escuela, para volver a recibir un plato decente de comida. Ello, si es que alcanzan a estudiar.

Desde ya estamos construyendo generaciones condenadas a repetir el círculo de la pobreza, desigualdad y marginación, y si no se hace algo al respecto Guatemala continuará encabezando esos indicadores tan vergonzosos en cuanto a desarrollo humano.

La niñez debería ser la etapa más preciada y memorable de nuestras vidas, llena de sueños, juegos y muchos aprendizajes. Pero para estas niñas y niños, se trata únicamente de sobrevivir sin entender con claridad por qué tienen hambre y no pueden comer.

Si bien en un país con tanta desigualdad como éste, a veces se tiene qué priorizar entre los que están mal y quienes están peor, resulta inhumano dejar a su suerte a niñas y niños de comunidades pobres en ese período tan trascendental.

Es nuestro deber hacer algo por esta niñez olvidada. Al final de cuentas, apoyar a quien tiene hambre no debería ser un problema, sino un privilegio.


Hay Mucho Más

1

COMENTARIOS

RESPUESTAS

    Juan Rodriguez /

    10/09/2020 9:49 PM

    No es justo que el gobierno y sus instituciones no establezcan un plan de accion para ayudar de manera efectiva LA DESNUTRICION. Poner a teabajar al MAGA de manera cientifica con sus ingenieros para crear.minimo cosechas y fertilizante con un sistema de irrigacion de suelos y perforacion de posos. Las mineras bien pueden colaborar. Es la vida de nuestros paisanos.

    ¡Ay no!

    ¡Nítido!



Secciones